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DiccionarioBíblico.Net

Letra L

Contenidos

LAADÁN

Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.

  1. Descendiente de Efraín y antecesor de Josué (1 Cr 26).
  2. Levita de la familia de Gersón (1 Cr 23.7–9), también llamado Libni (Éx 6.17; 1 Cr 17).

LABÁN

Nombre de un hombre y un lugar en el Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Betuel (hijo de Nacor, el hermano de Abraham) y hermano de REBECA, la esposa de Isaac. Recibió al siervo de Abraham, le brindó su hogar y accedió a la petición respecto al matrimonio de su hermana Rebeca con Isaac (Gn 29–51).

Años más tarde, Labán recibió también a JACOB, hijo de Rebeca (Gn 29.13, 14). Le dio posada y trabajo y, valiéndose de un engaño explicable dentro de las normas tribales de su tiempo, también le cedió sus dos hijas (Gn 29.19–30). Dios prosperaba y enriquecía a Jacob, pero esto provocó la envidia en el corazón de Labán y la amistad desapareció entre ambos. Dios, entonces, ordenó a Jacob salir y volver a la tierra de su nacimiento (Gn 31.13). Labán lo persiguió pero, debido a la amonestación de Dios, no le hizo daño alguno (Gn 31.24, 29).

Parece que Labán reconocía a Jehová, pero no como Dios suyo (Gn 31.29), antes bien era idólatra (Gn 31.30).

  1. Lugar en la península de Sinaí (Dt 1).

LABIOS

Término que en hebreo se usa figuradamente para referirse a la orilla o borde del mar o del río (Gn 22.17; 41.3; Heb 11.12).

De acuerdo con el modo de pensar hebreo los órganos humanos sienten y actúan por sí mismos. Los labios hablan y se regocijan (Job 27.4; Sal 71.23). Conservan el conocimiento y ofrecen alabanzas (Sal 63.3; Pr 5.2). En Pr 16.23 los labios se encuentran en íntima relación con el CORAZÓN.

LADRILLO

Material de construcción muy antiguo. Hasta donde sabemos, se utilizaba en Babilonia, Asiria, Egipto y Palestina. Se fabricaba con barro pisado (Nah 3.14). En su producción también se empleaba la paja y el rastrojo (Éx 5.10–19). Se le llama ladrillo cuando está cocido al horno (Gn 11.3), pero adobe cuando solamente se seca al sol (Ez 4.1).

En los tiempos bíblicos el ladrillo se utilizó en la construcción de la torre de BABEL (Gn 11.3), de ciudades (Éx 5.8, 14; 2 S 12.26–31), altares (Is 65.3), pisos (Jer 43.9) y como material de escritura y dibujo (Ez 4.1). A pesar de que los constructores de la torre de Babel lo utilizaron por ser material resistente, con el correr del tiempo se sustituyó por otros materiales de mayor duración como la cantería (Is 9.10).

LADRÓN

Persona que mediante la violencia, la astucia o el engaño se adueña de los bienes de otro. En Palestina, y en general en todo el ambiente bíblico, el ladrón se consideraba un grave pecador (Éx 20.15; Lv 19.11; Dt 5.19; ROBO). Moralmente, ni el hecho de robar por necesidad le eximía de culpa (Pr 6.30). Jeremías considera el robo tan vil como el asesinato, el adulterio o la blasfemia (7.9).

El Nuevo Testamento confirma las prohibiciones del Antiguo Testamento y desprecia igualmente al ladrón (Mc 10.19; Lc 18.20; Ro 13.9; 1 Co 6.10; Ef 4.28; 1 P 4.15). Sin embargo, la figura del ladrón adquiere notables matices metafóricos. Se dice que el Hijo del Hombre (Mt 24.43s), el día del Señor (1 Ts 5.2, 4) y el Señor (2 P 3.10; Ap 3.3; 16.15) vendrán como ladrón en la noche.

Pilato comparó a Jesús con un ladrón (Mt 27.17). A Jesús lo crucificaron entre dos ladrones, cumpliendo una profecía (Mc 15.27; cf. Is 53.12), y de ellos uno se arrepintió (Lc 23.39–43).

LAGAR

Traducción de gat, palabra hebrea que técnicamente describe la parte superior de la plataforma donde se pisan las uvas con los pies descalzos (Is 63.1–3; Jue 6.11). Yekeb (Nm 18.27) era la parte inferior en donde caía el zumo exprimido, pero también se traduce por «lagar». A veces el jugo se colocaba o filtraba a través de tres o cuatro lagares antes de almacenarlo en cántaros.

Los lagares se construían en la falda de algún cerro, o se excavaban en la roca (Is 5.2).

También se construían en la tierra usando una mezcla semejante al cemento.

Variaban de tamaño, pero siempre era más grande la parte superior. Eran cuadrados o circulares y de 40 a 60 cm de profundidad. Un tubo o canal unía las dos partes, y por él pasaba el zumo. A veces se obtenía la primera fermentación en la parte inferior, y después guardaban el mosto en cántaros (Hag 2.16).

La vendimia siempre era época de regocijo. Cuando las uvas estaban maduras los hombres dejaban sus casas y vivían en tiendas y chozas entre las viñas para poder trabajar sin interrupción. Solían gritar y cantar mientras pisaban las uvas en los lagares (Is 6.10; Jer 25.30; 48.33). Se manchaban la ropa y la piel pisando el lagar (Is 63.1–3; cf. Ap 19.13–15). Probablemente Isaías 27.2 y 65.8 sean trozos de canciones típicas de aquella época.

A veces usaban vigas de madera para exprimir las uvas. Más tarde se hizo mediante un sistema mecánico, pero siempre se prefería el vino de uvas pisadas por pies humanos.

Puesto que la recolección de aceitunas no coincidía con la de las uvas, solían usar el mismo lagar para hacer aceite de olivas (Miq 6.15).

LAGARTO, LAGARTIJA

Pequeño reptil de sangre fría (Lv 11.30), muy semejante a la serpiente, aunque tiene cuatro patas y puede identificarse fácilmente por la cabeza y la cola. Su cuerpo es de color verdoso salpicado con marrón. En la Tierra Santa se conocen más de cuarenta especies, y la más común es la lacerta viridis y sus variedades. Viven entre las piedras del desierto o entre las ruinas. Aunque a los israelitas se les prohibía comerlas, parece que los beduinos consumían algunas variedades en tiempo de necesidad.

Por ser animal inmundo, la persona o cosa que tocara un lagarto muerto sería inmunda hasta la tarde (Lv 11.31).

LAMEC

Nombre de etimología incierta, posiblemente derivado de una palabra árabe que significa

«un joven fornido». Lamec aparece en la genealogía de Gn 4.18–24, como hijo de Metusael, de la línea de Caín, y en la de Gn 5.25–28, 30, 31, como hijo de Matusalén, de la línea de Set. De este hecho algunos eruditos han deducido que hubo dos tradiciones sobre un mismo Lamec, pero en contra de esto está la profunda diferencia en el carácter de ambos.

En la genealogía de Gn 4.18–24, los tres hijos de Lamec figuran como padres de tres tribus nómadas: una de pastores, otra de músicos y otra de trabajadores metalúrgicos.

Parece que con esto se ha querido explicar el surgimiento de tales grupos dentro de la sociedad humana, y el aumento de la maldad a medida que crecía la civilización, cuyo ejemplo es el canto de Lamec (Gn 4.23, 24).

LAMENTACIONES

LIBRO DE LAMENTACIONES: Libro que se leía en las sinagogas el Día de Luto por la destrucción del templo (el 9 de abril, o sea, julio/agosto). El nombre en las versiones cristianas se deriva del que se halla en la Septuaginta: τηρενοι (endechas o lamentos), que fue traducido Lamentaciones en la Vulgata. El título hebreo es eka (¡cómo!), clásica exclamación de lamento hebreo (1.1; 2.1; 4.1).

ESTRUCTURA DEL LIBRO

Consta de cinco poemas en forma de endechas o lamentos fúnebres, de los cuales los cuatro primeros forman un acróstico; cada línea empieza con letras sucesivas del alfabeto hebreo (cf. Sal 119). Esto sirvió no solo para facilitar la memorización, sino para expresar más plenamente la totalidad del dolor, a lo cual contribuye también el ritmo de las líneas breves y plañideras  del capítulo 3 y el constante contraste entre la brillante situación anterior y aquella humillante en que la desgracia lamentada ha sumido a la ciudad (1.1; 4.1, 2).

AUTOR Y FECHA

Lamentaciones en sí mismo es anónimo, pero generalmente ha sido atribuido a Jeremías. Así lo hacen la Septuaginta y la Vulgata, siguiendo una tradición judía, tal vez basada en 2 Cr 35.25. Pero este pasaje se refiere a la muerte de Josías y no da base para atribuir Lamentaciones a Jeremías. Los eruditos han debatido la posibilidad aduciendo razones de estilo, ideas dominantes y las circunstancias de la vida de Jeremías, pero han llegado a conclusiones opuestas (NBD e IDB, Lamentaciones). En todo caso, se trata de un testigo (o varios) de la caída de Jerusalén y no puede ser posterior al regreso en 538 a.C.

LAMENTACIONES: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

  1. La destrucción de Jerusalén 1–22
    • El lamento del profeta Jeremías 1–11
    • El lamento de la ciudad de Jerusalén 12–22
  1. La ira de Dios 1–22
    • La ira de Dios 1–9
    • La agonía de Jerusalén 10–17
    • El clamor de Jerusalén18–22
  • La oración por misericordia 1–66
    • Grito desesperado de Jeremías 1–18
    • Confesión de fe de Jeremías 19–39
    • Condición necesitada de Jeremías 40–54
    • Confianza en Dios de Jeremías 55–66
  1. El sitio de Jerusalén 1–22
    • Las circunstancias durante el sitio 1–10
    • La causa del sitio 11–20
    • Las consecuencias del sitio 21–22
  2. La oración por restauración 1–22
    • Repaso de la necesidad de restauración 1–15
    • El arrepentimiento del pecado 16–18
    • La súplica de restauración 19–22

MARCO HISTÓRICO

La ocasión histórica de los poemas es la toma y destrucción de Jerusalén por los caldeos (586 a.C.). Aunque no se ofrece prueba histórica directa (excepto 4.22), la coincidencia con las descripciones de los últimos días de Judá son inconfundibles (sitio:  2 R 25.1, 2; Lm 2.22; 3.5, 7;

hambre: 2 R 25.3; Jer 37.21; Lm 1.11, 19; 2.11, 12, 19, 20; 4.4, 5, 9, 10; fuga del rey: 2 R 25.4–7; Lm 1.3, 6; 2.2; 4.19, 20; saqueo del templo: 2 R 25.13–15; Lm 1.10; 2.6, 7; incendio del templo, palacio, etc.: 2 R 25.8, 9; Lm 2.3–5; 4.11; 5.18; matanza de los líderes: 2 R 25.18–21; Jer 39.6; Lm 1.15; 2.2, 20; cautiverio de los habitantes: 2 R 25.11, 12; Lm 1.1, 4, 5; 2.9, 14; 3.2, 19 y muchas otras. Aunque el tercer poema es individual, se trata de una personificación de Judá (cf. 1.13–16). Por tanto, son lamentos nacionales, probablemente utilizados en el culto durante los días de ayuno y arrepentimiento (cf. Zac 7.1–5).

APORTE A LA TEOLOGÍA

Junto con los demás libros de sabiduría, Lamentaciones escudriña el misterio del sufrimiento y la voluntad de Dios. El mensaje combina el elemento sacerdotal, el profético y el de la sabiduría (NDB). La angustia del pueblo desolado es presentada a Dios en oración. Pero junto a esta oración intercesora, está el reconocimiento profético: el desastre es un juicio de Dios, Judá ha caído a causa de su pecado. Dios, sin embargo, castiga para llamar al arrepentimiento (3.25–30) y no dejará de confirmar su pacto (3.19–24).

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

Lamentaciones tiene muchas expresiones extrañas como «hija de Sion» (2.1), «hija de Judá» (2.5) e «hija de Jerusalén» (2.15). Estas expresiones se refieren a los lugares mismos, y en su debido contexto expresan el supremo dolor que el Padre siente por el castigo que tuvieron que recibir. Esto nos habla del dolor de Dios al tener que castigar a su pueblo pecador; mas el hecho de que se les siga llamando hijas expresa que hay gran esperanza en medio de su situación tan desesperada. En Dios siempre hay esperanza.

LÁMPARA

Utensilio que en la remota antigüedad no era más que una vasija de barro cocido o metal con una mecha impregnada de aceite. Las había de múltiples formas, sencillas en su mayoría; otras eran obras de arte por su forma, inscripciones y grabados.

Se utilizaban para iluminar la casa (Job 18.6), buscar alguna cosa en la oscuridad (Sof 1.12; Lc 15.8–10), en acciones bélicas (Jue 7.16, 20), para asistir a bodas y otras festividades (Mt 25.1– 13), y para alumbrarse en el camino (Jn 18.3).

Según algunas versiones, las palabras antorcha, tea, luz, etc. son sinónimos de lámpara (Jue 15.4; Mc 4.21; Jn 5.35). Posiblemente había diferencia entre lámpara y antorcha, pero el uso de estos utensilios era uno mismo. De aquí que algunas versiones antiguas de la Biblia incluso traducen candela o vela en vez de lámpara (RV-1909: Pr 20.27; 24.20; 31.18). Esto se ha corregido en las versiones nuevas porque las candelas o velas no se conocían en aquella época. Los siete «candeleros» que representan las siete iglesias de Apocalipsis probablemente deben entenderse como lámparas (1.12ss), asimismo los que representan a los dos testigos (11.4; cf. Heb 9.2).

La lámpara que ardía era emblema de prosperidad (1 R 11.36; 15.4; Job 21.17), y debía permanecer encendida toda la noche, como en el tabernáculo (Éx 27.20; Lv 24.1–4). La lámpara apagada indicaba muerte, ruina y maldición (Job 18.5, 6; Pr 13.9; Jer 25.10, 11). Además, la lámpara se utilizó como símbolo del culto (Éx 30.8), de perpetuidad (1 R 11.36), y de las Sagradas Escrituras (Sal 119.105; 2 P 1.19).

LANA

Pelo fino de la oveja o cabra. Los hebreos la empleaban preferentemente para tejer sus géneros, pero también como pago de deudas o como tributo (2 R 3.4). En el Oriente era artículo precioso (Job 31.20; Pr 31.13; Os 2.5). Se daba a los sacerdotes como ofrenda de primicias (Dt 18.4).

El profeta Isaías encuentra en la blancura de la lana un símbolo del cambio que Dios opera en los pecadores (Is 1.18). Era también símbolo de pureza (Ap 1.14). En Jue 6.37 se habla de un milagro hecho a GEDEÓN con un «vellón de lana».

LANGOSTA

Insecto del que más se ocupa la Biblia por su importancia como elemento destructor. Pertenece al orden de los ortópteros llamados saltadores, y constituyen verdaderas plagas invasoras. Se designa con nueve distintas palabras hebreas, pero no siempre es posible decir si todas señalan diferentes especies o los diversos estados de la metamorfosis de una misma. Su presencia en la Biblia se destaca por haber constituido una de las diez PLAGAS de Egipto (Éx 10.4–6).

En Lv 11.21–23 se señalan dos tipos de langosta: uno que era permitido comer y otro prohibido. En el tipo comestible (Mt 3.4) se incluyen: la langosta incontable o langosta que llega; el langostín, que devora; el argol que galopa; y el argal, que salta. Estos nombres, dos de ellos aparecen en el texto castellano sin traducción, más bien corresponden a los distintos estados de desarrollo de la langosta: la adulta que pone el huevo; la larva que sale del huevo; la saltona con alas en crecimiento y la adulta lista para volar de nuevo. Joel da también una detallada descripción de estos cuatro estados de desarrollo: «oruga», en lenguaje técnico larva, primera fase del desarrollo; «saltón» que corresponde a la ninfa con las alas más desarrolladas; el «revoltón» con alas más crecidas y la «langosta», el insecto adulto (Jl 1.4; 2.25).

