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DiccionarioBíblico.Net

Letra C

Contenidos

CABALLO

Bestia de carga, llamada sus en hebreo e hippos en griego, tal vez originaria de los llanos centrales de Asia y Europa. Por ser más noble y valiente que el ASNO, en tiempos bíblicos se usaba el caballo para la guerra (Pr 21.31; Jer 8.16), para montar y para tirar de los carros de guerra (Éx 14.9; Jos 11.4; 2 S 15.1; etc.). Los caballos eran propiedad de los reyes y no de la gente común. De ahí que tienen un fuerte sentido simbólico de poder militar y arrogancia política (Is 2).

En la Biblia, la confianza en los caballos suele oponerse a la confianza en Dios (Is 30.16; Sal 20.7; 33.17), y por lo tanto se les prohibía a los reyes «aumentar para sí caballos» (Dt 17.16). No obstante, Salomón tenía 40.000 (1 R 4.26), a no ser que esta cifra sea error de algún copista (cf. 2 Cr 9.25).

«Un carro de fuego con caballos de fuego» llevó a Elías al cielo (2 R 2.11). La palabra caballo se usa metafóricamente en los Salmos, Zacarías y en Apocalipsis para simbolizar lo siguiente:  el poder de Dios (Sal 20.7; 33.17; 76.6, 7); y según su color, el hambre (Ap 6.5; Zac 6.2, 6), la guerra (Ap 6.4; Zac 1.8; 6.2), la muerte (Ap 6.8), la victoria (Ap 6.2; 19.14; Zac 1.8; 6.3, 6).

CABELLO

Ver. PELO.

CABEZA

Parte del cuerpo humano que se consideraba como la fuente de vida, pero no necesariamente el asiento del intelecto, función que los antiguos atribuían al corazón. A menudo, cabeza se usa con sentido metafórico. Perder la cabeza es perder la vida misma (Gn 40.19; cf. Jn 19.30). Levantar la cabeza expresa la idea de tener éxito en cualquier empresa de la vida (Sal 27.6; Gn 40.13). Cubrirse la cabeza con las manos, o con polvo o ceniza, es señal de humillación y lamento (2 S 13.19; Lm 2.10). La piedra angular se considera como cabeza del edificio (Sal 118.22).

En hebreo, el término cabeza, ro’s, indica además el comienzo u origen de alguna cosa: la fuente donde nace un río (Gn 2.10), el punto donde comienza una calle (Ez 40.1), el primer momento de un período (Éx 12.2; Jue 7.19). En el Antiguo Testamento se usa también para designar al jefe de una familia o tribu (Éx 6.14; Dt 33.5), es decir, el progenitor del linaje.

Para los grecoparlantes la palabra kefalê (cabeza) no expresaba el sentido de mando.

En los escritos griegos de los siglos inmediatamente antes y después de Cristo, la palabra kefalê se usa como metáfora que señala el «origen» o «comienzo» de algo. Puede significar también la persona en sí. Pero no se encuentra ninguna evidencia en toda esa literatura griega donde kefalê signifique «jefe» o «autoridad». Donde el Antiguo Testamento dice cabeza con el sentido metafórico de «autoridad» o «jefe» de familia o tribu, los traductores que tradujeron el Antiguo Testamento al griego no usaron la palabra kefalê. Emplearon unas catorce palabras griegas distintas para traducir esa acepción de ro’s.

Estos datos lingüísticos exigen que cabeza en diferentes pasajes se entienda en sentido de «origen» o «fuente». Al decir que Dios es la cabeza de Cristo y Cristo la cabeza del varón, 1 Co 11.3 expresa el concepto de que Dios es la fuente de todas las cosas y que Cristo es su agente directo en la creación (1 Co 8.6). Primera de Corintios 11.8–9 revela que cabeza en este capítulo tiene el sentido que le da el relato de la creación en Gn 2.21–22: el hombre sirvió de origen para la mujer, pues esta procede de su costilla. En cambio, no se ajusta a la nueva creación «en el Señor», debido a que Cristo es origen de la nueva vida tanto de la mujer como del hombre (1 Co 11.11).

En Ef 4.15–16, la imagen de Cristo como cabeza de su cuerpo, la Iglesia, define la función de la cabeza como fuente de la vida y el crecimiento del cuerpo: «Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo recibe el crecimiento para ir edificándose en amor».

Colosenses 1.18 conserva el sentido de cabeza como «origen» o «comienzo», al indicar que Cristo es la cabeza de la Iglesia al ser «el principio, el primogénito de entre los muertos». En su resurrección Cristo se constituyó en «primicias» de todo un linaje de nuevas criaturas que resucitarán en su venida (1 Co 15.20–22). Según Ef 1.22 y Col 2.10, el Cristo resucitado y exaltado goza de nuevo de la primacía en relación con «todas las cosas» (cf. 1 Co 8.6 arriba). Como cuerpo que pertenece a esta cabeza, la Iglesia participa en su gran plenitud.

El significado de cabeza que vemos en todos estos pasajes del Nuevo Testamento ilumina su uso en Ef 5.23: «El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia». El autor dedica los vv. 25–28 a instruir a los maridos sobre lo que esto significa. El marido debe imitar la conducta de Cristo con la Iglesia, es decir, debe amar a su esposa hasta el punto de entregarse por ella. Efesios 5.21, «sujetaos los unos a los otros», ofrece el marco para esta discusión y aclara la palabra dirigida a las esposas. La sujeción de ellas (vv. 22, 24) representa la contraparte del amor totalmente consagrado que se exige del esposo.

CABRA, CABRÍO, CABRITO

Animal muy importante en los tiempos bíblicos que tiene seis nombres en hebreo y dos en griego.

En muchos sacrificios las cabras y los cabritos eran tan aceptables como las ovejas y los corderos. El animal que se enviaba al desierto el Día de Expiación, cargado simbólicamente con los pecados del pueblo, era sa’ir (macho cabrío, Lv 16.7–22). La misma palabra se traduce «demonios» en Lv 17.7; 2 Cr 11.15. En Proverbios 30.29–31 el «macho cabrío» (tayish) se halla entre las tres cosas de «hermoso andar» y en Gn 30.35; 32.14 es una de las posesiones de Jacob y Labán.

Las cabras formaban parte importante de la riqueza pastoril en el Oriente (Gn 15.9; 27.9; 30.31ss; 32.14; 37.31). Las criaban los israelitas en Canaán y en Egipto (Éx 12.5; 1 S 25.2), y en las tribus nómadas vecinas (2 Cr 17.11; Ez 27.21). Su leche y su carne se usaban mucho como alimento (Dt 14.4; Jue 6.19; Pr 27.27; Lc 15.29). Del cuero se hacían odres y vestiduras rústicas que usaban los pobres, ascetas, llorones y profetas (Gn 21.14; Jos 9.4; Mt 9.17; Heb 11.37). Su pelo se tejía para hacer vestidos exteriores, tela para tiendas (Éx 26.7; 35.6; Cnt 1.8) y telas finas como la que cubría el tabernáculo (Éx 25.4; 35.26).

El macho cabrío, guía del rebaño (Pr 30.31; Jer 50.8), simboliza a un «guía en la maldad» (Is 3.12; Zac 10.3; cf. Ez 34.17; Mt 25.32, 33). Un macho cabrío con un cuerno era símbolo reconocido del Imperio de Macedonia (Dn 8.5).

CABSEEL

Pueblo fronterizo entre Edom y Judá (Jos 15.21). En Neh 11.25 se lee Jecabseel. Benaía ben Joiada, uno de los más valientes de David, era oriundo de Cabseel (2 S 23.20; 1 Cr 11.22).

CABUL

(ESTÉRIL, IMPRODUCTIVO).

Nombre de ciudades.

  1. Ciudad en el territorio de Aser, 15 km al este de Acre (Jos 27).
  2. Nombre que Hiram, rey de Tiro, puso a las veinte ciudades que Salomón le dio por su cooperación en la construcción del templo (1 R 9.13). Cabul es un nombre irónico que significa «como nada» y expresaba el desagrado de Hiram por aquel

CADEMOT

Ciudad del rey amorreo SEHÓN, próxima al desierto conocido por el mismo nombre de la ciudad. Los israelitas derrotaron a Sehón y conquistaron su tierra cuando este les negó el paso (Dt 2.26–36). Cademot se le asignó a Rubén (Jos 13.18) y se convirtió en ciudad levítica (21.37). Quedaba al este del Jordán, tal vez al lado del brazo superior del río Arnón.

CADES-BARNEA

Sitio en la península sinaítica, conocido de antiguo por la importancia de sus aguas en una región desierta. Se ha identificado con la fuente de Ain Qudeis en el desierto de Sin, en la parte nordeste de la península, a once jornadas del monte Sinaí, camino de Edom (Dt 1.2) o unos 80 km al sudoeste de Beerseba. Sin embargo, las aguas de esta fuente no habrían bastado para la multitud de israelitas bajo Moisés, por lo que algunos eruditos lo identifican con Ain el- Quedeirat, otra fuente, unos 6 km al noroeste. Sin embargo, lo más probable es que Ain Qudeis sea el sitio original y que los israelitas hayan usado también el agua de Ain el-Qudeirat y Ain Qoseime (otra fuente de la misma región). Estas últimas se necesitaban cuando se congregaba allí una multitud muy numerosa.

En Cades, los israelitas aceptaron el informe pesimista de la mayoría de los espías enviados a Canaán, y por ello se les condenó a caminar 38 años en el desierto (Nm 13s).

Allí fue donde se rebeló Coré (Nm 16). En Cades se sepultó a María (Nm 20.1), y Moisés, por su incredulidad al golpear la peña, perdió el derecho de entrar en Canaán (Nm 20.2–13). Debido a que Israel contendió con Dios, a las aguas de Cades se les llamó «aguas de la rencilla» (Nm 20.13), idea que se perpetuó en el nuevo nombre del lugar, Meribat-Cades o Meriba (rencilla) de Cades (Dt 32.51; Ez 47.19; 48.28).

CADMONEOS

Pueblo mencionado en Gn 15.19 cuya tierra poseería la descendencia de Abraham. El  nombre cadmoneo es idéntico en su forma al adjetivo «oriental» (Ez 47.18), de modo que podría significar simplemente «los orientales». Tal vez vivían en la tierra prometida, al este del Jordán.

CAFARNAÚN

Ver. CAPERNAUM.

CAFTOR, CAFTORIM

Isla de CRETA, lugar de procedencia de uno de los pueblos que, junto con los casluhím, originaron a los FILISTEOS (Gn 10.14; 1 Cr 1.12).

Deuteronomio 2.23 habla de los caftoreos como procedentes de Caftor, pero según Jer 47.4 y Am 9.7 esta fue la tierra de donde salieron los filisteos.

En Creta la civilización minoica estuvo en su apogeo de 1800–1575 a.C. y su hegemonía abarcó, durante varios siglos, gran parte de la costa oriental de la cuenca del Mediterráneo. Aunque se cree que muchos de sus habitantes eran originarios de Asia Menor, hay pruebas de que semitas del delta de Egipto influyeron mucho en su cultura. Creta mantenía estrechos lazos culturales y comerciales con Egipto, Siria y Mesopotamia en esta época.

CAIFÁS

Sobrenombre de significado desconocido, perteneciente a José, a quien el procurador Valerio Grato nombró sumo sacerdote ca. 18 d.C. y Vitelio, legado de Siria, depuso en 36 d.C. Su suegro

→ ANÁS (Jn 18.13, 24), le consiguió el sumo sacerdocio e influyó tanto durante el ejercicio del mismo, que llegó a ocupar el lugar de su yerno (Hch 4.6).

Juan el Bautista inició su ministerio en la época de Caifás (Lc 3.2). Después de la resurrección de Lázaro, Caifás recomendó al sanedrín la muerte de Jesucristo, en beneficio de la nación, sin darse cuenta de lo profético de sus palabras (Jn 11.49ss). Fue en el patio de Caifás (Mt 26.3) donde los líderes judíos acordaron prender a Jesús. Fue allí también, después de la interrogación de Anás (Mt 26.57–68; Jn 18.19–24), donde enjuiciaron y condenaron a Jesús  (Mt 27.1).

La última vez que se menciona a Caifás es durante el juicio de Pedro, y Juan, cuando ya no ostentaba el oficio sumo sacerdotal (Hch 4.6).

CAÍN

Primogénito de Adán y Eva. Nació fuera del Edén y se dedicó a la agricultura (Gn 2.15; 4.1–3). Estuvo sujeto a la influencia del maligno (1 Jn 3.10–12). Le faltó amor para su hermano ABEL (Gn 4.9) y fe (Heb 11.4). Permitió que creciera en su corazón el pecado que entró en el mundo por sus padres (Jud 11). Ofrendó del fruto de la tierra, pero su ofrenda no agradó a Dios como la de su hermano, aunque no se explica por qué (Gn 4.3–5). Rechazada su ofrenda, Caín se enfureció y cometió el primer asesinato al matar a Abel (Gn 4.5–9).

Dios le condenó a vivir errante (Gn 4.11–14) y, para que nadie lo matara, le puso una señal (Gn 4.13–15). Se radicó en la tierra de NOD, donde se casó y fundó la primera ciudad del mundo, Enoc. Tras perder la comunión con Dios, se consolidó con la humanidad perdida en su arte y en su militarismo (Gn 4.16–24)

CAINÁN

(SIGNIFICADO DESCONOCIDO).

Nombre de dos hombres en la Biblia.

  1. Hijo de Enós, nieto de Set y padre de Mahalaleel (Gn 5.9–14; 1 Cr 1.2; Lc 3.37, 38).
  2. En la genealogía de Jesús, Lucas menciona a otro Cainán, padre de Sala e hijo de Arfaxad (Lc 3.36). En esto coincide con la LXX (Gn 10.24; 12).

Según el texto masorético, que no menciona a Cainán, Sala fue hijo y no nieto de Arfaxad. De esto se deduce que Lucas usaba el texto de la LXX y que ciertas genealogías a veces omiten el nombre de alguna familia.

CAL

Materia preparada al quemar o cocer piedra caliza, conchas y otras sustancias calizas (Is 33.12), muy conocida en los tiempos bíblicos (Lc 14.42, 45) y fácilmente obtenida en la Tierra Santa. Se usaba para hacer mezcla y yeso, y para blanquear paredes (Dt 27.2; Mt 23.27; Hch 23.3). La mezcla de cal, arena y agua servía para edificar toda clase de casas (Ez 13.10).

CALA

Primera capital de Asiria. Quedaba a 38 km al sur de Nínive, en el ángulo nordeste de la confluencia del Gran Zab con el Tigris. Según Gn 10.11, 12, la fundó Nimrod (su nombre hoy es Tel-Nimrud), pero de acuerdo con la historia asiria la fundó Asur, descendiente de Nimrod (Gn 10.22). Allí se puede ver una enorme cabeza de Nimrod esculpida en una peña.

En Cala los arqueólogos han descubierto los palacios de Asurnasirpal, Salmanasar I y III, Tiglat-pileser y Asaradón. También encontraron el famoso obelisco negro de Salmanasar III, que muestra al rey Jehú pagando tributo al rey de Asiria. En la plaza principal se hallaban las estelas que hablan de Acab y de los despojos que Sargón II se llevó de Asiria (2 R 17.5s). A Cala se llevaron a los cautivos de Israel Cala (2 R 17.1–7).

CALABACERA

Planta que se menciona solamente en Jon 4.6–10. La identificación de esta planta con la calabacera la debemos a la LXX. Realmente es el ricinas comunes, más conocido como palmacristi (palma de Cristo). El ricino se caracteriza por la rapidez con que crece y se seca; de ahí su importancia en la experiencia de JONÁS. Es una planta perenne, de unos 3 m de alto, hojas grandes, aserradas por el margen, divididas en varios lóbulos, de donde ha venido su nombre popular de palmacristi. El fruto es una cápsula que contiene tres semillas grandes de las cuales se extrae un aceite purgante y lubricante. Oriundo de África, el ricino crece silvestre, cerca del agua. Abunda en la Tierra Santa.

CALABAZA

(EN HEBREO, PAQQUOT).

Coloquíntida, planta de varios tallos rastreros de unos 3 m de largo. Su fruto tiene la corteza lisa y se parece, por su forma, color y tamaño, a la naranja. La pulpa del fruto es blanca, amarga y venenosa (2 R 4.39). Es probable que la «vid de Sodoma» de Dt 32.32 sea esta misma planta.

La calabaza de 1 R 6.18; 7.24 es traducción de otra palabra hebrea relacionada con paqquot.

CÁLAMO AROMÁTICO

Ver. CAÑA.

 CALCEDONIA

Ver. ÁGATA.

 CALDEOS, CALDEA

Pueblo de origen cusita que se estableció al sur de la llanura de Babilonia. Por largo tiempo no se sometieron a la vida urbana, sino que continuaron su organización tribal. Esto fue un foco de resistencia a la dominación asiria. Por tanto, al declinar el Imperio Asirio, los caldeos llenaron el resultante vacío político en la región de Babilonia. Primero se adueñaron de la ciudad y la región de Babilonia, luego de Mesopotamia y por último de un vasto imperio que se extendía hasta las fronteras de Egipto. Los caldeos gobernaron a Babilonia durante la época de su máximo esplendor.

Este Imperio Caldeo, neobabilónico, solo duró unos cien años. Su fundador, Nabopolasar, se alió con los medos y de ese modo logró independizarse de Asiria y aun tomar a Nínive. Bajo su hijo, Nabucodonosor II, esta dinastía alcanzó su máxima gloria.

Fue en esta época cuando los caldeos invadieron a la Tierra Santa con el propósito  de ampliar su radio de acción frente a su gran rival, Egipto. Es a él y a sus tropas a los que se refiere la mayoría de las profecías del Antiguo Testamento acerca de Babilonia. En Habacuc 1.5–11 se encuentra una magnífica descripción de las fuerzas de los caldeos. La toma y destrucción de Jerusalén, así como la cautividad de Judá, se debieron a la campaña de Nabucodonosor (2 R 24.10–25.21; 2 Cr 36.1721; Jer 39.1–10; 52.4–30).

Cuando Nabucodonosor muere, le sucede su hijo Evil-merodac, quien trató a los cautivos judíos con más benignidad que su padre (2 R 25.27–30). Los días del reino caldeo estaban, sin embargo, contados. Antes de los cien años de fundado, siendo Nabonido rey de Babilonia junto a Belsasar su hijo, el reino sucumbió ante la invasión de los medos y los persas.

Los caldeos eran politeístas. Adoraban diversas imágenes en las que creían que los dioses residían. Se pensaba que las vidas humanas seguían un curso que podía descubrirse mediante el estudio de los astros y otras señales, y por tanto los caldeos se dedicaron a la astrología. Aun mucho después de desaparecido su reino, el término «caldeo» se utilizaba para referirse a un mago o astrólogo. Así lo emplea a menudo el libro de Daniel (2.10; 4.7; 5.7, 11).

CALEB

Hijo de Jefone, príncipe de la tribu de Judá (Nm 13.6–14.6) y uno de los doce exploradores que envió Moisés a reconocer la tierra de Canaán. Mientras diez volvieron pesimistas trayendo malos informes, Caleb y JOSUÉ fueron los únicos que aconsejaron a Moisés y a toda la congregación de los hijos de Israel que invadieran la tierra prometida (Nm 13.1–14.10).

Fue uno de los designados para dividir el territorio conquistado (Nm 34.16ss), y él mismo recibió como recompensa, a los 85 años, el monte Hebrón (Jos 14.6–15), según la promesa de Dios (Nm 14.14, 24; Dt 1.36). Para tomar posesión de Hebrón «echó a los tres hijos de Anac» y ofreció dar su hija Acsa al que tomara Debir. Otoniel, su sobrino, recibió la recompensa (Jos 15.14–19). Tal parece que al territorio que ocuparon Caleb y sus descendientes se le llamó el Neguev de Caleb (1 S 30.14) o simplemente Caleb de Efrata (1 Cr 2.24).

Otros hombres que llevan el nombre de Caleb se mencionan en 1 Cr 2.18, 42, 46.

CALENDARIO

Ver. AÑO.

CALNE

Ciudad que Nimrod edificó (Gn 10.10) y que los arqueólogos no han podido identificar. Debe de haber estado en la baja Mesopotamia puesto que se fundó juntamente con Babilonia, Acad y Erec.

CALUMNIA

Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño. Tanto el Antiguo Testamento (Éx 20.16) como el Nuevo Testamento (1 Ti 3.11) condenan la calumnia, y Lv 6.4 especifica una multa para indemnizar al calumniado. Isaías (59.13) censura este pecado y Juan el Bautista advierte a los soldados que iban para ser bautizados que no debían calumniar a nadie (Lc 3.4).

Jesús, que es la verdad (Jn 14.6), exige que sus discípulos sean veraces, y les instruye para orar por quienes los calumnian (Lc 6.28).

CALVARIO

Ver. GÓLGOTA, CALVARIO.

CALVICIE

 Ver. PELO.

CALZADO

Ver. ZAPATOS.

CALLE

Vía pública dentro de la ciudad (Mt 6.5; Lc 14.21; Hch 12.10). Algunas calles eran tan angostas que con dificultad podían pasar dos camellos a la vez cuando se daba el caso; otras, bastante anchas para el tránsito de vehículos (Jer 17.25; Nah 2.4).

No siempre eran rectas, antes bien sinuosas. Algunas veces las calles tenían nombres (Hch 9.11). Había calles con tiendas de una misma clase de negocios que las identificaban. Por ejemplo, «calle de los panaderos» (Jer 37.21). Saulo de Tarso recobró su vista y conoció el evangelio en la casa de ANANÍAS, en la «calle Derecha» de Damasco (Hch 9.11).

CAM

(CALIENTE).

Nombre de una persona y dos lugares del Antiguo Testamento.

  1. Segundo hijo de Noé (Gn 6.10) y uno de los cuatro hombres salvados del diluvio. Tuvo cuatro hijos: Cus, Mizraim, Fut y Canaán (Gn 10.6), quienes fueron padres de diferentes razas como los etíopes, los fenicios y los acadios. Las diferencias lingüísticas tan notables entre dichas razas parecen ser consecuencia de las invasiones, conquistas y reconquistas, como en el caso de los judíos

Algún tiempo después del diluvio, Noé se embriagó (Gn 9.20–25) y se durmió desnudo en su tienda. Parece que Canaán, su nieto e hijo de Cam, juntamente con Cam, de alguna manera abusaron de Noé lascivamente (cf. Lv 20.17), y por lo tanto Canaán fue objeto de la maldición de su abuelo. Proféticamente Noé previó la degradación de la nación que descendería de su nieto y que habría de ser piedra de tropiezo para Israel (Jos 23.13).

  1. Lugar de Transjordania y pueblo de los gigantes zuzitas. No se ha precisado el lugar exacto (Gn 5).
  2. Otro nombre para Egipto, usado en poesía (Sal 78.51; 105.23; 22).

CAMA

Mueble para dormir o descansar, del cual se mencionan muchos tipos en la Biblia. El profeta Amós nos dice que en su tiempo existían camas de marfil (6.4), mientras el libro de Proverbios nos dice que las había adornadas con elegantes colchas y perfumadas con mirra, áloes y canela (7.16s, BJ). También las había con finas almohadas (1 S 19.13, 16). Las camas de los pobres consistían en simples esteras y frazadas (Éx 22.26, 27; Dt 24.13), que se podían llevar con facilidad de un lado a otro (Lc 5.25; Jn 5.8).

En Gn 49.4 y Heb 13.4 se alude al lecho conyugal y se condenan las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

CAMALEÓN

Saurio que se incluye entre los animales inmundos (Lv 11.30). Su cuerpo mide unos 15 cm. Cada pata tiene cinco dedos, dos de ellos son pulgares al frente de los otros tres. Sus ojos se mueven hacia atrás o hacia adelante, independientes el uno del otro. Se alimenta de insectos que atrapa lanzando sobre ellos como dardo su lengua larga y viscosa. Tiene la facultad de inflarse de aire cuando quiere, y cambia así su color natural, gris, a verde, púrpura y aun negro cuando se encoleriza.

CAMARERO

Ver. EUNUCO.

CAMBISTAS

En las tres narraciones referentes a las dos limpiezas del templo que el Señor hizo (Mt 21.12; Mc 11.15; Jn 2.15), los banqueros o los «hombres de la mesa» de Mt 25.27 (BANCO) se llamaban kollybistai con relación directa al cambio de dinero. Los cambistas trabajaban en mesas sencillas y fueron estas las que el Señor trastornó. Puesto que la tarifa del santuario (Éx 30.11–16) era un tercio de siclo (Neh 10.32) o el semisiclo, los peregrinos que traían monedas griegas o romanas se veían obligados a cambiarlas.

CAMELLO

Mamífero rumiante muy apreciado como animal de silla y de carga en las regiones desérticas del Oriente. Se le llama «el buque del desierto». Mide casi 2 m de altura. Es extraordinariamente vigoroso y resistente para el trabajo. En la planta de las patas posee una almohadilla ligeramente convexa, que envuelve y mantiene unidos los dedos, cubierta por una suela flexible que impiden que se hunda en la arena y le permiten pisar con firmeza en toda clase de terreno.

Hay dos clases de camellos:

  1. el dromedario, de Arabia, al que más comúnmente se hace referencia en las Escrituras y que no tiene más que una giba en la espalda;
  2. el bactriano o común, que se halla en el Asia central, tiene dos gibas y tal vez los escritores bíblicos no lo conocieron.

Cuando los camellos están bien alimentados, las gibas crecen por la grasa que se acumula allí, pero esta se va absorbiendo poco a poco cuando comen mal y trabajan mucho. De ese modo suplen la falta de alimento. El dromedario (Is 60.6; Jer 2.23) es de una familia más veloz y liviana que lo distingue del camello común. El camello cargado camina de 13 a 15 km por hora y puede mantener ese paso 18 horas al día.

El camello se arrodilla para recibir la carga que puede variar entre 240 y 500 kilos. Su alimento son hojas ásperas, retoños de árboles y cardos silvestres. Es un rumiante como la oveja o la vaca. Su estómago posee tres compartimentos. Los primeros dos poseen bolsas membranosas para contener una provisión suplementaria de líquido, por lo que puede pasar mucho tiempo sin beber. Ningún otro animal puede soportar los severos y continuos trabajos del camello, el mal trato que se le da y el alimento tan escaso y ordinario. Desde los comienzos de la historia, grandes caravanas de camellos han atravesado año tras año los largos desiertos ardientes (Gn 37.25).

La leche de camella siempre fue un alimento importante para los árabes y en la actualidad muy apreciada como bebida fresca y saludable. Ningún animal es más útil a los árabes, no solo vivo, sino aun después de muerto. Su carne es comestible, aunque no buena. De su pelo se fabrican alfombras, telas para tiendas, sacos para el grano y paño para vestimentas sencillas. Su estiércol, secado al sol, sirve de combustible.

La riqueza material del hombre se medía por el número de camellos que poseía. Job tenía 3.000. Los de los madianitas eran como la arena del mar (Jue 7.12; 1 Cr 5.21; Job 1.3). Rebeca viajó a la casa de Isaac en camello (Gn 24.61); la reina de Sabá trajo a Salomón camellos cargados de regalos espléndidos (1 R 10.2), como lo hizo Hazael a Eliseo (2 R 8.9). Los cusitas etíopes tenían camellos en abundancia (2 Cr 14.15) y los utilizaban incluso en la guerra (1 S 30.17). Los israelitas usaron muy poco los camellos después del tiempo de los patriarcas.

Hay tres referencias al camello en el Nuevo Testamento:

  • el vestido de Juan el Bautista (Mt 3.4; Mc 6);
  • las palabras de Jesús: «Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Mt 19.24; Mc 10.25; Lc 25);
  • el proverbio aplicado a los fariseos: «¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!» (Mt 24).

CAMINO

Tierra hollada o arreglada de tal manera que es posible andar por ella hasta un destino. Debido a esto último, «camino» encierra la idea de movimiento progresivo, como se ve en el sentido figurado que a menudo se le da en la Biblia.

Dios tiene sus propios caminos (Hch 13.10; Ro 11.33; Ap 15.3), todos los caminos de la humanidad están en sus manos (Job 31.4; Jer 10.23; Dn 5.23) y conoce los caminos del hombre (Job 23.10; Pr 5.21; Jer 16.17; 17.10). Asimismo, Dios ordena los caminos de los  hombres según su voluntad para ellos (Éx 33.13; Sal 37.5; 107.7; Is 26.7; Jer 32.39).

El hombre, por su parte, es propenso a apartarse de los caminos que Dios les señala (Job 21.14; Sal 18.21s; Pr 2.13s; Mal 2.9). Dios castiga a los que se apartan (Jer 5.4s; Ez 7.8), y exhorta al hombre a volver a los caminos que Él trazó (Is 55.7ss; Jon 3.8; Zac 1.4).

En la Biblia a menudo se contrasta el camino bueno con el malo, como en Sal 1.6; Pr 4.18s; Mt 7.13s; etc. (cf. Dt 11.26ss). Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida» (Jn 14.6). Estos tres elementos constituyen el andar cristiano totalmente inspirado y guiado por Cristo (Ro 6.4; 3 Jn 3, 4; Heb 10.19–22). «Camino» fue el primer nombre que la comunidad cristiana usó para identificar su movimiento (Hch 9.2; 19.9, 23; cf. Is 40.3).

CAMINO DE UN DÍA DE REPOSO

Dios ordenó a los judíos que en SÁBADO nadie saliera de su lugar (Éx 16.29). Sin embargo, la exégesis rabínica estableció que en el día de reposo se podía caminar 2.000 codos, quizás basándose en Nm 35.5. Esta frase se menciona únicamente en Hechos 1.12 (cf. Mt 24.20) y se refiere a una distancia limitada, poco más de un kilómetro.

CAMPAMENTO

Término militar (nótese el uso de «acampar» en 1 S 13.16; 2 Cr 32.1). La raíz del vocablo hebreo significa «curvar», porque los campamentos antiguos solían organizarse en forma circular, para la defensa de animales, mujeres, etc. En Sal 34.7 se encuentra este concepto en relación con el ángel de Jehová, que «acampa alrededor de los que le temen».

Según Números 2, el campamento de Israel en el desierto se organizaba alrededor del tabernáculo. Las tribus se ordenaban junto a una de cuatro banderas y las familias de Leví formaban el círculo interior. Aunque esta forma de acampar parezca destinada a defender el tabernáculo, el Antiguo Testamento aclara que, en realidad, era la presencia de Jehová en el tabernáculo lo que defendía al campamento (Dt 23.14; Éx 33.2).

En Heb 13.13 y Ap 20.9 el término «campamento» se emplea en sentido figurado. El primer texto alude a Jerusalén que en la época de Jesucristo era para los judíos lo que el campamento fue en el desierto. A Jesús lo crucificaron fuera de este campamento. En Ap 20.9 define místicamente al conjunto de los santos cristianos, el nuevo Israel.

CAMPANILLAS

Adornos que se hallaban, alternados con granadas, en la orla de la toga del sumo sacerdote (Éx 28.33, 34; 39.25, 26). Sonaban cuando este entraba al santuario del tabernáculo y servían para llamar la atención tanto del sumo sacerdote como del pueblo que debía poner todo su corazón y alma en el culto rendido a Dios. Además, protegían al sacerdote de la muerte (Éx 28.35). Solo en Zac 14.20 se halla otra mención de las campanillas. Aquí se dice que formaban parte de las monturas de los caballos.

CAMPO, CAMPESINO

El libro de Rut ilustra la sociedad campesina veterotestamentaria. El relato se presenta durante la cosecha de cebada y trigo, y gira alrededor de los campos de cultivo. Rut, como campesina pobre, ejerce su derecho de espigar detrás de los cosechadores. El papel de la familia como base social es evidente.

Cuando Booz y Rut se casan, se confirma ante los ancianos y una asamblea popular frente a la puerta de la aldea. Familia, aldea y campo son las presuposiciones sociales de la narración.

A menudo, los protagonistas sociales de la Biblia son campesinos. Los profetas Miqueas, Amós e Isaías eran campesinos. El movimiento de Jesús surgió entre campesinos, y muchas de las enseñanzas y ejemplos de Jesús reflejan este medio rural. Jesús mismo provenía de Galilea, una región dominada por el campesinado.

CANÁ

(CASA DE CAÑAS).

Nombre de ciudad y arroyo.

  1. Arroyo que formaba parte de la frontera entre Efraín y Manasés (Jos 16.8; 17.9). Quizás sea el moderno Wadi-Qana.
  2. Ciudad en la parte nordeste de Aser (Jos 19.24, 28). Tal vez sea la moderna Qana, 10 km al sudeste de Tiro. Existen ruinas antiguas 1, 5 km al norte. No se debe confundir con Caná del Nuevo Testamento.

CANÁ DE GALILEA

(EN HEBREO, CAÑA, CAÑAVERAL).

Aldea mencionada solo en el Evangelio de Juan. Fue la aldea natal de → NATANAEL (21.2). Jesús realizó allí su primer milagro al convertir el agua en vino (2.1–11) y sanó al hijo de un dignatario (4.46–54).

Al norte de Nazaret hay dos lugares que se disputan ser el sitio de Caná:

  1. Khirbet Kana, 14 km al norte, que los árabes todavía llaman Caná de Galilea;
  2. Kafr-Kanna, 6 km al nordeste de Nazaret, en el camino a Tiberias, que tiene el apoyo de la antigua tradición eclesiástica.

CANAÁN, CANANEOS

Canaán fue hijo de Cam y nieto de Noé. De acuerdo al testimonio bíblico, Noé maldijo a Canaán, quizás porque junto a su padre vio la desnudez de su abuelo (Gn 9.18, 22–27; CAM).

Más tarde Canaán se identifica en la lista de las naciones (Gn 10.15–19) y sus descendientes (cananeos) se relacionan con once grupos o pueblos que históricamente habitaban en Fenicia y Siria Palestina.

NOMBRE

Los términos Canaán y cananeo parecen abarcar una designación egipcia que identificaba tanto a los habitantes como al país ubicado en la región oeste de Palestina a partir de ca. 2000 a.C. Tal designación quizás se fundamentaba en cómo dichos habitantes se autoidentificaban. Se piensa que kina’nu significa «mercaderes» o «comerciantes» (Os 12.7; Sof 1.11; cf. Is 23.11), aunque tradicionalmente el vocablo se ha relacionado con «tinte color púrpura», en clara alusión al principal producto comercial de la comunidad. Se ha sugerido también que el nombre Canaán puede significar «bajo» o «plano», en relación a la costa mediterránea al norte del territorio filisteo. De acuerdo a fuentes griegas y fenicias, los habitantes de Fenicia se identificaban como cananeos.

En la Biblia se indica que Canaán es el país al que emigraron los patriarcas y los israelitas. Y en la actualidad la región incluye parte del territorio de Israel y Líbano.

GEOGRAFÍA

En la Biblia, como también en fuentes extra bíblicas, se identifican al menos dos extensiones geográficas relacionadas con el término. En primer lugar se alude al territorio y a la franja costera que va desde Siria a Palestina, y sobre todo a Fenicia. Los cananeos, según algunos textos de la Escritura (Gn 10.15–19; Nm 19.29; Jos 5.1; 11.3; Jue 1.27–37), ocupaban la región costera, los valles y las llanuras del oeste palestino y el valle del Jordán (los amorreos habitaban en las alturas).

La misma designación puede abarcar, por relación o extensión, la región interior de Palestina y Siria. De ahí que en Gn 10.15–19 se incluye en la lista también al heteo, al jebuseo, al amorreo, al heveo y al gergeseo, y se indica que las familias de los cananeos se dispersaron (v. 18). Esta región, que abarca la costa mediterránea desde Sidón hasta Gaza, en el interior incluye ciudades a la orilla del mar Muerto (p. ej., SODOMA Y GOMORRA), y llega al norte hasta Lasa, de ubicación precisa incierta.

Los puertos más importantes de Canaán eran Tiro, Sidón, Beritus (actual Beirut) y Gebal (conocida en griego como Biblos). Estos centros de comercio internacional estaban ubicados en el actual Líbano. Los barcos de estas regiones transportaban madera de cedro, aceite, vino y tinte púrpura. Llegaban a Canaán barcos con lino de Egipto y artesanía griega, y Biblos era un importante centro de exportación de papiro. En la época de Salomón, la artesanía cananea y fenicia tenía tanta fama que del Líbano se envió madera para la construcción del templo de Jerusalén, y desde Tiro colaboraron en las obras de construcción (1 R 5; 7.13–47).

CANANEOS Y AMORREOS

Aunque en la Escritura los AMORREOS habitan en las montañas (Nm 13.29; Jos 5.1; 11.3), en su uso más amplio se confunden con los cananeos. Los amorreos se incluyen en la designación de cananeos (Gn 10.15–16); cuando se indica que Israel conquistó Canaán, posteriormente se alude a la tierra de los amorreos (Jos 24.15, 18); Abraham, al llegar a Canaán, no ocupa la tierra prometida porque la maldad de los «amorreos» no había llegado al colmo (Gn 15.16); y Siquem, que es una ciudad de Canaán (Gn 12.5–6; 34.2, 30), también se conoce como amorrea (Gn 48.22).

Esa confusión semántica quizás se deba a que ambos términos provienen de la identificación que hacen de ellos los grupos externos (p. ej., egipcios e israelitas). Pero aunque son vecinos, sin duda son nacionalidades independientes.

HISTORIA

La presencia en Palestina de un pueblo de habla semítica en el tercer milenio a.C. la han corroborado varios descubrimientos arqueológicos. Se ha comprobado que los cananeos estaban ya establecidos en Palestina a lo menos por el año 2000 a.C. También los amorreos estaban bien arraigados en Siria Palestina; y en Ebla, al norte de Siria, ya se manifestaba un elemento semita para el 2300 a.C. En aquellos tiempos, Canaán estaba dividido en una serie de ciudades estatales y formaba parte del Imperio Babilónico bajo la dinastía de Ur. La teología y los dioses procedían de Babilonia. Como en todo el imperio, el famoso Código HAMMURABI estaba en vigencia en Canaán.

Cuando el dominio de los babilonios, aunque no su influencia, llegó a su fin en Palestina, los heteos dominaron en el norte y en el sur los egipcios. Los reyes hicsos de EGIPTO unieron Canaán con el Delta. No cabe duda que fue un rey hicso el que favoreció a José y a su familia.

Luego los egipcios derrotaron a los hicsos, quienes eran extranjeros en la tierra de los faraones, y recuperaron el dominio de Canaán: «Se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José» (Éx 1.8).

En el tiempo de la invasión israelita bajo Josué (ca. 1230–1220 a.C.), el poderío egipcio casi había desaparecido en Canaán. Existían muchos conflictos entre los pequeños reinos y principados de las ciudades estatales, pero los faraones permanecían indiferentes; al parecer solo se interesaban en los tributos que recibían de Canaán. Los cananeos se hallaban debilitados por sus disensiones, los impuestos y por el sistema feudal que Egipto había propiciado.

Los primeros doce capítulos del libro de Josué narran la conquista de Canaán por Israel, y en los capítulos 13–22 se describe la distribución de la tierra entre las doce tribus.

Cerca del año 1200 a.C., quizás después que los hebreos conquistaron a Canaán, varios grupos conocidos como «los pueblos del mar» invadieron y arrasaron la costa del Mediterráneo, infundiendo terror hasta las mismas fronteras de Egipto. Uno de esos grupos, los filisteos, se asentaron en la región costera al sur de Canaán.