En Jl 2.1–7 se compara admirablemente una nube de langosta con una invasión guerrera. Sus características son la voracidad, devastación, destrucción, hambre y pestilencia. Es como un ejército de caballería que arrasa con todo a su paso.

Las menciones principales de la langosta en cuanto a número son: Jue 6.5; 7.12; Jer 46.23; 51.14; como motivo de oración: 1 R 8.37; como castigo: Am 4.9; en sentido figurado: Nm 13.33; Job 39.20; Ec 12.5; Is 33.4; 40.22; Jer 46.23; Nah 3.15; Ap 9.3–7; y como ejemplo de sabiduría: Pr 30.27.

LANZA

Arma arrojadiza y de cacería, hecha de una vara larga, con punta de piedra, bronce o hierro. Los líderes militares portaban lanza y levantarlas era señal de ataque. Josué levantó su lanza cuando los israelitas atacaron a Hai (Jos 8.18–26). El gigante GOLIAT llevaba una cuando peleó contra David (1 S 17.7, 45).

Los egipcios usaban lanza en tiempos de los profetas (Jer 46.4), y durante la era intertestamentaria constituía el arma principal de los griegos. Un soldado romano abrió el costado de Jesús con una lanza (Jn 19.34).

El soldado que llevaba lanza se llamaba lancero. Doscientos lanceros romanos acompañaron a Pablo en su viaje a Cesarea (Hch 23.23). Tito llevó miles de lanceros para subyugar a Jerusalén (70 d.C.).

En el reino mesiánico las lanzas se convertirán en hoces (Is 2.4).

LAODICEA

Ciudad en Asia Menor, situada en Frigia, en el valle del Lico. La fundó el Seléucida Antíoco II (siglo III a.C.) y la nombró en honor de su esposa Laodice. Era una ciudad tan próspera en su comercio, que después de un terremoto desastroso en 60 d.C. se dio el lujo de rehusar el subsidio imperial ofrecido para su reconstrucción (cf. Ap 3.17). Su situación sobre una transitada carretera hizo de ella un centro bancario (cf. Ap 3.18a); sus productos distintivos eran ropas de una brillosa lana negra y polvos medicinales (cf. Ap 3.18b, c). Sin embargo, tenía la desventaja de que su ubicación la obligaba a abastecerse de agua desde las termas de Hierápolis por una red de tubería; el agua llegaba tibia y provocaba vómitos en muchos casos (cf. Ap 3.15s).

Es probable que el evangelio llegara temprano a Laodicea (Hch 19.10) por agencia de Epafras (Col 4.12s). Pablo menciona a la iglesia de allí (Col 2.1; 4.13–16), pero no sabemos que la haya visitado. Lo cierto es que mantuvo buena relación con las comunidades vecinas en  HIERÁPOLIS y COLOSAS. Pablo también menciona (Col 4.16) una carta dirigida a Laodicea que algunos identifican con Efesios o Filemón, pero posiblemente fuera una carta paulina que se perdió. La mención originó (siglo IV) una espuria Epístola a los laodicenses. La séptima de las cartas de Ap 2, 3 se dirige en tono reprensivo al «ángel de la iglesia en Laodicea».

LAPIDACIÓN

Ver. ARREPENTIMIENTO.

LAQUIS

Ciudad de Judá entre Jerusalén y Gaza, en la ladera occidental de la Sefela. Por su situación al lado del camino principal entre Egipto y las tierras del norte fue un punto estratégico desde los tiempos más antiguos.

Los arqueólogos afirman que los alrededores de Laquis estuvieron poblados desde el milenio VIII a.C. Los primeros pobladores vivieron en cuevas y después de 2800 a.C., en el sitio que se identifica con Laquis. Durante 1550–1200 Laquis era cabecera de una provincia de Egipto y gozaba de un alto nivel de vida. Aunque la ciudad estaba bajo el dominio egipcio, la religión era la de los cananeos de la región, y las ruinas del templo proporcionan valiosa información acerca de la religión cananea.

La ciudad fue destruida por fuego ca. 1200 a.C., incendiada probablemente por los israelitas cuando entraron en la región y derrotaron a Jafía rey de Laquis (Jos 10.3). Por iniciativa de David o Salomón se reedificó. Roboam la fortificó (2 Cr 11.5–12), y durante 900–700 fue una de las ciudades más grandes e importantes de Judá.

En 701 Senaquerib rey de Asiria subió contra las ciudades fortificadas de Judá (2 R 18.13ss). Aunque Laquis resistió valientemente, al fin sucumbió y hay todavía muchas señales de su destrucción. Senaquerib mandó construir para su palacio en Nínive una serie de murales de piedra con escenas de esa batalla.

Durante el avance de Nabucodonosor contra Judá, un militar colocado en una avanzada de Laquis le mandó al comandante del ejército de Judá informes sobre los movimientos del enemigo, escritos sobre pedazos de alfarería. Hoy día se conocen como «las cartas de Laquis». Son testimonios elocuentes de los últimos años de Judá.

Constituyen, además, documentos importantes para el estudio del idioma HEBREO, tal como se escribía durante el tiempo de Jeremías.

Laquis renació de nuevo ca. 450 a.C., y por tres siglos floreció bajo los reyes persas y helenos (cf. Neh 11.30).

LASA

Ciudad fronteriza de los cananeos (Gn 10.19). Se desconoce el sitio exacto, pero se ha comparado con «Lesem» de Jos 19.47; «Lais» según Jue 18.29. Jerónimo la identificaba con Callirhoe, un valle al lado este del mar Muerto.

LASCIVIA

Propensión a los deleites carnales (2 Co 12.21).

LASEA

Ciudad de Creta situada en la costa sur a 8 km al este de BUENOS PUERTOS, visitada probablemente por Pablo durante su viaje a Roma (Hch 27.8).

LATÍN

Dialecto de los latinos, grupo que habitaba el valle del Tíber, hablado principalmente en la Roma antigua. Llegó a ser el idioma del mundo alrededor del Mediterráneo gracias a las conquistas políticas del Imperio Romano, y más adelante se conoció mejor por la obra literaria de autores tales como Cicerón, Lucrecio, Virgilio y otros. Es miembro de la subfamilia itálica de las lenguas indoeuropeas, y se menciona una vez en el Nuevo Testamento (Jn 19.20; los mejores manuscritos de Lc 23.38 lo omiten).

Posiblemente Pablo hablara latín, dado que en la época apostólica se encuentran muchos indicios de este dialecto. Es difícil percibir la influencia del latín en la sintaxis del Nuevo Testamento; pero hay muchas palabras latinas, en particular los nombres propios, y veintisiete términos comerciales, militares y jurídicos que aparecen transcritos al griego. Durante la Edad Media, el latín mantuvo su prestigio literario y fue el vehículo de casi toda la literatura y de la ciencia. (IDIOMAS DE LA BIBLIA; LENGUA, LENGUAS.)

LAUREL

Árbol que aunque abunda en Palestina no se menciona en la Biblia. La palabra que RV traduce por «laurel» en Sal 37.35 significa simplemente «nativo». El pasaje compara al impío con un «árbol vigoroso en su suelo nativo», VM. La Biblia de Jerusalén y otras enmiendan el texto siguiendo la Septuaginta y rezan «cedro del Líbano».

LAVADOR

Persona dedicada a lavar y blanquear ropa. Como en los tiempos bíblicos los vestidos eran costosos, el lavador era persona importante y muy buscada. El lavado se hacía machacando o majando la ropa, pero hay indicios de que se usaban sustancias vegetales o minerales: un «jabón de lavador» (Mal 3.2c). En Jerusalén, fuera de los muros del oeste de la ciudad y cerca de un acueducto, había un amplio espacio apartado para los lavadores (2 R 18.17; Is 7.3; 36.2).

Al referirse Marcos a la transfiguración, habla de la blancura de los vestidos de Jesús como de una pureza tal que «ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos» (Mc 9.2, 3). (LAVAMIENTO.)

LAVAMIENTO

Pese a la escasez de agua en las tierras bíblicas, toda persona respetable procuraba la limpieza del cuerpo. Era norma lavarse las manos antes y después de comer. Como los caminos eran polvorientos, los caminantes debían lavarse los pies antes de entrar en una casa. Este era trabajo de esclavos o de siervos inferiores (Jn 2.6; 13.5). El descuido de esta atención constituía una grave descortesía por parte del anfitrión (Lc 7.44).

USO RITUAL Y SIMBÓLICO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Pasajes como Lv 15 muestran lo imperioso que era para un israelita el lavamiento de todo el cuerpo, cuando se veía involucrado en algún acto o circunstancia que lo hacía  ceremonialmente inmundo. Sin esta limpieza no podía participar en actividades de carácter religioso (Éx 19.10; cf. Heb 9.13). El lavamiento tenía especial importancia en la consagración y el servicio de los sacerdotes (SACERDOTE; Lv 8.6). El lavacro (o fuente) de bronce (Éx 30.17–21) se colocaba entre el altar de holocaustos y la puerta del TABERNÁCULO, y era indispensable para el lavamiento de los sacerdotes antes y después de sus actos rituales.

Aparte de la higiene, en el Antiguo Testamento el lavamiento contrastaba lo inmundo de las personas con lo consagrado al servicio a Dios. El agua borraba las impurezas físicas y, a la vez, representaba la purificación de la persona. Así lo entendían David (Sal 26.6; 51.7) e Isaías (Is 1.16), sin dejar de comprender que el lavamiento era obra de la gracia de Dios a favor del pecador arrepentido.

EL USO FIGURADO EN EL NUEVO TESTAMENTO

El Antiguo Testamento nos prepara para comprender el uso de los verbos griegos louo (bañarse) y nipto (lavar, por ejemplo, manos y pies) en el Nuevo Testamento. El Maestro desechó la actitud de los fariseos, para quienes el lavamiento externo era esencial y la pureza del corazón carecía de importancia (Mt 7.1–23; Lc 11.39–41).

Inevitablemente el lavamiento se asocia con los conceptos de limpieza y de santificación (BAUTISMO). Pablo describe la vida viciosa de los gentiles en Corinto y añade: «Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Co 6.11). El nombre del Señor Jesús (su persona, autoridad y obra), la potencia del Espíritu Santo, la verdad de Dios en su Palabra (Jn 17.17), el lavamiento «del agua por la Palabra» (Ef 5.26), la regeneración y la renovación en el Espíritu Santo (Tit 3.5) conducen a la verdadera limpieza. Los redimidos de Ap 7.13, 14 emblanquecieron sus ropas «en la sangre del Cordero».

La conversación entre el Señor y Pedro, en la ocasión del lavado de los pies (Jn 13.6–10), muestra que el creyente «bañado» (verbo, en griego louo) «no necesita sino lavarse (verbo, nipto) los pies», o sea, limpiar frecuentemente las manchas pecaminosas por los medios ya notados. El Señor en esta ocasión no instituía una ordenanza, sino que señalaba el camino del servicio humilde para todos.

LÁZARO

(ABREVIATURA GRIEGA DE ELEAZAR, DIOS HA AYUDADO). LÁZARO DE BETANIA

Discípulo de Jesús que residía con sus hermanas MARTA y MARÍA en BETANIA. Como no se nos dice que haya tenido esposa, y puesto que Marta se presenta como ama de casa, es probable que fuera soltero o viudo. La amistad especial que unía a Jesús y la familia de Lázaro sugiere que aquel hogar de Betania constituía la base del Maestro durante sus visitas a Jerusalén (Lc 10.38–42; Jn 11.1–5; cf. Lc 21.37; aunque Lázaro se menciona solamente en Juan). Poco se sabe de la personalidad de Lázaro, pero el relieve que da Juan 11 al amor que Jesús le tenía (vv. 3, 5, 11, 36) destaca su comunión especial con el Maestro. En la casa de Simón está con Jesús a la mesa (Jn 12.1s). La presencia de los muchos judíos que acudieron desde Jerusalén a Betania para consolar a las hermanas Marta y María denota que la familia de

Lázaro era conocida y apreciada (Jn 11.31, 45).

Por la resurrección de Lázaro muchos judíos creyeron en Jesús (Jn 11.45; 12.9). Esto bastó para que luego los líderes del judaísmo tramaran la muerte, no solo de quien había operado el milagro, sino también de aquel que había vuelto a la vida (Jn 11.47–53; 12.9–11).

Lázaro es el protagonista del milagro más llamativo de los Evangelios. Tras una enfermedad, a causa de la cual las hermanas pidieron ayuda a Jesús, aparentemente en vano (Jn 11.1–6), Lázaro murió. Jesús, consciente del peligro de acercarse a Jerusalén, llegó sin embargo a Betania y llamó a Lázaro de la tumba (cf. Jn 5.21–29). Puesto que algunos rabinos creían que el alma de un difunto quedaba vagando en las inmediaciones durante tres días (cf. Lc 24.21), pero que la resucitación era imposible después, la mención de los cuatro días (Jn 11.17, 39) prueba lo extraordinario del milagro.

Frente a los que niegan la historicidad de este milagro, se debe observar lo siguiente:

  1. La sencillez y verosimilitud de la narración del capítulo 11 de Juan contrasta fuertemente con los relatos de milagros que hallamos en los EVANGELIOS Apócrifos.
  2. Las conversaciones anexas (vv. 6–16, 20–27) carecerían de sentido si el relato fuese inventado.
  3. El relato ocupa su debido lugar en el Evangelio, y este destaca la creciente tensión entre el Maestro y los jefes de la nación; el autor veía en el milagro un factor que había ayudado a precipitar la crisis
  4. El milagro no se hizo para asombrar a los curiosos, sino para presentar a Jesús como resurrección y vida, antes de entregarse Él mismo a la muerte. Fue elemento muy importante en la iluminación de la mente de los discípulos (v. 15), y para confirmar su fe al acercarse al enigma del

LÁZARO DE LA PARÁBOLA DE LUCAS 16.19–31

A pesar de que el rico Epulón permanece anónimo (aunque un papiro primitivo lo llama Neve o Níneve), el relato declara el nombre del mendigo que vivía echado a su puerta. La mención de su hambre, de las llagas y de los perros recalca el desamparo de Lázaro, quien comía las migajas del rico sin que este se condoliera. Los versículos anteriores (16.13–15) nos dan la clave para la interpretación de la parábola: la muerte y el consecuente juicio revelan el significado de la conducta mantenida durante el tiempo de la vida humana. Lázaro no llegó al «seno de ABRAHAM» (el paraíso) porque fuera pobre, ni el egoísta fue a parar al lugar de tormento porque fuera rico; sin embargo, su condición de ultratumba trastorna todos los conceptos generalmente aceptados en la sociedad humana (cf. Mt 5.3; 6.20–26).

LAZO

Instrumento de cacería, utilizado especialmente contra las aves (Os 9.8; Am 3.5). Se extendía en forma muy disimulada sobre el nido de la presa o en los caminos por donde esta acostumbraba pasar (Job 18.8–10).

En la Biblia también se habla figuradamente de poner lazo (trampas) a los hombres (Éx 10.7; Jos 23.13; Sal 69.22; 140.5; Pr 1.18; Jer 5.26; etc.). Estos lazos siempre representan la ruina del individuo (Pr 7.23). En el Nuevo Testamento es el diablo el que extiende los lazos de maldad al hombre (1 Ti 3.7; 6.9; 2 Ti 2.26). Para librarse de tales lazos solo es posible acudir al abrigo de Dios y guardar su Palabra (Sal 91.1–3; 119.110; 124.7.

LEA

Hija mayor de LABÁN y hermana de Raquel. Fue dada por esposa a JACOB, aun cuando este había acordado servir a Labán a cambio de Raquel, su hija más bella.

Puesto que las costumbres del lugar prohibían casar la hija menor antes que a la mayor, Labán engañó a Jacob entregándole a Lea en lugar de Raquel.

Aunque menospreciada por su marido, Lea fue honrada en Israel como madre de seis tribus (Gn 29.31–35). La sepultaron en la cueva de Macpela (49.31).

LEBEO

Ver. TADEO.

LECHE

Alimento natural conocido desde tiempos antiguos. Los patriarcas utilizaban la leche de vaca, camella, oveja y cabra (Gn 18.8; 49.12), costumbre que se perpetuó entre sus descendientes (Dt 14.21; 32.14; Jos 5.6; Pr 27.27). En Dt 14.21 se prohíbe cocer el cabrito en la leche de su madre, por tratarse de una costumbre pagana e idolátrica. A Palestina se le llama «tierra que fluye leche y miel» (Éx 3.8; 13.5; Nm 13.27; etc.). En Cantares, la leche es símbolo de hermosura y deleite (4.11; 5.12).

Debido al uso de la leche como alimento para niños, Pablo la menciona en sentido figurado (1 Co 3.2), para representar el alimento espiritual. En igual sentido se emplea en Heb 5.13 y 1 P 2.2. Esto parece venir de los tiempos del profeta Isaías (Is 55.1).

LECHUZA

Ave nocturna común en Palestina que en el Antiguo Testamento se designa con varios vocablos hebreos distintos. Moisés la calificó de inmunda (Lv 11.16; Dt 14.15; cf. Is 34.11, 14). El nombre más común en hebreo indica voracidad, y muchos creen por tanto que designa más bien al búho blanco de Siria, ave más dañina que la lechuza, sumamente voraz y que a veces ataca a los niños dormidos. La lechuza vive entre los olivos y los bosques, o hace su nido en las piedras o en las ruinas.

LEGIÓN

División mayor de soldados en el EJÉRCITO romano. Se componía nominalmente de seis mil infantes en tiempos del Nuevo Testamento, sin contar entre estos las tropas auxiliares. Se dividía en diez cohortes (COMPAÑÍA) y cada cohorte en seis grupos de cien que se llamaban «centurias». En tiempos de Jesús había veinticinco legiones romanas, cada cual con su caballería. Con el tiempo la palabra llegó a significar numeroso grupo indefinido.

Las cuatro veces que se usa la palabra «legión» en el Nuevo Testamento es en sentido figurado. En Mt 26.53 Jesús afirma poder llamar a doce legiones de ángeles; es decir, una hueste sin número.

Cuando Jesús preguntó el nombre al gadareno endemoniado, (GADARA), este respondió:

«Legión me llamo». Con esto quiso decir que estaba poseído de una gran multitud de DEMONIOS (Mc 5.9, 15; Lc 8.30).

LEGUMBRES

Traducción de dos palabras hebreas:

  1. Zeroim (Dn 1.12, 16), literalmente «cosa sembrada», término impreciso que incluye muchos otros vegetales aparte de legumbres.
  2. Yereq (Gn 9.3), que significa «verde» y que por lo general se traduce por HIERVA.

LEHI

Sitio de Judea donde SANSÓN ganó una de sus primeras batallas contra los filisteos. Aquí se enfrentó con ellos y, aunque estaba solo, mató a mil de ellos con una quijada de asno (Jue 15.9– 16). Para conmemorar ese hecho el propio Sansón cambió el nombre de Lehi por Ramat-lehi (colina de la quijada). Aquí también Dios hizo brotar agua para calmar la sed de Sansón (15.17–20).

LEMUEL

(CONSAGRADO A DIOS).

Rey de Massa (cf. Gn 25.14; 1 Cr 1.30), a quien su madre dirigió los sabios consejos sobre cómo debía conducirse el rey, contenidos en Pr 31.1–9 (cf. BJ). Generalmente no se acepta la tradición rabínica que afirma que Lemuel y los nombres de Pr 30.1 son atributos de Salomón que, dicen, fue también autor de Pr 30 y 31.

LENGUA, LENGUAS

Con el término «lengua» la Biblia designa al órgano muscular del habla, y por extensión a los idiomas con que los hombres se comunican entre sí. La lengua, según su uso como órgano del habla, puede ser buena o mala (Sal 120.2; Pr 6.17; 10.20), sabia (Is 50.4), etc. Se le compara a veces con una espada afilada (Sal 64.3; Heb 4.12; Ap 1.16), y se le atribuye poder debido a la influencia, para bien o para mal, de las palabras habladas (Pr 18.21; Stg 3.5, 6). «Lengua» aparece como sinónimo de «labio» y «boca».

La variedad de lenguas que hoy existen en el mundo se debe, según nos explica la Biblia, al castigo de Dios al hombre, por haber intentado construir una torre que llegase hasta el cielo (Gn 11.1–9, BABEL).

El don de lenguas es la facultad que concede el ESPÍRITU SANTO a un creyente de hablar en idioma desconocido. Cristo prometió este don como una de las señales que seguirían a la predicación del evangelio (Mc 16.17). Hay tres (posiblemente cuatro) ocasiones históricas en el Nuevo Testamento cuando los creyentes hablaron en lenguas: en el día de PENTECOSTÉS (Hch 2.1–11); en la casa de CORNELIO (Hch 10.44–46); y en el caso de los discípulos de Juan el Bautista en Éfeso (Hch 19.1–6). Es posible también que los creyentes en Samaria tuvieran esta experiencia (Hch 8.14–18), aunque el texto no lo dice explícitamente.

Para cada uno de estos casos hay razones específicas por las que el Espíritu Santo dio el don de lenguas. En el día de Pentecostés era necesario que los apóstoles supieran, sin lugar a dudas, que el Espíritu en verdad había venido. Por eso les dio la señal de las lenguas, y también para que los moradores de Jerusalén, que procedían «de todas las naciones bajo el cielo» (2.5), oyeran en sus propias lenguas «las maravillas de Dios» (2.11). En el caso de Cornelio, los judíos no creían que el evangelio pudiera pertenecer también a los gentiles. Por eso, cuando los gentiles recibieron a Cristo, hacía falta una señal que confirmara, ante los judíos, la capacidad de los gentiles de recibir al mismo Espíritu (Hch 11.1–18). Otro tanto sucedió con los efesios, que ni habían oído hablar del Espíritu Santo (Hch 19.1–6). La señal de las lenguas se dio para confirmar que habían recibido al Espíritu.

El don de lenguas concedido en el día de Pentecostés fue algo excepcional y distinto del don del que Pablo habla en 1 Co 12 y 14. Mientras Pedro y los apóstoles predicaban, todos oían en su propio idioma. Por otro lado, Pablo habla de un don continuado en forma de una expresión extática e ininteligible (1 Co 14.2, 14–17). Evidentemente no es una lengua humana (quizás «las lenguas angélicas» de 1 Co 13.1), y requiere un intérprete. El don de lenguas puede tener varios propósitos. Sirve para adorar a Dios (1 Co 14.2), para edificar al individuo que habla (14.4), y para edificar a la iglesia cuando se interpretan las lenguas (14.27, 28). También las lenguas son una señal a los incrédulos (14.22).

NORMAS REFERENTES AL DON DE LENGUAS

La Biblia menciona varias normas en cuanto al uso del don de lenguas:

PRIMERA: Es evidente que este don no es para todo creyente (1 Co 12.10, 30). Como los demás dones, el Espíritu reparte a cada uno «como Él quiere» (12.11). Es uno de los dones del Cuerpo de Cristo que complementa a los demás y que debe usarse para los propósitos arriba mencionados.

SEGUNDA: El que posee este don debe practicarlo públicamente en la iglesia solamente cuando esté presente un intérprete (14.27, 28). Sin intérprete, debe practicarlo en privado.

TERCERA: Las lenguas siempre deben hablarse por turno para evitar confusión (14.27) ya que «Dios no es Dios de confusión sino de Paz» (14.33). Todo debe hacerse «decentemente y con orden» (14.40).

CUARTA: Satanás es capaz de imitar los dones del Espíritu (Mt 7.21–23; 24.24). Por eso, es necesario el don de discernimiento de espíritus (1 Co 12.10), para discernir si una manifestación de lenguas procede verdaderamente de Dios.

QUINTA: El individuo puede controlar el don de lenguas porque «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas» (1 Co 14.32). Por eso, si las lenguas no se practican de acuerdo con las normas bíblicas, es dudoso que sean de Dios.

SEXTA: Finalmente, no hay ningún mandamiento en el Nuevo Testamento de buscar activamente este don. Por otro lado, sí hay mandamiento de no impedir el hablar en lenguas (14.39). Así, se puede decir en resumen que el Nuevo Testamento enseña que «no busquéis pero tampoco impidáis el hablar en lenguas» (DONES ESPIRITUALES).

LENTEJAS

Planta herbácea (lens esculenta) que produce guisantes comestibles. Por un plato de potaje de lentejas vendió Esaú su primogenitura (Gn 25.29–34). Cuando David huía de Absalón, unos amigos le enviaron alimentos, entre ellos había sabrosas lentejas (2 S 17.27–29). Parece que se cultivaban con esmero en la Tierra Santa (2 S 23.11). Se utilizaban para hacer pan (Ez 4.9). Por su acción, Esaú ha llegado a considerarse como símbolo de los que menosprecian las riquezas espirituales (Heb 12.16).

LEÓN

Mamífero carnívoro, félido, común en las tierras secas bíblicas, que se menciona por lo menos ciento treinta veces en la Biblia. Con diferentes motivos, se destacan sus cachorros y las hembras (Nah 2.11), su rugido (Ap 10.3), sus dientes (Jl 1.6) y sus garras (Sal 10.10). No mata por gusto, como el lobo, sino solo cuando tiene hambre.

Tanto Sansón como David, y los valientes de este último, se distinguen por haber matado leones (Jue 14.6; 1 S 17.36; 2 S 23.20). Los leones aparecen también en acontecimientos milagrosos; por ejemplo, el león que mató al profeta desobediente según 1 R 13 y los del foso donde arrojaron a Daniel (Dn 6.16).

En sentido figurado, todas las características salvajes del león sirven para referirse a los malos. El diablo mismo es visto como un león (1 P 5.8), así como los enemigos (Sal 22.21), el rey (Pr 19.12) y el príncipe. Por otra parte, el justo también se retrata como león (Pr 28.1). En la escatología el cuadro más dramático presenta al león amansado y comiendo paja (Is 11.6ss). La figura del león también forma parte de la literatura apocalíptica (Ez 10.14) y aun al Cristo victorioso se le llama el «León de la tribu de Judá» (Ap 5.5; cf. Gn 49.9).

LEOPARDO

Felino grande, manchado (Jer 13.23), veloz (Hab 1.8) y más feroz que el león. En el ambiente bíblico habitaba las montañas, como el Hermón (Cnt 4.8). Cuando amenazaba los lugares poblados era indicación de que reinaban condiciones anárquicas (Jer 5.6). En contraste y para puntualizar las condiciones pacíficas del futuro tiempo mesiánico, el profeta escribe que el cabrito y el leopardo se echarán juntos sin miedo (Is 11.6).

Para indicar la severidad de la retribución divina, Oseas la compara con el ataque del leopardo (Os 13.7). La única mención del leopardo que encontramos en el Nuevo Testamento proviene de Dn 7.6 (Ap 13.2), porque el leopardo desapareció de las tierras bíblicas antes de la época romana.

LEPRA

Enfermedad infecciosa producida por el bacilo de Hansen. No obstante haber sido una enfermedad endémica en el Oriente, es muy dudoso que las diversas enfermedades que la Biblia menciona como lepra sean la misma y específica enfermedad que hoy conocemos con este nombre. La enfermedad bíblica que causa el emblanquecimiento y deterioro de la piel, por ejemplo, es la que hoy conocemos como soriasis. Además, desde el punto de vista médico, en la Biblia se torna más confuso el concepto sobre la enfermedad de la lepra, por cuanto el término hebreo Tsará’ ath, que se traduce lepra, significa igualmente «castigo de Dios». Por otra parte, con este término hebreo se designan diversas manchas de moho, o manchas en las paredes de las habitaciones (Lv 14.33–45), seguramente de salitre.

Los pasajes de Lv 13 y 14 se dedican a la lepra: la descripción de sus síntomas y señales, el procedimiento para diagnosticarla, el diagnóstico diferencial, los preceptos y las leyes para los enfermos y, por último, la descripción del complicado ceremonial para la purificación y limpieza. El ceremonial purificador se especifica con todo detalle y se señala que lo realizaba el sacerdote, quien combinaba las funciones de médico y legislador.

Muchos son los personajes bíblicos que aparecen como víctimas de la lepra. La primera referencia es el episodio cuando Dios ordenó a MOISÉS que metiera la mano en su seno para mostrarle su poder. Al sacarla, estaba «leprosa como la nieve» (Éx 4.6).

Otras víctimas de la lepra lo fueron MARÍA, hermana de Moisés (Nm 12.10), y el general sirio NAAMÁN (2 R 5.1), pero todos estos sufrieron transitoriamente. Un caso en el que se hace hincapié, por el contrario, que «fue leproso hasta el día de su muerte» es el del rey UZÍAS, cuya lepra comenzó como una lesión localizada en la frente (2 Cr 26.20, 21).

En el Nuevo Testamento también se describen casos de lepra y su posterior curación por Jesús. En algunas oportunidades la curación fue individual (Mc 1.40, 41), y en otros colectiva (Lc 17.12–18). Los Evangelios narran que Jesús cenó en Betania en casa de Simón el leproso (Mt 26.6; Mc 14.3).

Si se tiene en cuenta la descripción de la lepra como enfermedad que afecta por igual a personas, vestidos y paredes, y por otra parte, el curso de la dolencia, algunas veces transitoria y otras permanentes, es evidente que no siempre se trató de una misma enfermedad. De cualquier manera, en el pensamiento bíblico la enfermedad de la lepra (signifique esta enfermedad u otra alteración de la piel) está siempre asociada con la idea del pecado y es la figura por excelencia para referirse a sus efectos corruptores y la prueba objetiva del mal.

LETRA

Ver. ALFABETO.

LEVADURA

Sustancia agria que se agrega a la masa del pan para leudarla. Su uso es tan antiguo que Abraham ofreció panes sin levadura a unos viajeros apresurados (Gn 19.3). En los días de la liberación de Egipto se prohibió a los israelitas el uso de la levadura durante los siete días de la PASCUA (Éx 12.8–20; 13.7; 23.15). Los judíos guardaron esta instrucción con toda fidelidad (Lv 2.4, 5, 11; Dt 16.4), y su práctica representa la rapidez que exigen ciertas obligaciones (Gn 19.3; Jue 6.19–22). Todo indica actividad acelerada, premura para cumplir algún deber; por eso es necesario evitar lo que, como la levadura, puede causar demoras.

También se prohíbe la levadura en las ofrendas (Lv 2.2, 4, 5, 11), puesto que esta simbolizaba la corrupción. Basados en esta enseñanza los escritores del Nuevo Testamento piden a los cristianos limpiarse de toda levadura de maldad (Mt 16.5–12; Lc 12.1; 1 Co 5.6–8; Gl 5.9). Este uso figurado se extiende aun a las ideas que pueden menoscabar la vitalidad espiritual del creyente. Para muchos estudiosos la parábola de la levadura (Mt 13.33) es el único pasaje bíblico donde la levadura tiene un significado honroso; sin embargo, otros opinan que aun aquí significa corrupción.

LEVÍ, LEVITAS

Tercer hijo de Jacob y Lea y su descendencia. Nació en Padanaram, lugar del destierro de Jacob cuando este huyó de su hermano Esaú (Gn 27.41ss).

Junto con su hermano Simeón, Leví llevó a cabo la matanza a traición de los habitantes de Siquem, en venganza por la deshonra de su hermana, Dina. Esta había sido violada por Siquem, hijo de Hamor heveo (Gn 34). Por eso, en su profecía final Jacob censuró a estos dos hijos suyos y con dolor les negó la unidad tribal (Gn 49.5, 6). En cuanto a Leví este castigo se modificó más tarde por el celo de sus descendientes manifestado en la destrucción de tres mil de los idólatras culpables de la orgía alrededor del becerro de oro (Éx 32.25–29).