CULTURA Y ORGANIZACIÓN SOCIAL

Los cananeos se organizaban en ciudades estatales que tenían el carácter de pequeñas monarquías. Cuando los israelitas invadieron Canaán, la tierra estaba dividida de esta manera (Jos 10.1–5; 11.1–3). El rey tenía el privilegio de establecer impuestos, reclutar el ejército y supervisar el comercio y la religión (cf. 1 S 8); la reina cumplía responsabilidades de importancia; y en los estados más desarrollados la corte se organizaba de forma fastuosa. La unidad básica de la sociedad cananea era la familia, como lo indica la literatura de la época, sobre todo la proveniente de Ugarit. Además, tenían gremios o corporaciones para agricultores, ganaderos, artesanos, comerciantes y artistas. Los sacerdotes y el personal ocupado de los quehaceres del culto también estaban organizados. Y los guerreros pertenecían a varios tipos de grupos militares. Parece, además, que existía una profunda división de clases,  incluyendo los patricios o clase alta, la clase baja y los siervos, quienes disfrutaban de relativa libertad.

IDIOMA

La lengua de los cananeos pertenece a la familia de idiomas semíticos. La expresión «la lengua de Canaán» (Is 19.18) se refiere especialmente al hebreo, pero incluye las lenguas semíticas occidentales. Entre los eruditos se usa a veces el término «cananeo» para designar el grupo de lenguas semíticas formado por el cananeo antiguo (representado en las tablillas del Tell el-Amarna), el hebreo, el fenicio, el púnico y el moabítico (EBDM II, pp. 87–88). «La definición de lo que es o no es “cananeo” se presta a mucha controversia. Dentro del grupo general de los idiomas semíticos del nordeste, el hebreo bíblico (cf. Is 19.18) y las glosas y términos semíticos occidentales de las tablillas de el-Amarna, pueden catalogarse como “sudcananeos” juntamente con el moabítico y el fenicio» (NBD, p. 184).

LITERATURA

El estudio de la literatura de Canaán se fundamenta básicamente en los descubrimientos de Ugarit. Este material incluye, entre otros documentos, la epopeya de Baal (escrita ca. 2000 a.C.), la leyenda de Aqhat (ca. 1800 a.C.) y el relato del rey Keret (del siglo XVI a.C.). La poesía que manifiestan estas obras puede relacionarse con la literatura bíblica en lo que respecta al vocabulario y los giros del lenguaje.

Es posible que en los tiempos de Hammurabi se introdujese en Canaán el sistema de escritura cuneiforme, juntamente con el idioma y la literatura de los babilonios.

ARTE

Los hallazgos arqueológicos muestran que los cananeos avanzaron en el cultivo de las artes, sobre todo en la escultura y la orfebrería. Trabajaban también con esmero la madera y fabricaban telas preciosas.

COMERCIO

La situación geográfica de Canaán fue siempre sumamente estratégica. Allí coincidían las rutas más importantes del comercio mundial de la época. La flota mercante de los fenicios se hallaba muy activa en el negocio de la púrpura. Las ciudades del interior tenían como patrimonio no solo la agricultura y la ganadería sino también el comercio. Concurrían allí las caravanas de Asia Menor, Babilonia y Egipto para el intercambio de una gran variedad de productos industriales y agrícolas. A los israelitas recién salidos del desierto la vida de los cananeos debe haberles parecido en extremo lujosa.

RELIGIÓN

La obra de Filón de Biblos, erudito fenicio que vivió a finales del primer siglo d.C. y la literatura épico-religiosa descubierta en Ras Samra (antigua ciudad de Ugarit) durante los años 1929–1937, arrojan mucha luz sobre la religión de los cananeos, quienes eran decididamente politeístas. Entre sus dioses sobresalen los siguientes: El (el Poderoso) era la deidad suprema. Era un dios tirano, cruel, sanguinario y lujurioso, que echó del trono a su padre y asesinó a su hijo favorito y a su hija. Tenía tres de sus hermanas como esposas. Para los cananeos El era el

«Padre de los hombres» y lo representaban como «el Padre Toro». Es decir, el progenitor de los dioses.

El hijo y sucesor de El era BAAL (señor), el dios de la lluvia, la tempestad y la fertilidad. Anat, hermana y esposa de Baal, forma junto a ASTORET y ASERA la trilogía de diosas cananeas que ilustran la gran depravación del culto cananeo. Eran las diosas de la guerra y la actividad sexual. Anat, a quien se le llamaba «Virgen» y «Santa», era en realidad una prostituta del panteón cananeo. Astoret, la diosa de la estrella vespertina, no siempre se distingue de Anat. Era tanto una diosa madre como una prostituta. Asera, esposa de El, según la mitología de Ugarit, era la diosa principal de Tiro en el siglo XV a.C., bajo el nombre de «Santidad». Se le nombra al lado de Baal en el Antiguo Testamento, donde el término «Asera» significa principalmente la imagen de esta diosa (1 R 15.13; 18.19; 2 R 21.7; 23.4).

En los cultos cananeos se sacrificaban animales a los dioses (carneros, corderos y palomas). Aunque hay indicios de sacrificios humanos en el culto cananeo del segundo milenio a.C., esta práctica no se ha podido corroborar arqueológicamente. De acuerdo a los textos ugaríticos y a la literatura egipcia de origen o inspiración semítica, la religión cananea apelaba a lo bestial y material de la naturaleza humana. Esos cultos incluían actividades sexuales, en las cuales participaba personal femenino del templo especialmente separado para tal oficio.

El politeísmo cananeo, que era de lo más degradado, corrompió moralmente al pueblo. En el culto de sus dioses, hombres y mujeres se prostituían a su antojo. Se ha dicho que en aquellos tiempos no había en el Medio Oriente una religión tan degenerada como la de Canaán. Según Lv 18.25, la tierra estaba contaminada por las abominaciones practicadas por los cananeos, a quienes la tierra tuvo que vomitar (Lv 20.22).

EXTERMINIO

Jehová ordenó a Israel que exterminase a los cananeos (Éx 23.31–33; 34.11–17; Dt 7.2–4; 9.3). Hay algunos que califican de injusto este mandato y afirman que no se halla en armonía con el carácter de Dios, quien es «lento para la ira y grande en misericordia».

Una buena respuesta a esta objeción se halla en la justicia de Dios y en la naturaleza de la religión cananea. El propósito divino en la destrucción de los cananeos era en primer lugar punitivo (Gn 15.16; Lv 18.25). Dios es también justo y sabe dar su paga a los que hacen mal. Castigó a los antediluvianos (Gn 6) y a los habitantes de Sodoma y Gomorra (Gn 19) mediante fuerzas naturales. ¿Por qué no habría de destruir a los cananeos a través del pueblo de Israel? No es tampoco la única vez que Él se vale de una nación para castigar a otra. Lo hace también cuando trae a los asirios para maldición del reino del norte en Palestina y a los babilonios para ejecutar juicio sobre Judá. Además, el propósito de Dios al destruir a los cananeos era preventivo (Éx 23.31–33; 34.12–16; Dt 7.2–4).

No quiere que su pueblo se contamine con las maldades de Canaán. Los cananeos estaban tan corrompidos, que aun su existencia era incompatible con la conservación de Israel en pureza y verdad, necesarias para el cumplimiento de su misión universal de bendición (Gn 12.1–3).

Los israelitas no cumplieron cabalmente la orden divina y su desobediencia les trajo muchos males. El libro de Jueces menciona los continuos fracasos de Israel. Judá no pudo arrojar a los que habitaban en los llanos (1.19). «Mas el jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín» (1.21). Tampoco Manasés (1.27), Efraín (1.29), Zabulón (1.30), Aser (1.31), Neftalí (1.33) ni Dan (1.34 tuvieron completo éxito en la empresa de desarraigar a sus enemigos. El cananeo «persistía en habitar aquella tierra» (Jue 1.27) y fue azote y tropezadero para los hijos de Israel (Jue 2.1–3).

CANCILLER

Uno de los altos oficiales en la corte de David (1 Cr 18.15) y Salomón (1 R 4.3), y más tarde  de los reyes de Judá (2 R 18.18, 37; cf. 2 Cr 34.8; Is 36.3, 22).

Aunque según parece canciller era sinónimo de «cronista» (2 S 8.16), pero el canciller no era un simple cronista; era ejecutivo y consejero del rey. Tal vez arreglaba las ceremonias y audiencias del palacio, le presentaba al rey los asuntos del día y proclamaba las decisiones al pueblo.

CANDACE

(TRANSCRIPCIÓN DEL VOCABLO MEROÍTA KA(N) TAKE).

Título o nombre dinástico que llevaban las reinas de Meroe, un reino en el sur de Nubia (en aquel entonces Etiopía, hoy Sudán). Hechos 8.27 indica que el eunuco bautizado por FELIPE era el principal tesorero de una de estas reinas.

CANDELA

Ver. LÁMPARA.

CANDELERO

Portalámparas o soporte sobre el cual se colocaba la LÁMPARA para una mejor iluminación (Mt 5.15 y; cf. 2 R 4.10).

En lenguaje simbólico, la visión de Zac 4.1–12 describe un candelero (en RV, candelabro) que incluye un depósito central para aceite. De esta copa salen siete tubos para alimentar siete lamparillas, colocadas al parecer en el borde de la copa.

Sin embargo, el candelero clásico (candelabro en Heb 9.2, RV) es el de siete brazos (en hebreo, menorá) que aparece en el santuario del tabernáculo (Éx 25.31–40; 27.20s; 37.17–24; Lv 24.3s). Se hacía de oro, tenía base y tallo, y de este salían simétricos tres brazos a cada lado, que con el del centro formaban los siete. Cada brazo constaba de tres cálices a modo de flor de almendro, con sus globos y lirios. Remataban los siete brazos en siete lámparas que debían arder día y noche.

De manera similar, había en el santuario del templo de Salomón diez candeleros a lo largo de ambas paredes (1 R 7.49; 2 Cr 4.7). En 586 a.C. los robaron y llevaron a Babilonia (Jer 52.4).

El candelero del templo de Zorobabel también lo robó y mutiló ANTÍOCO Epífanes (175–164 a.C.), aunque Judas Macabeo pronto mandó a fabricar uno nuevo (1 Mac 4.49), que en el templo de Herodes se sustituyó por otro mayor. Es este el que los romanos llevaron a Roma como parte del botín de Jerusalén (70 d.C.) y lo reprodujeron en el arco de Tito.

Las siete iglesias y los dos testigos de Apocalipsis se simbolizan con candeleros (1.12s, 20; 2.1, 5; 11.4).

CANELA

Parte interior de la corteza de un árbol de rico aroma. Originario de Ceilán y Malasia, se utilizaba en la preparación del aceite de la unción (Éx 30.22–25) y para perfumar los lechos (Pr 7.17). En Cnt 4.14 se compara a la esposa con la canela. En Ap 18.13 la canela figura entre las valiosas mercancías que exportaba Babilonia.

CANON

El término griego kanon es de origen semítico y su sentido inicial fue el de «caña». Más tarde la palabra tomó el significado de «vara larga» o listón para tomar medidas utilizado por albañiles y carpinteros. El hebreo kaneh tiene ese significado (Ez 40.3, 5). El latín y el castellano transcribieron el vocablo griego en «canon». La expresión, además, adquirió un significado metafórico: se utilizó para identificar las normas o patrones que sirven para regular y medir.

En la tradición judeocristiana el canon tiene un propósito triple. En primer lugar identifica y conserva la revelación, a fin de evitar que se confunda con las reflexiones posteriores en torno a ella. Tiene el objetivo, además, de impedir que la revelación escrita sufra cambios o alteraciones. Por último, brinda a los creyentes la oportunidad de estudiar la revelación y vivir de acuerdo a sus principios y estipulaciones.

En el siglo IV la palabra «canon» se utilizó para referirse propiamente a las Escrituras. El «canon» de la Biblia es el catálogo de libros que se consideran normativos para los creyentes y que, por lo tanto, pertenecen con todo derecho a las colecciones incluidas en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Con ese significado específico la palabra fue utilizada posiblemente por primera vez por Atanasio, el obispo de Alejandría, en el año 367. A finales del siglo IV esa acepción de la palabra era común tanto en las iglesias del Oriente como en las del Occidente, como puede constatarse en la lectura de las obras de Gregorio, Prisciliano, Rufino, San Agustín y San Jerónimo.

CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO

De acuerdo a los diversos relatos evangélicos, Jesús utilizó las Escrituras hebreas para validar su misión, sus palabras y sus obras (véanse Mc 1.14; Lc 12.32). Los primeros creyentes continuaron esa tradición hermenéutica y utilizaron los textos hebreos, y sobre todo sus traducciones al griego, en sus discusiones teológicas y en el desarrollo de sus doctrinas y enseñanzas. De esa forma la iglesia contó, desde su nacimiento, con una serie de escritos de alto valor religioso.

Los libros de la Biblia hebrea son 24, divididos en tres grandes secciones.

LA PRIMERA SECCIÓN,  conocida  como  Torá  (vocablo  hebreo  que  por  lo  general  se traduce «ley», pero cuyo significado es más bien «instrucción» o «enseñanza») contiene los llamados «cinco libros de Moisés»: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

LA SEGUNDA DIVISIÓN, conocida como Nebiim (profetas), se subdivide, a su vez, en dos grupos: Los profetas anteriores, en los que figuran Josué, Jueces, Reyes y Samuel; y Los profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce.

LA TERCERA SECCIÓN, de la Biblia hebrea se conoce como Ketubim (escritos) e incluye once libros: Salmos, Proverbios y Job; un grupo de cinco libros llamados Megilot (rollos), Cantar de los cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester; y finalmente Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas.

Con las iníciales de Torá, Nebiim y Ketubim se ha formado la palabra hebrea Tanak, que significa «la Biblia».

Los 24 libros de la Biblia hebrea son idénticos a los 39 que se incluyen en el Antiguo Testamento de las Biblias protestantes. Es decir, no contienen los libros deuterocanónicos. La diferencia en número se basa en contar cada uno de los doce profetas menores y en la separación, en dos libros cada uno, de Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías. Al unir el libro de Rut al de Jueces y el de Lamentaciones al de Jeremías, se identifican 22 libros; el 22 corresponde, además, al número de caracteres del alfabeto hebreo.

LA SEPTUAGINTA: EL CANON GRIEGO

Uno de los resultados del cautiverio de Israel en Babilonia fue el desarrollo de comunidades judías en diversas regiones del mundo conocido. En Alejandría, capital del reino de los Tolomeos, el elemento judío en la población de habla griega era considerable; y como Judea formaba parte del reino hasta el año 198 a.C., esa presencia judía aumentó con el paso del tiempo.

Luego de varias generaciones, los judíos de Alejandría adoptaron el griego como su idioma diario, y dejaron el hebreo para cuestiones culticas. Para responder adecuadamente a las necesidades religiosas de la comunidad, pronto se vio la necesidad de traducir las Escrituras hebreas al griego. Al comienzo, posiblemente la lectura de la Torá (que era fundamental en el culto de la sinagoga) se hacía en hebreo, con una posterior traducción oral al griego. Luego los textos se tradujeron de forma escrita. Ese proceso de traducción oral y escrita se llevó a cabo durante los años 250–150 a.C. La Torá (o Pentateuco, como se conoció en griego) fue la primera parte de la Escrituras en traducirse. Más tarde se tradujeron los profetas y el resto de los escritos.

Una leyenda judía, de la cual existen varias versiones, indica que desde Jerusalén se llevaron a setenta o setenta y dos ancianos hasta Alejandría para traducir el texto hebreo al griego. Esa leyenda dio origen al nombre Septuaginta (LXX), con el que casi siempre se identifica y conoce la traducción al griego del Antiguo Testamento.

El orden de los libros en los manuscritos de la Septuaginta difiere del que se presenta en las Escrituras hebreas. Posiblemente ese orden revela la reflexión cristiana en torno al canon.

EN PRIMER LUGAR, como en el canon hebreo, la Septuaginta incluye los cinco libros de Moisés o el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

LA SEGUNDA SECCIÓN presenta los libros históricos: Josué, Jueces, Rut, los cuatro libros de la monarquía (Samuel y Reyes), Paralipómenos (Crónicas), 1 Esdras (una edición griega alterna de 2 Cr 35.1 — Neh 8.13), 2 Esdras (Esdras-Nehemías), Ester, Judit y Tobit. Los libros de Judit y Tobit, y las adiciones griegas al libro de Ester, no aparecen en los manuscritos hebreos.

EN LA TERCERA DIVISIÓN se encuentran los libros poéticos y sapienciales: Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los cantares, Job, Sabiduría y Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sira). De este grupo, Sabiduría (escrito originalmente en griego) y Eclesiástico (escrito en hebreo) no se encuentran en el canon hebreo. El libro de los Salmos contiene uno adicional que no aparece en el canon hebreo: el 151, del cual existen copias tanto en griego como en hebreo.

La sección final de la Septuaginta incluye los libros proféticos: Isaías, Jeremías y Lamentaciones, junto a Baruc y la Carta de Jeremías, que no aparecen en el orden del canon hebreo; Ezequiel; y el libro de Daniel, con varias adiciones griegas: la historia de Susana, el relato de Bel y el Dragón y una oración de confesión y alabanza de 68 versículos entre los vv. 23–24 del tercer capítulo.

Los libros de los Macabeos (que pueden llegar hasta a cuatro en diversos manuscritos y versiones) se incluyen, como una especie de apéndice, al final de la Septuaginta.

En torno a los libros y adiciones que se encuentran en la Septuaginta, y no aparecen en las Escrituras hebreas, la nomenclatura y el uso lingüístico en diversos círculos cristianos no es uniforme. La mayoría de los protestantes identifican esa sección de la Septuaginta como «apócrifos». La iglesia católica los conoce como «deuterocanónicos».

«Apócrifos», para la comunidad católica, son los libros que no se incluyeron ni en el canon hebreo ni en el griego. Los protestantes identifican los libros que no se incorporaron en ninguno de los cánones como seudoepígrafos.

Los libros deuterocanónicos o apócrifos son los siguientes: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sira), Baruc, 1 y 2 Macabeos, Daniel 3.24–90; 13; 14 y Ester 10.4–16, 24. La mayoría de estos textos se conservan solo en manuscritos griegos.

Como ya dijimos, la Septuaginta hizo posible que los judíos grecoparlantes (en la diáspora y también en Palestina) tuvieran acceso a los textos sagrados de sus antepasados en el idioma que podían entender. Además, el texto griego dio la oportunidad a grupos gentiles de estudiar las Escrituras hebreas (Hch 8.26–40).

La iglesia cristiana se benefició sustancialmente de la traducción de la Septuaginta: la utilizó como su libro santo y le llamó «Antiguo Testamento». El texto en griego dio la oportunidad a los cristianos de relacionar el mensaje de Jesús con pasajes de importancia mesiánica (Hch 7; 8); les brindó recursos literarios para citar textos del canon hebreo en las discusiones con los judíos (Hch 13.17–37; 17.2–3); y jugó un papel fundamental en la predicación del evangelio a los gentiles (Hch 14.8–18; 17.16–32).

LA IGLESIA Y EL CANON

Una vez finalizado el período del Nuevo Testamento, la iglesia continuó utilizando la Septuaginta en sus homilías, debates y reflexiones teológicas. Una gran parte de los escritores cristianos de la época utilizaban libremente la Septuaginta, y citaban los libros que no se encontraban en el canon hebreo.

La iglesia Occidental, a finales del siglo IV, aceptó un número fijo de libros del Antiguo Testamento, entre los cuales se encuentran algunos deuterocanónicos que aparecen en la Septuaginta. Los teólogos orientales, por su parte, seguían el canon hebreo de las Escrituras. Tanto Orígenes como Atanasio insisten en que se deben aceptar en el canon únicamente los 22 libros del canon judío; y San Jerónimo, con su traducción conocida como «Vulgata Latina», propagó el canon hebreo en la iglesia Occidental.

A través de la historia, la iglesia ha hecho una serie de declaraciones en torno al canon de las Escrituras. Al principio, estas declaraciones se hacían generalmente en forma de decretos disciplinares; posteriormente, en el Concilio de Trento, el tema del canon se abordó de forma directa y dogmática.

El Concilio de Trento se convocó en el año 1545 en el entorno de una serie de controversias con grupos reformados en Europa. Entre los asuntos a considerar se encontraba la relación entre la Escritura y la tradición, y su importancia en la transmisión de la fe cristiana. Se discutió abiertamente la cuestión del canon, y se promulgó un decreto con el catálogo de libros que estaban en el cuerpo de las Escrituras y tenían autoridad dogmática y moral para los fieles. Se declaró el carácter oficial de la Vulgata Latina, y se promulgó la obligación de interpretar las Escrituras de acuerdo a la tradición de la iglesia, no según el juicio de cada persona. Además, el Concilio aceptó con igual autoridad religiosa y moral los libros protocanónicos y deuterocanónicos, según se encontraban en la Vulgata.

Entre los reformadores siempre hubo serias dudas y reservas en torno a los libros deuterocanónicos. Finalmente los rechazaron por las polémicas y encuentros con los católicos. Lutero, en su traducción del 1534, agrupo los libros deuterocanónicos en una sección entre los dos Testamentos, con una nota que indica que son libros «apócrifos». Aunque su lectura es útil y buena, afirmó, no se igualan a las Sagradas Escrituras.

La Biblia de Zurich (1527–29), en la cual participó Zuinglio, relegó los libros deuterocanónicos al último volumen, pues no los consideraba canónicos. La Biblia Olivetana (1534–35), que contiene un prólogo de Juan Calvino, incluyó los deuterocanónicos aparte del resto del canon. La iglesia reformada, en sus confesiones Galicana y Bélgica no incluyó los deuterocanónicos. En las declaraciones luteranas se prestó cada vez menos atención a los libros deuterocanónicos.

En Inglaterra la situación fue similar al resto de la Europa Reformada. La Biblia de Wycliffe (1382) incluyó únicamente el canon hebreo. Y aunque la Biblia de Coverdale (1535) incorpora los deuterocanónicos, en Los treinta y nueve artículos de la iglesia de Inglaterra se dice que esa literatura no debe emplearse para fundamentar ninguna doctrina. La versión King James (1611) imprimió los deuterocanónicos entre los Testamentos.

La traducción al castellano de Casiodoro de Reina (publicada en Basilea en 1569) incluía los libros deuterocanónicos, de acuerdo al orden de la Septuaginta. La posterior revisión de Cipriano de Valera (publicada en Amsterdam en 1602) agrupó los libros deuterocanónicos entre los Testamentos.

La Confesión de Westminster (1647) reaccionó al Concilio de Trento y a las controversias entre católicos y protestantes: afirmó el canon de las Escrituras hebreas. En su declaración en torno al canon, la Confesión indica que los deuterocanónicos (identificados como apócrifos) no son inspirados por Dios, y por lo tanto no forman parte del canon de la Escritura y carecen de autoridad en la Iglesia; indica, además, que pueden leerse únicamente como escritos puramente humanos. De esa forma se definió claramente el canon entre las comunidades cristianas que aceptaban la Confesión de Westminster.

El problema de la aceptación de los apócrifos o deuterocanónicos entre las comunidades cristianas, luego de la Reforma, se atendió básicamente de tres maneras:

  1. Los deuterocanónicos se mantenían en la Biblia, pero separados (alguna nota indicaba que estos libros no tenían la misma autoridad que el resto de las Escrituras).
  2. De acuerdo al Concilio de Trento, tanto los deuterocanónicos como los protocanónicos se aceptaban en la Biblia con la misma
  3. Basados en la Confesión de Westminster, se aceptaba la autoridad y se incluía en las ediciones de la Biblia únicamente el canon

Luego de muchas discusiones teológicas y administrativas, la British and Foreign Bible Society decidió, en 1826, publicar Biblias únicamente con el canon hebreo del Antiguo Testamento. La Biblia Reina-Valera se publicó por primera vez sin los deuterocanónicos en 1850.

En torno a los apócrifos o deuterocanónicos, las iglesias cristianas han superado muchas de las dificultades que les separaban por siglos. Ya la polémica y la hostilidad han cedido el paso al diálogo y la cooperación interconfesional. En la actualidad grupos católicos y protestantes trabajan juntos para traducir y publicar Biblias. Esta literatura, lejos de ser un obstáculo para el diálogo y la cooperación entre creyentes, es un recurso importante para estudiar la historia, las costumbres y las ideas religiosas del período que precedió el ministerio de Jesús de Nazaret y la actividad apostólica de los primeros cristianos.

CANON DEL NUEVO TESTAMENTO

Para el exégeta bíblico, no solo es importante establecer cuál es el texto más original de la Escritura y analizar la historia interna de los diversos libros, sino también trazar los límites de la Palabra escrita, reconociendo por qué hay diferencia entre la INSPIRACIÓN de los libros canónicos y la de los demás (CANON). Aunque para hacer tal estudio es necesario valerse de inferencias en ciertas épocas, cuando el conocimiento de los datos es escaso, los rasgos generales del establecimiento del canon son claramente discernibles.

EL PERÍODO APOSTÓLICO

Jesús y los primeros cristianos no carecían de Escrituras; contaban con el Antiguo Testamento (Mc 12.24) y citaron de las tres divisiones reconocidas por el judaísmo (p. ej., Lc 24.44).

Convencida de la autoridad absoluta de Jesucristo y del Espíritu que Él envió, la Iglesia vio «cristianamente» las antiguas Escrituras; pues al lado del Antiguo Testamento apareció una norma superior. Para Pablo (1 Co 9.9, 13s; 11.23ss; 1 Ts 4.15), un dicho del Señor Jesús decidía tan categóricamente como una cita escritural toda cuestión de doctrina o ética. Desde luego, estas palabras del Señor no eran citas de ningún documento, puesto que los Evangelios aún no se habían escrito.

Al mismo tiempo, se desarrolló una nueva manifestación de autoridad. Pablo, al verse obligado a decidir sobre algún asunto, apeló a su calidad de comisionado por Jesucristo, poseedor del Espíritu divino (1 Co 7.25, 40; Gl 1.1, 7ss), y en esto no difirió de otros doctores apostólicos (Heb 13.18s; 3 Jn 5–10, 12; Ap 1.1–3). Esta autoridad fue viviente, actualizada en el mensaje, y no una garantía de status canónico para sus escritos. Pablo esperaba que sus cartas se leyeran en voz alta en las iglesias (p. ej., 1 Ts 5.26s), lo cual no implicaba que estos escritos (cf. Heb 11.32; 1 P 5.14) se colocaran al mismo nivel del Antiguo Testamento (aun Ap 22.18s no contradice esta regla).

Aunque la interpretación de 2 P 3.16 es discutida, el texto no parece enseñar que a las epístolas paulinas se les atribuye igual valor que a las Escrituras veterotestamentarias. En cuanto a la colección del corpus paulino, es probable que se llevara a cabo ca. 80–85 d.C. en Asia Menor, y que de una vez gozara de gran prestigio. (Misteriosamente este prestigio menguó en el siglo II.) No obstante, a fines del siglo I no existía el concepto de «canon escritural», como si la lista de los libros sagrados estuviera completa.

La existencia de.

  1. una tradición oral y,
  2. Apóstoles, profetas y sus discípulos hacía innecesario tal

LOS PADRES APOSTÓLICOS

A finales del siglo I los primeros autores pos apostólicos equiparaban la autoridad de «las Escrituras» (o Antiguo Testamento) y «los dichos del Señor Jesús», o «las palabras de los santos profetas» y «el mandamiento del Señor transmitido por los apóstoles» (1 Clemente 13.1s; 46.2–3, 7–8.). De igual manera, Ignacio de Antioquía nombró «los profetas [del Antiguo Testamento]» como antídoto contra la herejía, pero sobre todo «el evangelio» (Esmirna 7.2). Con todo, no hicieron referencia a ninguna forma escrita de los dichos de Cristo, y aunque en diferentes partes conocían algún Evangelio, no existía ninguna colección completa de EVANGELIOS.

Hacia 150 d.C., sin embargo, Papías, el autor de 2 Clemente y otros escritores patentizan conocer varios Evangelios, los cuales figuraban, según parece, entre los cuatro incluidos en nuestro canon. Hacia 170, Taciano compuso una narración continua de la vida de Jesús (Diatessaron) en la que utilizó estos cuatro, sin excluir materia apócrifa.

Conscientes de la distancia que los separaba de los tiempos apostólicos, los cristianos se dieron cuenta de la necesidad de definir un segundo canon. Al principio (Justino Mártir, ca. 155, propuso leer los «recuerdos de los apóstoles» en los cultos) este canon constaba solo de Evangelios, pero no tardó en formarse un segundo núcleo (escritos apostólicos).

LA INFLUENCIA DE MARCIÓN

El semignóstico Marción rompió con la iglesia en Roma (ca. 150); repudiaba el Antiguo Testamento con su «Dios vengador de la justicia» y quería sustituirlo por «el Dios de Jesucristo» y un nuevo canon en dos partes: un Evangelio (Lucas, mutilado) y diez cartas paulinas (se excluyeron las pastorales). Esta acción de un hereje aceleró la formación del  canon eclesiástico, ya en marcha. Hacia 160–180 las iglesias corrigieron la lista, añadiéndole los otros tres Evangelios de uso popular, y Hechos y Apocalipsis; así llegaron a trece las cartas paulinas.

DE IRENEO A EUSEBIO

En su Contra las herejías (ca. 185), Ireneo citó como canónicos veintidós escritos del nuestro Nuevo Testamento, más el Pastor de Hermas, pero tenía reservas respecto a Hebreos, 3 Juan, 2 Pedro, Santiago y Judas. Impugna las aparentes revelaciones esotéricas de sus opositores, subrayando la derivación apostólica de las tradiciones eclesiásticas. En África, Tertuliano confirmó casi la misma lista y se empeñó en que se consagrara el canon de los Evangelios aunque no el de las Epístolas; otro tanto hizo al respecto Hipólito de Roma, discípulo de Ireneo. De Roma procedió también el canon del Fragmento Muratoriano (ca. 195), el cual no se limitaba a una simple enumeración de los libros; traía datos sobre el autor y los destinatarios de los libros incluidos y explicaba por qué se rechazaron otros libros (p. ej., las Epístolas de

«Pablo» a los laodiceos y a los alejandrinos). Incluyó, cosa curiosa, la Sabiduría de Salomón y el Apocalipsis de Pedro; este y el Pastor, no obstante, se recomendaba más para la lectura particular que para el culto. De nuestro canon actual solo faltaban Hebreos, 1 y 2 Pedro, Santiago y 3 Juan. El Nuevo Testamento no era todavía una unidad cerrada: en la época de Eusebio (ca. 320) los Padres citaban a veces como Escritura dichos de Jesús no consignados en nuestros Evangelios, Evangelios no canónicos (p. ej., De los hebreos), la Epístola de Bernabé, 1 Clemente, la Didajé, los Hechos de Pablo, el Pastor y el Apocalipsis de Pedro.

LA FIJACIÓN DEL CANON

Con la creciente divulgación de los diferentes escritos, y con más tiempo para conocer a fondo su valor relativo, tanto el ala oriental como la occidental de la cristiandad fijaron el canon que conocemos hoy. En el Oriente, el documento decisivo fue la trigésimo novena Carta pascual de Atanasio (367), con una lista idéntica.

Excepcionalmente, las iglesias de habla siríaca siguieron un proceso más lento para llegar al canon actual.

CONCLUSIÓN

La inclusión en el canon de ciertos documentos solo representó el reconocimiento eclesiástico de una autoridad ya inherente a ellos. En este sentido, la Iglesia no «formó» el canon; lo descubrió. Existieron tres criterios de canonicidad:

  1. Atribución a un apóstol. Hubo excepciones. Por ejemplo, Marcos y Lucas se aceptaron como autores íntimamente asociados con los apóstoles.
  2. Uso eclesiástico, o sea, reconocido por una iglesia prominente o por una mayoría de
  3. Conformidad con las normas de la sana doctrina. Sobre esta base había incertidumbre al principio respecto al cuarto Evangelio, pero luego se aceptó; en cambio, el Evangelio de Pedro, a pesar de su atribución apostólica, Serapión de Antioquía lo rechazó como docético. En el siglo XVI, tanto la iglesia romana como el protestantismo reafirmaron, tras largo debate,

su adherencia a la norma tradicional. Hoy ciertos teólogos liberales de ambas comuniones proponen que se establezca un «canon dentro del canon» y que se vuelva a excluir 2 Pedro, Apocalipsis, etc. El evangélico, sin embargo, al mismo tiempo que da más importancia a los criterios 2) y 3) que al 1), abraza el canon antiguo como la expresión escrita del plan de Dios, autoritativa, suficiente y plenamente inspirada.

CÁNONES JUDÍOS Y CRISTIANOS DE LAS ESCRITURAS BIBLIA HEBREA (BH) SEPTUAGINTA (LXX) VULGATA (VLG)

Torá: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio Nebiim: Profetas Anteriores: Josué, Jueces, Samuel (2), Reyes (2) Posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel

Los doce: (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas Nahúm, Habacuc, Libros históricos: Josué, Jueces, Rut.

Monarquía: Samuel (2), Reyes (2), Paralipómenos (2), Crónicas (2), Esdras (4)

**I, IV Esdras

  • Esdras (=Esdras)
  • Esdras (=Nehemías)

*Ester (con adiciones griegas)

*Judit

Libros históricos: Josué, Jueces, Rut, Samuel (2), Reyes (2), Crónicas (2), Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester

Macabeos (2)

Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías)

*Tobías, Macabeos (4)

*Macabeos (2), III, IV Macabeos Quetubim:

Escritos: Salmos, Job, Proverbios, Rut, Cantar de los cantares, Qohelet (Eclesiastés), Lamentaciones, Ester, Daniel 1–12, Esdras-Nehemías, Crónicas (2)

Libros poéticos:

Salmos

**Odas, Proverbios, Eclesiastés (=Qohelet), Cantar de los cantares, Job

*Sabiduría de Salomón

*Sabiduría de Jesús, ben Sira (=Siracida)

**Salmos de Salomón

Libros poéticos: Job, Salmos, Proverbios

Eclesiastés (=Qohelet), Cantar de los cantares, Sabiduría, Eclesiástico (=Siracida)

*Deuterocanónicos o Apócrifos

**Seudoepigráficos

Libros proféticos: Los doce: (=Oseas, Amós, Miqueas), Isaías Jeremías

*Baruc 1–5

Lamentaciones

Carta de Jeremías (=Baruc 6), Ezequiel

*Susana (= Daniel 13) Daniel 1–12

*Bel y el Dragón (= Daniel 14)

Libros proféticos: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc 1–6, Ezequiel, Daniel 1–14, Los doce: (Oseas, Joel, Amós, etc.)

CANTAR DE LOS CANTARES

(O SEA, LA MEJOR DE LAS CANCIONES).

En Israel, como en otras culturas, el amor erótico inspiró mucha de la mejor poesía. Desde la antigüedad, los judíos han leído Cantares en la Fiesta de la → PASCUA.

AUTOR Y FECHA

Cantares es «de» Salomón según el título (1.1), y el nombre de este rey también aparece en 1.5; 3.7, 9, 11; 8.11, 12; cf. 1 R 4.32. Pero la palabra hebrea traducida «de» también puede significar «para», «a», «en cuanto a», «según la tradición de», «dedicado a», etc. Pocas autoridades modernas sostienen que Salomón sea el autor. La mayoría fecha el libro después del cautiverio, o sea, en el siglo V o IV a.C.

Recientemente se ha sugerido una redacción ulterior de material salomónico ca. 600 a.C. Es difícil reconciliar la unidad de estilo que el mismo libro manifiesta con las diversas fechas que podría sugerir un examen lingüístico. Sin embargo, como ni el tema ni el mensaje se relacionan con ninguna época determinada, la interpretación del libro no exige una ubicación cronológica precisa.

Cantares: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

  1. El comienzo del amor 1—5.1
    1. El enamoramiento 1—3.5
      1. La novia anhela afecto 1–8
      2. Expresiones de amor mutuo 9—2.7
      3. Visita del rey a la casa de la novia 8–17
      4. La novia sueña con la separación 1–5
    2. Unidos en amor 6—5.1
      1. Procesión nupcial 6–11
      2. Se alaba la belleza de la novia 1–15
      3. Se consuma el matrimonio 16—5.1
    3. El amor se extiende 2—8.14
      1. La lucha en el amor 2—7.9
        1. El segundo sueño de separación de la novia 2–8
        2. Se alaba la belleza del novio 9—6.3
        3. Se alaba la belleza de la novia 4—7.9
      2. El crecimiento en el amor 10—8.14
        1. El deseo de la novia de visitar su casa 10—8.4
        2. Viaje y regreso a casa 5–14

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

Cantares se ha interpretado de las más diversas maneras.

INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA

Los rabíes y casi todos los Padres de la iglesia veían en Cantares una alegoría. Para los rabíes, se trataba del amor entre Jehová e Israel; para los Padres representaba el amor entre Cristo y  la Iglesia. Y es innegable que las Escrituras emplean la figura del matrimonio para simbolizar la relación entre Jehová y su pueblo. Sin embargo, este libro carece de carácter alegórico. Además, esta interpretación resulta problemática cuando se examinan los detalles de muchos versículos, pues deja a la imaginación del lector el significado de los pormenores. Los comentarios escritos desde este punto de vista valen poco como interpretación, pero a veces son riquísimos en sugerencias para la aplicación de los textos.

Varios evangélicos del siglo pasado y muchos autores católicos sostienen esta interpretación. Las interpretaciones parabólicas y tipológicas de ciertos evangélicos contemporáneos pueden considerarse como variantes de la interpretación alegórica, puesto que según ellas el mensaje básico del libro es espiritual.

INTERPRETACIÓN LITERAL

Teodoro de Mopsuestia (m. 428 d.C.) interpretó Cantares literalmente como una colección de canciones de amor. Rechazada por herética durante siglos, esta interpretación ha llegado a prevalecer entre los estudios contemporáneos del libro. Antes la interpretación  literal asustaba a muchos, porque no entendían bien la enseñanza bíblica en cuanto a la santidad y la hermosura del amor físico en el matrimonio. Esta incomprensión explica que algunos autores católicos se hayan esforzado por encontrar en Cantares un sentido mariológico.

El lenguaje de Cantares bien puede aludir a ceremonias litúrgicas y a bodas a la manera antigua. Pero tales alusiones no bastan para interpretar todo el libro en función de una liturgia pagana o de costumbres folklóricas sirias en las cuales se festejaba a los nuevos esposos como reyes durante una semana, como alegan algunos eruditos.

Entre los que interpretan Cantares literalmente hay más de una manera de bosquejar el libro.

Algunos ven tres personajes importantes:

  • La Amada,
  • El Amado, Un Pastor, Y
  • Salomón.

Según esta interpretación, Salomón lleva a la Sulamita a su palacio y trata de ganar su amor (1.9–11; 3.6–4.7; 6.4–10; 7.1–9), pero ella solo puede pensar en su verdadero amado (1.2–8) y en su regreso (2.8–3.5; 4.8–5.1); durante la separación sueña con él (5.2–16). La Sulamita se mantiene fiel, la liberan del palacio de Salomón y vuelve al lado de su amado (8.5–14).