Los nombres de los tres hijos de Leví nacidos en Egipto corresponden con las divisiones principales de los levitas: Gersón, Coat y Merari (Gn 46.11; Éx 6.16ss; Nm 3.17ss; 1 Cr 6.16–48). Moisés y Aarón eran de la familia de Coat por parte de su padre, Amram. Su madre, Jocabed, también era de linaje levita (Éx 6.18ss).

Por herencia el sacerdocio pertenecía a la familia de Aarón. Los levitas representaban el tercer grado en la jerarquía eclesiástica compuesta también del sumo sacerdote y los sacerdotes. Ocuparon el lugar de los primogénitos de las otras tribus que por derecho pertenecían a Dios (cf. la muerte de los primogénitos egipcios en la lucha con Faraón antes del éxodo). En el censo había 22.273 primogénitos de los hijos de Israel y solo 22.000 levitas que iban a ser dedicados a Jehová en vez de aquellos. Para redimir a los 273 restantes fue necesario pagar cinco siclos por cada uno (Nm 3.9, 11–13, 40, 41; 8.16–18).

Como oficiales encargados del culto, los levitas cuidaban del santuario y ayudaban a los sacerdotes (Nm 1.50; 3.6, 8; 18.2; 1 Cr 23.28; Esd 3.8, 9). En el cuadro del campamento ideal de Israel los levitas levantaban sus tiendas alrededor del tabernáculo, eran los guardianes y lo conducían de lugar en lugar; cada una de las tres familias cargaba una parte (Nm 1.50; 2.1– 3.39). Más tarde, al construirse el templo, se encargaban de cuidarlo y velar por las actividades que se llevaban a cabo en él. Ayudaban a los sacerdotes a preparar los sacrificios y a recaudar y distribuir las contribuciones del pueblo (2 Cr 30.16, 17; 35.1ss). Se hicieron cargo del canto y los instrumentos de música (2 Cr 30.22; Neh 8.7).

Servían en el santuario desde los 25 ó 30 años de edad hasta los 50 (Nm 4.3; 8.24, 25), aunque parece que David estableció la edad de 20 años como requisito para ingresar al servicio (1 Cr 23.24–27). Después de cumplir los 50 años el levita podía servir en la guardia, pero no para ministrar dentro del santuario (Nm 8.25).

Los levitas moraban en cuarenta y ocho ciudades, con sus ejidos, esparcidos entre las otras tribus (Lv 25.32ss; Nm 35.1–8; Jos 21.1–4). De estas ciudades, trece pertenecían a los sacerdotes y seis estaban designadas como ciudades de refugio (Nm 35.1–8; Jos 20 y 21). Se mantenían por las ofrendas del templo y los diezmos del grano, fruto y ganado (Nm 18.18–24). Ellos a su vez entregaban a los sacerdotes la décima parte de sus diezmos (Neh 10.37, 38),  pues como no eran dueños de ninguna tierra estos diezmos se consideraban las primicias que debían ofrecer al Señor.

Como los sacerdotes, los levitas ministraban en el santuario por turnos según su orden (1 Cr 24.31; 28.13, 21; 2 Cr 8.14; Neh 13.30). Los ritos dedicatorios de purificación propiciaban su santidad simbólica (Nm 8.5–13). La Biblia no habla de una vestimenta especial para los levitas, pero según Josefo los cantores levíticos recibieron del rey Agripa II el privilegio de vestir túnicas sacerdotales de lino.

En el Nuevo Testamento hay referencias a los levitas en Lc 10.32; Jn 1.19 y Hch 4.36.

LEVIATÁN

Término perteneciente a una familia de palabras hiperbólicas y de significado siniestro, juntamente con behemot, Rahab y dragón. Entre los seres vivos de la Biblia, el leviatán es el más grande y behemot el que le sigue en tamaño. Según la mitología, el behemot es macho y el leviatán es hembra. Solo aparecen en el Antiguo Testamento. Dios hizo el leviatán (Sal 104.26) y solo Él lo puede dominar.

Los leviatanes son seres marítimos y la palabra connota básicamente algo «enrollado» o «tortuoso». Job 41 expresa en forma poética lo horrible y enorme del leviatán. Lo describe muy a menudo así: estima como paja el hierro, hace hervir como olla el mar profundo, y es rey  sobre todos los soberbios. Otros pasajes importantes son Sal 74.13s e Is 27.1, que revelan al leviatán como serpiente tortuosa y veloz, que tiene muchas cabezas. En RAS SAMRA también  se habla del lotán que tenía siete cabezas. Parece que esta característica del leviatán se ha fundido con la figura del dragón en Ap 12.3, etc.

El consuelo del creyente es que, por espantoso que sea el leviatán, Dios lo puede vencer (Sal 74.14; cf. Ap 19.20).

LEVIRATO

Ver. MATRIMONIO.

LEVÍTICO

LIBRO DE LEVÍTICO: Libro del Antiguo Testamento lleno de instrucciones en cuanto a la adoración del pueblo escogido, Israel. Los hebreos lo llaman wa-yiqra («y llamó») por su palabra inicial, o a veces torat-qohanim («ley o manual de los sacerdotes») por su contenido. La Septuaginta le dio el nombre «Levítico» porque el sacerdocio se había reservado para Aarón y sus hijos, descendientes de la tribu de Leví.

La Vulgata lo denomina Liber Leviticus, literalmente «libro de los levitas», es decir, del personal que labora en el templo. Lo curioso es que los levitas se mencionan solo incidentalmente en el libro (25.32).

ESTRUCTURA DEL LIBRO

Para la mayoría de los estudiantes de la Biblia, Levítico es un libro difícil de leer. Es una página tras otra de instrucciones detalladas en cuanto a rituales extraños que parecían carecer de organización. Pero si se analiza con cuidado, el libro puede dividirse en dos partes importantes.

La primera parte, que se extiende desde el capítulo 1 al 17, contiene instrucciones sobre el ritual de los sacrificios, incluso el sacrificio de animales u ofrenda encendida, que son ingredientes clave en la adoración del Antiguo Testamento. La segunda parte enfoca lo referente a la consagración de los sacerdotes, y presenta las leyes para caminar con Dios correcta y santamente.

AUTOR Y FECHA

La mayoría de los eruditos bíblicos conservadores reconocen a Moisés como el autor de Levítico. Pero muchos insisten que se trata de una compilación de tradiciones transmitidas oralmente hasta formar lo que tenemos hoy.

Esta última teoría pasa por alto las docenas de veces en Levítico en que Dios habló directamente a Moisés y este puso por escrito las instrucciones recibidas para trasmitirlas al pueblo. Además, nada era más importante para Israel en sus primeros años que el desarrollo del sistema de adoración. Por eso, había que establecer las reglas al mismo principio de Israel. Eso es lo que hace pensar que Moisés fue el autor, probablemente cerca del 1400 a.C.

Algunos piensan que Levítico alcanzó su forma actual durante los tiempo de ESDRAS, cuando Judá regresó del CAUTIVERIO en Babilonia (siglo V a.C.).

LEVÍTICO: UN BOSQUEJO PARA EL ESTUDIO Y LA ENSEÑANZA.

PRIMERA PARTE: Las leyes sobre cómo acercarse de manera aceptable a Dios:

  • Las leyes del sacrificio 1—7.38

SACRIFICIO (1.1—17.16)

  • Las leyes sobre los sacerdotes 1—10.20
  • Las leyes sobre la pureza 1—15.33
  • Las leyes de la expiación nacional 1—17.16

SEGUNDA PARTE: Las leyes de un andar aceptable con Dios: Santificación (18.1—27.34)

  • Las leyes de la santificación del pueblo 1—20.27
  • Las leyes de la santificación para el sacerdocio 1—22.33
  • Las leyes de la santificación en la adoración 1—24.23
  • Las leyes de la santificación en la tierra de Canaán 1—26.46
  • Las leyes de la santificación mediante los votos 1–34

MARCO HISTÓRICO

No cabe duda de que el origen de las leyes y las narrativas que presenta Levítico se remonta al tiempo de MOISÉS y de la conquista de CANAÁN. En el Sinaí, Moisés recibió directamente de Dios los Diez Mandamientos y otras partes de la Ley. También construyó y equipó el tabernáculo como lugar en que el pueblo pudiera adorar a Dios (Éx. 40).

Después de que el tabernáculo se llenó de la gloria de Dios, Moisés recibió instrucciones para el pueblo en cuanto a la adoración a Dios en aquel santo lugar. Son estas instrucciones las que hallamos en el libro de Levítico.

APORTE A LA TEOLOGÍA

Levítico es importante por sus claras enseñanzas en cuanto a tres verdades espirituales fundamentales: EXPIACIÓN, SACRIFICIO y SANTIDAD

EXPIACIÓN

El capítulo 16 de Levítico contiene las instrucciones de Dios para la observación del Día de Expiación. En ese día el sumo sacerdote de Israel entraba al Lugar Santísimo y ofrecía un sacrificio animal en expiación por sus propios pecados. Después mataba otro animal y rociaba la sangre sobre el altar para expiar el pecado del pueblo. El Nuevo Testamento compararía después estos sacrificios al sacrificio de Cristo al morir en nuestro lugar. Pero a diferencia de los sacerdotes humanos, Cristo no tuvo que ofrecer primero un sacrificio por sus propios pecados y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo cuando se presentó a sí mismo como sacrificio (Heb 7.27).

SACRIFICIO

Levítico enseñó a Israel a preparar diferentes tipos de sacrificios: ofrenda encendida, ofrendas de grano, ofrendas de paz, ofrendas por el pecado y ofrendas por culpa y transgresión. Eran presentes por medio de los cuales un adorador expresaba su lealtad y devoción a Dios. Pero un sacrificio cruento en el que se presentaba a Dios la sangre de un animal era más que  un regalo. Simbolizaba que el adorador ofrecía su vida a Dios, pues los hebreos creían que «la vida de la carne en la sangre está» (Lv 17.11). Esto también adquiere mayor significado en el Nuevo Testamento cuando se aplica a Cristo. Él dio su vida a nuestro favor cuando derramó su sangre para quitar nuestro pecado.

SANTIDAD

El significado esencial de esta palabra en Levítico es que Dios demanda absoluta obediencia de su pueblo. La palabra en esencia quiere decir «separación». El pueblo de Dios tenía que separarse y ser diferente de los pueblos paganos que los rodeaban, y de ahí la razón por la que Dios instruyó a su pueblo que no comiera ciertos alimentos que no consideraba limpios. Solo un pueblo limpio e incontaminado podría Él usar para cumplir su propósito de redención del mundo. Levítico deja también bien claro que la santidad que Dios demandaba incluía la conducta diaria de su pueblo. De estos se esperaba que practicaran la bondad, la honradez y la justicia, y que se mostrara compasión hacia el pobre (Lv 19.9–18).

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

La sangre de toros y corderos que tan importante son en Levítico no tiene poder para quitar el pecado. Cada uno de estos rituales son «sombra de los bienes venideros» (Heb 10.1). Señalaban proféticamente el supremo sacrificio de Dios que habría de presentarse a nuestro favor: «Cristo fue ofrecido una sola vez, para llevar los pecados de muchos» (Heb 9.28).

LEY

Traducción de torah (EN HEBREO, INSTRUCCIÓN, ENSEÑANZA, REVELACIÓN) y de nomos (EN GRIEGO, LO VÁLIDO Y LO QUE ESTÁ EN VIGENCIA).

Aunque en el Nuevo Testamento «Ley» tiene diversos significados, en el Antiguo Testamento se refiere simplemente a la Torá, compilación de las «instrucciones» o «sabiduría» dada por Dios, mediante los líderes y autoridades religiosas, para gobernar la vida en comunidad de Israel. La Torá bíblica es una unidad inseparable, legal, moral y cúltica, en contraposición a los antiguos códigos orientales que se limitaban a lo legal, y dejaban lo moral y religioso para otra literatura. Estos anticipaban la tendencia moderna de divorciar lo espiritual y lo secular, pero no así la Torá.

TODA LEY VÁLIDA EXPRESA LA VOLUNTAD DE JEHOVÁ. Por su obediencia y confianza en la promesa de Dios, a Abraham se le acredita el cumplimiento de la Ley aun antes de que se codificara (Gn 26.5). Pero la relación entre Dios y su pueblo es una relación histórica, y por tanto toda la Ley del Antiguo Testamento, dada por los sacerdotes (Hag 2.11–13; Mal 2.6, 7) y los profetas (Is 1.10; 8.16, 20; 30.9, 10), se desprende de la revelación de Dios a Moisés en el SINAÍ y de las revelaciones posteriores (Éx 25.22; Nm 7.89).

El PACTO DE JEHOVÁ CON SU PUEBLO SE BASA EN LA LEY. La obediencia, fe y amor que esta demanda confirman la fe del individuo redimido, su conducta y el culto en comunidad (Éx 19; 20.24). Al mismo tiempo la Ley revela lo que desagrada a Dios, lo que debe evitarse para no interrumpir las relaciones dentro del pacto. En el DÍA DE EXPIACIÓN el pueblo hebreo renovaba los votos del pacto, cortando un animal en dos partes y pasando toda la congregación entre los dos pedazos separados (Gn 15.8–10, 17; Éx 24.3–11; Jos 24; cf. Éx 23.14–17 y Lv 16; Jer 34.18). Simbólicamente, el pueblo propiciaba así (PROPICIACIÓN) a Dios y su inalterable Ley, mediante el arrepentimiento personal y la muerte de un sustituto (EXPIACIÓN).

Con el cumplimiento del juicio divino en el destierro, juicio pronosticado por los profetas debido a la violación de la Ley del pacto (Is 1.27ss), Israel aprendió a no idolatrar más. Y con la desaparición del reinado, el sacerdocio, los sacrificios y el culto en Jerusalén, la observación de la Ley tomó otras dimensiones:

  1. Bajo Esdras, llegó a ser la base de la sociedad judaica, y determinaba los detalles más básicos de la vida religiosa, cultural y moral de cada judío. Se hacía tanto hincapié en las partes de la Ley que distinguían entre judíos y no judíos (por ejemplo, el sábado, la circuncisión, la reglamentación dietética, etc.), que llegó a prevalecer la idea de que el objeto principal de la Ley era la separación de los judíos de los demás pueblos (cf. Dt 4.20; 6–11; 14.2).
  2. Después de Esdras, surgió un nuevo grupo de líderes espirituales: los ESCRIBAS. El centro de la vida religiosa pasó del templo a la SINAGOGA. De esta manera la Ley perdió su función original de gobernar la vida comunitaria del pueblo redimido para transformarse en un aparente medio de vida, pues quien cumplía cabalmente la Ley vivía.

Este concepto tergiversado de la Ley dio lugar a exageraciones en la interpretación y aplicación de sus detalles. Como resultado surgieron diferentes escuelas de interpretación rabínica (TALMUD) que gozaban de mucha influencia aun en los días de Jesús.

Jesucristo jamás admitió que la Ley pudiera dar vida ni establecer alguna relación salvadora entre Dios y el hombre por medio de su cumplimiento, como había formulado el judaísmo. Más bien, Jesús mismo y su palabra ocupan esa posición decisiva. Esto es la esencia del nuevo orden prometido desde Gn 3.15 (Mc 2.21ss; Lc 16.16). El hombre determina su relación con Dios, por su arrepentimiento y adoración, confesando a Jesús como Señor (Mt 10.28–42), y no por cumplir la Ley.