La interpretación más aceptada ve solamente dos personajes importantes: Salomón, quien es el amado, y la Sulamita, quien es la amada. Esta se encuentra en el jardín de Salomón y expresa el anhelo y la satisfacción de su amor (1.2–2.7). En el siguiente pasaje (2.8–3.5) se relata una visita del amado y un sueño de la amada. Sigue una procesión de Salomón llena de esplendor y cantos de amor (3.6–5.1). La amada describe un sueño, según el cual perdía a su amado pero lo encontraba de nuevo (5.2–6.9). Luego la novia amada es admirada por sus compañeras y su amado (6.10–8.4). Al fin, la amada y el amado conversan sobre su amor (8.5–14).

APORTE A LA TEOLOGÍA

A través de los siglos, Cantares ha testificado de la gloria del amor conyugal, puro y fiel. Mil años de deificación del sexo en los cultos obscenos paganos del Cercano Oriente antiguo no pudieron ahogar este testimonio. Dos mil años de represión del instinto sexual en el cristianismo helenizado tampoco pudieron apagarlo, «porque fuerte es como la muerte el amor» (8.6, 7).

Cantares es la celebración del amor por la vida expresado en la relación matrimonial.

Hombre y mujer alternan libremente sus cantos para afirmar el ser de la amada o del amado según sea el caso. Cada uno da al otro con generosidad, sin avaricia ni codicia. La estética es el vehículo que el autor, mediante los cónyuges, usa para hacernos participar de la intimidad y trasparencia de la entrega mutua de dos personas.

La experiencia de darse implica una serie de tensiones muy profundas, como la tensión entre cercanía y distancia. Cantares presenta esa tensión al acentuar durante toda la narración la alternancia entre el gozo de compartir momentos juntos (3.4) y la ansiedad y expectativa de la espera y del encuentro (5.8). Cuando se produce el reencuentro, la cercanía se transforma en fiesta y en afirmación de la integridad de cada uno de los cónyuges. Por eso en Cantares los esposos se buscan, se encuentran, se vuelven a perder y esa dinámica va creando una emoción por el encuentro que abre la puerta para que se vean cada vez como personas nuevas, frescas.

¿Puede hacerse teología con estos elementos? Sí, y en un sentido todo lo anterior es ya teología. Pero podemos preguntar aun más: a la luz de este encuentro con el amor de una pareja tal y como lo presenta Cantares, ¿qué podemos aprender de Dios?

Aprendemos que no podemos amar a Dios de una manera diferente de cómo nos amamos unos a otros. La madurez de nuestro amor hacia Dios reside en cómo amamos a las demás personas (1 Jn 4.19–21). No hay dos amores: uno hacia Dios y otro hacia los demás. Amor solo hay uno y así como lo vivimos diariamente es cómo se lo damos a Dios.

Cantares es también, por su contenido tan profundamente humano, una metáfora de Dios y de Dios como gracia. La relación entre Dios y el ser humano es un proceso de cercanía y distancia en el cual nos vamos encontrando frescos y renovados cada vez, listos a compartir la vida que vamos haciendo. Dios nos ama e interactúa con nosotros para que podamos darnos a él y a los demás con libertad, como un don, de la misma manera en que Dios mismo se donó en Jesucristo.

CÁNTARO

Muchas palabras hebreas y griegas que representan gran variedad de vasijas, recipientes o cubos, se traducen por «cántaro». Destinado a contener líquidos o alimentos, el cántaro es casi siempre una vasija de barro, muy variada en su forma y capacidad. En Gn 24.14–18, 20 es adorno en hombros de Rebeca y útil herramienta de trabajo en sus manos; en 1 R 18.34 se utiliza en la realización de un milagro. En Mc 14.13 y Lc 22.10 es guía hacia el aposento alto, ya que solo las mujeres acostumbraban cargarlos. En Jueces 7.16, 19, 20 es instrumento de guerra en manos del ejército de Gedeón. Abandonado junto al pozo de Sicar, es testimonio del espíritu abierto de Jesucristo que, a diferencia de otros judíos, sí usaba «vasijas en común con los samaritanos» (traducción reciente de Jn 4.9c; cf. v. 28).

A veces se emplea «tinaja» como sinónimo de cántaro (1 R 17.12, 14, 16; Jn 2.6ss). Véanse 1 R 7.50; 18.34; Ec 12.6 y Hag 2.16.

CÁNTICO GRADUAL

Expresión que aparece en el título de cada uno de los Salmos 120–134, los cuales constituyen una colección utilizada en el templo de Jerusalén. Es difícil explicar el término «gradual» (o de las ascensiones, NC). La tradición consagrada en la Mishnah (que estos Salmos se entonaban sobre las quince gradas que separaban dos atrios del segundo templo) es inverosímil, como lo es también la hipótesis de un paralelismo «gradual» en la estructura de cada uno de estos Salmos.

Quizás se refiera a la «subida a Jerusalén» de los peregrinos que tres veces al año visitaban el templo en el período posterior al cautiverio.

CANTO

Los israelitas cantaban en muchas y diferentes ocasiones. Por ejemplo, fiestas de despedida (Gn 31.27), victorias militares (Éx 15.1s; Jue 5.12), el descubrimiento de un pozo (Nm 21.17), y en las fiestas de vendimia (Is 16.10). El canto expresaba también tristeza (2 S 1.17–27; Lm passim) y tenía incluso poderes curativos (1 S 18.10s; junto con la MÚSICA INSTRUMENTAL). Pero sobre todo, la dinámica del canto se experimenta en la adoración de Dios.

Ya fuera para una instrucción fácil de memorizar (Dt 32.1–43, el cántico de Moisés), o durante una oración particular (p. ej., muchos salmos), la música cantada se consideraba el mejor vehículo para el culto. Aunque el cronista sabe de la gloriosa música instrumental de la era salomónica, insiste más en la coral (1 Cr 15.16–16.6; 25.1–8; 2 Cr 5.12ss). En efecto, dentro de pocos siglos los judíos llegarían a considerar la voz humana como el único instrumento digno de expresar los sentimientos en el culto (cf. Neh 12.27, 46).

Los SALMOS son cánticos cuya ejecución se ha adaptado a estilos musicales muy variados. Aun la lectura pública de las Escrituras (Neh 8.1–18) pronto asumió en el templo y en la sinagoga la forma de una «cantinela».

La piedad cristiana continuó las prácticas judías (HIMNO) y muchos creyentes en Corinto, por ejemplo, traían a su asamblea un salmo (1 Co 14.26). Las instrucciones paulinas sobre el canto (Ef 5.19; Col 3.16) aparecen en un contexto de instrucción bautismal sobre la nueva conducta del cristiano, y asocian el canto con la plenitud del Espíritu y la palabra de Cristo.

CAÑA

Planta de difícil identificación específica. La flora palestina incluye por lo menos cinco especies de plantas a las que se les puede dar este nombre. Se caracterizan por sus tallos largos y delgados y por encontrarse a la orilla de ríos y lugares pantanosos.

La variedad más común es pharagmites communis. Se trata de una planta que alcanza hasta  3 m de alto y de 2 a 3 cm de grueso. Se encuentra a la orilla de los ríos de la Tierra Santa. Con frecuencia se da junto con la typha angustata (ALGA). En la mayor parte de los textos, caña se usa como nombre genérico, sin designar una variedad específica. (JUNCO.)

En Ez y Ap un mismo vocablo hebreo, qane, se refiere a una medida lineal de unos 3 m (MEDIDAS). En Éx 25.31; 37.17, se trata de la barra o columnilla del candelero (CANDELERO).

En Is 9.14, RV dice «caña» donde debía decir «junco», pues así traduce el hebreo agmown en todos los otros casos.

CAPADOCIA

Extensa provincia del este de Asia Menor. En general, su territorio lindaba al norte con Ponto, al oeste con Galacia y Licaonia, al sur con el Tauro de Cilicia y al este con Armenia. Capadocia  se convirtió en provincia romana en 17 a.C. y la gobernaba un procurador enviado por el emperador.

A mediados del siglo II a.C. ya existía una colonia judía en Capadocia. El senado romano dirigió una carta al rey Ariarates intercediendo por ellos (1 Mac 15.22, ca. 139 a.C.). Judíos de Capadocia estuvieron presentes el día de Pentecostés (Hch 2.9) y, según 1 P 1.1, décadas después allí residían cristianos.

CAPERNAUM

(EN HEBREO, PUEBLO DE NAHUM).

Ciudad importante en el ministerio de Jesús, ubicada en la costa noroeste del mar de Galilea.

El Antiguo Testamento no menciona a Capernaum y cuanto podemos saber de esta ciudad depende de los Evangelios. Tal parece que en tiempo de Jesús, Capernaum fue un centro de gran importancia; luego decayó y desapareció de la historia. Jesús, rechazado en Nazaret, hizo de Capernaum la sede de sus actividades (Mt 4.13; Jn 2.12). La ciudad fue famosa por su sinagoga (Mc 1.21; Lc 7.5), y es el único lugar del que se afirma que Jesús tenía allí su casa (Mc 2.1; 9.33) o que era «su ciudad» (Mt 9.1). Se acepta que el hogar de Pedro y Andrés estaba allí (Mt 8.14; Mc 1.29; Lc 4.38).

Capernaum fue escenario de muchos incidentes en la vida de Jesús. En su sinagoga sanó a una persona que tenía un espíritu inmundo (Mc 1.21ss; Lc 4.31ss) y en sus cercanías sucedieron los hechos que llevaron a Jesús a pronunciar el sermón sobre el pan de vida (Jn 6.16–59).

En la ciudad había una aduana y un centro para el cobro de impuestos (Mt 9.9; 17.24ss). Es muy probable que en esta ciudad hubiera un destacamento de soldados romanos, cuyo centurión edificó una sinagoga del pueblo (Lc 7.5). Aquí Jesús sanó a un siervo de este (Mt 8.5– 13), y más tarde al hijo de un oficial del rey (Jn 4.46ss). A pesar de este ministerio en su seno, Jesús incluye a Capernaum entre las ciudades impenitentes por su dureza y culpabilidad ante Dios (Mt 11.23; Lc 10.15).

Luego del ministerio de Jesús, Capernaum perdió su importancia y sus ruinas se encuentran en un lugar conocido por los árabes como Tell-Hum, que se halla a unos 4 km al sudoeste de la desembocadura del Jordán en el mar de Galilea. Aunque el nombre significa, según parece, «colina color café», posiblemente hum es reminiscencia de Nahúm. Las ruinas de una sinagoga de principios de la era cristiana se encuentran en esta localidad.

Luego de estar olvida y abandonada por siglos, Capernaum surgió de nuevo en 1894, cuando las ruinas del lugar se entregaron para su custodia a un grupo franciscano.

Durante los años 1905 y 1921 se llevaron a efecto varias excavaciones arqueológicas; y en 1968, bajo la dirección de V. Corbo y S. Loffreda, se descubrieron varios sectores importantes de la ciudad y la casa de Pedro. También, bajo las ruinas de una sinagoga del siglo IV o V d.C., se descubrió la sinagoga del centurión romano (Mc 1.21; Lc 7.5).

La casa de Simón Pedro, mencionada con cierta regularidad en los Evangelios (Mt 17.25; Mc 2.1; 9.33), estaba ubicada al sudeste de la sección que se extiende desde el lago de Galilea; el norte apuntaba hacia el balcón de la sinagoga y el este hacia un campo abierto (Mc 1.33; 2.2).

Durante la primera revuelta judía llevaron a Josefo a Capernaum para recibir tratamiento médico, luego de recibir heridas en combate.

CAPITÁN

(TRADUCCIÓN DE UNA DOCENA DE VOCABLOS HEBREOS Y GRIEGOS).

Jefe militar o civil cuyo rango surgió ante la necesidad del pueblo seminómada del Antiguo Testamento de organizarse militarmente, para defenderse de los capitanes vecinos y enemigos (Gn 26.26; cf. 2 S 8.16ss).

La palabra sar, de uso frecuente, puede indicar indistintamente un jefe de millares, centenares o cincuentenares (1 S 8.12). En Ap 6.15; 19.18, los capitanes son típicos de los poderosos humanamente hablando. (CENTURIÓN; TRIBUNO)

CARA

Ver. ROSTRO.

CARBÓN

Brasa o ascua después de apagada. Ardiente o encendido se asocia con el fuego purificador. Por tanto, aunque el carbón tiene su uso culinario (Pr 26.21, ASCUAS; BRASAS) y cultural (Is 6.6), por lo general el concepto se emplea poéticamente en pasajes de teofanía o apocalipsis para inspirar respeto (Job 41.21; Ez 1.13).

CARBUNCLO

Traducción empleada en las versiones antiguas, de dos palabras hebreas: una, en Éx 28.17 ; 39.10 y Ez 28.13 , puede referirse a una piedra verde (en la LXX, esmeralda), posiblemente BERILO ; y la otra, en Is 54.12 , que designa una piedra roja. El carbunclo moderno es una piedra preciosa parecida al granate rojo, grande y brillante. Casi siempre se identifica con el llamado RUBÍ oriental.

CÁRCEL

El Antiguo Testamento alude solo en ocasiones a las cárceles de los egipcios, filisteos y asirios (Gn 39.20; 40.3; Jue 16.21; 2 R 17.4; 25.27; Jer 52.11). Pero la legislación hebraica no conocía las penas privativas de libertad. El encarcelamiento se ordenaba únicamente a título preventivo, para tener al culpable a buen recaudo (Lv 24.12; Nm 15.34). Sin embargo, algunos textos prueban que los reyes israelitas no dejaban de encarcelar a los profetas (1 R 22.27; 2 Cr 16.10; 18.26; cf. Sal 107.10). En la época posterior al cautiverio, el encarcelamiento se convirtió en castigo represivo también en Palestina (Esd 7.26; Neh 3.25). El Nuevo Testamento lo menciona a menudo (Mt 5.25; 14.3; 18.30; 25.36; Mc 6.17; Lc 12.58; 22.33; 23.19). Y sabemos que los primeros cristianos y más de un apóstol conocieron los rigores de la cárcel (Hch 4.3; 5.18; 8.3; 16.23; etc.).

En caso de fuga de presos, se ejecutaban a los carceleros (Hch 12.19; 16.17).

CARDOS Y ESPINAS

En Palestina existen más de cien variedades de plantas que caben bajo esta categoría general. Sin embargo, tenemos solamente 22 términos bíblicos para identificarlas. Por otra parte, se hace difícil encontrar el equivalente castellano. De ahí que RV use los términos «abrojos», «cardos», «espinas», «espinos», «ortiga» y «zarza» sin que haya constancia en la traducción del vocablo hebreo o griego.

De entre las muchas variedades, merecen especial atención la centaurea ibérica, y la centaurea hyalolepsis (cardo en 3.18; Os 10.8; del hebreo dardar). Estas plantas anuales y bienales producen hojas grandes que los beduinos comen como ensalada. El cardo que se menciona en 2 R 14.9 y 2 Cr 25.18 es el hebreo khoakh. En este caso se refiere al prunus ursina, arbusto espinoso de la familia de las rosas, que crece en el Líbano y norte de Palestina. En las otras ocasiones en que aparece khoakh, RV la traduce «espinos» (Job 31.40; Cnt 2.2), «espinas» (Pr 26.9) y «espino» (Os 9.6). En estos casos parece referirse al scolymus maculatus, una hierba de algo más de un metro de alto que es sumamente nociva a las gramíneas.

Reina-Valera también dice «espino» para referirse al hebreo sirim, el poterium spinosum, arbusto espinoso de algo menos de un metro de alto y de copiosas y delgadas ramas. Este es el arbusto más común en Palestina y los árabes lo utilizan como vallado y combustible. Es este el espino mencionado en Ec 7.6; Is 34.13; Os 2.6; Nah 1.10.

Es muy probable que las espinas de la corona de Cristo (Mt 27.29; Jn 19.2) fueron de uno de los arbustos corrientes cerca del Gólgota, tal vez el poterium spinosum ya mencionado.

La zarza de la tradición Mosaíca (Éx 3.2–4; Dt 33.16) no se ha se ha podido identificar.

CARGA

Término referido a un peso grande o trabajo oneroso (Éx 1.11; 23.5; 1 R 5.15; Mt 20.12), a la responsabilidad de gobernar (Nm 11.11, 17), alguna aflicción o preocupación (Sal 55.22), la conciencia del pecado (Sal 38.4), la flaqueza humana (Gl 6.2), alguna molestia para otros (2 Co 11.9; 12.13), o las exigencias legalistas (Mt 23.4; Hch 15.28; Ap 2.24; cf. Mt 11.30).

En Is 15.1; Nah 1.1; Hab 1.1; la RV-1909 traduce por «carga» la voz hebrea massa.

En estos pasajes designa una profecía de juicio amenazador. Reina Valera traduce por «carga» dos distintas voces griegas en Gl 6 (baros en v. 2 y fortion en v. 5). La primera designa una carga pesada con la que debemos ayudarnos unos a otros; la segunda se refiere a la carga que cada cual debe llevar solo, sin echarla sobre otro.

CARMELO

(PARQUE O CAMPO FRUCTÍFERO).

  1. Célebre cordillera que corre del noroeste al sudeste por un costado de la llanura de ESDRAELÓN, desde el Mediterráneo (la costa sur de la bahía de Acre), hasta la llanura de Dotán. La cima principal es el monte Carmelo, cuya mayor altura es de 700 m, y se extiende 18 km hacia el interior formando la frontera de Aser (Jos 19.24–26). En su falda nordeste corre el arroyo Cisón.

El monte Carmelo es el único promontorio grande que se halla en la costa de Palestina. Su exuberante vida vegetal y animal durante la estación de las lluvias manifiesta por qué los escritores antiguos hicieron tantas alusiones a su extremada belleza (Is 35.2), a su manto verde, a la gracia de su configuración (Cnt 7.5) y a sus ricos pastos (Is 33.9; Jer 50.19; Am 1.2). Las cuevas naturales abundan en el monte Carmelo (Am 9.3), y en muchas ocasiones han servido de morada a la gente. Todo el monte ha sido en varias épocas residencia favorita de los devotos. Fue allí donde → ELÍAS derrotó a los falsos profetas de BAAL y Asera (1 R 18; cf. 2 R 1.9–15; 2.25; 4.25). Hay todavía un pozo en un costado del monte, en un sitio que ahora se llama El Maharraka (el incendio); y el antiguo Cisón actualmente se conoce con el nombre de Nahrel Mukatta (río de matanza).

  1. Ciudad de Judá, situada en una región pastoril, a 12 km al sudeste de Hebrón (Jos 15.55), llamada hoy Khirbet el-Karmil. También se conoce como Carmel y de allí era Nabal, marido de Abigail, quien se negó a ayudar a David (1 S 25). Saúl, de vuelta de su expedición contra Amalec, erigió allí un monumento (1 S 15.12), y Hezrai, uno de los guerreros de David, probablemente venía de este lugar (2 S 23.35; 1 Cr 11.37). Sus ruinas indican que era un lugar de

CARNE, CARNAL

EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Traducción de las voces hebreas basar (269 veces) y sh’er (16 veces: carne sangrienta). Literalmente basar designa la parte carnosa del cuerpo, sea este humano (Gn 40.19) o animal (Lv 6.27). Cuando se refiere a un animal, encierra la idea de carne como alimento o como sacrificio. Referido a un ser humano, significa todo el cuerpo (Pr 14.30) o, por extensión, la persona entera (Sal 16.9; 63.1). Sugiere también la unión entre dos personas (Gn 2.24, esposos; Jue 9.2, parientes). La expresión «toda carne» engloba la existencia humana (incluso a veces el reino animal, Sal 145.21). El concepto de la debilidad y la flaqueza de la carne (Sal 56.4) aparecen en contraste con el poder de Dios o los ángeles. Más bien es una debilidad física que moral (cf. Sal 78.39).

EN EL NUEVO TESTAMENTO

La voz griega kreas significa carne como alimento. Sarx reproduce muchos matices de basar: la parte carnosa del cuerpo (Ap 19.18); el cuerpo entero (Gl 4.13s); la persona íntegra (2 Co 7.5; Ro 7.18). Como en el Antiguo Testamento, los cónyuges son «una sola carne» (Mt 19.5s) y hay pasajes referentes a «toda carne» (Jn 17.2); cf. Las expresiones «carne y sangre» (Mt 16.17) y «carne y huesos» (Lc 24.39). La debilidad de la carne se relaciona con la inconstancia de los discípulos en Getsemaní (Mc 14.38).

Pero hay en el Nuevo Testamento nuevos usos metafóricos de sarx (cf. también los adjetivos sarkikós y sárkinos). Puede referirse a la descendencia o linaje (Ro 1.3; 9.3; 1 Co 10.18), y a la existencia física de las personas en general (cf. «en la carne», Col 2.1, HA). No hay inculpación por ser carne: Cristo y Pablo lo fueron (Ef 2.15; 1 P 3.18; 1 Jn 4.2s; Gl 2.20); además, es compatible con «estar/ser en el Señor» (Flm 16). La carne puede mancillarse (Jud 8), o bien, purificarse (Heb 9.13).

Pablo es excepcional en el uso peyorativo de sarx. Quizás el sentido metafórico más relevante es el de carne como el ser humano en su fragilidad y, por lo tanto, en su afán de encerrarse en sí mismo para tratar de salvaguardar su vida (PECADO). Debido a esta experiencia de encerrarse en sí mismo y distanciarse de los demás y de Dios, el hombre orienta su vida hacia la destrucción de la intimidad y la interioridad suyas y las de otras personas. De ahí que carne es, en sentido paulino, símbolo de egoísmo y maldad (CONCUPISCENCIA). El resultado de esta forma de vida es, lógicamente, la muerte física, cuando el hombre utiliza carnalmente el poder (opresión, represión, asesinatos, guerra, etc.) y la muerte espiritual, cuando niega la dignidad a los otros hombres humillándolos y reduciéndolos a personas de segunda categoría (la violación, el maltrato verbal y sicológico a los niños y al cónyuge, el racismo, el sexismo, etc.).

Pablo opone carne y espíritu en Gl 5.16–6.10. Sin embargo, no debemos interpretar aquí que el ser humano tiene una parte buena (el espíritu) y un lado malo (el cuerpo). La carnalidad es una forma de vida en que prevalece una actitud en esencia destructiva. En oposición, espíritu es, como reflejo de la gracia de Dios, una fuerza que da vida y la protege. Podemos contrastar la obra de la carne con el fruto del espíritu en el texto de Gálatas. (CUERPO)

CARNERO

Macho de la oveja, de carne comestible (Gn 31.38). Se usaba tanto para el holocausto ( Gn 22.13 ; Lv 1.10 ; 8.18 ) como para los sacrificios de paz ( Lv 9.4 ) o por el pecado ( Lv 5.15 ; 6.6 ; 8.2 ). Fue sacrificado para la consagración de Aarón y sus hijos (Éx 29; Lv 8). De su lana se hacían vestidos (Pr 31.13); de su piel, la cubierta para el tabernáculo (Éx 26.14); y de sus cuernos, bocinas (Jos 6.4, 5).

Daniel tomó el carnero de dos cuernos como símbolo del poder (Dn 8). El cuerno pequeño representaba a Media y el mayor a Persia.

CARPINTERO

Fabricante de artefactos de madera, mencionado con frecuencia en la Biblia. Está íntimamente relacionado con las construcciones y artesanías religiosas, tales como el arca, el tabernáculo y aun el tallado de los ídolos (Gn 6; Éx 27; Is 44.13; 1 Co 3.9–11).

Las herramientas del carpintero se mencionan en Is 44.13; muchas se hicieron de piedra, bronce y hierro. Los judíos no eran tan hábiles en la carpintería debido a la vida nómada que llevaban. David y Salomón importaron carpinteros (2 S 5.11; 1 R 5–7).

Nuestro Señor fue carpintero (Mt 13.55; Mc 6.3) y esto ha sublimado el oficio.

CARPO

Amigo cristiano de Pablo en Troas, con quien el apóstol dejó su capote (Hch 16.8; 20.5). Al escribir a Timoteo desde la cárcel, Pablo le pide que traiga en su próxima visita el capote, los libros y los pergaminos (2 Ti 4.13).

CARQUEMIS

Ciudad importante del reino heteo, situada en uno de los pasos principales del Éufrates. Desde tiempos antiquísimos, fue un importante centro comercial. La atacaron los egipcios en el siglo XVII a.C., y los asirios unos 400 años después. A principios del primer milenio a.C., Carquemis pagaba tributos a Asiria, y finalmente la conquistó Sargón II en 717 a.C. Es posible que a esto se refiera Is 10.9. Fue en Carquemis donde Josías se opuso a Faraón Necao y perdió la vida en su aventura (2 Cr 35.20–24). Tres años después, Nabucodonosor derrotó a Necao también en Carquemis (Jer 46.1–12). Hoy el sitio se llama Jerablus, 100 km al nordeste de Alepo.

CARRERA

Ver. JUEGOS DEPORTIVOS.

CARRIZAL

Ver. ALGA.

 CARRO, CARROZA

Vehículos de construcción sólida, diversas formas y dos ruedas, que servían como medio de transporte y movilidad.

Generalmente «carro» significa vehículo usado para transportar productos agrícolas, utensilios religiosos y militares, etc. (Nm 7.3, 6; Is 28.27), mientras que la «carroza» servía como medio de movilidad (Cnt 3.9). Aquellos eran de construcción rústica y fuerte; estas, finas y casi siempre lujosas. Ambos se construían de madera, incluso las ruedas. Algunos carros tenían ruedas de metal (1 R 7.33); otros tenían ruedas herradas, a modo de refuerzo (Jue 4.13). Había carros para usos del Estado (Gn 41.43; 2 S 15.1; 1 R 1.5), privados (Gn 46.29; 2 R 5.9;

Hch 8.28) y militares (Éx 14.9; Jos 11.4; 1 S 13.5). Algunos eran halados por bueyes (2 S 6.6), otros por caballos (Jos 11.4; 2 R 5.9) y en caso especial se dice que a un carro lo halaron vacas (1 S 6.7).

Los egipcios conocieron y usaron carros desde la antigüedad (Gn 41.43; 46.29; 50.9; Éx 14.17, 18, 23, 25; 15.4, 19). Los cananeos en su tiempo, y los israelitas después, los usaron en poca escala en territorio de Palestina, posiblemente por lo accidentado del territorio. Bastante tarde adoptaron los israelitas el uso de carros con propósitos militares (2 S 8.4; 1 R 1.5). Isaías 2.7 cuestiona esta práctica por considerarla típica de una actitud de soberbia: poner la confianza en el poder militar es colocar al gobernante por encima de Dios. Los asirios, caldeos, persas y griegos también los conocieron y los usaron (2 R 19.23; Jer 47.3).

En el Antiguo Testamento se describe un «carro de fuego con caballos de fuego» (2 R 2.11), que apartó a Elías de Eliseo en un torbellino.

En el Nuevo Testamento se mencionan los carros solo tres veces: en Ap 9.9; 18.13, y en Hch 8.28–30 cuando el eunuco etíope regresaba a su tierra y Felipe se le acercó para hablarle de Jesús.

CARSENA

Alto funcionario persa de Susa. Era uno de los siete EUNUCOS que tenían acceso a la presencia del rey (Est 1.14).

CARTA

Ver. EPÍSTOLA.

CASA

Término que puede referirse a una construcción relativamente sencilla, como una vivienda, o a un edificio de mayores proporciones, como un palacio (residencia del rey y sede de su gobierno, 2 S 11.9) o un templo (morada de Dios y lugar de su culto, 1 Cr 22.1; 2 Cr 24.4).

En Palestina, las casas más antiguas que se han descubierto estaban hechas de barro.

Es curioso notar que el ladrillo secado al sol que se usaba en aquel entonces era de mejor calidad que el que se usa en la actualidad en la construcción de casas humildes en Jordania y Líbano. Más tarde se llegaron a emplear ladrillos cocidos al horno, especialmente en los cimientos de las casas.

Durante la época bíblica, la mayoría de las casas se hallaban en las ciudades o pueblos. Los agricultores salían cada mañana de la aldea para atender sus campos y regresaban en la tarde. En las ciudades las casas eran más pequeñas que en los pueblos.

En algunas ciudades las casas formaban parte de los muros de protección, como en Jericó (Jos 2.15).

Una casa típica de Jericó era cuadrangular con un vestíbulo al frente, bodegas a cada lado en donde guardar comida y granos, y una pieza principal que servía de sala y dormitorio. Detrás había un patio cerrado donde se guardaban a los animales. A veces, debajo de las casas había un establo donde se encerraba a los animales cuando había mal tiempo.

El ama de casa cocinaba sobre un brasero o un fuego abierto. No había chimenea y el humo salía por las ventanas o pequeñas aberturas cerca del techo. El techo se fabricaba de vigas de madera cubiertas de cañas de bambú con una capa de greda para resistir la lluvia. El piso de las casas humildes era de barro o de piedra natural. Muchas veces había una escalera exterior que conducía a la azotea o el terrado. Si la casa tenía una pieza para huéspedes, se encontraba en la azotea (2 R 4.10). A veces, para las fiestas especiales, se construían CABAÑAS en los terrados. La ley exigía un pretil o baranda alrededor del terrado (Dt. 22.8) en donde se celebraban muchas actividades familiares: oración, conversación, trabajo, descanso, etc. Las noticias se proclamaban desde la azotea (Mt 10.27; Lc 12.3).

En las regiones montañosas se construían casas de piedra; en las llanuras generalmente eran de ladrillo. Los muros gruesos resistían tanto el frío como el calor. Las ventanas eran pequeñas y protegidas con barras de madera o hierro. La puerta se hacía de madera gruesa y más tarde de hierro; y se cerraba en la noche con una barra de hierro o madera (Lc 11.7).

En las ciudades griegas del primer siglo, las casas de familias acomodadas tenían un atrio central, sin techo, con varias habitaciones distribuidas alrededor de este. Atrás estaban los espacios dedicados a la producción de alfarería, textiles u otros artefactos fabricados por la casa-empresa.

USO EN SENTIDO FIGURADO

El término «casa» se usa también en sentido figurado para referirse a una familia o un linaje familiar, como «la casa de David» (2 Cr 10.19; Is 7.13; Jer 21.12), o bien a toda la nación: «la casa de Israel» (1 S 1.12).

En las sociedades antiguas, la «casa» constituía la unidad básica de producción económica y organización social. Abarcaba a personas de varias generaciones y grados de parentesco, e incluía a esclavos y otros dependientes que laboraban en la empresa doméstica, al estilo de las haciendas coloniales en América Latina. Fuera de estos establecimientos, los pequeños comerciantes y artesanos pobres ocupaban estrechos locales de trabajo que les servían también de vivienda.

En el mundo grecorromano, la administración correcta del complejo doméstico se consideraba de vital importancia para el funcionamiento eficaz del estado. El tema «Sobre el manejo de la casa» aparece repetidamente en los tratados sobre el gobierno de las ciudades griegas. El mantenimiento del orden social se hacía depender de la estructura patriarcal de las

«casas», que constituían la base económica de la sociedad. La estratificación doméstica destacaba tres pares de relaciones desiguales: amos/esclavos, esposos/esposas, padres/hijos. Cualquier alteración de este modelo patriarcal (digamos, una tendencia hacia relaciones más igualitarias) bordeaba en la subversión. Cuando el cristianismo llegó al mundo grecorromano con una nueva valoración de las personas, la clase dominante no tardó en percibir el potencial subversivo de esta nueva religión.

Algunos opinan que los códigos domésticos de las epístolas responden a la necesidad de desviar este tipo de acusación (cf. Col 3.18–4.1; Ef 5.21–6.9 y 1 P 2.17–3.7).

Los romanos incorporaron el modelo de la «casa» a la política del imperio y desarrollaron una ideología en que el César se atribuyó el rol de un paterfamilias absoluto que detentaba todo poder. El término «la casa del César» abarcaba toda la burocracia imperial. Algunas personas que servían en esta «casa» eran ya cristianos en tiempos de Pablo (Flp 4.22).

Las primeras comunidades cristianas se reunían en las casas de sus miembros, probablemente como células en las viviendas humildes. Cuando se reunía toda la iglesia «en un solo lugar» (1 Co 14.23), este local sería la casa de una de las pocas familias más acomodadas. Según los restos arqueológicos del primer siglo, una casa amplia daría cabida a unas 60 a 70 personas paradas en el atrio central. El trato desigual típico de una casa patriarcal se prolongaba en la iglesia, y Pablo lo denunció (1 Co 11.21–22).

CASIA

Corteza aromática de un árbol no identificado que se importaba del Oriente. Reina Valera traduce así dos voces hebreas: qidda en Éx 30.24 (mirra destilada en Ez 27.19) y qetsiot en Sal 45.8.

CASTIGO

Tratamos aquí el concepto castigo en su aspecto legal como mediación de las relaciones interhumanas. En el caso de Israel o Judá, como en los pueblos vecinos, el castigo estaba determinado por su visión teológica. No olvidemos que Dios entregó la Ley directamente a Moisés.

Los castigos de la Ley del Antiguo Testamento establecían una especie de equilibrio social. Se prescribía una compensación fija en casos de robo o daño, por ejemplo, pero la compensación alcanzaba hasta cuatro o cinco veces el valor del objeto robado o dañado, con el fin de frenar así el delito contra la propiedad ajena. («Propiedad» se entendía en un sentido más amplio que el moderno. Se incluía, por ejemplo, la esposa, los hijos y los esclavos del ofendido.)

Se castigaba el mal, más bien que al culpable. Castigaban a un hijo de rey que violara una ley que desconocía por completo (1 S 14.24–26). Por eso se repite en más de una ocasión: «Quitarás el mal de en medio del pueblo» (Dt 17.12; 19.19; 21.21). La santidad del Dios de Israel obligaba al pueblo a tener igual santidad (Lv 18.24–30).

Cuando se descubría un delito y no se conocía a su autor, había que ofrecer un sacrificio (Dt 21.1–9). En este contexto debemos incluir la BLASFEMIA (Lv 24.14–16, 23) y la IDOLATRÍA (Lv 20.2), que se penaban con la muerte. Estos delitos contaminaban a todo el pueblo y podían acarrear la cólera de Dios y por lo tanto la destrucción no solo del culpable, sino de toda la nación.

Algunos delitos brindaban a los parientes la posibilidad de vengarse ojo por ojo. Entre estos estaban el asesinato, el deshonor al padre (Éx 21.15, 17); el adulterio (Lv 20.10); el rapto (Éx 21.16).

En el contexto del Nuevo Testamento, el concepto de castigo por infracción de la Ley varía a causa de las influencias griega y romana. En tiempos de Jesús, toda Palestina estaba ocupada por los romanos y estos tenían una fuerte presencia militar, cultural, política y jurídica. El Nuevo Testamento muestra un ambiente legal propio de las ciudades grecolatinas de Asia Menor, Grecia y Roma que contrastaba con el ambiente del Antiguo Testamento. Vemos en Hechos que protegen a Pablo gracias a la legislación romana en una corte presidida por una autoridad romana y en donde las decisiones parecen más reguladas (Hch 23–25). En muchos pueblos pequeños de la Palestina judía, el rabino o el escriba ocuparon  paulatinamente  el papel de árbitros que ayudaban a solucionar los conflictos legales. Sin embargo, también ese papel, con menos misericordia, podía ser asumido por la autoridad militar romana  que  ocupaba Palestina. (Sobre castigos específicos, APEDREAR; CEPO; AZOTES; AHORCADURA, etc.)

CÁSTOR Y PÓLUX

Emblema del barco en que condujeron prisionero a Pablo a Roma (Hch 28.11). Traducción (RV) del vocablo griego Dioscourois (hijos de Zeus).

Según la mitología griega, eran dioses gemelos, protectores particulares de los marineros.

Sus imágenes se grababan en la proa de los barcos.

CATACUMBAS

Túneles subterráneos entrecruzados en que se enterraban a los muertos. Los cristianos utilizaban las famosas catacumbas de Roma, que se extendían por cientos de kilómetros, como refugio para escapar de la persecución del Imperio Romano.

Allí también celebraban cultos. Estaban situadas fuera de la ciudad, de ocho a veinte metros debajo de la tierra. La Biblia no las menciona.

CÁTEDRA

Ver. SILLA.

CAUTIVERIO

Con la palabra cautiverio se han integrado una serie de hechos históricos que, por su significado cultural y religioso, desbordan su contenido semántico.

Cautiverio designa dos procesos históricos diferentes que tienen como hechos culminantes los siguientes: uno, la destrucción de Samaria, capital del reino del norte (Israel) en 722 a.C. a manos de los asirios; dos, el sitio y la destrucción de Jerusalén capital del reino del sur (Judá) en 586–7 a manos de los babilonios. La destrucción de estas dos ciudades significó la destrucción de una forma de vida y obligó a los teólogos de la época a plantearse el porqué de lo sucedido. Una vez que lo que se considera centro del universo desaparece, es urgente resolver el profundo sentimiento de caos que inunda por igual a los que quedaron en el país destruido y a los que salieron cautivos.

El libro de Lamentaciones aporta una muestra del dolor y la desolación que sintieron quienes vivieron esta época: «¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, la señora de provincias ha sido hecha tributaria» (Lm 1.1). Estas personas vieron el «fin de su mundo».

Lamentaciones expresa también la orientación que iría tomando la reflexión teológica en su búsqueda de comprender lo sucedido y construir otro mundo. Los teólogos miran hacia atrás para evaluar el pasado y llegan a una conclusión: «Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé. Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor; mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio» (Lm 1.18). Entienden que lo que les está pasando es el resultado de una persistente práctica de opresión contra los pobres y de idolatría. En estos últimos dos conceptos se puede resumir el mensaje de los profetas desde Elías hasta Jeremías: el pueblo que el mismo Dios había creado y arrancado de la muerte de entre las garras de Egipto había olvidado la mano liberadora de su Dios y actuaba igual que los antiguos capataces egipcios.

Lamentaciones concluye con una súplica: «Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio» (Lm 5.21). Esa súplica es programática. Los cautivos del reino del sur inician un proceso de reconstrucción de la tradición yavista que continuará fortaleciéndose con la reconstrucción del templo y de Jerusalén alrededor del 520 a.C. y la recopilación de lo que hoy conocemos como el Pentateuco.

CAUTIVERIO DE ISRAEL

Mientras Israel estaba en su apogeo político y económico (2 R 14.23–29), Asiria iniciaba su conquista de Occidente. Dios usaría a esta nación para castigar la injusticia y la idolatría del reino de Israel, de acuerdo con las profecías de AMÓS y OSEAS.

El cautiverio empezó cuando TIGLAT-PILESER invadió a Israel, siendo rey PEKA, y llevó cautivos a muchos habitantes de la parte norte del reino (2 R 15.29). La nación se vio obligada a pagar tributo por varios años, aunque al fin se rebeló (2 R 17.4) en un esfuerzo por recuperar su independencia. Salmanasar, emperador de Asiria, sitió a Samaria, capital del reino del norte, en 722 a.C. Su sucesor acabó de conquistarla unos meses más tarde. Así terminó el reino de las diez tribus del norte (2 R 17.18). A muchos israelitas (27.290 según inscripciones de Sargón) los llevaron a Asiria y colocaron en varias ciudades (2 R 17.6; 18.11). Al mismo tiempo, llevaron gente de las ciudades del Imperio Asirio para poblar las ciudades de Israel (2 R 17.24; Esd 4.10).