Jesús no niega que toda infracción de la Ley es pecado que separa de Dios, pero insiste en la posibilidad de remediar la transgresión y la ilustra con las parábolas de Lucas 15:

  1. La oveja y la moneda extraviadas son
  2. El hijo pródigo es recibido de nuevo en casa, pero, en cambio, el hermano mayor que quedó en casa, confiando en su pura obediencia a la Ley, no aprovecha sus méritos tan dudosamente
  3. Del publicano que se humilló arrepentido delante de Dios se afirma que «descendió a su casa justificado» antes que el fariseo que se jactaba de su cumplimiento de la Ley (Lc 10–14).

Sin embargo, Jesús no abrogaba la Ley al negar que podría dar vida (Mt 5.17). Él mismo la observó (Lc 2.22ss, 27, 39) y reconoció la validez de su juicio; por eso llamó a los pecadores al arrepentimiento (Mc 1.15). Incluso cuando censuró el legalismo (Mt 23.23), Jesús insistió en que la Ley de Dios era la única norma para la vida (Lc 10.26–28); levantó la carga externa de «las obras de la Ley» e impuso su propio yugo de obediencia por amor sobre sus discípulos. Exigió de ellos JUSTICIA mayor que la de los fariseos (Mt 11.29).

Siguiendo la actitud de Cristo, la comunidad primitiva de la iglesia observó la Ley y vivió sustancialmente de acuerdo con ella. Eran los judaizantes los que fomentaban el legalismo: sostenían que los gentiles debían circuncidarse y observar la Ley para alcanzar la salvación e incorporarse a la comunidad de los cristianos (Hch 15; Gl 2). El conflicto sobre la Ley surgió cuando la comunidad aceptó incluir a los gentiles prosélitos y al mundo gentil. En Hch 15.29 y

21.25 se especifican los requisitos mínimos que la iglesia impuso a los gentiles cristianos para que pudiesen participar en el culto y compañerismo hebreo sin ofensa.

El uso paulino de nomos no es uniforme, pero el estudio de los contextos específicos en que aparece permite clasificarlo de la siguiente manera, como referido a:

  1. El canon del Antiguo Testamento, en Ro 2.12–14, 17, 18, 23, 25–27; 3.19–21; 7.1, 2.
  1. El decálogo promulgado en Sinaí (o sea, la Ley que Dios revela específicamente para los redimidos), en Ro 3.31; 3–9, 12, 14, 16; 8.3, 4; 9.4; 10.5; 13.8, 10; Gl 3.10, 12, 13, 17, 19, 21, 24; 4.21b; 5.3, 14.
  2. La Ley de Dios revelada en forma general, en Ro 4.15, 16; 13, 20; 7.22, 25; 8.7.
  3. La Ley de Dios escrita en los hombres (CONCIENCIA), en Ro 2.14b, 15.
  4. Un principio que gobierna positivamente, en Ro 3.27a («ley de la fe»); 2 («ley de la esposa»); 7.21 («ley del mal que está en mí»); 7.23, 25b («ley en mis miembros», «de mi mente», «del pecado»); Gl 5.23 («no hay ley en contra»); 6.2 («ley de Cristo»).
  5. Un principio que gobierna negativamente, o sea, el uso del legalismo o las obras de la Ley para justificarse delante de Dios, en Ro 3.20a, 21, 27, 28; 13, 14; 6.14; 9.31, 32; 10.4; Gl 2.16, 19, 21; 3.2, 5, 10a, 11, 18, 21b, 23; 4.4, 5, 21a; 5.4, 18; 6.13.

LO EXIGIDO POR LA LEY Y «LO BUENO» es lo mismo para Pablo, pero no es el ser hacedor de la Ley lo que distingue entre judíos y gentiles; con Ley o sin ella, todos somos pecadores (Ro 2.12). Por tanto, el juicio divino contra todos los transgresores es justo, enseña Pablo, y quienes se rebelan contra Dios son dignos de muerte (cf. Ro 1.28–32 y 3.23). Ninguno puede justificarse por la Ley pues tanto para los sin Ley como para los de la Ley solo en Jesucristo está la justificación y la unidad (cf. Gl 3.28ss y Ro 3.29ss).

LA LEY AFECTA A LA SOCIEDAD, Y PARTICULARMENTE A LA RELACIÓN ENTRE ESTA Y DIOS. Prohíbe

y restringe el pecado, conservando cierta disciplina externa en la sociedad rebelde (Ro 7.7ss), y según Ro 5.13ss y Gl 3.19, revela que el pecado es rebelión contra Dios.

LA LEY CONDENA Y SENTENCIA POR EL PECADO COMETIDO, sirve como ayo al pecador, lo descubre como transgresor y lo confina bajo el juicio de Dios (Ro 3.20; 7.1ss). La única esperanza del pecador, pues, es la fe en Cristo; al identificarse con la muerte del Salvador, satisface la pena de la Ley y recibe perdón y nueva vida (cf. 2 Co 5.21 y Gl 3.13 con Gn 15.6 donde ABRAHAM «creyó a Jehová y le fue contado por justicia»).

Por lo que respecta a los redimidos, aunque todavía están sujetos a la CARNE, la Ley los guía en una vida comunitaria que le agrada al Redentor (1 Co 14.21, 34); la Ley es maestra y guía que confirma lo conocido por revelación general (Ro 2.14b, 15). Para el cristiano la Ley es autoritativa y requiere que se obedezca a Cristo en fe y amor, conforme a la medida de fe que Dios le dé a cada uno (Ro 12.3). Para el creyente todo lo que no provenga de la fe es pecado (Ro 14.23; Stg 4.11, 17), y su obediencia es una respuesta de amor y sumisión a la voluntad de quien le ha salvado (cf. 1 Co 9.21 y Gl 5.14; 6.2).

LIBACIÓN

Derramamiento de vino, aceite, agua, etc. Se menciona primero en relación con dos visitas de Jacob a Bet-el (Gn 28.18; 35.14), y luego se establece para acompañar los sacrificios del tabernáculo (Éx 29.40s; Lv 23.37; Nm 28.7; etc.; cf. 1 Cr 29.21; 2 Cr 29.35). Fue uno de los símbolos de la gratitud de Israel por las provisiones materiales de Dios, pero también parece símbolo del gozo de la adoración verdadera (nótese la relación entre la tristeza y la ausencia de la Ley en Os 9.4; Jl 1.9, 13, y el paralelismo con «bendición» en Jl 2.14).

LÍBANO

(BLANCO).

Cadena de montañas situada a lo largo de la costa de Siria (al norte de Palestina), cuyo nombre probablemente hace alusión a la nieve que la cubre durante unos seis meses al año (cf. Jer 18.14). Siguiendo la dirección sur-sudoeste a norte-nordeste alcanza una extensión de 170 km, y forma dos cadenas paralelas: el Líbano propiamente dicho, más próximo al mar, y el Antilíbano en el interior, en el que se destaca el monte Hermón (2.760 m). La depresión entre ambas cadenas se llama en el Antiguo Testamento «la llanura del Líbano» (Jos 11.17; 12.7).

En la antigüedad el Líbano fue célebre por su enorme riqueza forestal. Sus finos cedros, cuya madera se empleaba en múltiples trabajos, se explotaron sistemáticamente para comerciar con Egipto, Asiria, los seléucidas y los romanos.

En el marco del Antiguo Testamento encontramos numerosas referencias al monte Líbano. Unas veces se le designa como la frontera noroeste de Israel (Dt 1.7). Más frecuentemente se le menciona por sus bosques ricos en cedros (cf. 2 R 19.23) de los cuales incluso salieron los troncos que se usaron para la construcción del gran templo de Salomón (1 R 5.6–10). Una parte del palacio real de Salomón se conocía como «casa del bosque del Líbano» (1 R 7.1–5), precisamente por los muchos cedros del Líbano utilizados para su construcción.

También se alude muchas veces al Líbano en tono de alabanza (Cnt 4.8). En los Salmos se le menciona varias veces ya sea por su nombre explícito o por sus cedros (29.5, 6; 72.16; 80.10; 92.12; 104.16). Con el mismo fin lo mencionan repetidas veces los profetas, en relación con la casa real de Judá (Jer 22.6). Por otra parte, se dice que el Mesías tendrá la gloria y la hermosura del Líbano (Is 35.2) y que Israel se convertirá en plantación con raíces como los cedros del Líbano (Os 14.5, 6). La belleza natural del Líbano adquirió dentro de la literatura de Israel un rico y significativo valor simbólico y metafórico.

LIBERTAD

Concepto que en la Biblia tiene aspectos positivos y negativos. Por un lado, significa la liberación de algo que esclaviza e impide que el hombre goce plenamente de su Creador. El aspecto positivo puntualiza la capacidad del hombre libre para encontrar el gozo de vivir en comunión con Dios y recibir las bendiciones divinas.

En el Antiguo Testamento, el éxodo es el ejemplo primordial de la libertad. Dios libertó a los israelitas de la esclavitud de Egipto para que pudieran servirle como nación y recibir sus bendiciones (Éx 19.3–7). La libertad de Israel no fue consecuencia del esfuerzo humano, sino de la obediencia a Dios (Dt 28.1–14). Por su desobediencia, Israel perdió su libertad en más de una ocasión (Dt 28.15–68; cf. Jue 2.14ss; 3.7ss; 2 R 17.6–23; Am 5).

La esclavitud, tanto nacional como personal, se consideraba como condición transitoria, un castigo o una pena temporal, de la que Dios ofrecía la libertad. A los israelitas que, por razones económicas, se habían vendido al servicio doméstico, no debía tratárseles como simples ESCLAVOS o como propiedad exclusiva de su amo (Lv 25.44ss). Debían ser liberados cada séptimo año, en conmemoración del rescate de Israel de la esclavitud egipcia (Dt 15.12ss). (JUBILEO.)

La libertad bíblica es paradójica, puesto que se obtiene únicamente estando esclavizado a Dios y a Cristo. «Mas ahora habéis sido libertados del pecado y hechos siervos [en griego, siervos] de Dios» (Ro 6.22). La libertad en modo alguno implica independencia de Dios, sino aceptación voluntaria de la servidumbre a Él. La única opción para el que no quiere servir a Dios es servir a las fuerzas del mal.

El poder de Cristo puede libertar al hombre de «pecado para muerte» (Ro 6.16), de la LEY (1 Co 15.56), de la «esclavitud de corrupción» (Ro 8.21), del «presente siglo malo» (Gl 1.4), de «toda obra mala» (2 Ti 4.18), de TENTACIÓN (2 P 2.9), de «la potestad de las tinieblas» (Col 1.13), y de «hombres perversos» (2 Ts 3.2).

El cristiano liberado de todas las fuerzas del mal, acepta gustoso ser siervo de Dios (1 P 2.16), siervo de la justicia (Ro 6.18), siervo de Jesucristo (2 P 1.1) y siervo de la humanidad (1 Co 9.19). Su libertad de la Ley (Ro 6.14) no significa que tenga licencia para convertir su libertad en libertinaje (Ro 6.15). Más bien está «bajo la ley de Cristo» (1 Co 9.21). Los cristianos deben emplear la libertad responsablemente para servir «por amor los unos a los otros» (Gl 5.13), porque la ley de amor es la ley de Cristo y la respuesta al evangelio de libertad.

En 1 Co 8–10 se nos enseña que el cristiano goza de libertad en cuanto a cosas prácticas que intrínseca o esencialmente no tienen carácter moral o inmoral, pero debe evitar que esta libertad venga a ser «tropezadero para los débiles» (1 Co 8.9). Pablo afirma que todas las cosas le son lícitas, mas no todas convienen (1 Co 6.21). Para el cristiano maduro, todas las cosas son puras (Tit 1.15), pero aquel que ha entrado plenamente en esta libertad ha de usarla con responsabilidad para el bienestar de todos los miembros del cuerpo de Cristo. Entre estos hay quienes todavía no pueden usar esta libertad, porque «su conciencia, siendo débil, se contamina» (1 Co 8.7). Si un cristiano, por el uso imprudente de su libertad, hiere la conciencia débil de un hermano, comete un pecado contra Cristo (1 Co 8.12).

Implícito en el ministerio de Cristo, desde su primera auto declaración en Nazaret (Lc 4.16) hasta su victoria sobre la muerte, está el concepto de la total liberación del hombre de todo lo que esclaviza, deshumaniza y limita la realización de su potencial como hombre y cristiano. Es así como el evangelio, en el grado en que logra liberarse de su bagaje tradicional y cultural, siempre abre brecha en las condiciones sociales que esclavizan a la humanidad y proporciona al cristiano redimido una perspectiva auténticamente libre. «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Jn 8.36).

LIBERTOS

Grupo de judíos mencionado en Hch 6.9, que tenía su propia sinagoga en Jerusalén. Debido a que el sentido de ese texto no es totalmente claro, no es posible saber si se refiere a cinco sinagogas distintas o a un número menor. Los libertos parecen haber sido judíos esclavizados, posiblemente en Roma, que habían recibido su libertad. Puesto que muchos de ellos habían nacido lejos de Palestina, no hablaban arameo sino griego, y por ello necesitaban su propia sinagoga.

LIBIA

Región al oeste de Egipto, en África del norte, que recibió su nombre de los Lehabim (Gn 10.13). En el siglo XII a.C., los libios, aliados con los Pueblos del Mar, intentaron entrar en el delta de Egipto, pero Merneptah y Ramsés III los rechazaron. Más tarde se infiltraron en Egipto e incluso un príncipe de descendencia libia (Sisac) se hizo faraón y fundó la dinastía libia (la XX). Los libios se mencionan como tropas auxiliares de Sisac contra Roboam (2 Cr 12.3), de los etíopes contra Asa (2 Cr 14.9; 16.8) y como aliados de Tebas (Nah 3.9).

Libia cayó sucesivamente bajo el poder de Cartago, de los griegos y de los romanos.

En tiempo de Cristo, muchos judíos vivían en Libia y acudían a Jerusalén para celebrar la Pascua (Hch 2.10; cf. Jer 46.9; Ez 30.5; Dn 11.43). (FUT.)

LIBNA

(BLANCURA).

Nombre de un lugar y una ciudad en la Biblia.

  1. Campamento de los israelitas, entre Sinaí y Cades (Nm 33.20, 21). Se desconoce su sitio exacto.
  2. Ciudad cananea entre Maceda y Laquis, conquistada por Josué (Jos 10.29, 30) y dada primero a Judá y después a los hijos de Aarón (Jos 21.13; 1 Cr 57).

Se rebeló durante el reinado de Joram (2 Cr 8.22; 2 Cr 21.10). En Libna murieron ciento ochenta y cinco mil soldados del ejército de Senaquerib (2 R 19.8). Libna fue el pueblo de Hamutal, esposa de Josías y madre de Joacaz y Sedequías, reyes de Judá (2 R 23.31; 24.18).

LIBRA

Término usado en la RV para traducir tres palabras:

  1. Mane (1 R 10.17; Esd 2.69; Neh 7.71), pesa oriental que equivalía ca. 570
  2. Litran (Jn 12.3; 39), la libra romana que pesaba ca. 327 gramos.
  3. Joinix (Ap 6.6), no un peso, propiamente hablando, sino una medida de áridos usada para granos.

La Biblia de Jerusalén la traduce «litro», pero contenía un poco menos que un litro. Una joinix de grano se consideraba como la ración diaria de un soldado.

LIBRO

(EN HEBREO, MEGUILÁ, QUE SIGNIFICA ROLLO; SEFER, QUE SIGNIFICA CARTA, DOCUMENTO; EN GRIEGO, BIBLOS O           ).

Nombre con que la Biblia designa a cualquier documento, sin tomar en cuenta la extensión. Se trata por lo general de un manuscrito enrollado, y frecuentemente sellado (cf. Dn 12.4; Ap 5.1).

Originalmente, los libros estaban hechos de piel, de cuero o PERGAMINO, o bien de PAPIRO (ESCRITURA). El rollo estaba formado por varias piezas de estos materiales, cosidas una a continuación de la otra. Al fijar sus dos extremos en palos o cilindros, la tira larga (alcanzaba ca. de 10 m y 25 cm de ancho) se enrollaba sobre los extremos (cf. Is 34.4; Zac 5.1s). Tal rollo  podía contener, por ejemplo, el libro de Isaías o un Evangelio.

El lector empezaba a leer el texto, escrito en columnas (Jer 36.23), desenrollando a partir de la derecha (Lc 4.20, 21). Excepcionalmente se escribía en ambas caras del rollo (Ez 2.9, 10; Ap 5.1).

El plural del término griego to biblíon (documento, rollo), ta biblia, llegó a usarse para las colecciones de escrituras sagradas. De aquí surge el término BIBLIA.

El término castellano «libro» viene del latín liber, que es la corteza interior de los árboles. Pero ya en la época de Cristo, debido a la costumbre de utilizar esa corteza para escribir, liber llegó a tener nuestra acepción moderna.

El antepasado del formato que ahora llamamos libro se origina en la costumbre antigua de amarrar varias tabletas, normalmente de madera, sobre las que se escribía algo. A veces las tabletas estaban cubiertas de cera, y se escribía en ellas con un estilete. El uso de este tipo de tabletas llevó a la costumbre de coserlas de tal modo que se pudieran cerrar una sobre la otra, pues así se protegía lo escrito. Cuando estos primitivos libros constaban de dos tabletas, se les llamaba «dípticos». En los primeros siglos de la iglesia, se acostumbraba escribir en tales dípticos los nombres de personas por las que se oraba al celebrar la comunión.

Los documentos escritos comenzaron a tomar la forma de nuestros libros actuales cuando se comenzó a utilizar el mismo principio de las tablas cosidas, pero empleando hojas de papiro o de pergamino. Naturalmente, esto permitía coser, no ya dos o tres hojas, sino muchas más. El nuevo formato se llamaba «códice» (del latín, codex, que significa tronco del árbol) término empleado también para referirse a las antiguas tabletas antes mencionadas.

Como es sabido, la Biblia en el CANON que utilizan los protestantes, consta de 66 libros: 39 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento. La Biblia católica, debido a la inclusión de los libros llamados «APÓCRIFOS», tiene 46 libros en el Antiguo Testamento y los mismos 27 en el Nuevo Testamento.

La Biblia alude a ciertos libros perdidos, de los cuales algunos fragmentos se han incorporado en el canon: el libro de las batallas de Jehová (Nm 21.14), el libro de Jaser (Jos 10.13; 2 S 1.18), el libro de los hechos de Salomón (1 R 11.41), el libro de las historias de los reyes de Israel (1 R 14.19), y el «midrás del libro de los reyes [de Judá]» (2 Cr 24.27 BJ). Además, se menciona un libro de memorias (por ejemplo, Éx 17.14; Esd 4.15), que pareciera ser el origen de la idea de un LIBRO DE VIDA.

LIBRO DE VIDA

Libro celestial en el que se escribe el nombre de los justos, es decir, de aquellos a quienes Dios predetermina. La vida a que se alude con el nombre de este libro puede ser: natural (Sal 32.32s), y, entonces, al no encontrarse en el libro es nunca será salvo, “muerto de por vida”; o bien espiritual, como ocurre en el judaísmo posterior y en el Nuevo Testamento (cf. Dn 12.1). En este segundo caso el sentido oscila entre las dos. Así, el libro de vida constituye el registro de creyentes destinados a la vida eterna (Flp 4.3; Ap 3.5; 22.19).

En el juicio final todos los que no se hallen inscritos en el libro de vida serán consignados al lago de fuego (Ap 20.12, 15), porque este libro es del CORDERO DE DIOS inmolado (Ap 13.8; 21.27) que ha hecho su elección desde la fundación del mundo (Ap 17.8; cf. Lc 10.20).

LICAONIA

Distrito en la planicie central de Asia Menor visitada por el apóstol Pablo (Hch 14.6). En los tiempos apostólicos, parte de esta (la visitada por Pablo) era una región de la provincia romana de Galacia. Licaonia limitaba al sur con Cilicia, al oeste con Frigia, al norte con Galacia y al este con Capadocia. Debido a su lejanía, Licaonia disfrutó de independencia política durante gran parte de su historia. Pero cayó bajo la influencia y el control griego en el período posterior a la conquista de Alejandro Magno.

El apóstol Pablo visitó tres ciudades de Licaonia: Iconio, Listra y Derbe, en sus tres viajes al Asia Menor (Hch 13.51–14.6; 2 Ti 3.11). Timoteo era de Licaonia; al parecer, su ciudad natal fue Listra (Hch 16.1).

LICIA

Región montañosa del sudoeste de Asia Menor, asiento de ciudades importantes: Pátara (Hch 21.1) y Mira (Hch 27.5). Conquistada por los romanos (188 a.C.) y entregada a Rodas, Licia obtuvo su autonomía en el 168 a.C., pero por luchas internas entre las ciudades Claudio la hizo provincia (43 d.C.). Según 1 Mac 15.23 en Licia había judíos durante la época intertestamentaria.

LIDA

(LOD EN HEBREO Y LYDDA EN GRIEGO).

Ciudad situada en la Sefela a 15 km al sudeste de Jope, construida por Semed de la tribu de Benjamín (1 Cr 8.12). Prosperó debido a su ubicación sobre el camino principal entre Jope y Jerusalén y entre Egipto y Babilonia. De los que regresaron del cautiverio babilónico, 725 eran de Lod, Hadid y Ono (Esd 2.33; Neh 7.37; 11.35). En el período Macabeo fue capital de una toparquía (1 Mac 11.34).

En Lida fue sanado Eneas el paralítico y como resultado surgió una numerosa comunidad cristiana (Hch 9.32–35, 38). Los romanos la incendiaron en 66 d.C., mientras los habitantes celebraban la Fiesta de los Tabernáculos. La reedificaron y llegó a ser obispado y ciudad importante durante las cruzadas. En 1970 contaba con 27.100 habitantes y era base del aeropuerto internacional israelí.

LIDIA

Mujer convertida por la predicación de Pablo en FILIPOS, donde ella se encontraba con otras mujeres en un culto judío. Probablemente era de origen gentil. «Adoraba a Dios» según Hch 16.14, expresión que suele referirse a un PROSÉLITO. Era comerciante de púrpura, producto renombrado de su ciudad TIATIRA en Lidia (Asia).

Es probable que Lidia haya sido mujer acomodada; después de su bautismo hospedó gustosamente a Pablo, Silas y Lucas (Hch 16.11–40). Su hospitalidad caracterizaría después a la iglesia de Filipos, aunque Pablo no menciona a Lidia en la carta que escribió a esta congregación. Posiblemente Lidia había muerto para entonces o había vuelto a Tiatira.

LIEBRE

Ver. CONEJO.

LÍMITES, LINDEROS

La costumbre de deslindar los campos era bien conocida por los pueblos antiguos. Los griegos y los romanos confiaban la protección de los límites a algunas divinidades a las que honraban con culto especial (Hermes, que significa término). En Israel había decretada una maldición divina sobre quien violase la propiedad (Dt 25.17), y el mismo Señor velaba por los límites de la viuda y de los huérfanos indefensos (Pr 15.25; 23.10). Estaba prohibido alterar o suprimir los límites establecidos (Dt 19.14). Y la heredad de los padres debía respetarse en toda su integridad: «No desplaces el lindero antiguo que tus padres hicieron» (Pr 22.28 BJ).

LIMOSNA

(EN GRIEGO, ELEEMOSYNE QUE SIGNIFICA COMPASIÓN).

Las leyes israelitas recomendaban la piedad para con los POBRES (Dt 15.7–11). La generosidad era una de las virtudes predilectas de los orientales y en particular entre los judíos (por ejemplo, Pr 3.3, 27s). Testigo de lo común de esta práctica es la multitud de mendigos, ciegos y enfermos que aparecen en las escenas evangélicas (por ejemplo, Lc 14.21; Hch 3.2s, 10).

La limosna era el complemento necesario de la piedad y el temor a Dios (Pr 17.5; Hch 10.2) y caracterizaba al «justo» (Sal 112.9; 2 Co 9.9s). Se creía, asimismo, que la limosna era meritoria a los ojos de Dios (Pr 19.17; Lc 19.8; cf. Tobías 4.7–12), sobre todo si permanecía en el anonimato: «El que da limosna en secreto es mayor que Moisés, nuestro maestro» (Talmud).

Jesús también recomendó la limosna como un aspecto del desasimiento de los bienes terrenos que Él predicaba (Mt 19.21; Lc 11.41). Instruyó al respecto que la limosna debía ser discreta (Mt 6.2–4) e inspirada por el espíritu de sacrificio (Lc 12.33), como Él mismo la practicaba en unión de sus discípulos (Jn 13.29). El apóstol Pablo afirma que Dios ama a quien da con alegría (2 Co 9.7) y los primeros cristianos se distinguieron por sus buenas obras incluso la limosna (Hch 9.36) y la ayuda a las viudas (Hch 6.1). Pablo se empeñó en organizar la COLECTA para los pobres de Jerusalén (Ro 15.26–31; 1 Co 16.1; 2 Co 8.9; Gl 2.10).

LIMPIO

Ver. INMUNDO.

LINO

Amigo de Pablo en Roma que permaneció fiel al apóstol durante la encarcelación de este, mientras otros le abandonaron. Mandó saludos a Timoteo (2 Ti 4.21). Según Ireneo, Pablo y Pedro nombraron a Lino primer obispo de la iglesia en Roma (Contra herejías III.III.3).

2°: LINO

Material textil que se extrae del tallo de la planta del mismo nombre. Entre los hebreos se le designaba con varios nombres, según se aludiera a la tela fabricada, al hilo o la fibra, o al acto de majar el cáñamo del lino.

Egipto es reconocido como el productor del lino más fino, pero la historia señala a la India y a Mesopotamia como los lugares donde por primera vez se procesó la planta del lino. También  se reconoce a Egipto como el mayor productor entre los más antiguos. El volumen de producción de la planta era extraordinario, y en Egipto las plantaciones eran enormes como resultado natural de las inundaciones anuales del río Nilo. El lino de Egipto era de tan excelente calidad que también se empleaba para fabricar colchas delicadas y cortinas (cf. Pr 7.16 donde el «cordoncillo» de que se habla es hecho de lino fino). Lo mismo se menciona en Ez 27.7.

En la fabricación del EFOD, prenda ornamental en la vestidura de los sacerdotes hebreos, siempre se prefería el lino. Había dos clases de efods: uno sencillo (1 S 22.18) y otro recamado con broches de oro y anillos para sujetar el racional que tenía las piedras preciosas grabadas con los nombres de los hijos de Israel. Este segundo tipo de efod se fabricaba para el sumo sacerdote (Éx 28.4–8). Muchas de las túnicas tan populares entre los hebreos se tejían con el lino más fino, asimismo las mitras, los cinturones, las tiaras y los calzoncillos (Éx 39.27–29).

La finura y delicadeza del lino elaborado en Egipto hizo de este material textil el favorito para los ropajes de los aristócratas. A José se le honró sobremanera con la orden que dio el faraón de vestirlo «con ropas de lino finísimo» (Gn 41.42). Cosa semejante se hizo con Mardoqueo allá en Persia (Est 8.15). Jesús, al exponer su parábola del rico y Lázaro emplea la frase «lino fino» para destacar la extrema riqueza del primer personaje (Lc 16.19; cf. Ap 19.8, 14).

LIRIO

Una sola variedad de lirio, el lillium candidum, es natural de Palestina. Pero este ni se da en los valles ni crece entre espinos (Cnt 2.1s), sino en lugares sombreados y de espesos bosques que no son apropiados para la agricultura ni la ganadería (Cnt 6.2s; 7.2).

Las palabras hebreas traducidas «lirio» en RV (SHOSHAM, SHUSHAN, SHOSHANNAH) pueden referirse a cualquier planta con flores de vistosos colores, por ejemplo, jacintos, anémonas, narcisos o ranúnculos, todos crecen abundantemente en Palestina. La flor de lis (1 R 7.26; 2 Cr 4.5) y el lirio (1 R 7.19, 22), usado como motivos artísticos en el templo de Salomón a la manera egipcia y cananea, era una representación de algunas variedades de ninfa, posiblemente la ninfea alba o la ninfea lotus. El lirio del encabezamiento de los Salmos 45; 60; 69 y 80 se refiere al nombre de la melodía con que estos salmos se cantaban en el templo de Zorobabel.

En el Nuevo Testamento la palabra krinon (Mt 6.28; Lc 12.27) se refiere a la multitud de florecillas silvestres que se dan en Palestina de enero a mayo, por ejemplo, anémonas, amapolas y ranúnculos.

LISANIAS

Tetrarca de ABILINIA «en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César» (Lc 3.1), es decir, 27–28 d.C. Josefo habla de «Ábila que fue la tetrarquía de Lisanias» (Antigüedades XIX.V.I; XX.vii.1). Su nombre aparece también en dos inscripciones de Ábila que se remontan a la época de Tiberio y que recuerdan una ofrenda hecha por un esclavo libertado de «Lisanias el tetrarca». No debe confundirse con otro Lisanias, hijo del rey Ptolomeo de Calcis, quien fue ejecutado por Antonio en el 34 a.C. a solicitud de Cleopatra (Josefo, Antigüedades XV.iv.1). La tetrarquía de Lisanias se le otorgó posteriormente a HERODES Agripa I (37 d.C.) y después a Herodes Agripa II (53 d.C.).

LISTRA

Pequeña ciudad de la parte central de Asia Menor, ubicada en la altiplanicie de Licaonia, a 29 km al sudoeste de Iconio. Además de nativos licaónicos (Hch 14.11), en Listra había residentes griegos y judíos (16.1). César AUGUSTO estableció aquí una colonia militar.

Pablo conoció a Listra durante su primer viaje misionero (Hch 14.6–20). Puesto que sanó milagrosamente a un cojo de nacimiento, los nativos querían rendirle culto como a un Dios (JÚPITER; HERMES). No obstante, poco después estos mismos lo apedreaban, incitados por los judíos de Antioquía e Iconio (Hch 14.19; cf. 2 Co 11.25 y 2 Ti 3.11). En su segundo viaje Pablo volvió a Listra, donde halló a TIMOTEO y lo eligió como colaborador (Hch 16.1–3). No se sabe si regresó en el tercer viaje también (Hch 18.23).

LLAMAR, LLAMAMIENTO

Término cuyo significado teológico implica una invitación a servir a Dios con algún propósito específico (1 S 3.4; Is 49.1). En otro sentido, describe una relación directa entre Dios y el sujeto llamado (Is 43). Dios llama a Israel y lo separa de entre los otros pueblos, a fin de que le sirva y goce de su especial protección. Dios es el que siempre toma la iniciativa en el llamamiento, aunque casi siempre es una minoría o «remanente» el que responde (Jl 2.32).

En el Nuevo Testamento es frecuente el uso del término en Lucas, Hechos y las cartas de Pablo. Sorprende su ausencia casi total en la literatura juanina. En algunos pasajes de los Evangelios y en los escritos de Pablo, la base para el significado teológico del llamamiento es el hecho de que Dios llama al hombre en Cristo para un propósito que Él mismo determina. En general, este es el punto de vista del Nuevo Testamento (Flp 3.14).

La respuesta del hombre llamado puede ser para creer, y en este sentido el llamamiento es un término técnico para designar el proceso de la SALVACIÓN (Hch 2.39; 1 Co 7.17; Gl 5.13; 1 P 5.10).

Las epístolas paulinas clarifican el concepto teológico del llamamiento cristiano. Este viene de Dios, a través del evangelio, para la salvación, SANTIFICACIÓN y servicio (2 Ts 2.14); permite entrar al Reino de Dios y formar parte de la «familia de Dios» en compañerismo y amor fraternal (1 Co 1.9; Gl 1.15; Ef 2.19). Para Pablo, quienes responden al evangelio son «llamados» en oposición a quienes lo rechazan (1 Co 1.24).

Esta idea está tomada de la misma enseñanza de Jesús (Mt 22.14).