Aunque esto puso fin a la historia política del reino del norte, la suerte de sus habitantes fue variada. Sin duda, a muchos de los cautivos los asimilaron los pueblos a donde los llevaron. Algunos de los que quedaron en Israel se mezclaron con la gente traída del este, y de ellos surgió el grupo étnico conocido como SAMARITANOS. Además, hay indicios de que algunos de los israelitas del norte inmigraron a Judá (sobre todo levitas) o por lo menos participaron en su religión, pues las reformas de Ezequías y Josías alcanzaron a los que quedaron en el norte (2 R 23.15–20; 2 Cr 30.1–5, 11, 18; 35.18).

También es posible que algunos de los cautivos en Asiria regresaran a Judá con los que volvieron de Babilonia después del edicto de CIRO.

Los profetas Amós y Oseas anunciaron que el cautiverio de Israel se debió a su rebelión contra Dios, y los profetas Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Habacuc y Ezequiel proclamaron que a Judá le esperaba la misma suerte. Judá se aprovechó de la caída de Asiria y gozó de un breve avivamiento nacional, pero después de la muerte del rey Josías cayó bajo el dominio de Egipto. En la lucha por la supremacía en el Medio Oriente, los babilonios enviaron sus ejércitos para conquistar a Egipto. En camino hacia el sur conquistaron a casi toda Palestina y sitiaron a Jerusalén donde reinaba Joacim, ya vasallo de Egipto. Joacim murió durante el sitio, y tres meses más tarde (597 a.C.) su hijo Joaquín entregó la ciudad a los babilonios. Entonces tuvo lugar la primera de las tres deportaciones de habitantes de Judea a Babilonia. En 2 Reyes 24.12–17 se describe cómo llevaron a Babilonia al joven rey, su madre, los tesoros del palacio y del templo, y 10.000 cautivos. Entre ellos quizás se encontraban DANIEL, muchos de la nobleza y la mayoría de los artesanos de la capital; «no quedó nadie excepto los pobres», dice el relato.

Los babilonios pusieron a Sedequías, otro hijo de Josías, en el trono de Judá y este reinó once años. Los que habían quedado ocuparon las casas y las posiciones de los primeros cautivos y la vida nacional continuó. En 587, engañado por la promesa de ayuda de Egipto y confiando en su propia capacidad para luchar, el rey se rebeló contra Babilonia. La venganza de Nabucodonosor fue inmediata y terrible; después de un sitio mucho más severo, la capital cayó aniquilada por el hambre. Quemaron el templo, el palacio y muchas casas, y derribaron los muros de la ciudad. Los escasos tesoros y la poca gente influyente que quedaron se llevaron a Babilonia. En 2 Reyes 25.8–21 y Jer 39.8–10; 40.7; 52.12–34 se describen esta segunda deportación.

El general babilonio puso a Gedalías, el administrador del palacio, como gobernador de Judá.

Este gobernó desde el pueblo de Mizpa puesto que Jerusalén estaba en ruinas.

Unos meses más tarde lo asesinó un grupo de nacionalistas y muchos judíos huyeron a Egipto para evitar una suerte semejante; al profeta Jeremías lo obligaron a acompañarlos.

Los babilonios llevaron un tercer grupo de cautivos como represalia por la muerte del gobernador.

La situación de los cautivos en Babilonia variaba mucho según las circunstancias.

Algunos sufrían y añoraban sus casas y su tierra (Sal 137.1–6; Is 14.3; 42.22; 47.6; 51.7, 21– 23). Al rey Joaquín lo sacaron de la cárcel, pero vivía como un rey cautivo (2 R 25.27–30). Muchos judíos vivían en colonias cerca de la ciudad de Nipur (Ez 1.1; 3.15); construyeron sus casas (Jer 29.5 ; Ez 8.1); se casaron (Jer 29.6; Ez 24.18) y prosperaron en el comercio ( Is 55.1 , 2; Zac 6.9–119. Ciertos documentos de Babilonia indican que por lo menos un banco tenía muchos clientes judíos. Como consecuencia, algunos judíos abandonaron la fe de sus padres para adorar a los dioses benefactores de Babilonia (Is 46.1–12; 50.11; Jer 44).

El cautiverio terminó con el edicto de CIRO de Persia que liberó a los judíos y les permitió regresar a Palestina para reconstruir el templo. Algunos regresaron bajo la dirección del príncipe Zorobabel de la línea de David y Josué el sumo sacerdote. Con la culminación del templo bajo el estímulo de la predicación de Hageo y Zacarías, en 516 a.C., finaliza el período del cautiverio.

Por encima de la crisis que el cautiverio representó para Israel, las consecuencias positivas fueron notables. El pueblo examinó su fe y comprendió mejor la providencia divina. Aceptó la prueba como un juicio de Dios en el que no faltaron el amor y la fidelidad del pacto divino (Is 54.9–13; Jer 31.2–3). Surgió un nuevo pacto y una nueva responsabilidad del pueblo de Dios: anunciar al mundo el amor y la soberanía de Dios (Is 43.10–12; Jer 31.31–34; Ez 36.26).

Fue una época de mucha actividad literaria. Los libros proféticos se copiaron y estudiaron; la historia de los reinos de Israel recibió su forma final. El pueblo aprendió a adorar a Dios sin los sacrificios del templo, y posiblemente en esta época se inició la costumbre de reunirse en → SINAGOGAS. El cautiverio afectó mucho el concepto bíblico del juicio divino y de la revelación.

CAZA

La primera mención que la Biblia hace acerca de la caza aparece en Gn 9.2–4. La caza no se menciona antes del diluvio.

En el Antiguo Testamento no se menciona la caza como un pasatiempo. Se respetaba la vida de los animales y solo se cazaban para obtener comida o por defensa propia si estos atacaban (Éx 23.28, 29; 1 R 13.23, 24). Las leyes dadas a los israelitas aun especificaban los animales que se podían cazar y comer (Dt 12.15, 22; 14.3–21). En Gn 27.3 se mencionan algunas armas de caza y otras en Job 19.6; 41.28; Sal 91.3 y Ez 19.8.

El acto de cazar lo emplearon los escritores de la Biblia para simbolizar hechos de guerra (Jer 16.16; Pr 6.5; 12.27; Ez 13.18, 20; Sal 140.11). Fueron vigorosos cazadores NIMROD (Gn 10.9) y ESAÚ (Gn 25.27; 27.3).

CEBADA

Planta gramínea muy parecida al trigo. Se sembraba generalmente a fines del otoño y se cosechaba desde el tiempo de Pascua en adelante. En Dt 8.8 dice que Palestina era «tierra de trigo y de cebada». La cebada se utilizaba como alimento para bestias de carga (1 R 4.28) y para hacer pan (2 R 4.42; Ez 4.9, 12), aunque inferior al de trigo.

Los granos tostados eran de apetecible consumo (2 S 17.28). También se usaba como  ofrenda (Nm 5.15). Los vendedores ambulantes de comestibles ofrecían panes de cebada en sitios concurridos (Jn 6.9).

CEDAR

Segundo hijo de Ismael (Gn 25.13; 1 Cr 1.29) y padre de una tribu grande y poderosa. Los cedaritas habitaban en tiendas hermosas y codiciables (Sal 120.5; Cnt 1.5; Is 21.13–17) y en aldeas sin muros (Is 42.11). Eran pastores de ganado y camellos (Is 60.7; Jer 49.28, 29, 32) y comerciaban con Tiro (Ez 27.21). Por lo general, se localizaron al este de Transjordania, pero en ciertas épocas se extendieron al sur de Palestina hasta la frontera de Egipto.

Por ser una tribu fuerte, a veces se usa Cedar como un término general para los beduinos o árabes. Se menciona frecuentemente en los profetas. En los anales de Asurbanipal (668–631 a.C.) se menciona (casi sinónimo con árabes) en batallas contra Asiria. Primero la derrotó Asiria y luego Babilonia (Jer 49.28).

Nombre dado a diferentes ciudades.

CEDES

  1. Ciudad situada en el extremo sur de Judá o Simeón (Jos 15.23; 19.9, 37). Posiblemente sea Cades-barnea.
  2. Pueblo en el territorio de Isacar (1 Cr 6.72), entregado a los gersonitas. Quizás sea Tel Abu Kades, cerca de
  3. Ciudad de refugio en la tierra de Neftalí (Jos 12.22; 19.37; 21.32; 1 Cr 76).

De este lugar era Barac y allí este reunió a su ejército para guerrear con Sísara (Jue 4.6, 10). Los asirios, bajo Tiglat-pileser, tomaron la ciudad y llevaron cautivos a los habitantes (2 R 15.29). Cedes fue el escenario de la batalla entre Jonatán Macabeo y Demetrio (1 Mac 11.63). Quedaba a unos 7 km al norte del lago de Merom.

CEDRO

Árbol majestuoso y alto (Is 2.13; Am 2.9) que abundaba sobre todo en el monte Líbano (1 R 5.6–10; Sal 29.5) donde todavía existen. Eran de tipo abies cedrus o cedrus libani.

Su madera era muy apreciada en la construcción de palacios y templos (2 S 5.11; 1 R 6.9–20), mástiles para barcos (Ez 27.5), carrozas (Cnt 3.9) e ídolos (Is 44.14). El cedro simbolizaba fuerza (Sal 29.5; Is 9.10), esplendor (Cnt 1.17; Jer 22.14) y gloria (Sal 80.10; Zac 11.1).

Según parece, había en el desierto de Sinaí una madera llamada cedro que se usaba en una purificación levítica (Lv 14.4–6, 49–52; Nm 19.6). Este no puede ser el mismo cedro del Líbano; tal vez sea el juniperus oxycedrus.

CEDRÓN

(EN HEBREO, TORRENTE TURBIO O NEGRO).

Arroyo y valle que separa a Jerusalén del Monte de los Olivos. Comienza 2 km al noroeste de Jerusalén y luego gira al sur formando una cañada al este de la ciudad. La primera parte se llama actualmente Wadi eljuaz y la que está frente a Jerusalén, Wadi Sitti-Miriam. Al sudeste se une con el valle de Hinom, formando el Wadi en-Nar, y sigue serpenteando hasta desembocar en el mar Muerto.

Entre la Puerta de Esteban y el huerto de Getsemaní, donde el Cedrón tiene 30 m de profundidad y 120 de ancho, un puente atraviesa el valle. Quizás David lo cruzó en este punto cuando huía de Absalón (2 S 15.23, 30), y Jesús cuando caminaba hacia Getsemaní y el Monte de los Olivos (Jn 18.1). Más al sur se halla la Fuente de la Virgen, o sea, el antiguo Gihón, cuyas aguas Ezequías desvió mediante un acueducto (2 Cr 32.4, 30).

Las laderas de Cedrón, sobre todo al sur de Gihón, se han usado para sepulcros desde la antigüedad (2 R 23.6; cf. Jer 31.40). Puesto que se consideraba que los sepulcros contaminaba a todo aquel que los tocaba, varios reyes piadosos destruyeron allí los ídolos y las abominaciones que contaminaban a Jerusalén, despreciando así la idolatría (1 R 15.13; 2 R 23.4, 6, 12; 2 Cr 29.16; 30.14; 34.4).

Al sur de la ciudad el valle se ensancha y, al unirse con el valle de Hinom, forma un terreno fértil que antiguamente se llamaba el «huerto del rey» (Neh 3.15). Al extremo sur se halla la fuente de Rogel donde Adonías celebraba su ascensión al trono, mientras en la fuente de Gihón, 800 m al norte, se ungía a Salomón como rey (1 R 1.9, 38s).

Desde el siglo IV d.C. se ha conocido como el «Valle de Josafat». La tradición judía y mahometana lo señala como el escenario del juicio final, debido a la profecía de Joel 3.2, 12, 14. Pero es probable que Joel se refiera a otro valle al norte de Jerusalén.

El Cedrón permanecía seco la mayor parte del año, pero después de una lluvia fuerte corrían por su cauce torrentes impetuosos. Ahora su lecho está cubierto con hasta 12 m de suelo. Pero antiguamente las aguas de Gihón y las del templo corrían por aquí. Quizás Ezequiel hacía alusión a esto cuando profetizaba acerca del río de divina gracia que renovará al mundo (47.1– 12).

CEFAS

Ver. PEDRO.

CEGUERA

Como afección corporal se pueden distinguir dos tipos de ceguera: por enfermedad y por accidente. La ceguera es una enfermedad frecuente en Oriente debido a factores climáticos y procesos infecciosos como el tracoma. Por este hecho las citas bíblicas son numerosas y se mencionan al menos dos tipos de esta afección: la ceguera de nacimiento (Jn 9.1); y la ceguera debido a la vejez (producida tal vez por cataratas), como en los casos de Isaac (Gn 27.1), Jacob (Gn 48.10) y el profeta Ahías (1 R 14.4).

Dada la frecuencia de la ceguera en el antiguo Israel, esta constituyó un problema social; la Ley Mosaíca contenía disposiciones (Lv 19.14) y penalidades (Dt 27.18) para los que maltrataran a los ciegos. La ceguera se tenía por imperfección: los ciegos no podían ejercer funciones sacerdotales (Lv 21.18), y estaba prohibido ofrecer en sacrificio un animal ciego (Dt 15.21). Los padecimientos del ciego están objetivamente descritos en Dt 28.28, 29 e Is 59.10. Jesús en su ministerio terrenal curó muchos ciegos (Mt 12.22; 15.30s; 20.29–34; Mc 8.22ss; 10.46ss; Lc 4.18s; Jn 9.1–15), lo cual constituye un milagro insigne (Jn 10.21; 11.37).

Algunos pueblos enemigos de Israel acostumbraban a sacarles los ojos a los prisioneros de guerra como castigo: a Sansón lo cegaron los filisteos (Jue 16.21) y al rey Sedequías los caldeos (2 R 25.7). En ocasiones, Dios mismo envía la ceguera (Gn 19.11; Éx 4.11; Dt 28.28s; Hch 13.11).

En sentido metafórico la ceguera se usa a menudo como ilustración de ignorancia (Sal 115.5– 7; 2 Co 4.4) o rebeldía (Is 6.10; Mt 23.16–26; Jn 9.39ss).

CELO

La palabra «celo» en griego se dice que proviene de una raíz que nos remite a los significados de caliente, ferviente, entrar en ebullición. Celos traduce bien la palabra hebrea qin’ah cuya raíz «designa el rojo que sale al rostro de un hombre apasionado».

Según su motivo, el celo puede ser bueno (Sal 69.9; 2 Co 7.7), o malo (Nm 5.14; Hch 5.17).

En el Antiguo Testamento Jehová dice de sí mismo que es un Dios celoso (Éx 20.5; 34.14; Dt 5.9; Nah 1.2). En su celo por Israel, su pueblo, se auto compara a un esposo celoso por la conducta de su compañera. Esta perspectiva acerca de Dios nos indica que

Él no actúa fríamente ante las situaciones. Su amor lo lleva al celo. Jehová «se enciende» por el amor a los seres humanos y a su creación. Sus acciones, aun las más violentas, tienden a no mostrar su propio interés, sino su amor espontáneo.

Pero el eje del celo de Dios es su decidida oposición a la IDOLATRÍA. No se encela por proteger su honor, como lo haría una persona engañada que trata de defender su dignidad lastimada tomando algún tipo de venganza. Dios exige la obediencia a la Ley no por el contrato en sí que denominamos PACTO, sino porque cuando el pueblo rompe con la Ley y adora a otros dioses, esto produce innumerables víctimas.

El Nuevo Testamento no menciona que Dios es celoso, sino que el Hijo de Dios lo es (Jn 2.17). Sus hijos espirituales demuestran «celo santo» hacia la santidad de Dios y su reino (2 Co 7.11; 9.2; 11.2). Más frecuente en el Nuevo Testamento, sin embargo, es la mención del celo pecaminoso, que estorba las relaciones entre un cristiano y Dios (1 Co 3.3; Gl 5.20; Stg 3.14, 16).

El peligro en cuanto al celo humano por las cosas de Dios está en que podemos reproducir con mucha facilidad, bajo el manto de la defensa de la santidad de Dios, las prácticas que llevaron a Jesús a la cruz. Esto nos debe llevar a valorar las intenciones más profundas que nos mueven a actuar con celo. El celo santo por Dios y su obra debe mostrarse en una actitud flexible, autocrítica, de discernimiento de nuestros corazones. Y sobre todo, debe alimentarse con un profundo amor a Dios, a nosotros y al prójimo.

CENA DEL SEÑOR

Sencilla fiesta ritual ordenada en la Iglesia por Cristo («haced esto en memoria de mí», Lc 22.19), y denominada hoy a veces eucaristía (en griego, acción de gracias) o santa COMUNIÓN. Conmemora la muerte expiatoria de Jesucristo y a la vez simboliza la unidad de los cristianos y su reiterada fe en la pronta venida de su Señor.

La última cena que Jesús comió con sus discípulos, durante la Fiesta de la PASCUA en la víspera de su crucifixión, sirve de base para la actual Cena del Señor.

Evidentemente fue para Él un momento de extraordinaria importancia (Lc 22.15). Dio instrucciones precisas en cuanto a los preparativos (Mt 26.17ss y), y tomó precauciones para que Judas, y por ende los líderes judíos, no supieran de antemano dónde comerían (APOSENTO ALTO).

El LAVAMIENTO de los pies que Jesús hizo a sus discípulos (Jn 13.4–17) dio inicio a la celebración de la cena pascual muy cargada en sí de simbolismo religioso. Luego Jesús tomó el pan, y lo partió y distribuyó entre sus discípulos diciendo: «Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí» (1 Co 11.24). Después los invitó a tomar de la copa de vino, y dijo: «Esta copa es el nuevo PACTO en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí» (v. 25). Esta versión paulina de las palabras de institución, parecida a la de Lucas (22.15–20), ha de compararse con la de Marcos (14.22ss), la cual Mateo ha seguido de cerca (26.26–30).

Frente a la dificultad de fijar la fecha precisa de la institución de la Cena del Señor (JESUCRISTO), algunos eruditos han tratado de separar por completo esta fiesta cristiana de la tradición pascual. Afirman que Jesús murió precisamente a la hora en que solía sacrificarse el CORDERO pascual (Jn 19.14, 31) y que, por tanto, no pudo haber celebrado la comida de la Pascua la noche anterior. Datos descubiertos recientemente en QUMRÁN, sin embargo, parecen indicar que hubo discrepancias en los calendarios judíos de aquel entonces que quizá permitieran armonizar los relatos sinópticos con el juanino.

Sea la fecha el 14 ó 15 de NISÁN, indudablemente los pensamientos de Jesucristo, al sentarse a la mesa, giraban alrededor de la Pascua. Por sus palabras, y mediante un simbolismo profético, el Señor comunica a los suyos que el significado original de la Pascua adquiere una nueva dimensión y cumple la TIPOLOGÍA del Antiguo Testamento.

Hace del pan y del vino nuevas parábolas de su sacrificio inminente y emblemas de su muerte que se verificaría por la EXPIACIÓN del pecado humano y la PROPICIACIÓN de la justicia de Dios. Por analogía, Cristo hace así que los suyos se identifiquen con una nueva liberación del «Egipto» del pecado en cada celebración de la Cena del Señor.

Algunos cristianos, y en particular los catolicorromanos, han interpretado literalmente las palabras de la institución: «este pan es mi cuerpo esta copa es mi sangre». Otros aseveran que el verbo «ser» tiene aquí el valor exegético de «significa», como en Gn 41.26; Dn 7.17; Lc 8.11; Gl 4.24; y Ap 1.20, además de que en el arameo hablado por Jesús el «es» faltaría del todo. De ahí se cree que el Señor hablaba metafóricamente.

En la iglesia primitiva, se acostumbraba antes de la Cena del Señor una comida común que conmemoraba las ocasiones alegres en que Jesucristo partía el pan con sus discípulos (por ejemplo, Lc 24.30; Jn 21.9ss; cf. Jn 6.11 y el «partimiento del pan» de Hch 2.42, 46; 20.7; etc.). Parece que en Corinto estas fiestas o ÁGAPES se convirtieron en ocasiones egoístas para embriaguez y glotonería que merecieron una severa reprensión de Pablo (1 Co 11.20ss). El apóstol advirtió del juicio que espera a los que participan de los elementos «indignamente sin discernir el cuerpo» (vv. 27–34.

CENCREA

Uno de los puertos de CORINTO (a 11 km de la ciudad), situado en el golfo Sarónico al lado oriental del istmo. Al otro lado se hallaba el puerto de Lecheum.

En Cencrea Pablo se cortó el pelo como señal de su voto y de allí emprendió viaje para Éfeso (Hch 18.18). Romanos 16.1 indica que existía una iglesia en Cencrea, de la que → FEBE era diaconisa.

Pablo conoció el puerto de Cencrea, ya que de ahí zarpó cuando abandonó Corinto para  viajar a Éfeso y luego a Siria (Hch 18.18). Cuando escribió su carta a los romanos (tal vez desde Corinto), Pablo recomendó a la iglesia de Roma que recibiera dignamente a Febe, diaconisa de la iglesia de Cencrea (Ro 16.1–2), quien iba a viajar a Roma en ese momento.

CENEOS

(EN HEBREO, HERRERO O ARTÍFICES EN COBRE).

Tribu madianita (Nm 10.29; Jue 1.16; 4.11) que habitaba la tierra prometida (Gn 15.19). Su relación con los madianitas y luego con los amalecitas puede indicar que eran nómadas artesanos en hierro y cobre.

Moisés llegó a ser yerno de un ceneo (Éx 2.18; Nm 10.29; Jue 1.16; 4.11) e invitó a Hobab (¿su cuñado?) a acompañar a los israelitas. Así que los ceneos acompañaron a Judá en la posesión de su heredad (Jue 1.16; 1 S 27.10), pero permanecieron en el sur del país (quizás para seguir explotando los metales del Neguev y el Arabá). Saúl los perdonó cuando guerreaba contra los amalecitas (1 S 15.6). David cultivó amistad con ellos (1 S 30.26–29). Se ha sugerido que los israelitas aprendieron su «yahveísmo» de los ceneos. Pero la teoría no tiene apoyo bíblico. Más bien Moisés instruyó a Jetro en la religión de Jehová (Éx 18.10–12). Primero de Crónicas 2.55 puede indicar que los RECABITAS eran de ascendencia cenea.

CENEZEOS

Antiguo pueblo de Canaán, cuya tierra Dios prometió a Abraham (Gn 15.19), y cuya ascendencia es posible trazar hasta Esaú (Gn 36.9–11, 15, 42; 1 Cr 1.36, 53). Hay autores que identifican a Cenez, descendiente de Esaú, con el Cenaz mencionado en 1 Cr 4.13–15, aun cuando tal identificación no sea del todo necesaria, y afirman que algunos cenezeos se unieron a Judá. En este caso Caleb, el cenezeo (Nm 32.12; Jos 14.6, 14), sería descendiente de esta familia edomita.

CENIZAS

Término simbólico que representa la vanidad (Is 44.20), la inmundicia (Job 30.19), la desgracia (Sal 102.9), la vergüenza (2 S 13.19), la humillación ante Dios (Gn 18.27; Job 42.6) y el arrepentimiento (Dn 9.3; Mt 11.21).

Las cenizas se usaban en la purificación ritual de los inmundos (Nm 19.9, 10, 17; Heb 9.13). En cuanto a los sacrificios, había instrucciones específicas sobre la disposición de las cenizas restantes y la limpieza del altar después del holocausto (Lv 6.9–11). Jeremías llamó al valle donde se quemaban los cadáveres, el «valle de la ceniza» (Jer 31.40).

CENSO

Enumeración y registro de los ciudadanos de un pueblo. En la antigüedad lo practicaban los romanos y las civilizaciones del Antiguo Oriente. El Antiguo Testamento menciona cinco cómputos formales hechos de la población hebrea.

EL PRIMERO (Éx 30.11–16; 38.26), para la ofrenda del tabernáculo,

EL SEGUNDO (Nm 1–3), para el servicio militar (quizás basado en el primero), se realizaron en el monte Sinaí y dieron como resultado un número de 603.550 hombres mayores de 20 años.

EL TERCER CENSO (Nm 26), realizado cuando iban a entrar en Canaán, sirvió tanto de base para la división de la tierra como para propósitos militares, y su resultado fue de 601.630. Así, todo el pueblo que atravesó el desierto llegaría a unos 2.500.000, número sorprendentemente alto.

EL CUARTO censo lo hizo David, según parece por orgullo militar (2 S 24). Ya que el país no pertenecía al rey sino a Jehová, solo Él tenía derecho de conocer el número de sus súbditos. Por tanto, la conciencia popular condenó el censo, y Dios, aunque provocó la ocasión de levantarlo (castigando el pecado de rebelión contra David), respondió con ira a esta arrogancia. La suma de 1.300.000 hombres de guerra (2 S 24.9; cf. 1 Cr 21.5) implicaría una población total de 5.000.000, que sería densa aun para el día de hoy.

EL QUINTO censo se hizo con los que volvieron de Babilonia (Esd 2; cf. Neh 7.6–69) para fijar las herencias en la Tierra Santa, y dio como resultado 42.360. El Nuevo Testamento menciona dos censos romanos: Lc 2.1ss y Hch 5.37. (CIRENIO.)

Recordemos, sin embargo, que no es fácil determinar con certeza si estos números son exactos, ya que en la antigüedad no se usaban números sino letras con equivalencia numérica.

CENTINELA

Uno que guardaba, de día o de noche, una ciudad, un ejército o una viña contra ladrones y el ataque de enemigos. A veces se situaba en una torre o en una colina para poder observar toda la ciudad.

Por las frecuentes guerras en Israel, la figura del centinela era bien conocida. Gedeón atacó a los madianitas cuando estos acababan de relevar al centinela (Jue 7.19).

Jerusalén tenía centinelas que vigilaban la ciudad de día y de noche (Sal 127.1).

Isaías compara al profeta con el centinela que está sobre la atalaya para dar aviso (Is 21.6, 8).

Ezequías, en el pasaje clásico (Ez 33.1–9), describe el trabajo y la responsabilidad del atalaya.

CENTURIÓN

Oficial romano que mandaba 100 soldados. Casi todos los centuriones eran romanos y soldados profesionales. Constituían la columna vertebral del ejército romano. En el Nuevo Testamento se mencionan a menudo. Por ejemplo, el comandante de los soldados que crucificaron a Jesús fue el primero en atribuir a este el título de «Hijo de Dios» (Mc 15.39, 44) y CORNELIO, prosélito judío, fue la primicia del cristianismo entre los gentiles (Hch 10).

Un centurión se compadeció de su siervo enfermo a tal grado que buscó a Jesús para que lo curara (Lc 7.1–10). El centurión Julio cumplió con su deber y salvó la vida de Pablo (Hch 27.1).

CEPO

Instrumento de castigo, al que solo se alude en pasajes tardíos del Antiguo Testamento. Constaba de dos grandes piezas de madera, entre las cuales quedaban apresados los pies y, algunas veces, las manos y el cuello del prisionero. Los profetas Jeremías (Jer 20.2–3) y Hanani (2 Cr 16.10) sufrieron el cepo. Y Job alude a él metafóricamente para expresar su aflicción (Job 13.27; 33.11).

En Hch 16.24 se emplea la palabra griega xylon (objeto hecho de madera) en relación con el incidente de Filipos, cuando encarcelaron y pusieron en el cepo a Pablo y Silas.

CERDO

Ver. PUERCO.

CERETEOS

Pueblo que probablemente tuvo su origen en Creta y vivía al lado de los filisteos, en el sudoeste de Canaán (1 S 30.14; Ez 25.16; Sof 2.5). Con los peleteos formaban el cuerpo de guardia de David bajo la dirección de Benaía, uno de «los valientes» (2 S 8.18; 20.23; 1 Cr 18.17). Permanecieron fieles a David durante las rebeliones de Absalón (2 S 15.18) y de Seba (2 S 20.7), y presenciaron el ungimiento de Salomón (1 R 1.38, 44).

CERVIZ

Parte posterior del cuello. En sentido figurado, representa el acto de huir del enemigo, volviéndole la espalda (Éx 23.27). La cerviz endurecida simboliza obstinación o rebeldía delante de Dios (Éx 33.3; etc.) y la actitud del pecador (Dt 31.27; 2 R 17.14; Pr 29.1; Hch 7.51).

En la antigüedad, los conquistadores solían poner el pie sobre el cuello de los príncipes postrados, en prueba de subyugación (Jos 10.24), figura que se aplicaba también en otras circunstancias (por ejemplo, Gn 27.40; Hch 15.10).

CÉSAR

Sobrenombre original de la familia juliana en Roma. Después de haber sido dignificado en Julio César, se hizo nombre usual de los miembros de su familia que subían al trono. El último de estos fue Nerón, pero dicha denominación la conservaron sus sucesores, como una especie de título perteneciente al emperador.

A pesar de la tradición republicana de Roma, el César era en realidad un monarca (Jn 19.12, 15), como se ve en el juramento universal de obediencia. El culto al César que surgió más tarde llegó a ser para los cristianos el problema terrible que forma el antecedente histórico de APOCALIPSIS. Los Evangelios se refieren a AUGUSTO César (30 a.C.—14 d.C.) en Lc 2.1 , y a TIBERIO (14–37 d.C.) en Mc 12.14; Lc 3.1; 23.2; Jn 19.12, 15. Calígula (37–41 d.C.) no aparece en el Nuevo Testamento. Hechos menciona a CLAUDIO (41–54 d.C.) en 11.28; 17.7 y 18.2. El César a que se refieren Hch 25–28 y Flp 4.22 es NERÓN (54–68 d.C.). A veces César es símbolo de cualquier príncipe terrenal o del estado en general (Mc 12.17).

CESAREA

Ciudad situada a unos 104 km al noroeste de Jerusalén, en la costa del Mediterráneo. Fue construida (29–20 a.C.) por Herodes el Grande en el sitio de la Torre de Estratón, en honor de Augusto César. Llegó a ser el asiento del gobierno oficial de Roma en la Tierra Santa, bajo los procuradores y los reyes herodianos.

En el Nuevo Testamento, Cesarea aparece primeramente como la ciudad donde predicó y residió Felipe (Hch 8.40; 21.8); después como refugio de Pablo mientras huía camino a Tarso (Hch 9.30), y donde Pedro convirtió al centurión Cornelio (Hch 10).

Agripa I gobernó y murió aquí (Hch 12.19–23). Después de sus viajes misioneros, camino de Jerusalén, Pablo pasó por Cesarea (Hch 18.22; 21.8, 16), y aquí, luego de su arresto en Jerusalén, fue llevado a la prisión. Compareció ante Félix y Festo (Hch 23.23, 33; 24.27; 25.1ss) y de Cesarea zarpó para Roma (Hch 25.13ss).

Después de la época novotestamentaria Cesarea llegó a ser un centro importante para la iglesia antigua. Fue sede episcopal y de una escuela teológica donde fueron maestros Orígenes (185–254) y Eusebio (275–340).

CESAREA DE FILIPO

Ciudad conocida por ser el escenario de la confesión cristológica de Pedro (Mt 16.13ss), situada al extremo sur del monte Hermón, donde nace la fuente principal del río Jordán. En la antigüedad fue lugar de culto al dios Pan; de allí el nombre de Paneas para la ciudad y toda la región vecina. Paneas llegó a formar parte de la tetrarquía de Felipe luego de la muerte de su padre Herodes el Grande (4 d.C.).

Aquel remodeló y embelleció la ciudad, y la llamó Cesarea de Filipo, en honor de Tiberio César y de sí mismo.

En tiempos del Nuevo Testamento, Cesarea de Filipo era un importante centro de civilización grecorromana. Su influencia fue amplia según se desprende de las frases «la región de Cesarea de Filipo» (Mt 16.13) y «las aldeas de Cesarea de Filipo» (Mc 8.27).

Hoy se conoce con el nombre árabe de Banias, corrupción del nombre griego.

CETRO

Vara que simboliza la autoridad de un legislador, usada especialmente por los reyes (cf. báculos, Nm 21.18). Los cetros del mundo antiguo eran de dos clases:

  1. Largos: Surgen de la evolución del significado del bastón del anciano, y llegan a tenerse como símbolo de la sabiduría y soberanía del rey («los gobernadores» en Am 1.5, 8 son, literalmente, «los que tienen el cetro»). Según Gn 49.10 el cetro era lo bastante largo como para que reposara entre los pies del
  2. Cortos: Surgen de la evolución de un arma primitiva; eran símbolo del poder conquistador del rey (cf. Nm 17).

El cetro del Mesías simboliza su soberanía y poder (Sal 45.6; 110.2). Los judíos pretendieron ridiculizarlo poniendo una caña en la mano de Jesús (Mt 27.29).

CETURA

(PERFUMADA).

Esposa (o concubina) de Abraham después de la muerte de Sara. Sus hijos, que no tendrían parte de la herencia con Isaac, fueron enviados hacia el Oriente. Llegaron a ser progenitores de varias tribus árabes, de las cuales sobresale Madián (Gn 25.1–6; 1 Cr 1.32).

CHACAL

Mamífero carnívoro de la familia de los cánidos de un tamaño intermedio entre el lobo y el zorro. Era común en todo Palestina. Por sus lastimeros aullidos nocturnos (Miq 1.8) y sus madrigueras en las ruinas, es considerado símbolo de desolación (Is 13.22; 34.13; Jer 9.11; 49.33, etc.). Se alimenta de carroña (Sal 63.10) que olfatea a la distancia (Jer 14.6), pero con todo, es ejemplo para el hombre en el cuidado de su cría (Lm 4.3). Se reúne en manadas, por lo que se cree que las → ZORRAS de Jue 15.4 sean en realidad chacales.

CHIPRE

Isla grande (de unos 236 km de largo y de una anchura que varía entre 8 y 80 km) en el Mediterráneo, cerca de la costa de Siria (al este) y de Asia Menor (al norte). Su terreno es montañoso (alcanza alturas de 2.300 m), y posee yacimientos minerales y considerable variedad de piedras preciosas. A esto se debe en parte el interés que tenían en la isla los fenicios en tiempos antiguos. En tiempos del Nuevo Testamento era una provincia imperial de Roma. Hechos 4.36 (la primera referencia novotestamentaria) afirma que BERNABÉ era «natural de Chipre». Es más, Chipre estuvo íntimamente ligada con el desarrollo del cristianismo primitivo (Hch 11.19, 20). Fue allí donde Pablo inició su ministerio como misionero (Hch 13.4–12).

CHISMOSO

Ver. CALUMNIA.

CIELO

Término que puede referirse a las regiones atmosféricas y siderales o a la morada de Dios. Con ambos sentidos suele usarse indistintamente en plural y singular tanto en el castellano como en los idiomas originales.

«LOS CIELOS Y LA TIERRA»

Expresión que aparece en el primer versículo de la Biblia (Gn 1.1) y en otros muchos pasajes para designar todo el universo. Los escritores bíblicos aluden metafóricamente a las puertas o

 

ventanas del cielo, las cuales se abren o se cierran para dar paso al agua o detenerla (Dt 11.17; Sal 78.23). Se habla del sol, la luna y los astros como si estuvieran colocados en el cielo (Gn 1.14–17). Sería un error interpretar al pie de la letra tales metáforas escritas en una época precientífica.

LOS TRES CIELOS

En 2 Co 12.2 se menciona «el tercer cielo» de donde se deduce la existencia del primero y segundo cielo. Sin embargo, en la Biblia no se habla de ello. Puede ser que el primero sea la atmósfera que rodea nuestro planeta; el segundo, el espacio físico más allá de la atmósfera; y el tercero, la morada de Dios. Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo, pero se le prohibió divulgar lo que allí vio y oyó (2 Co 12.1–9). Según parece, Juan tuvo una experiencia similar  (Ap 4.1) en la cual basó la mayor parte de Apocalipsis.

Lo fundamental en estas experiencias de Pablo y Juan no es lo que nos permiten descifrar en cuanto a la estructura del cielo, sino lo que aportan al conocimiento de Dios.

LA MORADA DE DIOS

En varios pasajes aparece el cielo como morada de Dios y los seres que con Él habitan. Por ejemplo: «Padre nuestro que estás en los cielos» (Lc 11.2). Con Dios viven «los ejércitos de los cielos» (Neh 9.6) y los ángeles (Mc 13.32). Después de su resurrección, Cristo ascendió al cielo (Hch 1.11) y de allí volverá otra vez (1 Ts 4.16).

A veces cielo es sinónimo de Dios. El hijo pródigo dice: «He pecado contra el cielo y contra ti» (Lc 15.18). Ejemplo conocido es el término «reino de los cielos» en Mateo, evidentemente sinónimo de «reino de Dios».

La Biblia le promete al hombre regenerado una morada en el cielo (Jn 14.1–3). Hebreos 2.10 lo llama «la gloria». Hay una herencia incorruptible reservada en el cielo para los creyentes (1 P 1.4). El cielo es un lugar de bendición, mientras que el infierno promete tormento y miseria.

La referencia en Ap 21.1 a «un cielo nuevo y una tierra nueva» sugiere que el universo físico actual será completamente renovado.

CIENCIA

Ver. CONOCIMIENTO.

 

CIERVO/VA

Mamífero rumiante de tamaño mediano, entre el venado y el corzo.

Extinto en la Tierra Santa, en las otras regiones bíblicas se hallan dos tipos: el ciervo berberisco y el persa, que sin duda los judíos conocían.

Es elogiado por su agilidad (2 S 22.34; Sal 18.33; Cnt 2.9, 17 Is 35.6); se cuenta entre los animales limpios (Dt 14.5); tiene carne sabrosa (Dt 12.15, 22; 15.22), que se servía en la mesa de Salomón (1 R 4.23). Es tímido y cariñoso (Pr 5.18, 19; Jer 14.5).

CIGÜEÑA

Ave zancuda cuyo nombre hebreo significa «piadosa», quizás por referencia al cuidado de su cría. En la Tierra Santa se conocen dos especies. La blanca (excepto la punta de las alas) pasa el invierno en África, de donde emigra en verano en grandes bandadas (Jer 8.7).

La otra especie, de lomo y cuello negros, es muy común en el valle del mar Muerto.

Los hebreos consideraban inmunda a la cigüeña, quizás por su régimen alimentario (Lv 11.19; Dt 14.18). A su costumbre de anidar en árboles altos se refiere el Salmo 104.17.

CILICIA

Provincia del sudeste del Asia Menor, llamada antes Traqueya en su parte occidental y Cilicia Pedias en su parte oriental. Antes de 72 d.C., cuando Vespasiano dio más autoridad al gobierno provincial, Cilicia Pedias tenía una administración siria (cf. «en Siria y en Cilicia», en Hch 15.23, 41; Gl 1.21). Sus ciudades principales eran Adana, Seleucia y la capital TARSO, donde nació → PABLO. Una vital ruta comercial pasaba por las célebres «Puertas de Cilicia», desfiladero de los montes Tauro, al noroeste de Tarso.

Entre la población hitita originaria se radicaron muchos judíos que a menudo viajaban a Jerusalén manteniendo relaciones con los otros judíos y reuniéndose en una sinagoga particular (LIBERTOS). Esta, a la que Saulo de Tarso quizás asistió, tomó parte en el debate con ESTEBAN (Hch 6.9).

Luego de su conversión, Pablo estuvo activo en Cilicia, donde estableció iglesias a las que, entre otras, se dirigió la carta que envió el concilio celebrado en Jerusalén (Hch 15.23, 41). El cristianismo floreció en Cilicia hasta que esta la dominaron los árabes en el siglo VIII.