El llamamiento de 1 Co 7.20 parece señalar, más que una ocupación particular, el carácter histórico del acto divino. La respuesta del hombre «llamado» incluye todas sus circunstancias históricas. De aquí que en algunos pasajes del Nuevo Testamento el llamamiento sea un imperativo a vivir conforme a la vocación cristiana (Ef 4.1; Col 1.10; 2 Ts 1.11).

Sin embargo, el sentido más pleno del llamamiento cristiano destaca la posición que el creyente asume en una relación más profunda con Dios. Ser «llamado hijo de Dios» es el propósito eterno de la salvación (1 Jn 3.1; cf. Jn 1.12; Ro 8.28, 30; 9.26).

LLAVE

Trozo de madera bastante grande, pues se llevaba al hombro, con que antiguamente se corría hacia atrás el cerrojo de una puerta. Pocas veces las puertas se aseguraban con cerraduras o cerrojos, pero cuando los hubo eran normalmente de madera, insertados en el marco de la puerta y sostenidos por algunas clavijas o nudos (Neh 3.3). Para levantar el cerrojo había también una manecilla especial (Cnt 5.5), llamada en hebreo «abridor» y en griego «cierre». El PORTERO era un servidor que recibía solemnemente su dignidad. En Is 22.21s, la potestad del mayordomo-tesorero

Sebna pasa a las manos de Eliaquim: «Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro» (cf. Is 9.6 «el principado sobre su hombro»).

En el Nuevo Testamento, las llaves del REINO se le confían a PEDRO (Mt 16.19; cf. 18.18, donde la autoridad de ATAR y desatar se otorga a todos los discípulos). La figura simboliza responsabilidad y autorización para proclamar la apertura del Reino. En Jn 20.23 una expresión análoga se aplica al anuncio del perdón de los pecados. En Mt 23.13, Jesús critica a los escribas y fariseos por su falsedad, ya que cierran el Reino y no entran ni dejan entrar. Asimismo en Lc 11.52 los critica por haber «quitado la llave [que es] el conocimiento [práctico de la voluntad de Dios]». En Jn 10.3 el oficio del portero es abrir la puerta solamente al pastor. En Ap 1.18 es uno semejante al Hijo del Hombre quien tiene el poder de las llaves para abrir la cárcel de los muertos y darles vida. Él dispone de los tesoros de Dios para la iglesia en Filadelfia, le abre la puerta del templo de Dios y le da la corona (cf. Is 22.15ss). En Ap 9.1 y 20.1 un ángel recibe las llaves del pozo del ABISMO y el poder para encerrar o bien soltar a Satanás (20.3, 7).

LLUVIA

Debido a la geografía que se destaca en el ambiente bíblico, la lluvia se presenta como un elemento especialmente vital. De ella dependía la existencia de los manantiales, el pastoreo de los animales, la agricultura, etc. (Dt 11.11; Is 55.10). Una sequía prolongada producía efectos desastrosos (1 R 17.7; 18.1, 2; Jl 1.10–12).

La época de lluvia en la Tierra Santa dura por lo general de octubre a abril o mayo, y es la estación fría del año (Cnt 2.11). La Biblia menciona repetidas veces «las lluvias tempranas y las tardías» (Dt 11.14; Jer 5.24; Stg 5.7). Las «lluvias tempranas» son las que duran unos pocos días o hasta una semana, y caen alrededor de los meses de octubre o noviembre, aunque nunca son regulares y pueden retardarse hasta los primeros días de diciembre y aun más. Son ligeras y preparan el terreno para la siembra. Invariablemente las preceden días de fuertes vientos y descenso de la temperatura. En abril o en los primeros días de mayo se precipitan las «lluvias tardías» que cierran la estación lluviosa y sirven para completar la maduración de las cosechas. Son, pues, leves y alternan con días de sol. Cuando faltan, sobreviene el desastre agrícola HAMBRE).

Las lluvias frías y copiosas caen en diciembre y enero. El terreno las absorbe y se mantienen en el subsuelo como reservas para luego fluir en forma de manantiales (FUENTE). Parte de esta lluvia se guardaba en CISTERNAS y pequeños depósitos. Según la creencia de los antiguos, las fuertes lluvias procedían de enormes depósitos de los cielos (Gn 7.11; Sal 65.9; 148.4).

La falta de lluvia en la estación seca se compensaba, en parte, con el rocío que cae en las noches y que es suficiente para madurar ciertos granos, las uvas y otros frutos (Dt 33.28; Zac 8.12).

Las lluvias representan adecuadamente las bendiciones divinas (Dt 32.2; Is 44.3; 55.10, 11) o a veces las perturbaciones enviadas por Dios (Gn 7.4, 10–12; Sal 11.6; Ez 38.22), pues su finalidad es producir efectos benéficos o desastrosos entre los hombres (GRANIZO; DILUVIO). Por eso, la lluvia en los desiertos era un misterio para los antiguos (Job 38.26).

La lluvia se consideraba como una bendición y un don de Dios al hombre (Mt 5.45) y específicamente a su pueblo (Gn 27.28; Dt 28.12). Se establece, en contraposición a los dioses extranjeros, como en el caso de ELÍAS (1 R 18.17–40, cf. Stg 5.17, 18), que Jehová es el «dador» de la lluvia (Sal 65.9; Jer 5.24; 14.22).

LLORO, LLANTO LO-AMMI

Ver. DUELO. (NO PUEBLO MÍO).

Nombre simbólico que el profeta Oseas dio a su segundo hijo varón (Os 1.9, 10; 2.23) para

denotar el rechazo de Dios hacia la nación de Israel (Ro 9.25, 26). (OSEAS.)

LO-RUHAMA

(NO COMPADECIDA).

Hija nacida a Gomer, la esposa del profeta Oseas (Os 1.6, 8). El nombre simboliza la ira de Dios y su rechazo hacia la nación de Israel. Al remanente fiel se le llama Ruhama, que significa «compadecida» (Os 2.1, 23).

LOBO

Mamífero carnívoro, cánido, semejante al perro mastín, hoy casi extinto en las tierras bíblicas. Durante el día suele permanecer escondido entre las rocas. Por la noche sale a buscar presa (Sof 3.3), solo o en manadas.

La palabra «lobo» se usa en la Biblia solamente en sentido figurado. La tribu de Benjamín es como lobo (Gn 49.27), los enemigos, los jueces y los príncipes son como lobos nocturnos (Hab 1.8; Sof 3.3; Ez 22.17). La prueba del reino mesiánico será que el lobo y el cordero coman juntos (Is 11.6; 65.25).

Según el Nuevo Testamento, el creyente sale a testificar al mundo como una oveja «en medio de lobos» (Mt 10.16). Los engañadores, cual lobos rapaces, se cubren con pieles de oveja para engañar a los fieles (Mt 7.15). El apóstol Pablo advierte a la iglesia para que se cuide de estos lobos que entran a destruir (Hch 20.29).

LOD

Ver. LIDA.

LODEBAR

Pueblo en Galaad donde vivía Maquir, hijo de Amiel. Maquir protegió a Mefiboset, hijo de Saúl, hasta que David lo invitó a vivir en Jerusalén (2 S 9.4, 5; 17.27). Otras posibles variantes del nombre son DEBIR (Jos 13.26) y Lidebir.

LODO

Ver. BARRO.

LOG

La medida para líquidos más pequeña entre los hebreos (Lv 14.10). Equivalía a 1/12 parte de un HIN, 1/3 de un litro o a una medida que contuviera seis huevos de gallina, según los rabinos.

LOGOS

Ver. VERBO.

 LOIDA

Ver. EUNICE.

LOMOS

Parte del cuerpo que se relaciona con la capacidad reproductora del hombre (Gn 35.11; 46.26; 1 R 8.19; Heb 7.5). También se conceptuaba como el asiento de la fuerza. «Ceñir los lomos» significaba prepararse para una tarea difícil (1 R 18.46; Pr 31.17; Ef 6.14; 1 P 1.13).

LOT

Hijo de Harán y sobrino de Abraham. Al morir su padre, Lot emigró con su tío a Canaán (Gn 11.31; 12.45), puesto que este no tenía hijos propios. El apóstol Pedro lo califica como persona de fe, pese a su incapacidad de alcanzar una fe abrahámica (2 P 2.7ss). La historia de Lot es una parábola acerca de un hombre secularizado. Abraham y Lot tenían tan numerosos rebaños, que los escasos pastos de los montes de Judá no bastaban para ambos. Les fue preciso separarse, y Lot escogió la llanura al este del Jordán (Gn 13.6–11). Pero no se quedó en la llanura, sino extendió sus tiendas hasta entrar a vivir en la misma SODOMA (Gn 13.12s). Allí compartió la suerte de sus nuevos vecinos y juntamente con su familia fue llevado cautivo por los cuatro reyes que atacaron a las cinco ciudades de la región. Abraham acudió a rescatarlo (Gn 14), pero Lot continuó viviendo en Sodoma.

Cuando Abraham supo que Dios pensaba destruir las ciudades corruptas, creyó que entre los parientes de Lot, con sus mozos y amigos, habría por lo menos nueve personas fieles a Dios (Gn 18.16–33). Pero la fe de Lot no era evangelizadora, sino muy pasiva (2 P 2.8), y los visitadores celestiales no pudieron detener el juicio solo por él. Más bien, fueron testigos de la terrible perversión sexual de los sodomitas y del dilema moral de Lot (Gn 19.1–11).

Como el cataclismo era inminente y la familia de Lot demoraba, los ángeles los obligaron a escapar. No obstante, la esposa de Lot murió, pues le resultó imposible romper del todo sus lazos con la ciudad (Gn 19.16, 17, 26). A Lot se le permitió refugiarse en ZOAR (Gn 19.18–23), en donde luego fue embriagado y seducido por sus propias hijas. A estas les nacieron dos hijos a los cuales llamaron Moab y Ben-ammi, y fueron progenitores de los MOABITAS y AMONITAS respectivamente (Gn 19.30–38).

LUCAS

(DIMINUTIVO DE LUCIO O DE LUCANOS, PUEBLO AL SUR DE ITALIA).

Autor del Evangelio que lleva su nombre y de los Hechos de los apóstoles. Se supone que era gentil, y único escritor no judío entre los autores del Nuevo Testamento, porque Pablo lo distingue de «los de la circuncisión» en Col 4.11–14. Fue MÉDICO y compañero íntimo de Pablo (v. 14). La tradición lo identifica como sirio de Antioquía y, en efecto, Hechos está repleto de datos acerca de la congregación antioqueña.

La fecha y el lugar de su conversión al evangelio se desconocen, pero sí es auténtica la variante personal en Hechos 11.28 («Y mientras nosotros nos hallábamos reunidos, uno de ellos») prueba que Lucas se identificó muy pronto como cristiano. Si no es auténtica, en Hch 16.10 el narrador usa por primera vez el pronombre «nosotros», lo cual indicaría que Lucas se juntó con Pablo en Troas (ca. 51 d.C.) y le acompañó hasta Filipos. Pero no sufrió la persecución allí ni salió cuando Pablo continuó su viaje.

El «nosotros» del relato desaparece cuando Pablo vuelve a Filipos al final de su tercer viaje (20.5), de lo que se infiere que Lucas permaneció en la ciudad o cerca de ella durante los seis años que intervienen, pero más tarde acompañó a Pablo a Jerusalén (20.5–21.18) y Roma (27.1– 28.16). Las referencias en Col y Flm 24 manifiestan que siguió colaborando con el apóstol durante el primer encarcelamiento de este. Y en 2 Ti 4.11, durante el segundo encarcelamiento, poco antes de su martirio, Pablo escribió: «solo Lucas está conmigo».

El médico amado fue su compañero fiel hasta el fin.

Su estilo literario y el carácter del contenido de su obra indican que Lucas fue un griego culto. Sin ser testigo ocular «desde el principio», Lucas afirma en su prefacio (Lc. 1.1–4) haber indagado cuidadosamente todos los datos disponibles. Su contacto íntimo durante muchos años con Pablo y otros como Felipe, Timoteo, Silas, Marcos, Bernabé y Santiago, y su presencia en Jerusalén y Cesarea le dieron oportunidad de conseguir amplia información de la vida del Señor y de la iglesia primitiva. La mayoría de los eruditos imparciales lo reconocen como uno de los mejores historiadores de la antigüedad.

Además, de su obra se desprende que Lucas tenía un espíritu amplio y bondadoso, caracterizado por gozo y piedad genuinos, humildad y cortesía. Según la tradición posterior, trabajó en Acaya después de la muerte de Pablo y murió en Bitinia (o Beocia) a los 74 años sin haber contraído matrimonio. Una leyenda del siglo VI lo llama pintor.

EVANGELIO DE LUCAS. Primer tomo de la obra escrita por LUCAS en dos volúmenes; el segundo (HECHOS DE LOS APÓSTOLES) continúa el relato de este (cf. Lc 1.1–4 con Hch 1.1s).

En su Evangelio, Lucas está más interesado en las personas, especialmente las que están en problemas, que en las ideas. Como Lucas es un diestro escritor, la calidad literaria de su Evangelio es superior a la de los otros tres.

Pero Lucas es también historiador, y coloca a Jesús dentro del contexto de la historia universal. Además, Lucas presenta a Jesús y la Iglesia como la culminación de la historia de la salvación.

ESTRUCTURA DEL LIBRO

La estructura del Evangelio de Lucas gira principalmente alrededor del ministerio de Cristo en Galilea y Jerusalén.

Los primeros dos capítulos pudieran muy bien titularse «Introducción e infancia».

Aquí Lucas declara cuál es su propósito al escribir su Evangelio (1.1–4), y nos presenta los inmortales relatos del nacimiento de Juan el Bautista y Jesús. En el capítulo 3 Lucas comienza nombrando a los gobernantes romanos de aquel tiempo. Después, relata la predicación de Juan el Bautista y el bautismo, la genealogía y la tentación de Jesús (3.1–4.13).

Entre su tentación y su transfiguración (4.14–9.28), Jesús tiene su ministerio en Galilea. Convencido de la proximidad de su muerte (9.21–27, 43–45), se dirigió sin vacilaciones a Jerusalén (9.51) donde, como los profetas antes que Él, aceptaría lo que le estaba deparado (9.51–19.27). El lector se mantiene en dramática tensión a medida que Jesús se acerca a Jerusalén y la sombra de la cruz oscurece su camino. Pero «el Hijo del Hombre va según lo que está determinado» (22.22) a cumplir el plan divino.

Como Moisés, Jesús logró la liberación de su pueblo: lo libró de las consecuencias definitivas del pecado. Los hechos de la postrera semana en Jerusalén (19.28–24.53) constituyen la última parte de este Evangelio, y la Ascensión sirve como transición entre la última parte de Lucas y el comienzo de Hechos.

LUCAS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza

PRIMERA PARTE: La introducción al Hijo del hombre (1.1—4.13)

SEGUNDA PARTE: El ministerio del Hijo del hombre (4.14—9.50)

TERCERA PARTE: El rechazo del Hijo del hombre (9.51—19.27)

CUARTA PARTE: La crucifixión y la resurrección del Hijo del hombre (19.28—24.53)

AUTOR Y FECHA

Es evidente que Lucas y Hechos tuvieron un mismo autor porque:

  • ambos se dirigen a TEÓFILO;
  • el segundo tomo hace referencia al primero (Hch 1), y:
  • entre los dos existen notables semejanzas de lenguaje, estilo y teología, y paralelos estructurales.

Aunque los escritores mismos son anónimos, el autor se refiere a sí mismo (por ejemplo, Lc 1.3; Hch 1.1). Era un personaje conocido tanto para el destinatario como para la iglesia primitiva. Una misma prueba interna demuestra que Lucas fue autor tanto del Evangelio que lleva su nombre como de los Hechos.

La prueba externa que atribuye sin vacilación este primer tomo a Lucas se remonta a la segunda mitad del siglo II: tanto el Canon de Muratori (CANON DEL NUEVOTESTAMENTO) como Ireneo hacen tal afirmación.

La fecha del Evangelio tampoco puede determinarse sin recurrir a la de Hechos.

Algunos, siguiendo una conjetura que se halla en Eusebio y Jerónimo y que se deduce del final de Hechos, fechan este segundo tomo ca. 63 y el primero, por tanto, ca. 58–61.

Otros, basándose en tradiciones que se remontan a Ireneo y el Prólogo a Lucas contra los marcionitas, afirman que Lucas no compuso su obra sino hasta después de la muerte de Pablo (ca. 65–67) y proponen una fecha entre 67 y 72. Esta opinión se apoya en el hecho de que Lucas utilizó el texto de Mc como una de sus fuentes (EVANGELIOS).

Algunos estudiosos opinan que Lc 19.43s; 21.20–24 y 23.28–30 indican una fecha posterior a la caída de Jerusalén (70), pero existen otras explicaciones para estos textos.

MARCO HISTÓRICO

Según 1.4 el propósito inmediato del Evangelio fue confirmar la fe de Teófilo, cristiano representativo de muchos gentiles que vivían fuera de Palestina (cf. el uso de «Judea» que significa toda Palestina en 1.5; 7.17, etc.). Además, Lucas se propuso escribir un Evangelio ordenado basado en una cuidadosa investigación y dirigido especialmente a la mentalidad griega (1.1–4). No quiso insinuar (v. 3) que los demás Evangelios no fueran ordenados, sino que su propio plan era presentar los datos en un orden generalmente cronológico y dentro de un marco geográfico preciso, en vez de seguir un plan doctrinal o didáctico.

El método del historiador se ve en su deseo de relacionar la historia redentora con la historia secular (2.1). Lucas se interesa más en la biografía del Salvador que los demás evangelistas (por ejemplo, los detalles en los capítulos 1 y 2 que solo se encuentran en Lucas), aunque se vale de estos datos para aclarar la obra redentora más que para satisfacer la curiosidad histórica. Con todo, su insistencia en la investigación esmerada (1.3), en base a testimonios orales y escritos, nos inspira confianza en la historicidad de su obra.

APORTE A LA TEOLOGÍA

Lucas presenta a Cristo como el Hijo del Hombre (19.10), es decir, el Mesías de Dios y el Hombre ideal que vino a identificarse con la humanidad y a ser Salvador de ella (2.32; 3.6). Se traza la experiencia de Jesús a través de toda una vida normal, desde su genealogía, la cual Lucas remonta hasta Adán (3.23–28), su nacimiento (2.1–20), infancia (2.21–39) y niñez (2.40–52) hasta su madurez. Jesús participa plenamente de la vida humana. Es Salvador de toda clase de personas: judíos, samaritanos (9.52–56; 10.30–37; 17.11–19) y quienes tenían otras religiones (2.32; 3.6, 8; 4.25–27; 7.9); hombres y mujeres; publicanos (3.12; 5.27–32; 7.37–50; 19.2–10), y fariseos (7.36; 11.37; 14.1); ricos (19.2; 23.50), y pobres (1.53; 2.7; 6.20; 7.22). Es a la vez Salvador universal e individual.

Lucas da prominencia a la oración. Relata nueve oraciones de Jesús, de las cuales solo dos se encuentran en los otros Evangelios. Dos de sus parábolas particulares tratan de la oración (11.1–13; 18.1–8). Solo Lucas nos informa que Jesús intercedió por Pedro (22.31, 32), que exhortó a los discípulos a orar en Getsemaní (22.40), y que oró por sus enemigos (23.34).

El Espíritu Santo es otro tema importante (4.1, 14; 10.21; 11.13; 24.49). La humanidad del Señor se revela en su dependencia del Padre en la oración, y del Espíritu Santo. El gozo y la alabanza ocupan un lugar especial (1.14, 44, 47; 6.21, 23; 10.21; 15.23, 32; 24.52s); solo en Lucas figuran los cuatro himnos: el Magnificat (1.46–55), el Benedictus (1.68–79), el Gloria in Excelsis Deo (2.14) y el Nunc Dimittis (2.29–32).

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

Los escritos de Lucas revelan destreza literaria, tanto en su estructura como en su redacción. Puede componer períodos griegos de sabor clásico (1.1–4), pero generalmente escribe con sencillez y pureza de estilo y pinta fascinantes cuadros de personas y circunstancias. Muestra simpatía, cultura, amor a la poesía y un interés de médico en las aflicciones físicas. Incluye dieciocho parábolas que no se encuentran en los otros Evangelios.

Destaca la pobreza y la riqueza en relación con la vida espiritual (6.20, 24). Muchas de las parábolas tratan de asuntos financieros, y aun Juan Bautista se nos presenta predicando sobre los pecados al respecto (3.13).

Las mujeres figuran con frecuencia en Lucas. Se mencionan trece que no aparecen en los otros Evangelios. Son prominentes sobre todo en los relatos del nacimiento y de la resurrección. Lucas conocía la degradación de la mujer y quiso hacer hincapié en la actitud del Señor hacia ella.

Este Evangelio se dirige al griego culto como Teófilo. Lucas fue compañero de Pablo, quien fundó la iglesia en el mundo helénico, y seguramente los dos vieron la necesidad de un Evangelio con carácter cosmopolita y cierta pretensión literaria. Por eso contiene menos citas del Antiguo Testamento y menos referencias a la profecía; evita el uso de palabras hebreas como rabino y amén.

Lucas se interesa en los niños. Solo él se refiere a la niñez de Juan y de Jesús. En 7.12; 8.42; y 9.38 menciona hijos (o hijas) únicos. Finalmente Lucas destaca más al carácter repentino de la Segunda Venida que la cercanía del fin (17.20) y la consecuente necesidad de la vigilancia (21.34)

LUCERO

(EL BRILLANTE O PORTADOR DE LUZ).

Nombre usado en Is 14.12–14 para describir al rey de Babilonia que, engreído por su esplendor y progreso, intentó colocarse entre los dioses. Tipológicamente es posible que este pasaje describa la caída de Satanás, un ángel brillante, de su posición en el cielo, debido a su arrogancia y deseo de reemplazar a Dios (cf. Lc 10.18; Ap 9.1; 12.9). El verdadero poseedor de este título es Cristo (Ap 22.16).

LUCIO

(EN LATÍN, NACIDO DE DÍA).

Nombre cuyo diminutivo es Lucas. Nombre de dos personajes en el Nuevo Testamento.

  1. Profeta y maestro de Cirene, que trabajaba en la iglesia de Antioquía (Hch 1). Posiblemente fue uno de los primeros misioneros que llegó a la iglesia.
  2. Judío creyente, pariente de Pablo, que vivía en Corinto y envió saludos a los romanos (Ro 16.21). No se puede identificar a ninguno de estos judíos con Lucas, el médico, ya que este evidentemente era gentil (Col 4.11, 14).

LUCHA

Ver. JUEGOS DEPORTIVOS.

 LUD, LUDIM

Dos formas de un mismo nombre:

  1. Lud es aplicado a un hijo de Sem (Gn 22; 1 Cr 1.17), mencionado antes de Aram, padre de los arameos. También se denomina así a los arqueros de Egipto y de Tiro, mencionados junto con los valientes de Put, Etiopía, Fut y Libia (Jer 46.8, 9; Ez 27.10; 30.5).
  2. Ludim es dado a un hijo de Mizraim (Egipto), descendiente de Cam (Gn 13; 1 Cr 1.11), cuya identificación es incierta.

LUGARES ALTOS

En la mayoría de los pueblos antiguos que circundaban a Israel, se tenía la idea de que las divinidades moraban en el cielo. Por tanto, el lugar más adecuado para adorarlas era una elevación cualquiera. A veces estas elevaciones eran montes o cerros naturales, y otras veces, sobre todo en regiones llanas, se trataba de «torres» o montículos artificiales sobre los que se colocaba el altar. La adoración a los dioses en lugares altos era tan común que la encontramos hasta en las antiguas civilizaciones americanas (en las pirámides mayas y aztecas, y en los montículos artificiales que construían algunos indios de Norteamérica).

En las tierras bíblicas, esta costumbre también era común. Pero la forma en que la encontramos más frecuentemente en el Antiguo Testamento es la que los hebreos encontraron en Canaán al entrar en la tierra prometida. Por lo general, se escogían elevaciones para adorar a los BAALES y otros dioses. La altura siempre ha sido señal de respeto y de autoridad, como en el caso de los tronos de los reyes, que se colocan por encima de la altura común de la gente.

Por estas razones, cuando el Antiguo Testamento habla de lugares altos no se refiere sencillamente a un accidente geográfico. El término se emplea, por el contrario, para designar un lugar de culto. Por lo general, sobre la elevación, natural o artificial, se colocaba un altar. Varios de estos altares se han conservado, y por medio de ellos podemos imaginar cómo eran la mayoría de ellos. Algunos tenían techo, pero otros estaban al aire libre. Frecuentemente en el lugar alto también había un árbol sagrado.

Había además, una plataforma de piedra, sobre la cual estaba el altar. Otra marca característica eran los pilares sagrados, comúnmente de piedra o de madera.

A estos lugares acudía el pueblo de Canaán en peregrinaciones, y en ellos y a su alrededor se celebraban las grandes festividades religiosas de los baales.

Cuando los israelitas conquistaron la tierra, comenzaron a destruir los lugares altos de los cananeos. Pero esta destrucción no fue completa, y uno de los temas que aparecen constantemente en el Antiguo Testamento es la tentación de acudir a tales lugares.

Además, los israelitas comenzaron a adorar a Jehová en lugares altos, construidos en forma semejante a los de los cananeos. Durante los primeros años del pueblo en la tierra prometida, la lucha no fue contra los lugares altos en sí, sino contra los baales que se adoraban en muchos de ellos. La costumbre de adorar a Jehová en estos lugares era aceptada.

Pero con el proceso de centralización, que puede verse en el establecimiento del reino y la construcción del templo, los lugares altos empezaron a rivalizar con el verdadero culto a Jehová en el templo, y el ataque contra ellos se hizo más general. Ya no se trataba solo de lugares altos consagrados a los baales, sino también de los consagrados a Jehová.

Esto llegó a su fin con la reforma de JOSÍAS, después de la cual parecen haber desaparecido todos los lugares altos dedicados a Jehová. Sin embargo, los profetas tuvieron que atacar repetidamente la idolatría del pueblo, que en varias ocasiones restableció los lugares altos dedicados a los baales.

LUGAR SANTÍSIMO

Ver. SANTUARIO.

LUNA

Astro creado como «lumbrera menor para que señorease en la noche» (Gn 1.16; Sal 136.9) y para que juntamente con el SOL sirviera de señal «para las estaciones, para días y años» (Gn 1.14). Luna es traducción de varias palabras hebreas en el Antiguo Testamento, la más común de ellas es yareaj de la misma raíz que yeraj («mes»). Casi todas las naciones vecinas de Israel la consideraban como objeto de culto. Los antiguos dependían de la luna para fijar los meses y los días festivos (Sal 104.19; Eclesiástico 43.6, 7; Josefo, Antigüedades III.x.5).

La luna nueva era ocasión de alegría. Se celebraba con sonido de trompeta y sacrificios especiales (Nm 10.10; 28.11–15; Sal 81.3). El estudiante de religiones advierte gran semejanza entre esto y las festividades de fertilidad de otros pueblos. Según Dt 33.14 se creía que la luna influía en la agricultura. También se le atribuye una influencia maligna (Sal 121.6). Esto se nota asimismo en la palabra «lunático» (Mt 4.24; 17.15).

Lejos de acomodarse a las fiestas paganas de la fertilidad, y a otras formas de culto a la luna, el Antiguo Testamento advierte contra ello. Abraham huyó del culto a la luna en Ur y en Harán (cf. Jos 24.2). Job lo reconoció como malo (31.26–28) y Moisés lo prohibió (Dt 4.19; 17.3). A pesar de esto, los reyes Manasés y Amón lo introdujeron en Jerusalén (2 R 23.5).

La Biblia enseña que Dios, quien hizo la luna (Gn 1.16), tiene el poder de detenerla (Hab 3.11). La luna es símbolo de su fidelidad (Sal 72.5) y cuando aparezcan señales en ella será indicio de que el fin de todo se aproxima (Mt 24.29; Ap 6.12).

LUNÁTICO

Término popular con que Mateo (4.24; 17.15) designa a la persona «afectada por [bajo la influencia de] la LUNA», enferma física y mentalmente. Aunque 4.24 distingue entre los lunáticos y los endemoniados (DEMONIOS), en 17.15 la enfermedad se cura cuando sale el demonio. Si hemos de ver en 4.24 un catálogo popular y no técnico, médicamente hablando, podemos identificar a los lunáticos como poseídos, especialmente a la luz de los paralelos de 17.15 (Mc 9.17; Lc 9.39) que atribuyen la enfermedad a un «espíritu (mudo)». En efecto, la descripción es análoga a la de una típica crisis de epilepsia: el joven padece muchísimo, cae en el fuego y en el agua, y el espíritu le toma, le sacude de manera que «echa espumarajos, cruje los dientes, y se va secando».

Curaciones (exorcismos) de este tipo de enfermedad lograron para el ministerio de Jesús un gran efecto.

LUTO

Ver. DUELO.

 

LUZ

Para los hebreos, la luz es el resplandor de la presencia de Dios (Éx 24.10; Sal 27.1; 104.2; Is 9.2; cf. 2 Co 4.6), y el principio de su actividad creadora (Gn 1.3–5). Es energía divina que existe para el bien del hombre, y fuente de la vida (Ec 11.7) y de la felicidad (Sal 97.11; Is 60.19). Trae sabiduría (Sal 139.11ss) y salvación (Sal 43.3). Es vehículo de la revelación (Is 60.1–3; cf. Jn 8.12; 9.5; 12.46). La luz se simboliza por el día, y las tinieblas a su vez por la noche (Gn 1.5).

En el Nuevo Testamento la verdadera luz ha venido y va extendiéndose cada vez más (Jn 1.5; Ap 22.5). Cristo es luz (Jn 8.12), la luz que nos capacita para conocer la salvación (2 Co 4.4–6) y al aceptarlo somos hechos hijos de luz (Ef 5.14; 1 Ts 5.5). La luz se identifica, además, con la santidad de Dios (1 Ti 6.16) y, por tanto, constituye una norma ética, pues un hijo de luz no puede andar en tinieblas (Ef 5.28ss).

La luz es por consiguiente instrumento de juicio (Miq 7.8s; Jn 3.17–21). Y finalmente incluye un concepto escatológico (1 P 2.9s; Ap 21.24); vislumbramos el triunfo final de la luz, cuando ya jamás se podrá extinguir (Ap 22.5).

LUZ

Nombre de un lugar y una ciudad en la Biblia.

  1. Nombre primitivo de un sitio al norte de Jerusalén. Abraham lo visitó en su primer peregrinaje por esta región y allí edificó un altar (Gn 12.8; 3). Más tarde Jacob llamó Bet- el a este lugar (Gn 28.19; 35.6). Después que se establecieron los límites del territorio de Benjamín, la línea divisoria pasaba por Luz, la cual se identificó con Bet-el (Jos 18.13; Jue 1.23). Josué 16.2 dice: «De Bet-el sale a Luz», lo cual indica que eran lugares distintos. Por esto algunos sitúan a Luz en el-Tell cerca de Bet-el. Otros opinan que Bet-el era nombre de la ciudad y Luz un lugar específico, posiblemente donde Abraham edificó el altar (Gn 12.8).
  2. Ciudad en la tierra de los hititas (Jue 1.22–26), fundada por una persona de Bet-el. Este entregó Bet-el a los israelitas por lo que le perdonaron la vida a él y su familia. Se desconoce el sitio, pero se ha sugerido un lugar a 7 km al nordeste de CESAREA de Filipos.

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