CILICIO

Ropa toscamente tejida y de tela oscura, generalmente de pelo de cabra o CAMELLO (Ap 6.12). Era una vestidura áspera que llevaban los que estaban de duelo o en actitud de penitencia por causa del pecado (Gn 37.34; 2 S 3.31; 1 R 21.27; Mt 11.21).

Usado a veces a flor de piel, el cilicio servía de signo de protesta como en el caso de Mardoqueo (Est 4.1) y los profetas (Is 20.2; Zac 13.4).

Ceñírselo era símbolo de los lamentos de Judá por los castigos que el Señor enviaba al pueblo (Jer 4.8; 48.37). Sentarse sobre cenizas era un acto casi siempre asociado con el uso del cilicio. Todo eso serviría para expresar arrepentimiento.

CÍMBALO

Instrumento musical de percusión usado en las ceremonias religiosas de Israel (1 Cr 15.16, 19, 28; 2 Cr 5.13; 29.25; Esd 3.10; Neh 12.27; cf. 1 Co 13.1).

Consistía en dos platillos metálicos que sonaban al golpearlos uno contra el otro, y los había de dos tamaños. Los más grandes se sostenían con ambas manos, y los pequeños se colocaban uno en el dedo pulgar y el otro en el dedo cordial de una mano. Se cree que el Salmo 150.5 menciona ambas clases.

CINERET

(ARPA, LIRA).

  1. Ciudad fortificada en la tierra de Neftalí, ubicada en la costa noroeste del lago de Galilea (Jos 19.35).
  2. Pequeña llanura que rodeaba la ciudad de este nombre (1 R 15.20), designada como «tierra de GENESARET » en Mc 53.
  3. En el Antiguo Testamento nombre del mar que en el Nuevo Testamento se llama MAR DE GALILEA o lago de Genesaret (Nm 34.11; Dt 3.17; Jos 11.2; 12.3; 13.27). Algunos creen que el lago se llamó así por tener forma de

CINTURÓN

El cinturón o cinto fue, en las tierras y el tiempo bíblicos, parte esencial del vestido tanto del hombre como de la mujer. En su forma y contextura variaba desde el simple cordel hasta una elaborada pretina, como la que usaban los sacerdotes y el sumo sacerdote. Por lo general, los cinturones se hacían de cuero (Mt 3.4) o de simple tela a manera de faja. Los cinturones de lino eran muy delicados (Jer 13.1).

Algunos cinturones de cuero se confeccionaban de tal manera que sirviesen de bolsa para llevar monedas, navajas, tinteros y hasta alimentos. Tanto en horas de trabajo manual como de viaje, las personas levantaban las puntas de sus túnicas y las encajaban en el cinturón para así poder moverse con mayor libertad. De aquí la expresión «ceñidos vuestros lomos» (Éx 12.11; Lc 12.35), que da a entender que el hombre está dispuesto a la actividad y al servicio.

En la minuciosa lista que Dios da a Moisés (Éx 28.4), se menciona el cinturón como objeto importante en las vestiduras de los primeros sacerdotes.

CIPRÉS

La Reina Valera traduce el hebreo berosh indistintamente «haya» (Ez 27.5; 2 S 6.5) o

«ciprés» (1 R 6.15, 34; 9.11; Cnt 1.17). Tal vez es el juniperus excelsa, variedad de junípero que se da en el Líbano. Es un árbol fragante, parecido al CEDRO, cuya madera es estimada para construir buques, instrumentos de música y casas.

CIRCUNCISIÓN

Rito religioso en el que se corta el prepucio que cubre el glande del miembro viril.

La circuncisión se conocía entre los egipcios antes del tiempo de Abraham (DBH, p. 331). La practicaban también los edomitas y moabitas (Jer 9.25s). Entre estas naciones paganas la circuncisión era un rito de pubertad o consagración al matrimonio, que se efectuaba al llegar a la edad necesaria (Gn 17.25). Los filisteos, asirios, elamitas, sidonios y los habitantes preisraelitas de Canaán, no la conocían (1 S 14.6; Ez 32.17–30).

EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Dios escogió la circuncisión como señal de su PACTO con ABRAHAM y su descendencia (Gn 17.10, 11). Algunas de las implicaciones derivadas de este pacto son:

  1. La justificación por la fe sola (Gn 15.6, 18). Pablo habló de la circuncisión sobre todo como señal y sello de la justicia por la fe (Ro 11).
  1. La regeneración o el nuevo nacimiento, es decir, una vida nueva (Gn 17.7; Mc 12.26, 27; Ro 4.19). Moisés y Jeremías hablaron de la circuncisión del corazón (Lv 26.41; Dt 10.16; 30.6; Jer 4.4; 9.25, 26).
  2. La capacidad de engendrar una descendencia

La circuncisión se relaciona en su contexto bíblico original con el proceso de propagación (Gn 17.7; cf. 15.2–5). En el Antiguo Testamento el acto sexual no se considera pecaminoso (Gn 1.28; 2.4), pero su fruto, la naturaleza humana, sí (Salmo 51.5). Mediante la gracia representada por la circuncisión se renueva la capacidad de engendrar una descendencia santa (Gn 1.28; 17.2, 4–6; 1 Co 7.14).

La circuncisión en el Antiguo Testamento no era un rito de pubertad, como en las naciones paganas. Se circuncidaban a los bebés de ocho días (Gn 17.12), por su necesidad de los beneficios del pacto y su participación en ellos (Lv 12.3; Sal 51.5; Ro 5.12, 18; 1 Jn 2.12).

  1. La circuncisión implicaba obediencia a Dios (Ro 2.25–29; 1 Co 7.17–19), no solo para los creyentes adultos (Gn 17.1), sino también para los hijos (Gn 17.9; 18.19; Sal 103.17, 18; Ef 6.4; Col 3.20; Tit 16).

Era señal de una relación especial, íntima y santa con Dios (Gn 17.1) y de plena comunión con el pueblo (Gn 17.14). Confería derechos y obligaciones de la misma manera que lo hacía la identificación de cada familia con su patriarca ( Gn 17.7 , 8 , 12 , 13 , 23 ; cf. Ro 5.12–20 y el bautismo en Hch 2.39 ; 16.15 , 31 , 33 ; 18.8 ). Como señal del pacto era el requisito para participar dignamente de la Pascua (Éx 12.48) y de los sacrificios (Ez 44.7).

La práctica común en Israel era muy contraria a la alta enseñanza divina sobre la circuncisión. Casi desde el principio (Gn 34; cf. 21.4), Israel convirtió lo espiritual en algo carnal e hipócrita. En vez de tener la circuncisión por señal de bendición universal, la cambió en una distinción nacionalista que redundó en maldición (Gn 12.2; 17.6, 12; cf. cap. 34).

A través del Antiguo Testamento, Dios hace hincapié en la gran importancia de recordar la señal de su pacto (Gn 17.14) y en el peligro de despreciarla y postergarla (Éx 4.24–26; Jos 5.2–9). Sin embargo, advierte que la señal exterior sin la realidad de la fe y la regeneración interior es vacía y nos condena (Jer 9.25, 26; Ro 2.25–29; 4.9–12).

EN EL NUEVO TESTAMENTO

La circuncisión se practicó, como correspondía a la cultura judía de la época, en los casos de Juan el Bautista y Jesús (Lc 1.59; 2.21). La imposición del nombre acompañaba a la circuncisión. Sin embargo, para mediados del siglo I la circuncisión perdió mucho de su sentido confesional de la época del regreso. Pablo polemizó fuertemente con los que querían circuncidar a los gentiles convertidos a Cristo (Gl 5.2–12; 6.12–16; Flp 3.2, 3). Su opinión la

adoptó el concilio apostólico (Hch 15.1–21). La circuncisión nunca llegó a ser ordenanza de la Iglesia (1 Co 7.18, 19; Hch 16.3; Ro 4.9–12; cf. Gl 2.3).

La señal del pacto llegó a ser el BAUTISMO. Este cumplía el verdadero sentido de la circuncisión: el despojamiento de la vieja naturaleza y la experiencia de la regeneración (Col 2.11, 12). Así que los cristianos forman la verdadera circuncisión (Flp 3.3).

EN SENTIDO FIGURADO

La Biblia se refiere con frecuencia a la «circuncisión del corazón» (Dt 10.16; Jer 4.4; Ro 2.29). El Antiguo Testamento menciona árboles frutales incircuncisos (Lv 19.23), y labios (Éx 6.12,

30) y oídos (Jer 6.10) incircuncisos. Pablo habla de la «incircuncisión de vuestra carne» (Col 2.13).

CIRENE

Ciudad de Libia en el norte de África, situada al oeste de Egipto. Formaba parte de la Pentápolis (cinco ciudades, las otras eran Apolonia, Arcione, Berenice y Tolemaida). Los griegos la colonizaron en 631 a.C. Después de la muerte de Alejandro Magno, cayó en manos de los egipcios (Tolomeos). Cedida a los romanos (75 a.C.), estos la convirtieron en una provincia.

Los judíos cireneos llegaron a ser una de las principales comunidades de la DIÁSPORA (1 Mac 15.23; Hch 2.10). A un cireneo, SIMÓN, lo obligaron a cargar la cruz de Jesucristo (Mc 15.21). Había cireneos entre los que evangelizaron en Antioquía por primera vez a los gentiles (Hch 11.20), y más tarde LUCIO enseñaba en la iglesia allí (Hch 13.1). Los judíos de Cirene tenían o compartían en Jerusalén una sinagoga (Hch 6.9).

CIRENIO

Gobernador de Siria cuando nació Jesús, según Lc 2.2. Empezó su carrera política como cónsul en Roma en 12 a.C. Desempeñó varios puestos y murió en 21 d.C. (JESUCRISTO).

Lo dicho en Lc 2.2 presenta uno de los problemas más interesantes y más difíciles de la Biblia, en cuanto a la fecha del nacimiento de Jesús. Dice: «Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria». Datos históricos prueban que Cirenio fue gobernador de Siria entre 6 y 9 d.C. y que Judea pertenecía a esta provincia. Josefo (Antigüedades XVIII, i, 1) registra un censo en esta época, y Hch 5.37 menciona este censo en relación con la rebelión de Judas el Galileo. Pero Lc 2.2 se refiere a otro censo previo (Herodes murió en 4 a.C.) e implica que Cirenio fue gobernador de Siria dos veces.

Una inscripción antigua parece confirmarlo, aunque no aparece el nombre de Cirenio. Quizás Cirenio haya sido legado especial en Siria entre 10 y 4 a.C. encargado de las relaciones exteriores, especialmente de la guerra contra los homanadenses (revoltosos de Asia Menor Central), mientras otro llevaba el gobierno civil de la provincia. De ser así, es posible también que se hiciera un censo en esta época, ya que Herodes era súbdito del emperador Augusto y se hicieron censos en otras partes del imperio en este período.

CIRO

Fundador del Imperio Persa (559–529 a.C.) que en 559 a.C., después de encabezar una revuelta militar, se coronó rey de los medos y los persas. Con sus guerras de conquista extendió su dominio sobre toda el Asia Menor. Sus ejércitos llegaron hasta Egipto y la India. En 539 se apoderó de la ciudad de Babilonia, donde los judíos se encontraban desterrados.

En la historia general se destaca como gobernante magnánimo y por haber dado un trato diferente a los pueblos conquistados: respeto a la vida, consideración a los reyes vencidos y respeto a los dioses de cada uno de los pueblos.

Los israelitas sin duda se beneficiaron de esta política tolerante. En Is 44.28–45.16.

Ciro aparece como el ungido de Jehová, distinción reservada primitivamente para el rey de Israel y convertida luego en título mesiánico (UNCIÓN). Por ello los judíos pusieron sobre él sus esperanzas de liberación. Y en efecto, Ciro fue el «agente político» de Dios; un instrumento de los designios divinos. Así, en el primer año de su gobierno en Babilonia (538 a.C.), devolvió la libertad a los judíos mediante el famoso edicto de restauración, con el cual también autorizó la restauración del culto judío y la construcción del templo (Esd 1.1–4; 6.3–5).

CISÓN

NOMBRE DE ARROYO Y CIUDAD.

  1. Importante arroyo en el norte de Palestina. Tiene sus fuentes al pie de los montes Tabor y Gilboa y corre paralelo al nordeste de las montañas del CARMELO, pasando por el valle de Jezreel hasta desembocar en el Mediterráneo, al sur de la bahía de Acre.

Durante una buena parte del año está seco; en tiempo de lluvias se vuelve impetuoso torrente a causa de la conjunción de aguas que bajan del Carmelo. Desde el punto en que recibe las aguas del Carmelo hasta su desembocadura, el río Cisón ofrece una corriente perenne; ese tramo es de aproximadamente 4 km de longitud.

Fue escenario de la derrota de SÍSARA (Jue 4.7, 13; 5.21), y fue allí también donde perecieron los profetas de Baal tras la contienda habida con ELÍAS (1 R 18.40).

En sus riberas se encuentra la famosa montaña de MEGUIDO (ARMAGEDÓN), sitio de terribles matanzas.

  1. Ciudad de los levitas (Jos 28).

CISTERNA

Debido a cierto intercambio de términos en el hebreo, es preciso distinguir la cisterna propiamente dicha, de pozos, fuentes y estanques. Todos tenían gran importancia en la Tierra Santa. Como allí deja de llover durante el verano, tenían que usar todos los métodos a su alcance para abastecerse de AGUA y conservarla. En contraste con el pozo, que acumula el agua de una fuente subterránea (o agua infiltrada), la cisterna es un depósito hecho en el suelo, en forma de pera, para recoger y conservar agua de lluvia. La boca de la cisterna solía taparse con una piedra.

Se han encontrado restos de miles de cisternas, pues toda casa considerable tenía una, y se hacían cisternas de gran tamaño para el uso público. Debajo del templo se construyó un depósito inmenso para las necesidades del culto.

Como es natural, el agua disminuía durante el verano, y había muchas cisternas secas que a veces se usaban como mazmorras improvisadas. Por ejemplo, los casos de José (Gn 37.22) y Jeremías (Jer 38.6). En sentido figurado, Jer 2.13 contrasta a Dios, fuente eterna de agua viva, con los recursos de los hombres (o de falsos dioses) que son «cisternas rotas que no retienen agua». (POZO; FUENTE; ESTANQUE)

CITAS

A menudo un escritor bíblico repite lo que otro escribió sin mencionar que se trata de una cita. Por ejemplo, Nm 26.5ss citado de Gn 46.8ss; Dt 5.6ss de Éx 20.2ss; 1 Cr 17 de 2 S 7; Neh 7 de Esd 2; Sal 18 de 2 S 22; Miq 4.1–3 de Is 2.1–4; Is 36–39 de 2 R 18–20; Jer 52 de 2 R 24–25; Abd 1.8 de Jer 4.9; Jon 2.3 de Sal 42.7; Hab 2.14 de Is 11.9.

CITAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento se cita expresamente unas doscientas cincuenta veces con indicaciones como «escrito está» (Mt 4.4), «lo dicho por el Señor» (Mt 1.22), «leído en el libro de Moisés» (Mc 12.26), «escrito en el profeta» (Mc 1.2), etc. Mateo, por ejemplo, cita su propia traducción del texto hebreo (Mt 21.5 de Zac 9.9) y de la SEPTUAGINTA (Mt 15.9 de Is 29.1, 3), y su propia versión de la recensión de QUMRÁN (Mt 1.23 de Is 7.14). No se sabe por qué un mismo evangelista usa tres textos diferentes.

Para Hab 2.4, Pablo (Ro 1.17) prefiere la LXX, mientras el autor de Hebreos (10.38) el texto hebreo.

A veces no se cita textualmente, sino que se cambian algunos vocablos del pasaje reproducido (Mt 19.18s). Otras veces, al citar en el Nuevo Testamento un pasaje del Antiguo Testamento, no se toma en cuenta el contexto inmediato original, sino que la cita se adapta a las circunstancias de un nuevo contexto que solo en general corresponde a la antigua situación (TIPOLOGÍA). Por ejemplo, en Oseas 11.1, «Israel» designa al pueblo, pero en Mt 2.15 se refiere a Jesús. En Habacuc 2.4 se trata de tener fe en una profecía que aún no se ha cumplido; Ro 1.17 alude a la fe en el sacrificio cumplido ya por Jesús.

En cada caso, la cita procura interpretar la nueva acción de Dios más que hacer la exégesis literal del antiguo pasaje. Es importante, pues, interpretar estas citas siempre a la luz de los  dos contextos en que se encuentran. Demuestran que, años antes del acontecimiento, la voluntad revelada de Dios había insinuado que así sería, porque su plan salvífico no cambia esencialmente de una época a la otra. Esto lo vemos en Mt 1.23; 2.15, 17, 23; 3.3; 4.14, etc.; una serie de testimonios de que «todo esto aconteció para que se cumpliese [completase] lo dicho por el Señor por medio del profeta». Es posible que la iglesia hiciera colecciones de tales textos que hallaron su cumplimiento en Jesucristo (MATEO, EVANGELIO DE). Asimismo, Lucas 4.21 señala que «hoy se ha cumplido esta Escritura [Is 61.1s] delante de vosotros».

Si tomáramos en cuenta las citas parciales y alusiones a textos veterotestamentarios, el total pasaría de mil.

CITAS DE LIBROS APÓCRIFOS

Judas 14 cita a Enoc 1, indicando la fuente. Pero generalmente este tipo de cita se hace sin tal indicación (Ro 13.1 de Sabiduría de Salomón 6.4; 1 P 3.20 de Enoc 6 y 10; Jud 9 de Asunción de Moisés).

CITAS DE TEXTOS PROFANOS GRIEGOS

Hechos 17.28 cita de Aratos y 1 Co 15.33 de Menandro, poetas; Tit 1.12 de Epiménides y Gl 5.23 de Aristóteles, filósofos. Las formas rítmicas en Hch 14.17 y Stg 1.17 hacen pensar en alusiones a poesías.

CITAS DE HIMNOS

En Ef 5.14; 1 Ti 3.16; Ap 4.11; 5.9–13; y 15.3s, se hallan fragmentos de «salmos, himnos y cánticos espirituales» (Col 3.16), como si los autores aludieran a cantos comunes en las congregaciones. Mateo 26.30 se refiere al himno pascual que comprende los Salmos 113–118.

CIUDAD

Conjunto de casas rodeado por una muralla y defendido por un alcázar.

Contrastaba con la ALDEA en que esta era un simple conjunto de casas físicamente indefensas. En caso de guerra, los aldeanos se refugiaban en la ciudad, a cambio del pago de algún tributo por el asilo. La ciudad se consideraba en sentido figurado como la «madre» (2 S 20.19), y las aldeas como «hijas» según reza literalmente en hebreo en pasajes como Nm 21.25, 32; Jos 15.44; Jue 11.26.

Debe entenderse que las ciudades bíblicas, de acuerdo con las excavaciones arqueológicas, tenían poca extensión. La antigua Debir, por ejemplo, una ciudad importante, en los tiempos de su mayor prosperidad albergaba apenas de dos mil a tres mil habitantes.

El nombre de algunas localidades hace alusión a su origen, su situación o su reputación: BETSAIDA (casa de la pesca) era una ciudad situada a orillas del lago de Genesaret; BELÉN (casa del pan), una ciudad rodeada de campos de trigo; y BET-EL (casa de Dios) se llamaba así por la fama de su templo. El nombre de JERUSALÉN, de discutida etimología, evoca para los israelitas la idea de «ciudad santa» (Is 52.1; Ap 21.2, 27).

En las ciudades las casas generalmente eran pequeñas y estaban amontonadas; las calles eran estrechas y tortuosas, y muchas veces eran callejones sin salida. Por lo general, no tenían pavimentación y eran muy sucias; la basura se amontonaba y abundaban los perros callejeros (1 R 22.38; Lc 16.21). Los profetas aluden a lo sucio de las calles (Is 5.25; 10.6; Miq 7.10). En las viejas ciudades los comerciantes se agrupaban en lugares cercanos. Cada gremio tenía su sección; por ejemplo, «la calle de los panaderos» en Jerusalén (Jer 37.21). No había plazas, pero las PUERTAS de la ciudad servían como tales. En ellas se hacían las transacciones comerciales (2 R 7.1; 2 Cr 32.6). Allí se proclamaban también los anuncios de las autoridades (Dt 21.19; Jer 17.19) y se hacían los procesos (Am 5.12, RV-1909).

Al atardecer se cerraban las puertas de las ciudades (Jos 2.5) y los centinelas vigilaban durante toda la noche (Sal 127.1). Las ciudades israelitas, como todas las demás, tristemente fueron focos de vicios; contra tal situación se pronunciaron los profetas (Ez 9.9; 24.6).

CIUDAD DE DAVID

La fortaleza de Sion, parte sudeste de Jerusalén, llamada también Ofel. David la tomó de los jebuseos y construyó en ella su palacio (2 R 5.6–9; 1 Cr 11.5–7). Llevó allá el arca y la colocó en una tienda, donde permaneció hasta que Salomón construyó el templo más al norte (2 S 6.12, 16; 1 R 8.1). Allí se sepultaron a David, Salomón y otros reyes (1 R 2.10; 11.43). (SION; JERUSALÉN; OFEL) Lucas 2.11 se refiere a Belén, ciudad natal de David, que no debe confundirse con la que es propiamente la ciudad de David.

CIUDADES DE REFUGIO

En Israel todo homicidio, incluso el involuntario, provocaba la acción del «vengador de sangre» (goel): el pariente más cercano de la víctima, que estaba obligado a dar muerte al homicida. Sin embargo, la Ley protegía al homicida accidental, en el sentido de que este podía hallar seguridad en cualquier santuario y, más concretamente, en torno a cualquier altar, si se apresuraba a asirse de los cuernos de este Lugar Santo (1 R 1.50; 2.28). Después que el culto quedó centralizado en Jerusalén, seis ciudades santas: Cades de Neftalí, Siquem, Hebrón, Golán, Ramot de Galaad y Beser (Jos 20.7, 8), fácilmente accesibles (Dt 19.3), fueron designadas como lugares de refugio contra el «vengador de sangre».

De los diversos textos (de distintas épocas) acerca del «derecho de asilo» (Éx 21.12s; Nm 35.9–34; Dt 4.41–43; 19.1–13; Jos 20.4–9), se desprende que solo el homicida involuntario podía acogerse a la protección de esta ley.

En caso de duda, o quizás habitualmente, el refugiado se ponía a disposición de los ancianos de la ciudad, los cuales se pronunciaban: si se le reconocía como culpable de homicidio, se le entregaba al «vengador de sangre». Si el homicidio se había efectuado realmente por descuido o por accidente, se devolvía al homicida a la ciudad de refugio, la que ya nunca debería abandonar, bajo pena de volver a caer en manos del goel. Ningún rescate podía liberarlo. No obstante, después del cautiverio, se pronunciaba amnistía general, al morir el sumo sacerdote, para todos los homicidas involuntarios, los cuales podían regresar a sus hogares sin temor.

CIUDADANÍA

Derecho de los romanos nativos, y de otros que la adquirían por servicio militar o de otro género, por compra (Hch 22.28), por manumisión, etc.

Aseguraba al que la poseía y a sus hijos ventajas sociales y todos los derechos legales que se otorgaban bajo el Imperio Romano: entre otros, el de no ser azotados o apresados sin previo juicio (Hch 16.37ss; 22.24–29), y el de apelar al emperador y ser juzgado en Roma (Hch 25.10– 12). La ciudadanía simboliza la nueva relación comunitaria que viven los creyentes al ser acogidos por Dios, el Padre, como hijos (CASA; Ef 2.12; Flp 3.20).

CIZAÑA

(LOLIUM TEMULENTUM).

Planta anual de más de un metro de alto, con hojas similares a las del trigo, pero de espigas comprimidas. El grano es de tamaño y aspecto similar al trigo y de ahí que con frecuencia se siembren juntos accidentalmente (Mt 13.24–30). Debido a un hongo que crece dentro de la semilla de la cizaña, la harina de trigo que contiene cizaña es amarga y venenosa. La cizaña es uno de los hierbajos más perjudiciales.

CLAUDA

Pequeña isla a unos 37 km al oeste del Cabo Matala de la isla de Creta, o sea, a 26 km al sur del puerto Fenice. Debido a su tamaño nunca tuvo una población muy grande ni llegó a tener gran importancia. Cuando Pablo viajaba a Roma, un viento fuerte del nordeste sopló sobre la embarcación que venía de Creta y, habiendo corrido a sotavento de Clauda, se pudieron tomar las precauciones mencionadas en Hch 27.16s.

CLAUDIA

Mujer cristiana de Roma, cuyos saludos Pablo comunica a Timoteo (2 Ti 4.21). Una antigua tradición la identifica como madre (o esposa) de Lino, y otra la llama mujer de Pudente.

CLAUDIO CÉSAR

Cuarto emperador de Roma (41–54 d.C.), sobrino de Tiberio, el segundo emperador, y tío de Calígula, el tercero (CÉSAR). Asumió el poder después del asesinato de Calígula, y a su vez murió asesinado por su esposa (y sobrina) Agripina, quien pretendía asegurarle el trono a su hijo Nerón y evitar la coronación eventual de Británico, hijo de Claudio César con otra mujer.

Hechos 11.28 se refiere a una carestía que afligió el imperio de Claudio César y se hizo sentir cruelmente en Palestina en los años 44–48. Es el mismo César mencionado en Hch 17.7 y, según Hch 18.2, el que expulsó a los judíos de Roma.

CLAUDIO LISIAS

Militar que rescató a Pablo del furor de los judíos en Jerusalén (Hch 21.31ss; 22.24ss) y lo condujo a Cesarea (23.10–35). Se menciona por nombre en 23.26; 24.7, 22 y muchas veces por el título de TRIBUNO (quilarcos, jefe de mil soldados). De ahí se entiende que Claudio Lisias comandaba la guarnición romana en Jerusalén, resguardo en la fortaleza Antonia junto al templo. Según 22.28, Claudio Lisias compró la CIUDADANÍA romana.

CLEMENTE

(BENÉVOLO).

Nombre (común entre los romanos) de un líder cristiano de Filipos (Flp 4.3). Se destacó por su valentía en los primeros días de la evangelización, junto con Evodia, Síntique y otros colaboradores de Pablo. Clemente de Roma es otra persona.

CLEOFAS

(EN GRIEGO, KLEOPÁS, ABREVIATURA DE CLEÓPATROS).

  1. Discípulo muy allegado al círculo de los doce que, con un compañero, se dirigía a Emaús el

día de la resurrección. El Señor resucitado sostuvo con los dos viajeros una conversación reveladora (Lc 24.13–33). No hay base para identificarlo con el que se señala a continuación.

  1. Nombre (en griego, Kleopás, probablemente semítico) del marido de una de las Marías que estuvieron al pie de la cruz (Jn 25).

CLOÉ

(EN GRIEGO, LA QUE REVERDECE).

Mujer por cuya «casa» Pablo se enteró, estando en Éfeso, de las disensiones que hubo en la iglesia de Corinto. No se sabe si «casa» alude a empleados, esclavos o parientes, ni si Cloé era creyente o no, ni si vivía en Corinto o en Éfeso.

COAT

Segundo hijo de Leví (Gn 46.11) y padre de una de las tres familias de levitas (Éx 6.16, 18), la cual se subdividió en las descendencias de Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Fue abuelo de Aarón y Moisés (Éx 6.20).

De acuerdo con el primer censo de Israel, había ocho mil seiscientos varones coatitas que acampaban al sur del tabernáculo (Nm 3.27–29). Tenían a su cargo la transportación de los utensilios y los muebles sagrados una vez cubiertos por los sacerdotes (Nm 3.31).

En la conquista de Canaán, los coatitas hijos de Aarón recibieron trece ciudades, mientras los demás coatitas recibieron diez (Jos 21.4, 5). En el reino de David desempeñaron varios oficios: cantores en la casa de Jehová (1 Cr 6.31–38), encargados de preparar los panes de la proposición (9.31, 32), jefes de los tesoros de David (26.23–28), jueces y gobernantes (26.29).

CÓDICE

Ver. MANUSCRITO.

CODICIA

Codiciar es desear lo que no nos pertenece. En el Antiguo Testamento, la codicia es una ofensa a Dios. El decálogo prohíbe el robo, el deseo de los bienes ajenos y el codiciar a la mujer ajena. Es pecado no saber renunciar, por obediencia a Dios, a lo que en sí mismo podría ser un deseo natural y legítimo (Nm 11.4ss), y pecado es el deseo de satisfacción sexual fuera del matrimonio (Gn 39.7ss). El justo debe dominarse en la esfera sexual (2 S 11.2; Job 31.1).

La palabra griega que algunas veces se traduce «codicia» aparece cincuenta y tres veces en el Nuevo Testamento, tanto en forma verbal (epithymeo), como sustantiva (epithymeo). Su raíz griega es thymós, «aquello que pulsa, hierve y bulle, en primera instancia la sangre y el corazón como sitios en los que están ubicadas las emociones» (clave lingüística del Nuevo Testamento. Elaborada por ISEDET). Aparece más en las Epístolas que en los Evangelios. Se emplea a veces para referirse al deseo que el hambre provoca (Lc 15.16; 16.21) o a un anhelo legítimo (Lc 22, 15; 1 Ts 2.17; Ap 9.6).

Pero la mayoría de las veces denota un deseo malo de algo que no es bueno. Pablo utiliza el término en 1 Co 10.6 en el sentido de deseo pecaminoso (cf. Ro 13.9; Gl 5.24).

La codicia es una manifestación del pecado que hay en el hombre y que lo domina. Para Pablo este deseo es consecuencia de la prohibición del pecado (Ro 7.7s). El Nuevo Testamento predica arrepentimiento, el cual conduce a la resolución de negarse a sí mismo (Mt 15.24; Ro 6.11ss). Incluso después de haber recibido el Espíritu Santo, la codicia sigue siendo un peligro y hay que combatirla (Gl 5.17).

CODO

Medida de longitud muy usada por los hebreos (Éx 25.10; 1 R 7.24; Ez 40.5) y otras naciones antiguas. Es aproximadamente el largo del brazo, desde el codo hasta la punta del dedo corazón. Tanto los egipcios como los babilonios, y después los hebreos, tuvieron un codo real u oficial y otro común. El oficial tenía 20, 8 plg. (53 cm) y el común 17, 7 plg. (45 cm). Antes del cautiverio de los judíos, parece que se usaba el codo común. Después del cautiverio, cuando había necesidad de especificar una medida exacta, aclaraban a cuál codo se referían (Ez 40.5; 43.13).

CODORNIZ

Ave del orden de las gallináceas, menor que la → PERDIZ y de parecida coloración. La especie más conocida es emigratoria. Abandona Europa en grandes bandadas durante el otoño, atraviesa la Tierra Santa y la península del Sinaí, y se establece en África, de donde vuelve en el mes de marzo.

En dos ocasiones abastecieron de carne a los israelitas (Éx 16.13; Nm 11.31, 32), hecho que constituyó un milagro. Si bien es cierto que las codornices, en su vuelo emigratorio, suelen caer al suelo por el cansancio o por el cambio de dirección del viento que la viene empujando, las circunstancias y la oportunidad del suceso muestran claramente la intervención de Dios. Así se narra en los pasajes citados y así se recuerda en Sal 78.25–29; 105.40.

COLONIA

Establecimiento de ciudadanos romanos, autorizado por el senado, en territorio conquistado por Roma, con los privilegios, la libertad y los derechos de romanos peninsulares. Muchas veces el propósito de la colonia era la rehabilitación de los veteranos de guerra o los desocupados. Se consideraba como una extensión de Roma y el modo de hablar, vestirse y gobernar de los colonos era romano. En Hch 16.12, 20, 21, se puede ver cómo estimaban los colonos sus privilegios y derechos.

COLORES

Por lo general, los nombres de los colores se derivan del nombre de la sustancia de su origen o de sus usos. En la Biblia, los colores fundamentales son blancos, rojos, verdes y púrpura.

Hasta el día de hoy, los habitantes del Oriente Medio no definen los colores con precisión, aunque gustan de decorados en amarillo, azul y verde brillantes, en contraste vivo. En el caso de los hebreos, se añadían a los motivos sicológicos y lingüísticos otros de orden religioso. La «imagen» prohibida por el segundo mandamiento solía estar pintada de colores vivos en las religiones de Egipto, Palestina y Mesopotamia; no se distinguía claramente entre la «escultura» y la «pintura» en este contexto (Éx 23.12–16).

PÚRPURA

Había dos matices principales. Se obtenía en pequeñas cantidades de cierto molusco, y su fabricación fue, durante siglos, monopolio de los fenicios. El color en sí no importa tanto, sino su uso en las vestiduras reales como símbolo de nobleza y riqueza (Jue 8.26; Est 1.6). Tiene interés especial por haberse usado en el TABERNÁCULO (Éx 25–39) y en el manto real, con el que los soldados se mofaron del Salvador (Jn 19.2).

GRIS

Traducción del vocablo hebreo sebha (vejez). Se aplica a las canas del anciano o a la impresión que produce la escarcha (1 R 2.9; Job 38.29; Pr 16.31).

ROJO O CARMESÍ

Se emplea en gran variedad de contextos. Es el color de ciertos tejidos, la tez humana, un guiso y hasta del pecado (Gn 25.30; Éx 25.4; 1 S 16.12; Is 1.18).

En la esfera del simbolismo, es natural que se empleen más los colores de significado evidente, como el blanco, la escarlata y el negro, pero aun en Apocalipsis se recurre mucho más a los materiales que a los colores.

COLOSAS

Ciudad de Frigia situada sobre un cerro, cerca de la confluencia de los ríos Lico y Meandro, a 16 km río arriba de Laodicea y Hierápolis (Col 2.1; 4.13, 15). Las tres ciudades formaban una federación. Florecían aquí la vinicultura y una famosa industria lanera, y se fabricaba un color púrpura llamado «colosense». Colosas era la ciudad menos importante de las tres, y en tiempos de Pablo era solo un villorrio. Epafras, alumno de Pablo y fundador de la iglesia (Col 1.2), y → ARQUIPO diácono (Col 4.17; Flm 2), residían allí. Onésimo (Col 4.9; Flm 10) y Filemón (Flm 1) tenían relaciones con Colosas. Un terremoto la destruyó alrededor del 65 d.C. Las ruinas están a 4 km de la actual aldea de Jonás.

COLOSENSES

EPÍSTOLA A LOS COLOSENSES: Una de las cuatro epístolas breves que Pablo escribió desde la prisión. Las otras tres son Filipenses, Efesios y Filemón. La Epístola a los Colosenses se concentra en la persona y obra de Jesucristo. Alcanza niveles de expresión sin paralelos en cuanto a lo que se dice de Cristo en la Biblia. Tiene temas y portadores comunes con Efesios, y se envía junto con la de Filemón (Col 4.9, 17) y otra carta para Laodicea (4.16). Pablo no indica desde cuál prisión escribe. Sus compañeros Marcos (4.10) y Lucas (4.14) estarían con él en Roma entre 61 y 63 d.C.

CONTENIDO

Al igual que la mayoría de las cartas de Pablo, Colosenses pudiera dividirse en una sección doctrinal (capítulos 1–2) y otra práctica (capítulos 3–4). Después del saludo inicial (1.1–2), el apóstol da gracias por la fe, amor, esperanza y testimonio de los colosenses (1.3–8). Luego desarrolla un majestuoso himno a Cristo en el que enfatiza su papel en la creación y en la redención (1.15–23). Ante el superior valor de Jesucristo y su obra, Pablo acepta gustoso la obligación de proclamarlo y sufrir por Él (1.24–2.5).

Exhorta a los colosenses a afirmarse en Cristo y no en confusas especulaciones (2.6–23).

En la segunda sección, manda a los cristianos de Colosas a ajustar su conducta a sus creencias. Como los cristianos han muerto y resucitado con Cristo (3.1–4), les pide que vivan para agradar a Dios. Los urge a «hacer morir» lo que desagrada a Dios y a «vestirse» del carácter de Cristo (3.5–17). El verdadero cristianismo se manifiesta también en las relaciones de esposo y esposa (3.18–19), hijos y padres (3.20–21) y esclavos y amos (3.22–4.1). Concluye hablando de cómo debemos actuar ante los incrédulos (4.2–6) y con la habitual despedida (4.7–18).

COLOSENSES: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

PRIMERA PARTE: Supremacía de Cristo en la Iglesia (1.1 — 2.23)

SEGUNDA PARTE: Sumisión a Cristo en la Iglesia (3.1— 4.18)

COLUMNA

Pilar generalmente cilíndrico que sostiene un edificio (Jue 16.25–30; 1 R 7.2; Ez 42.6); apoyo o sostén en sentido figurado (Job 9.6; 26.11), o un monumento conmemorativo (Gn 35.20; 2 S 18.18).

En la Biblia se considera como columna del plan de Dios a los profetas (Jer 1.18), los apóstoles (Gl 2.9), los creyentes en general (Ap 3.12) y la Iglesia misma (1 Ti 3.15).

Además, de columnas de madera (1 R 7.2), de mármol (Est 1.6) y de hierro (Jer 1.18), la  Biblia también menciona columnas extraordinarias de fuego (Ap 10.1) y de nube (Éx 13.21, 22).

COMER

Desde los tiempos primitivos los hebreos comían sentados (Gn 43.33; 1 S 9.22), pero no en mesa alta, como se acostumbra en nuestros días. Sin embargo, el hecho de que algunos personajes distinguidos solían comer sentados en sillas (1 S 20.24, 25), indica que la mesa alta no era del todo desconocida. En muchas ocasiones comían fuera de las tiendas, bajo la sombra de un árbol (Gn 18.1–8).

Posteriormente siguieron la costumbre de persas, caldeos y romanos y comían en torno a una mesa común, sentados en canapés, pieles y posiblemente otros enseres menos lujosos como las esteras y petates (Am 6.4; Jn 13.23). Tal vez esta costumbre se introdujo debido a los frecuentes contactos que los hebreos tuvieron con los pueblos antes mencionados (Est 1.6–8). Los comensales se reclinaban con la cabeza en dirección a la mesa y se apoyaban en el codo izquierdo; usaban la mano derecha para tomar la comida.

Los pies de las personas así reclinadas quedaban fácilmente al alcance de alguno que pasara (Lc 7.36–50; Jn 12.3). Por tanto, a nuestro Salvador no le fue difícil lavarles los pies a sus discípulos en la última → CENA, y enjugárselos con la toalla que para tal efecto llevaba ceñida (Jn 13.5–12). Esto explica también la postura de JUAN en la misma cena; porque reclinándose al lado y enfrente de Jesús, tenía que estar, por así decirlo, en su seno (Jn 13.23–25) y podía fácilmente recostar la cabeza en el pecho del Señor. Era una postura expresiva para indicar intimidad, amistad y amor (Lc 16.22; Jn 1.18).

Casi siempre se comía dos veces al día (Éx 16.8; 1 R 17.6; Lc 14.12). Los textos anteriores hablan de comer en la mañana y al atardecer, pero también hay referencia a comidas abundantes al mediodía (Gn 43.25; 1 R 20.16). Debido a que en aquellos días no se utilizaban tenedores, cuchillos, ni cucharas, se fue desarrollando un riguroso hábito de lavarse muy bien las manos antes de comer. Tan al extremo llegó esta costumbre que los fariseos la consideraban una prueba de piedad (Mc 7.2, 3; Lc 11.38). Por lo general, tomaban los alimentos con las manos (Pr 19.24; Jn 13.26). Al tratarse de una persona distinguida o muy apreciada, se le daba una mayor porción de los alimentos (Gn 43.34; 1 S 1.5; 9.22–24). El hecho de que Cristo diese a Judas el pan mojado (Jn 13.26), así como la selección de manjares y puestos de honor para determinadas personas (Gn 43.34; Rt 2.4), indica que los hebreos daban un significado especial, profundo y emotivo a determinadas acciones que se realizaban durante la comida.

Por lo general, las comidas de los hebreos consistían en carnes, mantequilla, leche, panes, frutas, etc. En muchas ocasiones, antes de comer se proporcionaba agua para lavarse los pies (Gn 18.4; Jn 13.5). La generosidad de los hebreos los obligaba a realizar actos de suma cortesía y alta demostración de aprecio durante la comida (Jn 12.1–8).

La costumbre de dar gracias a Dios por los alimentos tuvo su origen en el seno del pueblo hebreo (Is 9.13). Sin dudas el Señor Jesús practicó la bendición de los alimentos cada vez que tomó el pan en sus manos (Mt 15.36; 26.26; Lc 9.16; Jn 6.11). En la cena de Emaús, Cristo, después de una larga explicación de la historia bíblica, «estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio» (Lc 24.30). El apóstol Pablo observa esta costumbre y afirma que los fieles, al participar de los alimentos diarios, deben tener momentos de acción de gracias (1 Ti 4.3).

COMERCIO

Compra, venta e intercambio de bienes, especialmente a gran escala (como entre naciones) que incluye el transporte de la mercancía de un lugar a otro.

El comercio comenzó mucho antes de que comenzara a escribirse la historia de la humanidad. En tiempos de Abraham (cerca del año 2000 a.C.), el comercio ya estaba altamente  desarrollado en lugares como la antigua Babilonia y otras culturas entre los ríos Tigris y Éufrates. Canaán era el cruce de importantes rutas comerciales que conectaban a Mesopotamia y Egipto; a veces los ejércitos de ambos países recorrían esas rutas para pelear entre sí.

Israel no tenía buenos puertos, por lo que la mayoría del tráfico se realizaba a través de puertos que estaban más al norte como Tiro y Ugarit. Israel, sin embargo, exportaba productos agrícolas como trigo y aceite de oliva (1 R 5.11). Salomón fue el rey que mejor pudo desarrollar el comercio internacional de su país (1 R 5.10; 9.26–28), aunque al parecer más tarde Acab y Josafat comerciaron bastante (1 R 20.34; 22.48). Ezequiel 27 (Tiro) y Apocalipsis 18 (Babilonia) presentan el cuadro más completo de actividades comerciales que se halla en la Biblia. (SALOMÓN)

COMIDA

Ver. ALIMENTOS .

COMINO

Hierba anual de medio metro de alto, parecida al hinojo. Sus semillas, de olor aromático y sabor acre, se usan en medicina y como condimento (Is 28.25ss; Mt 23.23).

COMPAÑÍA

Asamblea de personas que se reúnen con fines militares (Jn 18.3; Hch 10.1; 27.1), civiles (1 R 10.28) o religiosos (1 S 10.5). Según el contexto, compañía puede ser un grupo informal de compañeros (Lc 2.44) o miríadas de ángeles en festiva convocación (Heb 12.22).

COMPASIÓN

Sentimiento íntimamente ligado con la demostración del amor, que en la Biblia se expresa con el término hebreo rakhamin y el griego splagjna. El primero designa en el Antiguo Testamento el sentimiento paternal de Dios (Dt 13.17; Sal 103.13; Is 49.15; Os 11.8, y el segundo denota la disposición y actitud de Jesús frente a las personas (Mt 9.36; 14.14; 15.32; Mc 6.34; Lc 7.13). Ambos, sin embargo, hablan del más profundo sentimiento. Literalmente, «sentir con las entrañas».

Dios siente compasión por la necesidad extrema de las personas (2 S 12.22; Is 54.7, 8). Cristo encarna esa compasión divina y la enseña con actos y palabras (Mt 18.27ss; Lc 10.30ss; 15.20). Es la compasión de Cristo la que se espera del cristiano (1 P 3.8). (MISERICORDIA)

COMÚN

Traducción de varios términos hebreos y del griego koinós, que se usa tanto en sentido positivo como negativo. Por un lado significa «profano» (1 S 21.5) o «inmundo». De acuerdo con la Ley Mosaíca había actos inmundos que estaban prohibidos (Lv 18.21; 19.8, 12; 20.3); personas inmundas a las que no se debían tocar (Lv 12–15) y animales inmundos cuya carne era ilícito comer (Lv 11; Dt 14.3–21; cf. Hch 10.14; Ro 14.14).

Por otro lado, común se usa para referirse a algo que es de posesión general: la fe (Tit 1.4), la salvación (Jud 3) y cosas (Hch 2.44). También se habla neutralmente de la gente común (2 R 25.11).

COMÚN, TENER EN

Práctica voluntaria en la que algunos cristianos del Nuevo Testamento generosamente ponían sus bienes a la disposición de todos los creyentes (Hch 2.44–47; 4.32–5.11).

El libro de los Hechos informa que «todos los que poseían heredades o casas las vendían y traían el precio de lo vendido» a los apóstoles para distribuirlo (Hch 4.34–35).

Esto no necesariamente quiere decir que todos los cristianos vendieron absolutamente todo lo que tenían. La información parece referirse a casas y terrenos aparte de la casa donde vivía la familia.

La trágica historia de ANANÍAS y SAFIRA demuestra que la venta y distribución de propiedades y otros bienes era parcial y voluntaria entre los cristianos (Hch 5.1–4). Sin embargo, hay una profunda verdad que no debemos pasar por alto: «Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común» (Hch 4.32). Lo importante de todo no es que vendieran o no todas sus posesiones, sino la actitud desprendida de los creyentes (Hch 2.45; 4.34). Aquello sí que era unidad de espíritu en Cristo Jesús.

COMUNIÓN

Término que aparece dos veces en el Antiguo Testamento (RV: Sal 25.14; Pr 3.32),  traducción del vocablo hebreo sod (amistad o conocimiento íntimo).

En el primer texto se refiere a la relación con Dios y en el segundo a «los justos». En el Nuevo Testamento, RV, aparece doce veces y es siempre traducción de la voz griega  (tener en común, participación, compañerismo).

El cristiano tiene comunión con el Padre (1 Jn 1.3), con el Hijo (1 Co 1.9) y con el Espíritu Santo (2 Co 13.14); con el cuerpo y la sangre de Cristo mediante la Santa Cena (1 Co 10.16), y con sus hermanos en la fe (Hch 2.42; 1 Jn 1.7). Por tanto, es llamado a participar en los sufrimientos de Cristo (Flp 3.10), en los de sus hermanos perseguidos (Heb 10.33) y en la necesidad de los creyentes pobres (Ro 12.13; Heb 13.16). Pero se le prohíbe tener comunión con las «tinieblas» (2 Co 6.14; 1 Jn 1.6). (EXCOMUNIÓN)

CONCIENCIA

Facultad común a todos los hombres (Ro 2.13–15) que nos permite discernir entre el bien y el mal y nos impulsa a escoger entre los dos. Tanto la naturaleza como la Biblia enseñan que la conciencia opera en todo nuestro ser en relación con los problemas de carácter moral. La conciencia es uno de los aspectos de nuestra semejanza a Dios y prueba que somos responsables ante el tribunal del Creador. En cierto sentido la voz de la conciencia pura refleja la voluntad de Dios y nuestro deber es obedecerla.

No obstante, el pecado influye adversamente en la conciencia y cuando esta se corrompe va perdiendo su sensibilidad moral. Como todos sufrimos las consecuencias del pecado original, ya no se puede identificar la voz de la conciencia con la de Dios. Al hombre depravado, los malos deseos le tergiversan y pervierten el juicio. La conciencia de Saulo, por ejemplo, le impulsaba a perseguir a los cristianos (Hch 26.9). Su pecado consistía en no aprovechar los medios a su alcance para enmendar e iluminar su conciencia.

Una conciencia «buena y limpia» (1 Ti 1.5; 3.9), rociada con la sangre de Cristo e iluminada por el Espíritu Santo (Ro 9.1), discierne claramente la voluntad de Dios. El hombre, así, debe procurar «tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres» (Hch 24.16). Si la gracia de Dios no purifica una conciencia «contaminada o débil» (1 Co 8.7), «corrompida» (Tit 1.15), «mala» (Heb 10.22) o «cauterizada» (1 Ti 4.2), será una conciencia vengadora e instrumento de espantoso y eterno remordimiento, como lo demuestra el caso de Judas.

CONCILIO

Ver. SANEDRÍN.

Término que aparece veinticuatro veces en la RV, casi siempre como traducción del vocablo griego synedrion (un conjunto sentado), del cual viene la palabra «sanedrín».

DEFINICIÓN

Sanedrín fue el nombre dado al concilio o consejo judío establecido en los últimos dos siglos a.C., y activo hasta el año 70 d.C. Era un cuerpo de la aristocracia sacerdotal y de la nobleza compuesto de setenta y un miembros con sede en Jerusalén. Trabajaba bajo la dirección del sumo sacerdote y tenía funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. Su autoridad variaba según el régimen político, además de que había otros concilios o consejos (Mt 10.17; Mc 13.9).

HISTORIA

Los rabinos atribuían la formación del concilio a Moisés (Nm 11.16), y afirmaban que había ejercido funciones judiciales desde Moisés hasta los tiempos talmúdicos. Sin embargo, 2 Cr 19.8 afirma que Josafat estableció una corte suprema en Jerusalén. Esta corte era exclusivamente judicial, mientras que el concilio posterior también ejercía poderes legislativos y ejecutivos. Los ancianos del libro de Esdras (5.5, 9; 6.7, 14; 10.8), y los nobles y oficiales del libro de Nehemías (2.16; 4.14, 19; 5.7; 7.5) podrían considerarse antecesores del concilio, pero no puede probarse una relación directa.

La existencia del concilio se atestigua desde comienzos del siglo II a.C. Antíoco el Grande (223–187 a.C.) dirige una carta a la gerousía, el senado de Jerusalén, cerca de 200 a.C. (Josefo, Antigüedades  XII.III.3). La palabra          tiene la connotación de aristocracia gobernante y es común en los apócrifos y otros libros como sinónimo de «concilio» (Judit 4.8; 1 Mac 12.6; 2 Mac 1.10; etc.; Filón, Embajada a Gayo, p. 229; Josefo, Antigüedades IV.viii.14); aunque puede referirse también a concilio fuera de Jerusalén (Filón, Contra Flaco, pp. 74,76). En el Nuevo Testamento  aparece una sola vez (Hch 5.21), al parecer como una explicación del vocablo «sanedrín» que le antecede.

En la LXX synedrion aparece algunas veces y equivale a «asamblea deliberativa» o «tribunal de justicia» (Pr 22.10). Josefo usa el término por primera vez al señalar que el legado romano en Siria, Gabino (57–55 a.C.), dividió a Palestina en cinco distritos (synedria), cada uno bajo un sanedrín (Antigüedades XIV.v.4); o sínodo (Guerra judía I.viii.5). El arreglo duró poco y el sanedrín de Jerusalén volvió a tener preeminencia.

Josefo es el primero que utiliza el término sanedrín para referirse al concilio supremo de Jerusalén, al relatar que el joven Herodes tuvo que presentarse ante el sanedrín de la capital judía para informar de sus actividades en Galilea (Antigüedades XIV.ix.3–5).

Luego el término aparece veintidós veces en el Nuevo Testamento: ocho en los Evangelios y catorce en Hechos. A veces se refiere a cualquier judicatura, especialmente en el plural (Mt 5.22; 10.17; Mc 13.9), pero suele designar al concilio supremo ante el cual Jesús (Mc 14.55), Pedro y Juan (Hch 4.15), Esteban (Hch 6.12) y Pablo (Hch 22.30) tuvieron que comparecer. El término presbyterion también es sinónimo de «sanedrín» (Hch 22.5), traducido «los ancianos» en RV.

A cada miembro del sanedrín se le llama bouleutes (consejero), por ejemplo, José de Arimatea (Mc 15.43; Lc 23.50). El sanedrín, como cuerpo autoritativo, desapareció después de la destrucción de Jerusalén (70 d.C.). Lo sucedió el Beth Din (corte de justicia) de los rabinos, que era un organismo compuesto de eruditos sin poder político.

COMPOSICIÓN

El sumo sacerdote era el presidente del concilio. Sus miembros provenían de la aristocracia sacerdotal o eran laicos nobles; más tarde también participaron ESCRIBAS , pertenecientes en su mayoría a los FARISEOS , pero hubo algunos de los SADUCEOS .

Bajo los primeros ASMONEOS, los saduceos constituían la mayoría y aprobaron leyes y ordenanzas favorables a sus interpretaciones. La reina Alejandra (78–69 a.C.) se identificó con los fariseos abrogando aquellas leyes y estableciendo otras que estos últimos respaldaban. Más tarde Herodes (37–4 a.C.), al comenzar su reinado y para aminorar el poder de la antigua aristocracia, mató a cuarenta y cinco miembros del concilio y le dio más participación a los fariseos que representaban menos amenaza para él. Durante el período de los procuradores (6–70 d.C.) el concilio se componía de la aristocracia sacerdotal, la nobleza que contaba con la simpatía de los saduceos y los eruditos de los fariseos.

COMPETENCIA

Durante la época romana (63 a.C. —70 d.C.), en especial bajo los procuradores, este cuerpo era la última autoridad en Judea. Tenía ingerencia no solo en cuestiones religiosas sino también en asuntos legales y gubernamentales, siempre y cuando no se violara la autoridad del procurador romano. Este último tenía que confirmar las sentencias de muerte aprobadas por el concilio (Jn 18.31). La muerte de Esteban, por tanto, parece ser un caso de violencia de parte de la multitud, instigada por el concilio (Hch 7.54–60).

LUGAR DE REUNIÓN

Según las fuentes rabínicas, el concilio se reunía por lo general en el lugar del templo llamado «pórtico de los sillares de Piedras». La reunión en el palacio del sumo sacerdote (Mt 26.57ss; Mc 14.53ss) fue una excepción a la regla, debida quizás a que el templo estaba cerrado de noche. Los miembros se sentaban en un semicírculo; frente a ellos estaban los secretarios de la corte y, detrás de estos, tres filas de los discípulos de «los hombres sabios». El acusado se presentaba vestido de luto. Una decisión favorable, por simple mayoría, podía anunciarse el mismo día; una desfavorable, que necesitaba dos terceras partes, al día siguiente o más tarde.

CONCILIO DE JERUSALÉN

Nombre dado a la reunión de los líderes de las iglesias en Jerusalén y Antioquía, la cual se relata en Hch 15.2–29. Ocurrió ca. 49–50 d.C., como consecuencia de acaloradas discusiones acerca del carácter que el cristianismo debía mantener entre los gentiles. La Iglesia, que se consideraba como el verdadero Israel, esperaba que el cristianismo continuara según las normas del Antiguo Testamento.

Sin embargo, la conversión de multitudes de gentiles hizo surgir al menos dos inquietudes. Por un lado, quedaban por aclarar las implicaciones que tenía para la iglesia el pacto que Dios había hecho con Abraham, un pacto que había de permanecer para siempre e incluía la CIRCUNCISIÓN (Gn 17.9–14). Por el otro, había una serie de factores anexados a las relaciones permisibles entre gentiles y judíos.

Las inquietudes mencionadas cristalizaron en dos preguntas básicas:

  1. ¿Era legítimo el directo acercamiento de Pablo y Bernabé a los paganos si estos no cumplían los requisitos del judaísmo?
  2. ¿Cuál debía ser el reglamento en el futuro? ¿Debía procederse en base a una norma conveniente o en base a la Ley de Dios?

La práctica de comer juntos judíos y gentiles en las iglesias de Antioquía y Galacia escandalizaba a los hermanos en Jerusalén, y hacía cada vez más difícil la evangelización de los judíos de esta ciudad. Sin embargo, basándose en la aprobación evidente de Dios con respecto a los gentiles, el concilio (Hch 15.10) determinó no exigir que estos pasaran por el judaísmo como medio para obtener la salvación de Dios. Este nuevo acceso de gentiles a la comunidad mesiánica se vio como el cumplimiento de una profecía (Am 9.11s).

En vista a las inquietudes de los judíos y de las demandas de la Ley, solo se pidió la abstención de las prácticas generalmente consideradas por los judíos como herencia de la corrupción gentil (Hch 15.20, 29).

Son impresionantes en el relato del concilio la madurez de los creyentes de Jerusalén y su amor hacia los de afuera. Dieron libertad a los gentiles de acercarse sin condiciones, sabiendo que con cada nuevo creyente gentil se complicaba más su propia tarea en Jerusalén.

Muchos identifican el relato de Gl 2.1–10 con el de Hch 15, y afirman que hay una serie de discrepancias entre los dos. Pero es más probable que Gl 2.1–10 se refiera a la visita descrita en Hch 11.27–30, y que el silencio de Gl 2 con respecto al decreto del concilio se deba a que Gálatas se escribió antes del concilio.

Es interesante notar que unos siete años después Pablo mismo hizo caso omiso del decreto del concilio respecto a la carne (Ro 14.1ss). Esto quizás indica que por aquel tiempo la proporción de gentiles y judíos había cambiado tanto que los decretos ya no tenían vigencia.

CONCUBINA

Mujer considerada como esposa de segunda categoría bajo el sistema de la poligamia. Comúnmente se tomaba de entre las esclavas o cautivas, por ejemplo, Agar, la concubina de Abraham (Gn 16.2, 3), y Bilha la de Jacob (Gn 30.3, 4). Se podían repudiar con más facilidad que a una ESPOSA (Gn 21.10–14). Sin embargo, en la Ley de Moisés se reconocieron y definieron sus derechos (Éx 21.7–11; Dt 21.10–14).

En el caso de Abraham, el Antiguo Testamento señala una sola causa para el concubinato: esterilidad de la esposa y deseo urgente de tener hijos. La esposa prohijaba los hijos nacidos de la concubina (Gn 16.1–3; 30.1–3).

CONCUPISCENCIA

Ver. CODICIA.

CONDENACIÓN

Ver. JUICIO.

CONDUCTA

Término que aparece once veces en RV, usado para explicar un estilo de vida y el modo de comportarse o de tratar a los semejantes. Es más, la misma palabra griega se traduce también por «manera de vivir». (Véanse Ef 4.22; 1 P 1.15, 18; 2.12; 2 P 3.11. Nótese que la palabra «conversación» de RV-1909, se ha sustituido en RV-1960 por conducta o «manera de vivir» excepto en 1 Co 15.33.)

En el Nuevo Testamento conducta se deriva de un verbo que denota propiamente «ir y volver». De aquí que en sentido figurado se refiera a la manera de actuar o conducirse, en la acepción de practicar ciertos principios. Esto encierra una identificación esencial entre principios y conducta. Solo nos asimos a la verdad cristiana en la medida en que permitimos que ella rija nuestra vida y nuestras relaciones con los demás.

CONEJO

Traducción ocasional de dos palabras hebraicas: arnebet y shapan.

  1. Arnebet (lepus syriacus). Liebre que se clasifica como animal inmundo en Lv 11.6 y Dt 7.
  2. Shapan (hyrax syriacus). Se traduce por «conejo» en Lv 11.5 y Dt 14.7 (en este último, arnebet se traduce «liebre»; cf. Sal 104.18 y Pr 30.26).

Son quietos y asustadizos, y se juntan en manadas. Deuteronomio 14.7 los incluye entre los animales inmundos porque aunque rumian, no tienen pezuñas hendidas.

En realidad ni el conejo ni la liebre rumian, aunque parecen hacerlo por el movimiento del hocico. Por eso Dt 14.7 se aducía como prueba contra la veracidad o inerrancia de la Biblia. Sin embargo, hay que recordar que el lenguaje bíblico aquí es popular (y no científico ni técnico) y describe las cosas según las apariencias (como en el caso de «puesta de sol»). (INTERPRETACIÓN)

CONFESIÓN

Término usado en la Biblia principalmente en dos sentidos:

  • reconocimiento de Dios como el Ser Supremo, digno de gratitud y alabanza, y contra quien al faltar el hombre peca; y:
  • reconocimiento delante de Dios de la culpa por una infracción cometida con miras a obtener el perdón.

A los israelitas se les insta a la confesión de su iniquidad y la de sus padres (Lv 26.40), a fin de que Dios se acuerde de su pacto con los antepasados de ellos (v. 42). El individuo que cometía un pecado debía confesarlo (Nm 5.7). El rey David, al arrepentirse, confesó su falta a Dios (Sal 32.5; 38.18; 51.1–5). En tiempos de Esdras los israelitas «confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres» (Neh 9.2).

En Proverbios 28.13, al que confiesa sus pecados y se aparta de ellos, se le promete que «alcanzará misericordia». El reconocimiento de Jehová Dios en tiempos de calamidad y peligro, era una confesión que contribuía a preparar el camino para el PERDÓN (1 R 8.33, 34; 2 Cr 6.24–27).

En el Nuevo Testamento la confesión guarda una relación muy estrecha con la actitud  pública hacia Cristo y viene a ser el TESTIMONIO espontáneo, gozoso y valiente respecto a la fe del cristiano. Es un acto de lealtad y amor al nombre y causa de Cristo. Él espera de sus seguidores esta confesión pública, la cual será recompensada (Mt 10.32).

Confesar es declarar con la boca el señorío de Cristo y su resurrección (Ro 10.9). Uno de los triunfos de la muerte del Salvador es que toda lengua le confesará como el Señor (Flp 2.11). La confesión de los pecados está ligada al ARREPENTIMIENTO y al BAUTISMO (Mt 3.2, 6). Confesar nuestros pecados, como cristianos, es una práctica necesaria y obligatoria (Stg 5.16; 1 Jn 1.9), que debe hacerse únicamente a la persona o las personas ofendidas.

CONFIRMACIÓN

Término que en el Nuevo Testamento quiere decir «esforzar», es decir, «animar» e «infundir vigor» (Lc 22.32; Hch 14.22; 15.32, 41; 16.5), «establecer» o «hacer firme y cierto» (Ro 15.8; 1 Co 1.6; Col 2.7).

Es dudable que se pueda relacionar la imposición de manos con la confirmación. En Hechos 14.22 y 15.32, 41, se nos dice que Pablo confirmaba a los creyentes, pero nada indica que dicha confirmación tuviera carácter ritual ni sacramental.

En Hechos 8.17; 19.6 la imposición de manos se asocia con la recepción del Espíritu Santo. Hebreos 6.2 indica que la iglesia primitiva la consideraba como acto o símbolo importante en la vida cristiana. Pero en el Nuevo Testamento no constituye parte del bautismo cristiano, ni de la admisión en la iglesia.

CONGREGACIÓN

«Asamblea», «reunión» y «congregación» son traducciones de seis palabras hebreas que tienen varios sentidos.

  1. Sinónimo de «cita», hora designada para reunirse en un lugar (por ejemplo, Éx 21).
  2. Grupo de personas reunidas para la guerra (2 S 20.14ss), la sublevación (Nm 16.3) o un servicio religioso (Nm 7).
  3. Término genérico usado para referirse a Israel (Neh 5.13; Is 13).

Sin embargo, tenía también un sentido específico referido a las asambleas rituales (Neh 8.18). Había instrucciones para convocar a tales reuniones y el llamado se hacía con trompeta (Nm 10.2–8). Si todo el pueblo pecaba, había una asamblea especial para realizar la expiación (Lv 4.13–21).

La LXX a menudo traduce con ecclesía la voz hebrea cajal (por ejemplo, 1 R 8.14; 1 Cr 28.8) que a su vez se traduce por «congregación» en la RV. (SINAGOGA)

CONOCIMIENTO

En la filosofía griega, el conocimiento se consideraba como el sumo bien del hombre. Para Sócrates, equivalía a la virtud, de ahí su máxima clásica:

«Conócete a ti mismo». Pero en el Antiguo Testamento todo conocimiento se contrasta con el conocimiento de Dios. El conocimiento de Dios es infinito (Sal 147.5) e íntimo.

Jehová conoce los nombres (Éx 33.12; Sal 91.14), los pensamientos (Job 21.27; Sal 44.21; 94.11), los caminos (Job 23.10) y las actividades del hombre (Sal 139.2; Is 66.18). Mientras el hombre persigue el conocimiento (Pr 2.3–5; 3.13; 4.5; 23.23), debe reconocer que todo su conocimiento es incompleto (Ec 8.7; 9.12; 11.5; Is 59.8; Miq 4.12) y puede ser vano (Is 44.25).

En el Antiguo Testamento incluso la relación sexual se describe como «conocer», dando a entender que tal acto no solo tiene carácter fisiológico, sino también sicológico (Gn 4.1, 17, 25; 24.16; 1 S 1.19, RV-1909). Sobre todo conocimiento, el hombre debe anhelar el conocimiento de Dios (Sal 46.10; Jer 9.24) y su poder (Is 33.13). Esto no es saber algo acerca de Dios, sino conocer profundamente quién es. El tiempo vendrá, declararon los profetas, cuando todo el mundo conocerá a Jehová (Is 19.21; 49.26; Jer 31.34).

En el Nuevo Testamento se halla el mismo concepto del conocimiento. Toda persona posee un conocimiento parcial e insuficiente de Dios (Hch 14.17; Ro 1.19, 20); el conocimiento completo se halla solamente en Cristo (Mt 11.25–27; Col 2.2, 3), en quien «habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Col 2.9). Entonces, el conocimiento de Dios, recibido a través de Cristo, pone al hombre en una relación nueva con Dios (Jn 7.17; 17.3). Este conocimiento es la única fuente de libertad (Jn 8.32), es para todo el mundo (Col 1.28) y es meta del cristiano (Flp 3.10).

Es notable que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento el conocimiento espiritual no lo alcanza el hombre por sí solo, sino que es don de Dios (Jer 24.7; 1 Co 1.30; 12.8 ). (GNOSTICISMO)

Traducción de tres palabras hebreas.

CONSAGRACIÓN

LA PRIMERA significa «separar» o « SANTIFICAR ». Viene de la raíz de «santo» y se traduce preferentemente por «santificar» por tratarse de aquello que está apartado exclusivamente para Dios (Éx 13.2; Is 13.3; Jer 1.5). El equivalente en el Nuevo Testamento también se traduce por «santificar» (Jn 10.36; 17.19; 1 Co 7.14).

LA SEGUNDA viene de la raíz de «NAZAREO» (Nm 6) y significa también «apartar», «dedicar» (Lv 21.12; Nm 6.9, 18, 19).

LA TERCERA significa «llenar la mano». Es esta la frase más usada en el Antiguo Testamento para expresar consagración, casi siempre en relación con el sacerdocio. Se traduce literalmente en Éx 29.33. Las manos del → SACERDOTE se llenaban con la ofrenda que había de ofrecer a Jehová.

CONSOLADOR

Ver. PARACLETO; ESPÍRITU SANTO.

CONTAMINACIÓN

Ver. INMUNDO.

CONVERSIÓN

La conversión es un concepto muy importante en el Antiguo Testamento. Debe entenderse en sus tres tipos básicos: conversión individual, conversión comunitaria y conversión como parte de un proceso permanente en la vida del creyente.

En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce «conversión» es shub, que significa «regresar, volverse» y es un llamado de atención para dejar de lado prácticas idolátricas y volver a Dios. Todo lo que ocupe en el corazón del creyente el lugar destinado a Dios es idolátrico, y el llamado a la conversión implica echar a un lado todo lo que aparte al creyente de Dios. Tal es el mensaje, por ejemplo, de los profetas en su llamado a dejar los ídolos (Is 46), las injusticias (Is 5.8) y toda forma de inmoralidad.

El aspecto comunitario de la conversión en el Antiguo Testamento se manifiesta de dos modos: primero, en que Dios insta personalmente o a través de los profetas a que todo el pueblo se convierta (Os 14.12); y segundo, que esto parece ser un requisito para una conversión que produzca frutos de arrepentimiento manifiestos en obras de solidaridad y justicia hechas evidentes en el seno de la misma comunidad. Por ejemplo, Amós 2.6–8 relaciona la idolatría de Israel con las inmoralidades y la injusticia social de las que hay que arrepentirse cambiando la conducta. El llamado individual a la conversión está íntimamente relacionado con la responsabilidad del creyentes ante el pueblo de Dios, y los profetas llaman a que el creyente cambie su existencia en términos de solidaridad y de justicia con el prójimo (por ejemplo, que sea honesto en términos comerciales, usando balanzas y pesas justas como en Miq 6.11), así como también con la íntima relación entre Dios y cada individuo (Zac 1.3).

En el Nuevo Testamento las palabras que expresan conversión son metánoia (en los Sinópticos y Apocalipsis) y epistrefo (en Hch, y 1 P). El concepto shub del Antiguo Testamento se complementa con la noción de proceso de conversión ( metánoia ), por ejemplo en Mateo

3.8 , y se continúa con la idea de conversión como manifiesta en actos externos ( epistrefo ) en Hch 26.20 (también en Mt 3.8 ). La conversión es una vuelta de algo hacia algo. En su lado negativo es el arrepentimiento (Hch 26.20) y en su fase positiva es la fe (Hch 11.21). La verdadera conversión se levanta sobre el arrepentimiento y la fe, que llevan al creyente no solamente a observar una nueva forma de vida, sino a una transformación espiritual completa (2 Co 3.18).

El Nuevo Testamento enseña que la conversión no es pasiva (algo que se tiene o se siente), sino dinámica (algo que se hace). Es la respuesta que una persona da al evangelio en forma incondicional y que le afecta en su totalidad. Significa comprometerse con Cristo y vivir para Dios en novedad de vida, mediante el poder que da el Espíritu Santo (Ro 6.1–4; Col 2.10–16; 3.1ss). Entonces la conversión en el Nuevo Testamento es un activo compromiso con Cristo mediante el poder del Espíritu Santo, que continúa durante toda la vida del creyente y que conduce al hombre a la liberación de estructuras de injusticia, violencia, mentira y esclavitud. La verdadera conversión libera al individuo de toda forma de idolatría y restaura su relación con Dios.

CONVICCIÓN

Proceso en el que la persona se convence de que ha pecado y le duele profundamente. El concepto de la convicción es un tema importante en la Biblia, aunque la palabra en sí no aparezca en este sentido. El que convence de pecado es el Espíritu Santo (Jn 16.7–11); y los medios de convicción son o la Palabra de Dios (Hch 2.37) o la revelación que Dios hace de sus demandas a través de la naturaleza y la percepción innata de lo que está mal y lo que está bien (Ro 1.18–20; 2.15). El propósito de la convicción es llevar a la persona a arrepentirse de sus pecados (Hch 2.37–38; Ro 2.1–4) y volverse a Dios para alcanzar salvación y vida eterna.

CONVOCACIÓN

Acto de llamar o convocar a una reunión sagrada del pueblo de Israel para descanso y adoración (Lv 23.2, 4, 37). En la Biblia esta palabrea siempre está precedida del adjetivo «santa». En los días de las grandes → FIESTAS se convocaba al pueblo con dos trompetas de plata (Nm 10.2).

COPA

Taza de distintas formas (casi siempre redondas) y materiales, desde el humilde barro hasta la plata y el oro (1 R 10.21). Las copas usadas en las libaciones religiosas tenían que ser de materiales preciosos (Éx 25.29; 37.16, 17). Era práctica común en el Oriente el uso de copas especiales para la adivinación (Gn 44.2, 5).

En el lenguaje figurado fue el símbolo de una clase de experiencia con Dios. Para los creyentes era la copa de bendiciones (Sal 23.5; 116.13); para los malvados era la copa de ira (Sal 11.6; Is 51.17, 22; Hab 2.15, 16). Babilonia era la copa de cuyo vino beberían todas las naciones (Jer 51.7). Jerusalén es figurada como copa de vértigo para sus enemigos (Zac 12.2).

La copa de Jesús fue de sufrimiento (Mt 20.22, 23). La copa de la CENA DEL SEÑOR puede referirse a la «copa de la salvación» (Sal 116.13) o al rito de la libación de la copa de vino en el templo, que simboliza la ayuda salvadora de Dios.

COPERO

Empleado especial en el Oriente Antiguo, que atendía las mesas de la corte.

No solo servía el vino; también lo preparaba y lo probaba (Gn 40.11, 13) para cerciorarse de la calidad y de que no se mezclara con veneno alguno. Cada rey tenía su copero particular. Este fue el cargo de Nehemías (Neh 1.11; 2.1), un judío que servía al rey Artajerjes. Faraón, en Egipto, tenía su copero personal (Gn 40.21). Este empleado era en muchos casos el confidente o el favorito del rey, de ahí su importancia.

CORAZA

Parte de la armadura que llevaban los soldados sobre el pecho para protegerse desde el cuello hasta la cintura. Se hacía de cuero endurecido o de metal, y a veces de metal sobre cuero. Algunas tenían tal contextura que su peso era enorme, como en el caso de la coraza de Saúl (1 S 17.38).

En el Israel primitivo, llevar coraza era signo de nobleza (1 R 22.34), pero más tarde todo guerrero la usaba (2 Cr 26.14; Neh 4.16). En tiempos de Cristo algunos soldados romanos usaban una doble coraza, una delante para proteger los órganos vitales y otra detrás para proteger las espaldas.

En sentido figurado, «coraza» alude a cómo Jehová se ciñe de justicia (Is 59.17). Pablo, recordando este versículo, habla de «la coraza de fe y amor» (1 Ts 5.8) y de «la coraza de justicia» (Ef 6.14), como de una armadura espiritual que protege al cristiano.

CORAZÍN

Ciudad del mar de Galilea en donde Jesús predicó e hizo muchos milagros.

Fue reprendida duramente junto con las ciudades vecinas de BETSAIDA y CAPERNAUM (todas ubicadas al norte del mar) porque no se arrepintió (Mt 11.20–24; Lc 10.13s).

Corazín se ha identificado con las ruinas de Khirbet Kerase a tres kilómetros al norte de Capernaum. En estas ruinas se hallan los vestigios de una sinagoga hecha de basalto negro, con un asiento especial; seguramente esta era la «cátedra de Moisés» (Mt 23.2) que formaba parte del mobiliario de las sinagogas.

CORAZÓN

Término que se usa figuradamente en las Escrituras para designar el centro, la totalidad o la esencia de todas las cosas o actividades. En particular se refiere al centro de la personalidad del hombre.

El pensamiento hebreo tendía hacia lo subjetivo más que a la observación científica, y por tanto a menudo se ve una falta de precisión en la terminología veterotestamentaria. «Carácter», «personalidad», «voluntad» y «mente» son términos modernos, que ahora representan lo que corazón significaba para los hebreos.

Especialmente en el Antiguo Testamento, a veces corazón significa «el centro», «lo oculto» o «la fuente» (por ejemplo, Sal 46.2b, donde se habla del «corazón del mar», es decir, el centro o el medio del mar). De ahí que, en el aspecto sicológico, el término signifique el centro o el foco de la vida. El corazón es la fuente de los motivos, de las pasiones y de los procesos mentales, por eso Jeremías afirma que «engañoso es el corazón» (17.9). Es asimismo fuente de sabiduría y emociones, según Pr 2.10, y fuente de la voluntad, de acuerdo con Dt 6.5 («Amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón»).

En el Nuevo Testamento, la palabra corazón tiene un uso sicológico y espiritual más amplio que en el Antiguo Testamento. Cristo y Pablo usan el término para referirse a la fuente o asiento de los sentimientos, deseos, esperanzas, motivos, voluntad y percepciones intelectuales. El hombre se comporta según su corazón; Dios conoce este centro vital y no se deja engañar por las apariencias externas (1 S 16.7). Dios puede limpiarlo (Sal 51.10) y recrearlo (Ez 18.31). Tratándose de la fuente de todos los deseos, el corazón debe guardarse con todo cuidado (Pr 4.23), y encaminarse en los senderos de justicia (23.26).

Cristo subraya la importancia del estado del corazón cuando dice: «los de limpio corazón verán a Dios» (Mt 5.8). Y para Pablo el hombre puede comprender y experimentar el amor de Dios, solo cuando Cristo habita en el corazón por la fe (Ef 3.17). Es la paz de Dios lo que guardará el corazón del hombre, principio importante de salud mental.

CORBÁN

(EN HEBREO, LO QUE ES ACERCADO).

Término que designaba cualquier ofrenda presentada en el santuario.

En tiempos de Jesús, la declaración de un objeto como Corbán u ofrenda para el templo, significaba renunciar a dicho objeto. No era posible aprovecharlo ni siquiera en beneficio de un familiar cercano que lo necesitara. La TRADICIÓN FARISAICA contradijo así el quinto mandamiento y brindó excusa de la irresponsabilidad para con los padres (Mc 7.11; cf. Éx 20.12; 21.17; Dt 5.16; Lv 20.9, etc.).

Debido a este quebrantamiento de la Ley, y a que los VOTOS no podían revocarse, si un hijo en un momento de enemistad con sus padres declaraba como voto: «Todo servicio o ayuda que vosotros pudierais requerir de mí será para vosotros Corbán», ellos quedaban en la miseria. Puesto que los votos no podían revocarse, este voto de «renuncia» tampoco obligaba al hijo a entregar de por vida bienes o ganancias al templo; en más de una ocasión todo era en realidad un simulacro (Is 29.13; cf. Mc 7.6s).

CORDERO

Ver. CARNERO; OVEJA.

CORDERO DE DIOS

Título que se aplica exclusivamente a nuestro Señor. Aparece en el Nuevo Testamento dos veces; Jn 1.29 y 36. Fue la proclamación que Juan el Bautista hizo de Cristo al identificarlo como el Redentor enviado de Dios. En los tiempos del Antiguo Testamento el cordero era el animal siempre sin mancha que los israelitas solían usar para el SACRIFICIO debido a su inocencia y a su carácter humilde y sumiso.

Se le sacrificaba todos los días en las ofrendas de la mañana y la tarde, y en ocasiones especiales, por ejemplo, la Pascua (Éx 12.3–13; 29.38–46; Lv 4.32; Nm 6.14).

El cordero simboliza a Cristo, quien en el Calvario se ofreció a sí mismo, en sacrificio vivo, para llevar nuestros pecados sobre su cuerpo (1 P 2.24). Las palabras de Juan el Bautista (Jn 1.29, 36) son así una interpretación de Is 53.7, en donde el Siervo Sufriente aparece representado como un cordero que es llevado al matadero. También Felipe, el evangelista, explica este pasaje profético como cumplido en Cristo (Hch 8.30–35). Pablo se refiere a Cristo como nuestro cordero pascual (1 Co 5.7b). La misma idea, la del cordero sacrificado por nosotros, aparece en los escritos de Pedro (1 P 1.18, 19).

En el libro de Apocalipsis la imagen de Cristo como el cordero es prominente. Con tal epíteto se le menciona veintiocho veces. Juan lo ve como «un cordero inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra» (Ap 5.6b). Este cordero, que posee los atributos de Dios, es vencedor y redentor por su muerte, y es digno, por tanto, de recibir todo poder, honra y gloria (Ap 5.8, 12, 13); los redimidos por su sangre están delante de Él limpios y llenos de gozo y victoria (Ap 7.9); y de su trono emana el río del agua de la vida (Ap 22.1).

CORDÓN, CUERDA, CORDELES

Términos usados para referirse a una medida (2 S 8.2; 1 R 7.15, 23; Sal 78.55; Is 34.17; etc.). Es muy probable que los hebreos aprendieran el arte de medir durante su estancia en Egipto (NILO), donde dicho arte se practicaba desde tiempos muy antiguos.

En particular, «cuerdas» se usaba también figuradamente, como en Sal 16.6 , para referirse a una porción determinada; «cordón» era la cinta o lazo que ataba el pectoral del sumo sacerdote al efod (Éx 28.28, 37; 39.21, 31); a una «cuerda de estopa» se comparan los mimbres que ataban a Sansón (Jue 19.6), y como un «cordel de lino» se describe la medida que tenía en su mano el varón con aspecto de bronce que vio Ezequiel (Ez 40.3).

CORÉ

(EN HEBREO, QORAH).

  1. Hijo de Esaú y Aholibama, una mujer cananea. Nació en Canaán antes que Esaú se separara de su hermano Jacob, y llegó a ser uno de los jefes de la nación de Edom (Gn 36.5, 14, 18; 1 Cr 1.35).
  2. Quinto hijo de Elifaz y de Ada y nieto de Esaú (Gn 36.15s). Hay quienes opinan que se trata de una adición, ya que en otras listas de los hijos de Elifaz (Gn 36.11, 12; 1 Cr 1.36) el nombre de Coré no aparece.
  3. Hijo de Hebrón, posiblemente bisnieto de Caleb (1 Cr 2.42, 43).
  4. Hijo de Izhar y nieto de Coat de la tribu de Leví (Éx 6.18, 21).

Estaba al servicio del tabernáculo como levita. Con la ayuda de Datán, Abiram, On y 250 varones, más un buen número de príncipes de Israel, encabezó una sublevación contra Moisés y Aarón. Dios desaprobó la rebelión y todos los rebeldes fueron destruidos (Nm 16.1–35; 26.9; Dt 11.6; Sal 106.17), lo cual sirvió de lección a Israel (Nm 16.40).

Sin embargo, los hijos de Coré no murieron (Nm 26.11, 58). Durante el reino de David se incluían entre los músicos (1 Cr 6.22). Figuran como cantores en el título de varios Salmos: 42; 44–49; 84–85; 87–88. (MÚSICA)

CORINTIOS

EPÍSTOLAS A LOS CORINTIOS: Cartas escritas por el apóstol Pablo a la iglesia de Corinto. Además de las dos cartas que se han conservado en el Nuevo Testamento, hubo una carta anterior a nuestra 1 Corintios, según 1 Co 5.9. En 2 Co 2.4. Pablo se refiere a otra carta suya, escrita «con muchas lágrimas», conservada como los capítulos 10–13 de la misma epístola de 2 Corintios.

PRIMERA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

A través de esta epístola, Pablo alude al período que pasó en Corinto, cuando primero anunció allí el mensaje cristiano y fundó la congregación. Por su propio testimonio se sabe que vivió entre los corintios como un artesano más, rechazando todo sostén económico de la iglesia (1 Co 4.11–12; 9.1–15). En esta nueva comunidad cristiana, la mayoría de las personas eran de nivel humilde (1.26–28) y experimentaban cierta marginación e incluso explotación de los pocos hermanos de clase social más acomodada (1 Co 6.7–8; 8.7–12; 11.21–22).

Según Hch 18.1–3, Pablo se presentó en la ciudad de Corinto como miembro de la comunidad judía, donde conoció a Aquila y Priscila, pareja que ejercía su mismo oficio de hacer tiendas. Pablo consiguió con ellos techo y trabajo. Hechos 18.3–18 relata que un sector de la sinagoga se opuso violentamente al mensaje de Pablo, lo expulsó de su comunidad e intentó que las autoridades romanas lo condenaran. En cambio, otro grupo, compuesto de judíos y gentiles convertidos al judaísmo, se inclinó por el evangelio y con estos se formó la iglesia.

PRIMERA DE CORINTIOS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

PRIMERA PARTE: Respuesta al reporte de Cloé sobre las divisiones (1.1 — 4.21)

SEGUNDA PARTE: En respuesta a los reportes sobre la inmoralidad (5.1 —6.20)

TERCERA PARTE: En respuesta a la Carta de preguntas (7.1 —16.24)

Varios datos en Hechos 18 permiten calcular la fecha de la estancia de Pablo en Corinto. Hechos 18.2 menciona que Aquila y Priscila salieron de Roma debido a un edicto del emperador Claudio que expulsó a los judíos de Roma, el cual puede fecharse aproximadamente en 49. Pablo pasó año y medio en Corinto antes de que se presentara un enfrentamiento con  los judíos que llegó hasta el tribunal del procónsul Galión (Hch 18.12). De fuentes históricas se sabe que Galión ocupó su puesto en Corinto por doce meses a partir de la primavera del año 51.

La cronología de los movimientos de Pablo se construye con referencia a estos datos.

Tomando en cuenta el hecho de que no se hacían viajes durante los meses de invierno, Pablo puede haber viajado desde Macedonia (Hch 16.11–17.14) hasta Corinto a mediados del año 50. Menos de dos años más tarde salió de Corinto para Éfeso y Antioquía, y en seguida regresó a Éfeso (Hch 18.18–24), donde quedó por un tiempo.

Según varios indicios del capítulo 16 de 1 Corintios, se estima que Pablo redactó esta carta durante su estadía en Éfeso, entre el año 52 y el año 56.

En 1 Corintios, Pablo responde preocupado a noticias que ha recibido acerca de la iglesia en Corinto. Estas noticias provienen de dos fuentes y reflejan dos perspectivas distintas. Algunas personas se han comunicado con él verbalmente (1.11; 5.1; 11.18), y el cuadro que le presentan es de mucha tensión en el interior de la iglesia: grupos rivales, conductas escandalosas y discriminación contra los más pobres.

Por el carácter de los asuntos que denuncian, parece que estas personas pertenecen al estrato social de menos prestigio en la iglesia, el cual era el sector más grande (1.26–28). Por otro lado, Pablo responde también a una carta que otro grupo le ha escrito (7.1). Tal vez son personas de nivel más acomodado y de más liderazgo en la iglesia. Este grupo ha levantado preguntas sobre diversos temas: el matrimonio y el ascetismo, el consumo de carne sacrificada en templos paganos, los dones espirituales y su uso en el culto y otros. Para iniciar su comentario sobre cada uno de estos asuntos, Pablo cita algo de la opinión que este grupo le ha transmitido en su carta (7.1; 8.1; 12.1).

En esta carta pastoral dos ejes fundamentales atraviesan las respuestas de Pablo a estas situaciones: el del futuro escatológico que agudiza la conciencia e inspira la constancia; y el del amor solidario que impulsa y orienta a los cristianos a entregarse a sí mismos en bien de los demás. El conjunto se resume en la persona de Cristo Jesús (1.30) porque Él demostró en su vida y muerte esa solidaridad, y fue reivindicado por la resurrección. Este gran marco de la crucifixión-resurrección está anclado a ambos extremos de la carta (1.18–2.16 y 15.1–58), y engloba los asuntos tan heterogéneos que se encuentran entre esos dos punto.

SEGUNDA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS: En 1 Corintios se revelan varias tensiones entre Pablo y la congregación que fundó, sobre todo el cuestionamiento de su apostolado (1 Co 9.1–6). Esta situación se deterioró y la visita a Corinto que Pablo propuso en 1 Co 16.5–8 resultó toda una desilusión (2 Co 2.1). En su angustia Pablo se defendió por medio de una fuerte carta, escrita «con muchas lágrimas» (2 Co 2.4). La mayoría de los estudiosos concuerdan en que los capítulos 10–13 de 2 Corintios, de gran tono polémico, constituyen esa carta. En ella Pablo responde vehementemente a los nuevos maestros que se han adueñado de la iglesia.

Frente a estos «superapóstoles» (2 Co 12.11), Pablo se vio obligado a reivindicar su propio apostolado, con el fin de recuperar un espacio de ministerio entre los corintios. En  este proceso desenmascara a sus adversarios como «obreros fraudulentos» y «falsos apóstoles» (2 Co 11.13).

La carta, junto con el envío de Tito a Corinto, parece haber logrado un cambio en la actitud de la iglesia. Pablo da testimonio de su gran alivio al encontrarse con Tito en Macedonia y recibir la buena noticia de una reconciliación (2 Co 7.6–7). Aunque aparece al principio de 2 Corintios, la sección 1.1–2.13 refleja este desenlace final, junto con la sección 7.5–16.

Incluidas en 2 Corintios se encuentran dos cartas sobre el importante proyecto de la colecta para los pobres de Judea. Tanto el capítulo 8 como el 9 versan sobre la administración de este significativo esfuerzo de Pablo por demostrar la solidaridad de las iglesias gentiles con la iglesia originaria en Palestina.

SEGUNDA DE CORINTIOS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza

PRIMERA PARTE: Justificación paulina de su ministerio (1.1— 7.16)

SEGUNDA PARTE: Recolección paulina para los santos (8.1 — 9.15)

TERCERA PARTE: Vindicación paulina de su apostolado (10.1— 13.14)

CORINTO

A la mitad de la península griega la tierra se reduce a una angosta cintura de menos de 6 km de ancho, conocida como el Istmo de Corinto. La ciudad de Corinto está ubicada sobre la parte alta del Istmo, que era un importante puente de tierra entre la parte norte y la parte sur de Grecia. Por otro lado, esta franja de tierra constituía una barrera para la navegación entre el mar Egeo al este y el mar Adriático al oeste. En las inmediaciones de Corinto el terreno es árido, apto principalmente para viñedos y olivares, con la ayuda de sistemas de riego. Más abajo en la llanura de la costa del Adriático, la tierra era fértil y productiva.

La ciudad de Corinto no era puerto en sentido estricto, ya que no estaba ubicada en ninguno de los dos litorales del istmo. El puerto sobre el mar Adriático, al oeste de Corinto, era Lequeo,  y el del mar Egeo, al este, era Cencrea. El transbordo de carga y aun de barcos pequeños sobre  el istmo se efectuaba en su punto más angosto, donde un camino de mármol (existente todavía) permitía deslizar bultos y barcos de un lado a otro.

En las inmediaciones de la ciudad de Corinto el terreno es árido, apto principalmente para viñedos y olivares, con la ayuda de sistemas de riego. Más abajo en las llanuras de las costas, la tierra era fértil y productiva.

Con la expansión del Imperio Romano durante el siglo I, mucho tráfico comercial, político y militar pasaba por el Istmo de Corinto, punto de conexión entre Italia y la parte oriental del imperio. La ciudad de Corinto cobró gran importancia como un centro de comercio y transporte internacional, con negocios de transbordo o venta de mercancías, así como de recolección de tarifas e impuestos. Eventos deportivos de la envergadura de los Juegos ístmicos bienales atraían a Corinto gran cantidad de aficionados, y este turismo deportista generaba importantes ingresos para los comerciantes y artesanos de la región.

Gran número de comerciantes y hombres de negocios (más unas cuantas mujeres de negocios) viajaban a menudo entre Corinto y las otras ciudades principales del imperio.

Varios miembros de la iglesia de Corinto participaban en esta actividad comercial, sea como líderes de una casa-empresa (Estéfanas, 1 Co 16.15–18), sea como representantes más humildes, quizás esclavos o libertos, como «los de Cloé» (1 Co 1.11).

Algunas de las descripciones y los estereotipos que suelen citarse para caracterizar la ciudad de Corinto no pertenecen al siglo I, sino que reflejan un período anterior de su historia, antes de ser destruida por los romanos en 146 a.C. Fue en la época anterior a esa fecha que Corinto se granjeó la reputación de ciudad notoriamente inmoral; sin embargo, los términos despectivos aplicados a los corintios por los atenienses pueden atribuirse en parte a la rivalidad que había entre las dos ciudades. Fue también en esa época temprana que se decía que en el templo de Afrodita en Corinto había un millar de prostitutas dedicadas al aspecto erótico del culto a esta diosa de la fertilidad.

Refundada como colonia romana por el emperador Julio César en el año 44 d.C., Corinto resurgió como un centro de arte y cultura, renombrada por sus imponentes edificios públicos, estatuas y templos de mármol. Floreció de nuevo en la ciudad la fabricación de artículos de bronce de alta calidad. Pablo debió haber escuchado a menudo el «metal que resuena, o el címbalo que retiñe» (1 Co 13.1).

Igual que en el caso de otras ciudades conquistadas e incorporadas al Imperio Romano, a Corinto se le permitió tener gobierno propio, pero este funcionaba bajo la vigilancia de un gobernador (el «procónsul» de Hch 18.12) enviado desde Roma. Había dos gobernantes locales, responsables de promover los intereses de Roma y mantener el flujo de tributos e impuestos hacia las arcas imperiales. Satisfechas estas demandas de hegemonía política y económica, el imperio imponía la paz y la estabilidad en la región.

Bajo estas condiciones una pequeña capa de empresarios de Corinto desarrolló una notoria prosperidad, mientras la gran mayoría de la población vivía en la pobreza. Esta estratificación socioeconómica se refleja en la conformación de la iglesia de Corinto (1 Co 1.26–28).

En una colonia romana como Corinto el idioma oficial fue el latín, y la gran mayoría de las inscripciones públicas encontradas por los arqueólogos emplean el idioma del imperio. Sin embargo, el griego perduró como el idioma del pueblo, y fue en el dialecto popular (no literario) de este idioma que Pablo escribió sus cartas a la iglesia de Corinto.

No se ha podido establecer con exactitud el número de habitantes de Corinto en el siglo I; las cifras estimadas van desde cien mil hasta medio millón. La mitad o más de la población eran esclavos.

La vida de la ciudad giraba alrededor de las plazas y los edificios dedicados a las funciones del gobierno y la práctica de la religión. Las excavaciones arqueológicas han puesto al descubierto numerosos bloques de locales comerciales y talleres artesanales alrededor de la plaza central, el Ágora. Con la excepción de la pequeña elite, que tenía casas amplias, los corintios habitaban locales estrechos que les servían a la vez como vivienda, taller y tienda. Según Hch 18.2–3 Pablo se estableció en Corinto como trabajador artesanal y practicaba su oficio de hacer carpas o tiendas compartiendo el local de Aquila y Priscila.

En el costado sur del Agora se encuentra un imponente tribunal que podría ser el que se menciona en Hch 18.12, ante el cual Pablo tuvo que comparecer. Además de los templos ubicados en el corazón de la ciudad, el templo de Afrodita dominaba toda la región de Corinto desde la cima del Acrocorinto, una escarpada montaña que se eleva unos 500 m sobre el nivel de la ciudad.

CORNELIO

(CENTURIÓN). Romano de Cesarea, «temeroso de Dios», cuya importante conversión al evangelio (Hch 10) se destaca con repetidas menciones (11.1– 8; 15.7, 14). Las visiones simultáneas de Cornelio y Pedro que precedieron a esta conversión, y los fenómenos pentecostales que la acompañaron (11.15–17), hicieron manifiesto que Dios había quitado la pared divisoria entre judíos y gentiles (Ef 2.14–16). Estos últimos entraron en la Iglesia con igual derecho que los judíos (Hch 2) y los samaritanos (Hch 8).

La conversión de Cornelio sentó precedente para resolver la cuestión de la relación entre judíos y gentiles. Se aclaró que la Iglesia era una entidad aparte del judaísmo y que los gentiles no tenían que pasar por la puerta judaica. Aunque lo dicho de Cornelio en Hch 10.2 no asegura que era → PROSÉLITO del judaísmo, su carácter noble y piadoso amortiguó el choque de esta innovación que parecía peligrosa a los creyentes judíos.

CORO

Medida igual al HOMER (Ez 45.14), usada para harina (1 R 4.22), cereales (2 Cr 2.10; Lc 17.6; cf. texto griego) y aceite (Ez 45.14). Equivalía aproximadamente a doscientos veinte litros. (MEDIDAS)

CORONA

Símbolo distintivo de nobleza, realeza o autoridad que se lleva sobre la cabeza. Desde los tiempos bíblicos su forma ha variado desde un sencillo círculo de oro hasta un tocado complicado de distintos diseños e incrustado de joyas (2 S 12.30). En ocasiones, como en el caso de la coronación de Joás (rey de la dinastía davídica), la imposición de la corona se asociaba con la entrega del «testimonio» (una copia de la Ley) y la unción (2 R 11.12). Muchos salmos (por ejemplo, Sal 2) celebran este tipo de coronación.

En la época del Antiguo Testamento la corona tenía sentido simbólico. La de David y sus descendientes representaba el reino asegurado por un pacto con Jehová, reino que podía perderse por la apostasía (Sal 89.38, 39; cf. 21.3). Como pura figura, representaba la consumación y GLORIA del varón, el valor de la mujer virtuosa para su marido, las canas para el anciano, los nietos para el abuelo, etc. (Pr 12.4; 16.31, BJ; 17.6).

En el Nuevo Testamento no se emplea el término «corona» con respecto a reyes terrenales. No obstante, Mateo, Marcos y Juan describen la coronación escarnecedora de Jesucristo por los soldados romanos. Estos, al entretejer una corona de espinas, inconscientemente hicieron un símbolo de la realeza del Señor y de la maldición del pecado que asumió por nosotros.

Hebreos 2.7, citando el Salmo 8.5, recuerda que Dios coronó al hombre de honra y gloria. Luego señala a Jesús como el único digno de llevar tal corona ahora, y eso «a causa del padecimiento de la muerte» (Heb 2.9).

En el Nuevo Testamento «corona» traduce dos palabras griegas: DIADEMA, que aparece tres veces (Ap 12.3; 13.1; 19.12) y stéfanos, dieciocho veces. Stéfanos era el premio que ganaban  los atletas vencedores en los juegos olímpicos. Era una guirnalda sencilla, hecha de hojas de laurel, perejil, olivo o pino que, aunque hermosa, pronto se marchitaba. Pablo, escribiendo a los corintios, compara esta corona con la corona «incorruptible» que espera al creyente que termina fielmente su carrera (1 Co 9.24–27; 2 Ti 2.5; cf. Heb 12.1, 2). También se habla de la corona de «justicia», de «vida» o de «gloria» (2 Ti 4.8; Stg 1.12; 1 P 5.4) y se nos amonesta acerca del peligro de perderla (Ap 3.11). Pablo tenía por corona a sus hijos en la fe (Flp 4.1; 1 Ts 2.19).

Las coronas no son para gloria propia. Los ancianos de Ap 4.4, 10 las echan delante del trono del Señor como tributo por haberlos capacitado para ganarlas.

CORREO

El despacho regular de correo mediante jinetes y postas solo se organizó en tiempo de los persas (Est 3.13, 15; 8.10). Pero tanto en Israel como en Babilonia se utilizaban en ocasiones veloces jinetes para llevar mensajes (2 Cr 30.6, 10; Jer 51.31).

Era proverbial la rapidez de tales mensajeros (Job 9.25). Comúnmente, los reyes y los particulares utilizaban sus propios amigos y siervos para enviar misivas (2 S 11.14; Neh 6.5; Hch 23.23, etc.). Los autores de las cartas del Nuevo Testamento, para hacerlas llegar a las iglesias, no tenían más recurso que confiárselas a sus discípulos (Hch 15.23).

CORZO

(TRADUCCIÓN DEL VOCABLO HEBREO TSÉBI, QUE A MENUDO TAMBIÉN SE TRADUCE POR GACELA).

Cuadrúpedo rumiante que se identifica con la gacela y el antílope, dorcas o gacela arábiga, que abunda en Siria, Arabia, Persia y Egipto. Es muy elogiado en la poesía oriental por su gracia y hermosura. Mide unos 56 cm de alto y es de un color rojizo oscuro con manchas pardas oscuras o negras y blancas; tiene cuernos negros, que vistos de frente presentan la forma de una lira, y grandes ojos brillantes; anda en manadas y se domestica con facilidad, aunque es muy tímido. Su carne es sumamente apetecible (1 R 4.23). «Tabita» y «Dorcas» (Hch 9.36), palabras aramea y griega, respectivamente, corresponden al hebreo tsébi del Antiguo Testamento.

El corzo es animal limpio (Dt 12.22; 14.5), objeto de caza (Pr 6.5; Is 13.14), ligero (2 S 2.18; 1 Cr 12.8) y bello (Cnt 2.7, 9, 17; 3.5; 8.14). (CIERVO)

COS

(ÁGIL, LIGERO).

  1. Descendiente de Judá (1 Cr 8).
  2. Jefe de la séptima división de sacerdotes (1 Cr 24.10; Esd 2.61; Neh 63).
  3. Ascendiente de Meremot (Neh 3.4, 21).
  4. Isla y ciudad en el mar Egeo, frente a la costa sudoeste de Asia Menor (Hch 21.1; 1 Mac 15.23), donde Pablo hizo escala rumbo a Jerusalén.

COSECHA

Término de uso frecuente en las Sagradas Escrituras que significa recolección de los frutos de la tierra (Éx 22. 29; 23.10, 16; 34.22; Dt 16.13; Is 16.9; 17.11; 32.10; Mt 3.12; Jn 4.36–38 1 Co 9.11; 2 Co 9.6; Gl 6.7; Ap 14.15; etc.). (AGRICULTURA) Según la ordenanza divina, la cosecha debía efectuarse anualmente durante períodos de seis años y en el séptimo debía darse descanso a la tierra (Éx 23.10, 11). Las primicias de las cosechas debían pagarse lo más pronto posible (Éx 22.29).

La gran Fiesta de los Tabernáculos (Dt 16.13) se celebraba en ocasión de la recolección de los frutos, por eso también se llamaba de las Cosechas o Cabañas (Éx 23.16; 34.22; Dt 16.13–15). En los días de Nehemías esta fiesta se celebró con gran pompa y supremo regocijo (Neh 8.14– 18).

La Biblia establece que el hombre cosecha los resultados de sus acciones (Job 4.8; Pr 22.8; Gl 6.7). Cristo hizo referencia en varias ocasiones a la cosecha para enseñar verdades espirituales (Mt 3.12; Mc 4.29; etc.).

CREACIÓN

Acto del libre albedrío de Dios por el cual hizo todo el universo para su propia gloria, sin valerse de materiales ya existentes. El relato de la creación en Gn 1–2 no debe considerarse como texto científico de geología, sino más bien como una exposición teológica de la soberana intervención de Dios, que dio origen a «todas las cosas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, visibles e invisibles» ( Col 1.16 ).

Por cuanto todo lo que sabemos mediante la revelación tiene elementos de «sabiduría de Dios en misterio» (1 Co 2.7), la verdad bíblica de la creación es evidente solamente por medio de la fe. Como se afirma en Hebreos 11.3, «por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que no se ve fue hecho de lo que no se veía».

La Biblia descarta tanto el dualismo de la filosofía clásica de los griegos como el materialismo absoluto. El primero enseña que las fuerzas del bien y del mal son eternas y que el espíritu refleja el bien mientras la materia refleja el mal. El materialismo absoluto, en cambio, enseña que la materia es eterna y que la historia es determinada por las leyes del desarrollo material. El primer versículo de la Biblia contradice ambas filosofías al decir: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1.1). De igual manera, la doctrina bíblica de la creación descarta el panteísmo. El universo no es una manifestación externa de Dios mismo, sino la obra de sus manos, y como tal, completamente distinta de la esencia divina.

La creación la realizó el Dios trino. Se le atribuye al Padre ( Gn 1.1 ; Sal 33.6 ), al hijo ( Jn 1.3 , 10 ; Col 1.16 ) y al Espíritu Santo ( Gn 1.2 ; Job 26.13 ), sin hacer distinción entre lo creado por cada persona de la Trinidad.

CREACIÓN DEL UNIVERSO

La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la nada. Antes del «principio» no existía ninguna cosa material, ni existía el tiempo mismo. Solamente existía Dios.

Génesis 1.1 se refiere a la creación ex nihilo de toda la materia y energía de que se compone el universo. Desde entonces, han variado de forma, pero no ha sido necesaria otra creación. Dios no creó el universo impulsado por necesidad, porque Dios no necesita de nada (Hch 17.25). Lo hizo espontáneamente, movido por su voluntad y para su propia gloria.

El lenguaje de Gn 1–2 no es científico; se escribió en una época precientífica por un hombre precientífico. El Espíritu Santo no se propuso revelar en aquel entonces los descubrimientos posteriores de Copérnico, Galileo, Newton y Einstein, hallazgos que le correspondían al hombre bajo el mandamiento divino de sojuzgar la tierra y señorear en la creación (Gn 1.28). Por tanto, el lenguaje bíblico es fenomenológico; describe solamente lo perceptible. Sin telescopio ni microscopio, sin haber descubierto siquiera que el mundo no fuese plano, el hombre tenía por delante mucho que estudiar e investigar. Desde ese punto de vista, es evidente que no hay ninguna contradicción entre la historia bíblica de la creación y la ciencia moderna, ni la habrá cuando la ciencia de un siglo futuro haga anticuada nuestra ciencia de hoy. Con el desarrollo de la geología, por ejemplo, ya se sabe que los «días» de Génesis 1 pudieran no ser días literales de veinticuatro horas. Más bien, son etapas de duración indefinida, expuestas en lenguaje fenomenológico. Es innecesario postular un cataclismo en Gn 1.2, donde dice que «la tierra estaba desordenada y vacía», para reconciliar la geología con la Biblia.

Asimismo, es artificial e innecesaria la teoría de que Dios pudiera haber creado todas las rocas y fósiles en una semana en la forma en que existen actualmente, dándoles solamente una apariencia de antigüedad. También en otras partes la Biblia dice DÍAS para referirse a períodos que no son de veinticuatro horas (Is 13.6; 2 Co 6.2; 2 P 3.8).

CREACIÓN DE LA VIDA

La creación de la vida levanta ciertos interrogantes en cuanto a la teoría de la evolución; pero, nuevamente, si se entiende la Biblia en el sentido correcto, no hay conflicto. Evidentemente Dios creó la vida por lo menos en siete etapas, con un «género» en cada etapa, durante los

«días» tres, cinco y seis. En el sexto día creó al hombre.

No se sabe con exactitud a qué corresponde un «genero» en la taxonomía moderna.

Un factor importante es que la creación de todos los géneros no fue ex nihilo, sino por medio de algún material ya creado y existente: «Produzca la tierra hierba verde» (Gn 1.11),

«produzcan las aguas seres vivientes» (Gn 1.20), «produzca la tierra seres vivientes» (Gn 1.24), etc. Posiblemente Dios creó al progenitor de cada género, y luego permitió que las leyes naturales (que también Dios estableció) operasen para el desarrollo de miles de especies distintas en forma paulatina. En ese sentido pudiera haber ocurrido un cierto proceso de evolución, y las pruebas científicas parecen ser abundantes para sostenerlo como hecho evidente de la naturaleza. Tal proceso no contradice la enseñanza bíblica que sostiene que la mano del Dios soberano desempeñó un papel sublime en el origen de toda la vida.

CREACIÓN DEL HOMBRE

El hombre fue la culminación de toda la creación. Nuevamente, Dios usó elementos materiales ya existentes («del polvo de la tierra», Gn 2.7), pero la diferencia de toda otra creación radica en la declaración de que Dios creó al hombre a su imagen (Gn 1.27).

Ningún animal asumió la → IMAGEN de Dios, y por eso no había entre ellos una «ayuda idónea» (Gn 2.20). El concepto de la imagen de Dios decididamente no se presta a la teoría de que el hombre es producto de la evolución, sea en el sentido de evolución materialista o en el sentido de evolución teísta. El soplo de «aliento de vida» (Gn 2.7) alude a un acto instantáneo y no a un proceso largo. La «imagen de Dios» como tal no pudo evolucionar. El concepto de una imagen de Dios parcialmente desarrollada es un tanto absurdo.

La imagen de Dios, por supuesto, no tiene significado material, puesto que Dios es espíritu (Jn 4.24). La semejanza del hombre con Dios no está en su cuerpo, sino en su espíritu. Por consiguiente, algunos teólogos opinan que el asunto del cuerpo físico del hombre se puede tratar en renglón aparte. Fisiológicamente, es evidente que el hombre tiene mucho en común con los animales superiores, y de ahí que, según algunos, Dios intencionalmente creó un nuevo cuerpo muy parecido físicamente a los antropoides ya existente. Algunos teólogos modernos creen, sin embargo, que Dios tomó un antropoide ya desarrollado y sopló en él «aliento de vida», dándole así un espíritu según la imagen de Dios. En este caso, el primer ser que «recibió» la imagen de Dios pasó a ser ADÁN.

Además de otras dificultades que podría tener, esta última teoría no toma suficientemente en cuenta la íntima relación que existe entre el cuerpo y el espíritu humanos. Olvida algunos detalles específicos del relato de la creación, como por ejemplo el hecho de que Dios formó al hombre del polvo.

La Biblia enseña la unidad de la raza humana como un punto teológico muy importante. De la primera pareja, Adán y Eva, descendió todo ser humano (Hch 17.26).

La caída de Adán, que implicó la caída de todo el género humano (1 Co 15.22), hace resaltar esta unidad.

CREER

Ver. FE.

 CRESCENTE

(EN LATÍN, CRECIENTE).

Compañero de Pablo posiblemente en Roma, que según 2 Ti 4.10 y algunos más, después se dirigió a Galacia o a Galia. Quizás Crecente inició el avance occidental del evangelio aun antes de la muerte de Pablo.

CRETA

(EN HEBREO, KAFTOR; EN GRIEGO KRETE).

Isla grande (240 km de largo por entre 10 a 56 km de ancho) situada en el Mediterráneo, al sudeste de la península de Grecia y a media distancia entre Siria y Malta. Es escabrosa y montañosa, pero tiene muchas llanuras y valles fértiles. Sus habitantes, posibles ascendientes de los filisteos, eran excelentes marineros que visitaban todas las costas, y también hábiles en el manejo del arco y la flecha. Toda la civilización minoica era una de las más elevadas entre 3000 y 1100 a.C., y descollaba especialmente en las artes plásticas. Creta era una de las «Kaes» contra cuya infidelidad amonestaba el proverbio griego, a saber: Kappadokia, Kilikia y Krete. Esto concuerda con las características que el apóstol atribuye a los cretenses, al llamarlos «siempre mentirosos», brutos y glotones, citando al poeta cretense Epiménides (Tit 1.12s).

Algunos cretenses se hallaban entre la muchedumbre pentecostal (Hch 2.11), pero Creta es más conocida por el viaje de Pablo a Roma (Hch 27). La nave se dirigió primero a Salmón, promontorio oriental de la isla, y permaneció en BUENOS PUERTOS.

Después zarparon y el viento los llevó hacia Malta. Se supone que Pablo visitó a Creta anteriormente y estableció iglesias allí confirmando a Tito como su superintendente (Tit 1.5).

CRISÓLITO

(EN HEBREO, TARSIS; EN GRIEGO, JRYSÓLITHOS).

Piedra preciosa de color oro claro, que quizás se pueda identificar con el topacio de los tiempos romanos. Figura en el pectoral del sumo sacerdote (Éx 28.20, NC), en la descripción del rey de Tiro (Ez 28.13), en visiones proféticas (Ez 1.16, RV; Dn 10.6, NC) y en la descripción de la Jerusalén celestial (Ap 21.20).

CRISOPRASO

Piedra preciosa que aparece en Ap 21.20, en el décimo cimiento de la Jerusalén celestial. Su clasificación es incierta, pero si aquí es la misma que conocemos hoy, será calcedonia verde o crisopracio, que es una variedad del cuarzo compuesta de sílice y níquel.

CRISPO

Principal líder de la sinagoga de Corinto, convertido al evangelio con toda su familia durante la visita de Pablo (Hch 18.8). Se cuenta entre los pocos que el mismo Pablo bautizó (1 Co 1.14).

CRISTAL

Sustancia transparente e incolora, mencionada en imágenes poéticas (VIDRIO). Según el contexto, los términos hebreos gabis y qerah pueden traducirse «cristal» (Job 28.18, BJ; Ez 1.22, RV), «nieve» (Job 6.16 RV) o «helada» (Gn 31.40, RV). Los términos griegos krystallos y krystallizo igualmente equivalen al cuarzo o al hielo (Ap 4.6; 21.11; 22.1).

CRISTIANISMO

Fe centrada en Jesucristo, el único Salvador y Mediador entre Dios el Padre y la humanidad pecadora.

El cristianismo es singular entre las religiones del mundo. La mayoría de aquellas enfatizan la vida del fundador, pero el cristianismo enfatiza la muerte de Jesucristo. La muerte de Jesucristo es singular también porque estuvo profetizada desde las primeras páginas de la Biblia (Gn 3.15) y se cumplió en los días del Nuevo Testamento miles de años después.

La Resurrección también es esencial en el cristianismo. Su muerte y resurrección son tan importantes que los cuatro Evangelios le dedican por lo menos una quinta parte de sus enseñanzas. Marcos 10.45 sintetiza esta extraordinaria misión de Cristo diciendo: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».

El mundo tenía ya muchísimas religiones cuando Cristo nació. Los romanos habían combinado sus dioses con los dioses de los griegos y adoraban a miles de deidades.

Ninguno de esos dioses había vivido jamás; la mayoría se basaban en imaginaciones o historias heroicas. Sin embargo, Jesucristo vivió en Palestina, fue crucificado bajo Poncio Pilato (gobernador de Judea) y se levantó de entre los muertos por el poder de Dios el Padre.

La gente que adoraba a los dioses de la mitología en la práctica cerraba los ojos a las señales visibles de la verdad que apuntaban hacia Dios y la salvación por gracia (Ro 1.20–21). Este plan llegó a plena madurez en la cruz.

En tiempos del apóstol Pablo se corrió el grave peligro de que los judíos convertidos convirtieran la nueva religión en una simple extensión del judaísmo. Pablo contendía que la salvación solo por la fe era la esencia del cristianismo (Ef 2.8–9).

Las luchas de Pablo fueron con un grupo de judíos convertidos llamados JUDAIZANTES (Hch 15; Gl 2) que pensaban que el gentil convertido tenía que circuncidarse para hacerse cristiano. Pablo, Bernabé y otros viajaron a Jerusalén, centro del judaísmo, a arreglar la disputa con líderes de la iglesia. En efecto, se concluyó que el cristianismo era una religión en sí, no una simple extensión del judaísmo.

Hoy día, el grito de batalla de Pablo resuena entre los cristianos: «Uno no se justifica por las obras de la ley sino por fe en Jesucristo» (Gl 2.16). La salvación se obtiene solo por fe en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. El cristianismo es más que un credo, que una religión. Es una manera de vivir para los que aceptan a Jesucristo como Salvador y Señor.

CRISTIANO

Término híbrido que combina el título griego jristos con la terminación latina ianus, y significa «partidario» o «seguidor de Cristo» (cf. «herodiano», partidario de Herodes).

Aparece tres veces en el Nuevo Testamento (Hch 11.26; 26.28; 1 P 4.16). Fue un distintivo inventado por personas extrañas al evangelio, y no por los discípulos mismos.

Los adherentes a la fe de Cristo preferían llamarse «hermanos», «discípulos», «santos», «creyentes» o «elegidos», mientras que, para los judíos, eran «galileos» o «NAZARENOS». Los judíos no admitirían que los nazarenos fuesen cristianos, o sea, «las personas de CRISTO (Mesías)», ya que para ellos Jesús no era el Mesías.

Una fidedigna tradición que afirma que Lucas era natural de Antioquía, apoya la idea de que allí fue donde se inventó el apodo de «cristiano» (Hch 11.26). Además, el contexto revela que el empleo del nuevo nombre corresponde a la fecha de la formación de la primera iglesia local, predominantemente gentil. Ya no se trataba de una secta más o menos adherida a una sinagoga, sino de una compañía de ciudadanos locales que hablaban insistentemente de Cristo. Lo más probable es que los antioqueños, célebres por sus bromas e ironías, inventasen el apodo para señalar despectivamente a los miembros de la iglesia: «¡secuaces del partido de Cristo!» Más tarde cuando Pedro anima a los creyentes frente a la inminente persecución neroniana, parece que los cristianos ya eran una secta proscrita: «Si alguno padece como cristiano, no se avergüence» (1 P 4.16).

Tácito, historiador romano, confirma que Nerón inventó cargos contra la secta «que la gente común llamaba cristiana». (JESUCRISTO)

CRISTO

Ver. MESÍAS; JESUCRISTO.

CRÍTICA BÍBLICA

Tarea sistemática aplicada al estudio del texto bíblico, de sus contextos históricos y literarios, con la intención de llegar al mensaje original que sus autores tenían en mente y que sus primeros receptores comprendieron. El propósito es intentar que aquel mensaje del texto bíblico llegue hasta las comunidades de hoy, en sus respectivos contextos.

Esta tarea está definida por dos elementos bien concretos. En primer lugar, es crítica, y en segundo lugar, es bíblica. La palabra «crítica» viene de la voz griega krinein, que significa «juzgar», «discernir». No debe entenderse, por lo tanto, en sentido negativo, sino más bien neutro. Este término califica la labor de los biblistas o exégetas, quienes utilizan principios y técnicas claramente definidas y desarrolladas de manera científica a través de los años. Y es bíblica porque trabaja dentro de los límites establecidos por el canon de las Sagradas Escrituras. La Biblia es un texto muy diferente a cualquier otro tipo de escrito antiguo o moderno, pues se le reconoce no solo como literatura, sino sobre todo como Palabra de Dios.

Esta disciplina tiene como meta final comunicar el mensaje de salvación y confrontar a hombres y mujeres con la voluntad soberana del único Dios y Señor del universo.

El campo de la crítica bíblica es amplio y complejo. Las técnicas y métodos utilizados en la misma se han venido acumulando a través de muchos siglos. Durante los dos últimos siglos, y sobre todo en el siglo XX, la crítica bíblica se ha desarrollado tremendamente. La lista de métodos y ciencias auxiliares ha aumentado considerablemente. En este ensayo intentamos presentar el perfil de las ciencias y métodos que se han hecho clásicos y que han venido a enriquecer la tarea de la exégesis bíblica.

CRÍTICA TEXTUAL (CRÍTICA TEXTUAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO)

Esta disciplina busca averiguar las palabras exactas que el autor empleó, si estas se han alterado en el transcurso de los siglos después de haberse copiado el texto. No es de extrañarse que los escribas, que no contaban con los métodos modernos de composición e imprenta, se hayan equivocado a veces en la reproducción manuscrita de los textos. En escritos tan  extensos y que por espacio de 1500–2500 años se produjeron así innumerables veces, era inevitable que el texto sufriera numerosas variaciones. Cambios no intencionales (contaminación de textos paralelos, errores cometidos al copiarse un texto, etc.) y cambios deliberados (aclaraciones, la eliminación de durezas gramaticales, «correcciones» doctrinales, etc.) oscurecieron muchas veces el texto del autógrafo.

Puesto que no nos ha quedado ningún autógrafo bíblico, y los manuscritos antiguos varían entre sí, la crítica textual desempeña un papel vital en el estudio de las Escrituras.

Providencialmente, sus resultados han sido tan positivos que se ha logrado reconstruir, en el 99, 9% de los casos, el texto original. Esto se ha conseguido no solo con el estudio minucioso de manuscritos copiados en el idioma original (TEXTO), sino también con el cotejo de traducciones antiguas en otros idiomas (VERSIONES) y con el examen de las citas bíblicas tomadas de autores casi contemporáneos. Las siguientes versionas españolas se basan en textos científicamente establecidos: BC, BJ, HA, LA, NC, VM.

CRÍTICA LITERARIA

Se ha definido de dos maneras.

La primera, es una metodología desarrollada el siglo pasado y tiene como meta descubrir si el pasaje estudiado es una unidad integral y original o ha sufrido alteraciones, extensiones o recortes. En relación con lo anterior, el crítico literario investiga cuál es el contenido original de un texto y cuáles son los añadidos. Se preocupa también por preguntar cuáles son los diferentes estratos que componen un escrito o libro. Vista desde esta perspectiva, a la crítica literaria le interesa descubrir cuál es la génesis, es decir, los orígenes de un texto.

Para distinguir esta crítica de la textual, solía llamársela la «alta crítica», porque constituye el aspecto posterior (o «superior») del proceso crítico, que depende del previo trabajo textual.

Aunque los rabinos y los padres eclesiásticos la practicaban hasta cierto punto (CANON), la crítica literaria como ciencia data de la Introducción al Antiguo Testamento, de J.C. Eichhorn (1787). Este examinó la estructura interna de cada libro, las fuentes utilizadas y el modo de combinarlas o elaborarlas. La «crítica de las fuentes» se realiza con mayor acierto cuando se cuenta con una fuente documentaria utilizada por el propio autor bíblico. Por ejemplo, los libros de Samuel y Reyes, a los que recurrió con frecuencia el autor de los dos libros de Crónicas, nos permiten sacar conclusiones bien definidas respecto al estilo literario del cronista.

En cuanto al Nuevo Testamento, se cree comúnmente que Marcos sea una de las fuentes principales de los otros dos EVANGELIOS SINÓPTICOS; esto permite analizar la forma en que Lucas y Mateo se valieron de su fuente. Dado el caso de la desaparición de la fuente, este tipo de crítica es más conjetural y arriesgado. Así, en la crítica del PENTATEUCO, hoy se puede apreciar mejor que en 1900, lo difícil que es determinar con exactitud el número de fuentes utilizadas, su fecha y su interrelación.

Para fijar la fecha de un escrito hay criterios internos y externos. Si una obra la cita una autoridad de fecha conocida, se sigue que aquella es más antigua. Si se refiere a acontecimientos cuya fecha se ha determinado mediante otros documentos (por ejemplo, ciertos pasajes del Antiguo Testamento referentes a incidentes de la historia egipcia o mesopotámica), es posterior a ellos y nos da indicios de la fecha (por ejemplo, libros proféticos que indican cierto año del reinado de tal o cual rey).

Mientras más avanza la reconstrucción de la historia del Cercano Oriente, más factible es situar un escrito antiguo en el marco histórico que le corresponde. Sin embargo, hay que dejar lugar para el elemento predictivo de la profecía; el interpretar todas las predicciones cumplidas como vaticinios después del suceso es poco científico.

Cuando se trata de determinar la fecha de una profecía realmente predictiva, se la considera anterior a los acontecimientos predichos, pero posterior a los referidos como fondo histórico. Así se infiere que el libro de Nahúm es anterior a la caída de Nínive (612 a.C.) por cuanto la predice, pero posterior a la caída de Tebas (663 a.C.) a la que se refiere (Nah 3.8s) como dato histórico. Su fecha exacta dentro de ese medio siglo tiene que determinarse mediante un examen de la fraseología y un cálculo de las probabilidades.

Durante los primeros siglos de Posreforma hubo, tanto entre católicos como entre protestantes, un endurecimiento de las líneas dogmáticas. El examen del aspecto humano de la composición bíblica cedió ante la constante reafirmación de la infalibilidad escritural (cuando en realidad esta hubiera cobrado más realce con la ayuda de aquel). A fines del siglo XVIII se aplicaron a la Biblia varios métodos de investigación literaria, y en el siglo XIX se produjo mucha literatura en relación con ello. Sobre todo en el campo neotestamentario, los racionalistas y antisupernaturalistas estuvieron en la vanguardia del movimiento, y la filosofía idealista de Hegel o el cientificismo optimista de Darwin (cf. La teoría Wellhausen, PENTATEUCO) influyeron en ellos sobremanera. Como contrapeso, los eruditos conservadores (por ejemplo, Delitzsh y Hengstenberg en Antiguo Testamento y Westcott y Lighfoot en Nuevo

Testamento) adelantaron mucho nuestro conocimiento de las circunstancias humanas de los escritores, sin perder de vista la INSPIRACIÓN única de la Biblia. La exploración arqueológica, los descubrimientos filológicos, y los estudios del rabinismo prepararon el terreno para un nuevo viraje en el siglo XX hacia una investigación histórica más atinada que la de los liberales del siglo XIX.

Esta última metodología se ha desarrollado en las últimas décadas del presente siglo. Pertenece más bien a los estudios literarios modernos, pues reconoce el texto bíblico como literatura universal. Las técnicas y métodos aplicados han sido tomados, en su mayor parte, de la crítica literaria secular. El estudio se dirige a descubrir la estructura y el carácter literario del texto, las técnicas y las licencias literarias que usó el autor, el empleo de metáforas y símbolos, los efectos dramáticos y estéticos logrados en el escrito.

CRÍTICA DE LAS FORMAS

Para el estudio de la forma literaria de un pasaje, el exégeta pregunta cuál es:

  1. la estructura de la unidad;
  2. el género literario al que pertenece;
  3. el contexto de vida al que pertenece (por ejemplo, un funeral, una boda, la coronación de un rey);
  4. la intención del

En las primeras décadas de nuestro siglo ciertos especialistas alemanes hicieron hincapié en tres métodos críticos:

  1. el estudio de la tradición oral tras los documentos;
  2. la comparación de los temas en las religiones egipcias y mesopotámicas con otros similares en la religión hebrea, para ver cómo Israel se sentía atraído por las culturas circunvecinas y simultáneamente reaccionaban en su contra; y:
  3. la crítica de las formas literarias que revisten los relatos, las leyes y los poemas del Antiguo Testamento.

En su comentario sobre Salmos (1933), H. Gunkel aplicó con éxito estos principios, valiéndose de la «situación vital» de cada salmo para entender mejor los géneros literarios y viceversa. Con resultados menos convincentes, M. Dibelius y R. Bultman aplicaron el mismo método al Nuevo Testamento. Estos formistas nos han legado una excelente metodología, pero muchos de ellos, motivados por sus presuposiciones filosóficas, la usan para llegar a conclusiones muy escépticas respecto a la historicidad de los relatos de la Biblia (por ejemplo, la desmitización de Bultmann, quien niega la posibilidad del milagro), y la relación del Jesús histórico con el Cristo de la proclamación eclesiástica. Para el evangélico, el método formista revela cuán exactas eran las tradiciones orales, que fueron la base de nuestros libros canónicos, y la creatividad inspirada de los autores bíblicos.

En las últimas décadas ha resurgido una teología bíblica que adopta la terminología y la estructura conceptual de la Biblia misma. Hoy hay menos interés en sistematizar, helenizar o modernizar la verdad bíblica que en formular preguntas que las Escrituras estén dispuestas a contestar, y luego describir la respuesta. Esto facilita la «traducción» de estos conceptos en la vida actual de la comunidad creyente. El descubrimiento de los rollos de QUMRÁN, los escritos GNÓSTICOS de Nag Hammadi, los papiros en el griego koiné (GRIEGO [idioma]), y TÁRGUMES en ARAMEO han hecho posibles muchos comentarios técnicos y obras como los ocho tomos de

  1. Kittel (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 1933 en adelante, en alemán e inglés). Sigue la reacción erudita contra el liberalismo de hace cincuenta años y, aunque hay siempre nuevos ataques contra la veracidad de las Escrituras, se nota en la vasta literatura al respecto que más estudiosos que nunca reconocen en ellas un origen

CRÍTICA O HISTORIA DE LAS TRADICIONES

Método cuyo interés es reconstruir la historia de una unidad literaria a partir de su supuesto punto de partida, su desarrollo en la tradición oral, hasta su aparición en forma escrita y su redacción final. Es un método más bien diacrónico. Supone que una gran cantidad de trozos y tradiciones literarias acompañaron al pueblo de Dios en sus diversos momentos históricos. Esas tradiciones fueron recontadas de generación en generación y enriquecidas con las nuevas experiencias históricas. Un hecho o un relato se remodelaba y evolucionaba hasta llegar a su redacción final o canónica. Esto se nota con más claridad en el estudio de pasajes paralelos (el Decálogo y las Bienaventuranzas) y de conceptos teológicos importantes (el éxodo).

CRÍTICA O HISTORIA DE LA REDACCIÓN

Método exegético que se preocupa por descubrir las perspectivas teológicas, las inclinaciones literarias y los motivos por los cuales un autor bíblico escribió lo que hoy reconocemos como su libro (Deuteronomio, Lucas). Es un método más bien sincrónico.

Se ha mostrado muy efectivo y creativo en el estudio de las perícopas en los Evangelios Sinópticos. Las diferencias que encontramos en pasajes paralelos no son casuales ni fortuitas, sino que responden a la intención del autor y las necesidades de su audiencia.

CRÍTICA RETÓRICA O NUEVA CRÍTICA LITERARIA

Diversas formas de lectura y análisis que usa el exégeta para hacer una atenta y cuidadosa discriminación del uso artístico del lenguaje, del cambiante juego de ideas, licencias, tonos, sonidos, imágenes, sintaxis, perspectivas narrativas, unidades composicionales y mucho más.

Nos introduce además a una gran gama de niveles en la asimilación y apropiación del mensaje, no solo a través de las dimensiones racionales y cognoscitivas, sino también en las dimensiones emotivas e imaginativas. Es decir, nos ayuda a descubrir los niveles de apelación de una obra literaria de manera más integral y completa.

El retórico-crítico se preocupa por demostrar que una unidad literaria no solo apela al intelecto, sino a todas las dimensiones de la personalidad humana capaces de percibir mensajes. Se preocupa por decodificar no solo aquello que apela a lo lógico y racional, sino también a las emociones, a lo lúdico y religioso del hombre. No solo le interesa descubrir qué piensa el autor, sino también la textura y la solidez del pensamiento del autor.

MÉTODO ESTRUCTURALISTA O SEMIÓTICO

En términos generales, es la descripción formal de las estructuras fundamentales de un texto, relacionadas con el sentido o significado. La pregunta no es qué significa el texto, sino qué hace posible el significado, cómo puede decir el texto lo que realmente dice.

En esta metodología la búsqueda de opuestos y oposiciones es crucial. Por ejemplo, en los capítulos 2–3 y 6–9 de Génesis, el significado se deduce del modelo proporcionado por la oposición mojado, seco: demasiado agua significa muerte; demasiada sequedad significa muerte; pero un balance entre agua y tierra significa vida.

En esta metodología se considera que los relatos tienen al menos dos niveles: el superficial y el profundo. El primer nivel tiene dos componentes, el narrativo y el discursivo. El componente narrativo mira el relato como una serie de estados y transformaciones: presencia de actores y receptores y cambio de papeles por la presencia de otros actores. Por lo general hay un sujeto poseedor/desposeído, un sujeto/villano y un sujeto/héroe. El componente discursivo se preocupa por las unidades de contenido que arropan los programas narrativos. Estas unidades de contenido se llaman figuras, y a su vez se definen a partir de tres ejes: la actorialización, la espacialización y la temporalización.

El nivel profundo se preocupa por la lógica de las relaciones, generalmente de los opuestos.

MÉTODO SOCIAL EN EL ESTUDIO DE LA BIBLIA

Método globalizante que busca «poner juntas las disciplinas que le abren [al exégeta] el pasado y las disciplinas que le explican el presente».

El método sociológico incluye las herramientas propias de las ciencias sociales (antropología, sociología, ciencias políticas, economía, sicología). En la aplicación de este método algunos dependen de los trabajos de Max Weber y Carlos Marx. Su intención es completar la perspectiva para lograr una «lectura» más completa de la Biblia. Un ejemplo: El método histórico-crítico estudia la conquista de Israel, y parece que se preocupa solo por el hecho histórico en sí, sin detenerse a preguntar por las características sociales del pueblo que logró ocupar la tierra conquistada. Con la perspectiva sociológica se descubren otras posibles maneras de entender la conquista. Con la aplicación del método sociológico se empiezan a revisar y redefinir conceptos como «tribu», «alianza», «nación».

CRÍTICA CANÓNICA

La crítica canónica realiza su tarea asumiendo que la «lectura» de la Biblia es una empresa comunitaria y que el exégeta está al servicio de la comunidad. Como una más de las disciplinas que estudian e interpretan la Biblia, la crítica canónica presupone la existencia y necesidad de las herramientas del método histórico-crítico, pero pretende ir un paso más allá.

La exégesis tradicional solo ha querido penetrar en el mundo del «ayer» del texto bíblico, señalando que su tarea no abarca la preocupación por señalar su impacto en las comunidades de «hoy». Se preocupan por lo que significó y no por lo que significa el mensaje del texto. En efecto, la crítica bíblica tradicional, por lo general, ha mantenido encerrada a la Biblia en el pasado.

La crítica canónica reconoce que la Biblia pertenece no a un autor y una audiencia originales, ambos hipotéticos, sino a las comunidades creyentes. Es un método sincrónico orientado al lector/escucha del texto. Por ello sabe de antemano que la «lectura» varía de acuerdo a las características y perspectivas de la comunidad lectora (evangélico, católico, judío). Libera al texto de su cautiverio del pasado y se preocupa por colocarlo en un contexto más amplio: el del canon.

LAS CIENCIAS AUXILIARES

En la definición de los distintos métodos ya se han presentado algunas de las ciencias auxiliares que acompañan al exégeta al realizar su tarea interpretativa. Aquí se van a presentar las que no se han analizado:

LINGÜÍSTICA

El exégeta recurre a esta ciencia como herramienta para la traducción y el análisis semántico del pasaje en estudio.

En la traducción se habla sobre todo de la teoría y principios seguidos en ella. ¿Qué principios han regido en la traducción de esta u otra versión? De las versiones que se conocen en español podemos hablar de dos tipos de traducción: la traducción literal o por equivalencia formal, y la idiomática o por equivalencia dinámica o funcional. Entre estos dos métodos se da una amplia gama de posibilidades: desde las traducciones exageradamente literales, hasta las adaptaciones demasiado libres.

Ambos métodos tienen sus ventajas y debilidades, y el exégeta serio deberá utilizar  versiones bíblicas que reflejen los dos. La traducción formal ayuda, especialmente al estudiante que no conoce el hebreo a captar la forma y el sabor del hebreo/arameo/griego.

La traducción dinámica es de gran ayuda para captar de manera más fácil el significado del mensaje original.

ARQUEOLOGÍA

La arqueología ofrece información en cuanto a pueblos y culturas anteriores a nosotros, y arroja luz sobre el escenario histórico y cultural donde ocurrieron los hechos.

Su tarea consiste en descubrir, registrar y estudiar sistemáticamente los testimonios que han prevalecido a lo largo del tiempo (documentos escritos, objetos de la vida cotidiana, edificaciones y monumentos) no con el propósito de demostrar, probar o defender la Biblia y sus enseñanzas, sino de entenderla mejor.

Entre los logros más importante de esta ciencia auxiliar están:

  1. La fechación más exacta de los períodos y hechos más importantes de la historia bíblica.
  2. El estudio comparativo de idiomas emparentados con el hebreo, como el ugarítico, el eblano, etc.
  3. La historia del desarrollo del idioma hebreo. El descubrimiento de escritos de diferentes épocas históricas ha ayudado a estudiar la historia del
  4. La comprensión del mundo socio religioso donde vivió el pueblo de Dios en sus diferentes momentos históricos. La familiarización con el entorno religioso de Israel arroja luz para comprender mejor el mensaje de varios libros de la Biblia: 1 y 2 Reyes, Oseas, Jeremías, 1 Corintios, Apocalipsis.

GEOGRAFÍA

Muchas afirmaciones teológicas que encontramos en la Biblia permanecerían oscuras si no  se recurriera al estudio de la geografía: la localización del Edén; la afirmación de los sirios en 1 R 20.23: «Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos». Toda la cuestión de los fenómenos naturales que acompañan la historia de Elías y el enfrentamiento entre Jehová y Baal se entienden mejor si se toma en consideración la estrecha relación entre la realidad geográfica y la fe cananea.

HISTORIA COMPARADA DE LAS RELIGIONES

En su libro Mitos y leyendas de Canaán, G. del Olmo Lete dice: «Un suficiente conocimiento de la mitología cananea es hoy día indispensable para una recta inteligencia de la Biblia hebrea». Esta afirmación es también aplicable a la relación de la fe bíblica con las religiones de Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma. Muchos de los ritos y prácticas registradas en la Biblia tienen paralelos en las religiones de otros pueblos.

El conocimiento de las religiones del entorno bíblico nos ayudarán a descubrir en qué consiste realmente lo distintivo y singular de la fe bíblica. Nos permitirán encontrar respuestas más realistas y claras a preguntas sobre Dios, revelación, cielo-infierno, etc.

CRÍTICA TEXTUAL

El texto hebreo del Antiguo Testamento tomó forma a través de los años. Su historia comienza en la etapa de transmisión oral de los poemas, oráculos y narraciones, y continúa hasta la época de la producción y distribución de Biblias impresas en la Edad Media. En el largo proceso de transmisión textual del Antiguo Testamento se pueden identificar complejidades y problemas difíciles de resolver; sin embargo, el estudio de ese largo proceso de redacción y transmisión es fundamental para la comprensión adecuada de las dificultades que presentan las variantes y las diferencias entre los diversos manuscritos hebreos disponibles el día de hoy. Gracias a importantes descubrimientos de manuscritos antiguos en el desierto de Judá, y a la continua y dedicada evaluación de esos documentos, poseemos el día de hoy una mejor comprensión de los problemas relacionados con la llamada «2 de octubre de 1997». Esta disciplina, aplicada a los manuscritos del Antiguo Testamento, estudia los diversos textos hebreos, analiza la relación entre ellos, evalúa las formas que se utilizaron para copiar los documentos y, además, intenta describir el proceso de transmisión de los manuscritos. La crítica textual moderna pondera principalmente la información que se obtiene de la transmisión de los diversos manuscritos; su finalidad no es explicar el crecimiento literario de los diferentes libros de la Biblia, sino evaluar científicamente los problemas relacionados con la transmisión de los documentos bíblicos. Los resultados de esta disciplina contribuyen considerablemente a la exégesis y a la comprensión de textos difíciles.

El texto del Antiguo Testamento ha llegado a la época actual en diversos idiomas y en diferentes versiones. Quienes estudian los manuscritos de los textos antiguos poseen el día de hoy documentos de más de dos mil años. Y, aunque muchos de estos «testigos» del texto bíblico son fragmentos breves, contribuyen de forma sustancial a la evaluación adecuada del texto bíblico.

La comparación y el análisis de estos diversos testigos es una preocupación fundamental de la «crítica textual». La necesidad de ese tipo de estudio textual de la Escritura se desprende de lo siguiente: diferencias entre los diversos «testigos» del texto bíblico; errores, correcciones y cambios en los documentos; y diferencias entre textos paralelos en los documentos estudiados. La historia de la transmisión del texto hebreo del Antiguo Testamento es importante por

varias razones: revela el cuidado con que los copistas trabajaron con los documentos a través de las generaciones; pone de manifiesto las posibilidades y las limitaciones de los primeros traductores e intérpretes de esta literatura; y sirve de base para comprender los problemas relacionados con la transmisión de textos sometidos a un proceso largo de traducción y reproducción. Ningún manuscrito original ha llegado hasta el día de hoy.

Los «autógrafos», es decir, los originales de los libros de la Biblia, no están disponibles para estudio. Únicamente poseemos copias de copias de manuscritos.

MANUSCRITOS HEBREOS

Para el estudio del texto del Antiguo Testamento, se dispone de manuscritos en hebreo y en otros idiomas. Esos «testigos» son la base fundamental de la crítica textual.

El análisis de los documentos requiere, en primer lugar, que se evalúen los textos hebreos; posteriormente las traducciones antiguas se retraducen al hebreo y se comparan con los manuscritos hebreos disponibles.

EL TEXTO MASORÉTICO

El texto hebreo que se ha preservado en los manuscritos que han servido de base para las ediciones contemporáneas de la Biblia Hebrea quedó prácticamente fijo luego del llamado «Concilio» de Jamnia, a finales del siglo I d.C. Se conoce como «masorético» porque su forma actual procede de la labor de los eruditos judíos llamados «los masoretas».

EL PENTATEUCO SAMARITANO

El pentateuco samaritano es un texto hebreo antiguo; su importancia reside en que es independiente a la tradición de los masoretas. El ejemplar conocido más antiguo es el texto de Abisha, y se conserva en la comunidad de Nabulus. Aunque los samaritanos sostienen que lo preparó Josué, «trece años después de la conquista de Canaán», la copia disponible se ha fechado en el siglo XI d.C.

LOS MANUSCRITOS DE QUMRÁN

Los manuscritos descubiertos en QUMRAN representan diferentes tradiciones textuales, incluyendo las del texto masorético y la del pentateuco samaritano. Esos descubrimientos proveen información valiosa en torno a la situación de los textos bíblicos en Palestina en un período de transmisión textual importante: ca. 250 a.C—68 d.C.

En Qumrán se han encontrado copias de todos los libros del Antiguo Testamento, con la posible excepción de Ester. Además, se han descubierto manuscritos de libros apócrifos y seudoepígrafos.

TRADUCCIONES ANTIGUAS

El objetivo de la «crítica textual» del Antiguo Testamento es identificar y evaluar las variantes en los textos hebreos disponibles. Para lograr ese objetivo es necesario estudiar, junto a los manuscritos hebreos, las versiones antiguas. Esas versiones están basadas en manuscritos hebreos antiguos que pueden ayudar en la comprensión de los problemas de transmisión textual. Entre las versiones antiguas más importantes se encuentran textos en griego, arameo, sirio, latín y árabe.

Aunque el estudio de las versiones en la «crítica textual» del Antiguo Testamento se mantendrá por los próximos años, su importancia ha disminuido. Los nuevos manuscritos descubiertos en el desierto de Judá anteceden por siglos las copias de los manuscritos de las versiones antiguas.

LA SEPTUAGINTA

La Septuaginta (LXX) o versión de los Setenta es la traducción al griego del Antiguo Testamento hebreo. Además de su contribución a los estudios del texto bíblico hebreo, esta versión es muy importante porque sirvió de base para la predicación evangélica primitiva: fue el vehículo literario de los evangelistas de la iglesia (Hch 8.26–40).

Representa la forma en que se utilizó el Antiguo Testamento durante la época apostólica.

El origen de la Septuaginta se relaciona con los judíos de Alejandría, por el año 250 a.C. Primeramente se tradujo al griego el Pentateuco, luego el resto del Antiguo Testamento. En el documento conocido como «La carta de Aristeas» se presenta el origen legendario de la versión.

OTRAS VERSIONES GRIEGAS

Otros textos griegos de importancia para el estudio del texto del Antiguo Testamento son: la versión de Aquila, la revisión de Teodocio y la versión de Symmachus.

La versión de Aquila (que fue un prosélito de Sinope, en Ponto, discípulo del rabino Akiba) es extremadamente literal. Aunque el traductor manifiesta buen conocimiento del griego, su objetivo era producir una traducción que reprodujera las particularidades del hebreo. Esa misma característica la hace útil para el estudio del texto hebreo.

Teodocio fue un prosélito, según la tradición de la iglesia, que en el siglo II d.C. revisó una traducción griega, basada en el texto hebreo.

Los estudiosos no están de acuerdo en la identificación del texto griego básico: para algunos era la Septuaginta; según otros, revisó un texto anterior.

Symmachus preparó una nueva traducción griega del Antiguo Testamento por el año 170 d.C. El objetivo era producir una versión fiel a la base textual hebrea y, al mismo tiempo, utilizar adecuadamente el griego. De acuerdo a Eusebio y San Jerónimo, Symmachus era un cristiano de origen ebionita; según Epifanio, un samaritano convertido al judaísmo.

Estas tres versiones griegas de la Biblia están incluidas en la gran obra de Orígenes.

El objetivo de «La Hexapla» era ayudar a los cristianos en sus discusiones exegéticas con los judíos. El volumen se organizó en seis columnas: 1) el texto hebreo; 2) el texto hebreo transliterado al griego; 3) Aquila; 4) Symmachus; 5) la Septuaginta; y 6) Teodocio. El orden de las versiones en la presentación corresponde a su relación con el original hebreo.

VERSIONES EN OTROS IDIOMAS

La Peshita es la traducción de la Biblia al sirio. La calidad de su traducción varía de libro en libro; en algunas secciones es literal, y en otras es libre. La base textual es similar al Texto masorético.

Los tárgumes son traducciones expandidas del texto hebreo al arameo. Su utilidad en los estudios textuales del Antiguo Testamento varía entre tárgumes y entre libros. Por lo general, la base textual es manuscritos en la traducción masorética.

A partir del 389 d.C., San Jerónimo se dio a la tarea de traducir el Antiguo Testamento al latín, utilizando como base el texto hebreo, no la Septuaginta como era la costumbre cristiana. Aunque el traductor tenía un buen dominio del hebreo, la traducción revela un interés particular por destacar las implicaciones mesiánicas del Antiguo Testamento. El texto básico de la traducción es del texto masorético.

PROBLEMAS TEXTUALES

Uno de los objetivos de la crítica textual es, en primer lugar, identificar las dificultades en el texto hebreo para, posteriormente, remover los errores que se han incorporado en los manuscritos. Esa finalidad requiere una comprensión clara de la naturaleza y la forma que manifiestan esos posibles errores textuales. Muchos factores pueden propiciar la incorporación involuntaria de errores en un manuscrito; por ejemplo, la lectura y la comprensión adecuada se dificulta cuando el texto que sirve de base para la traducción o el copiado esta en mal estado físico, o simplemente por la fatiga del escriba.

Los problemas textuales en los manuscritos del Antiguo Testamento se pueden catalogar de dos formas: los errores involuntarios relacionados con la lectura y escritura de los textos; y los cambios textuales debidos a las alteraciones voluntarias introducidas por los copistas.

Los errores involuntarios incluyen los cambios textuales introducidos en los manuscritos cuando los escribas escuchaban, leían o copiaban erróneamente alguna letra, palabra o frase. Entre esos errores se pueden identificar los siguientes:

  • confusión de letras similares (Is 28.20);
  • transposición de letras (Is 18);
  • haplografía: omisión de letras o palabras similares (Is 5.8; Is 38.11);
  • ditografía: repetición de alguna letra, palabra o frase (Is 30);
  • omisión de palabras similares o que tienen terminaciones idénticas (Is 5–6);
  • errores en la unión o división de palabras (Am 6.12; Is 20);
  • vocalización equivocada (Is 1.17); y;
  • incapacidad de distinguir

Las alteraciones voluntarias de los copistas tienen el objetivo de superar dificultades textuales o teológicas. En ese período de transmisión textual, los manuscritos aún no se consideraban inalterables, y los escribas deseaban hacer bien su trabajo de transmitir y restaurar el verdadero texto. En sus labores podían evitar incomprensiones del mensaje y dificultades en la lectura de los textos. En algunas ocasiones, las añadiduras son letras o palabras que confirman una posible interpretación del texto. Como los manuscritos se utilizaban para la lectura pública en la liturgia, otras alteraciones intentaban evitar palabras raras, que podían malinterpretarse o pronunciarse mal (Is 39.1), o sustituir expresiones que podían ser religiosamente ofensivas (Job 1.5, 11; 2.5, 9). Las glosas y adiciones textuales pueden incluirse entre las alteraciones voluntarias de los copistas (1 R 18.19; cf. vv. 22–40).

CRÓNICAS

LIBROS DE CRÓNICAS: En el  canon  hebreo,  las  Crónicas  eran  un  solo  libro  llamado (hechos de los días). En la LXX se dividió en dos que se llamaron Paraleipomena

(cosas omitidas) porque se creía que contenían historia que «omitieron» los otros libros históricos, lo cual explica que en algunas versiones católico-romanas estos libros se llamen Paralipómenos.

CONTENIDO

En la primera parte se resume la historia sagrada desde Adán hasta Saúl. De ahí en adelante la narración va paralela con la de 2 Samuel y 2 Reyes, añadiendo algunos datos, pero omitiendo otros muchos sobre todo los relacionados con el reino del norte.

PRIMERA DE CRÓNICAS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

PRIMERA PARTE: Desde Adán hasta Saúl (1.1— 9.44)

SEGUNDA PARTE: El reinado de David (10.1— 29.30)

PROPÓSITO Y POSICIÓN EN EL CANON

El autor pone en relieve la dinastía davídica, el PACTO eterno que Yahveh había hecho con David, el templo con su culto establecido por David, el papel de los LEVITAS y la Ley. Los libros de Samuel y Reyes se escribieron desde el punto de vista profético, pero los de Crónicas desde el sacerdotal o levítico. Por tanto, estos tratan de asuntos eclesiásticos relativos a la construcción y la dedicación del templo, y a las ordenanzas del culto público. Hacen resaltar las épocas cuando la fe había sido la fuerza dominante entre el pueblo y sus líderes (por ejemplo, los reinos de Asa, Josafat, Ezequías y Josías) y había traído la prosperidad, y subrayan que el abandono de la fe verdadera redundaba en ruina y maldición. La insistencia en lo anterior era necesaria para la comunidad posterior al cautiverio a la que escribía el autor.

Son los últimos libros en el canon hebreo (2 Cr 24; cf. Mt 23.35). Dada la afinidad de estilo, vocabulario, procedimiento y teología entre Crónicas y Esdras Nehemías, algunos han creído que anteriormente formaban parte de una misma obra. Aunque no fuera así, es probable que los haya escrito un mismo autor o al menos cronistas de un mismo círculo. Interpretada así, la obra del cronista (y su círculo) presenta una visión panorámica de la historia de Israel (desde Adán hasta Nehemías) con su centro en la época normativa de David. La obra expresaba el anhelo de la comunidad del pos-cautiverio sobre el restablecimiento de la dinastía davídica en el reino del MESÍAS. (CANON)

SEGUNDO DE CRÓNICAS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

PRIMERA PARTE: El reinado de Salomón (1.1 — 9.31)

SEGUNDA PARTE: Los reinados de reyes selectos de Judá (10.1 — 36.23)

AUTOR Y FECHA

La obra es anónima pero la tradición judía la atribuye a Esdras. Hay diversidad de opiniones respecto a la identidad del autor. La tradición judía, el ambiente de la época, la posición de Esdras como escriba, la biblioteca que según Josefo poseía Nehemías y la ausencia de pruebas de que se haya escrito en fecha posterior, ha hecho creer a algunos que el autor fue Esdras (458–398 a.C.). También se ha afirmado que no fue Esdras, sino otro que después se habrá valido de los escritos de él. Y hay quienes se inclinan por una fecha Año. 300 a.C., basándose en la oposición del cronista a la comunidad samaritana que empezó año. 350 a.C.

Resumiendo, las Crónicas son un libro del pos-cautiverio cuyo autor quizás fue Esdras o, menos probable, un levita que en una época posterior se aprovechó de los escritos de Esdras.

El autor dice haber usado documentos como base de su obra. Mucho del material es paralelo al de Samuel y Reyes, pero no se sabe si el cronista cita estos libros o si ha usado las mismas fuentes. Menciona seis fuentes históricas (1 Cr 9.1; 27.24; 2 Cr 16.11; 24.7; 27.7; 33.18) que bien podrían ser diferentes nombres de una misma obra. También usa ocho fuentes proféticas (1 Cr 29.29; 2 Cr 9.29; 12.15; 13.22; 20.34; 26.22; 32.32; 33.19; 35.25).

MARCO HISTÓRICO

Muchos críticos han dudado de la historicidad de Crónicas, arguyendo que contienen datos idealizados, exagerados e incluso inventados con fines apologéticos. Pero estudios recientes y nuevos descubrimientos arqueológicos tienden a confirmar los relatos de Crónicas. Aún quedan problemas difíciles de resolver, como ciertas discrepancias (especialmente numéricas) entre las narraciones de Crónicas y las de Samuel y Reyes, pero otros que parecían irresolubles hoy pueden explicarse como errores de transmisión o con la costumbre de usar ciertos números hiperbólicamente (por ejemplo, 2 Cr 14.9). (ESDRAS; NEHEMÍAS)

CRONOLOGÍA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

DESDE LA CREACIÓN HASTA LOS PATRIARCAS

En su famosa cronología, el obispo Usher estimó como fecha de la creación del  mundo el año 4000 a.C., basándose para ello en los patriarcas (Gn 5.3–32; 7.11; 9.28, 29; 11.10–26) según el texto masorético. Pero si se usa el texto samaritano o el de la LXX, se llega a resultados distintos. Sin embargo, no debe descartarse la teoría de las lagunas; es decir, si se afirma en el texto que «A» engendró a «B» esto no significa exclusivamente que «B» sea el hijo inmediato de «A». Puede tratarse del nieto o del bisnieto o de descendientes aun más remotos.

Una tercera teoría interpreta la lista de los patriarcas no como individuos sino como representantes de dinastías. Al comparar las listas de los patriarcas resulta preferible el uso del texto masorético porque el texto samaritano y la LXX aplican su propio criterio y redondean las cifras. Con todo, sin embargo, debe llegarse a la conclusión de que es imposible calcular la edad del mundo a base de datos exclusivamente bíblicos. Cabe mencionar que la cronología judía actual toma el año 3761 a.C. como año de la creación, resultado que obtiene de distintos datos de la Biblia y del Talmud.

Además, debe tenerse en cuenta que, a veces, para determinar ciertos acontecimientos se hace referencia a otros sucesos; por ejemplo, la visión de Amós en el segundo año después del terremoto, y hoy día no es posible aprovechar con sentido absoluto tales datos históricos. Y para expresar tiempos más amplios, como la duración de una generación, de un reinado o de otro oficio, redondeaban la cifra y decían «40 años» (Jue 3.11; 5.31; 8.28; 13.1; 15.20).

DESDE ABRAHAM HASTA LA MONARQUÍA

Sería de gran provecho para poder fechar con exactitud la prehistoria de Israel, o sea el tiempo entre Abraham y el éxodo de Egipto, si pudiéramos señalar como punto de partida acontecimientos paralelos en la historia profana. Muchos han creído que en Gn 14 se ofrece tal punto de comparación. El capítulo describe la lucha de Abraham contra cuatro reyes que invadieron a Israel. Se ha intentado identificar a estos reyes con algunos conocidos de la historia antigua: → AMRAFEL con Hammurabi, rey y legislador de Babilonia (1728–1686); Arioc con Arriwuku el de las cartas de Mari (ca. 1750); y Tidal con Tudhalia, nombre de varios reyes hititas. Pero en ningún caso es segura la identificación.

El antecedente cultural reflejado en la historia de los patriarcas sugiere la primera mitad del segundo milenio a.C. Asimismo la historia de José cuadra con el período en que los → HICSOS dominaron a Egipto (ca. 1710–1570).

Sobre la permanencia de los israelitas en Egipto existen varias opiniones. Por un lado, los 430 años de Éx 12.40 parece ser demasiado tiempo si desde Jacob a Moisés hay solamente cuatro generaciones (Éx 6.16–20). Además, según la LXX, los 430 años abarcan también la estadía de los patriarcas en Canaán. Sin embargo, la genealogía de Éx 6.16–20 probablemente es esquemática, ya que Bezaleel, contemporáneo de Moisés, es la séptima generación de Jacob (1 Cr 2.18–20), y de Jacob a Josué hay doce generaciones (1 Cr 7.23–27). A la luz de estos datos y los cuatro siglos de Gn 15.13, es preferible aceptar los 430 años como la duración real de la permanencia en Egipto.

Algunos fechan el ÉXODO en el siglo XV a.C. basándose en la cifra de 1 R 6.1 que lo coloca 480 años antes de la construcción del templo de Salomón. Además, Garstang, quien excavó parte de Jericó, afirmó que esta ciudad la destruyeron poco antes de 1400 a.C.

Por otro lado algunos ven la cifra de 480 como número esquemático que implica doce generaciones o quizás un error de copista, pues una serie de pruebas indican que el éxodo cabe mejor en el siglo XIII. Los esclavos israelitas edificaron las ciudades del delta, Pitón y Ramesés, pertenecientes a los reinados de Seto I (1302–1290) y Ramsés II (1290–1224). (No hay base para la teoría de que Ramsés II solo renombró construcciones anteriores.) Las pruebas disponibles indican que la existencia de poblaciones sedentarias en Edom y Moab (contra las cuales lucharon los israelitas) cabe mejor en el siglo XIII que en el siglo XV. La arqueóloga K.M. Kenyon afirma que la destrucción de Jericó, que Garstang fechó ca. 1400, fue más bien una etapa de la civilización ocurrida mucho antes.

Además, la arqueología muestra que varias ciudades de Canaán (Laquis, Bet-el, Hazor, etc.) fueron destruidas a finales del siglo XIII, lo cual pareciera tratarse de la conquista de Josué.

La estela de Merenptah (rey egipcio), fechada 1220 a.C., indica que Israel ya estaba establecido en Canaán por aquel entonces. Este rey afirma que derrotó a Israel y destruyó sus cosechas, de modo que el éxodo debe fecharse por lo menos 40 años antes.

Considerando todos los datos, la mejor fecha para el éxodo sería ca. 1280 a.C. Aunque las cifras de Jueces parecen contradecir esto, debemos recordar las costumbres y modos de calcular el tiempo en el mundo antiguo. A cada juez correspondía el gobierno de una sola tribu, pero en ocasiones varios de ellos deben haber gobernado simultáneamente una tribu.

LA MONARQUÍA

Para la cronología de este tiempo se cuenta con muchas más fuentes y documentos que para la del período anterior: los datos paralelos de la antigua historia oriental y especialmente los datos cuneiformes de los asirios y babilonios son de gran valor, pues estos pueblos conocían ya el calendario del sol. Con estos datos, astrónomos modernos sugieren que la mención de un eclipse de sol en el año de Ber-segale corresponde al 15 de junio de 763; también permitió confirmar la lista de los reyes asirios. Por otra parte, como los reyes asirios y babilonios se relacionaron con los reyes de Israel y Judá, de sus historias pueden obtenerse datos que aporten a una recopilación de la historia de Israel y Judá.

Pueden considerarse como seguras las siguientes fechas: Batalla de Qarqar, durante el reinado de Acab en Israel, 853; conquista de Samaria por Sargón en el año de su ascensión al trono, 722; sitio de Jerusalén por Senaquerib (705–681) en su cuarto año, 701; batalla de Carquemis en el año 21 de Nabopolasar, 605; conquista de Jerusalén por Nabucodonosor II (605–592), 597; destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, 587–86.

Para fechar el período de la monarquía, los dos sistemas más aceptables son los de Albright y de Thiele, que difieren poco entre sí. En el sistema de Albright se supone que existen algunos errores (quizás de copista) en los datos bíblicos, los cuales hacen necesarios ciertos ajustes. Thiele se ocupa en armonizar los datos por medio de un análisis de los cómputos usados por los autores.

En primer lugar hay que suponer varias corregencias simultáneas en un mismo reinado, cuando el sucesor iniciaba su gobierno mientras el titular aún vivía (cf. 2 R 15.5).

Además, existe el problema de determinar cuándo comienza el nuevo año. En Judá, este se contaba desde el 1° de tisri (septiembre-octubre), pero en Israel festejaban el comienzo del año en el mes de nisán; había años de nisán para Israel y años de tisri para Judá. También hubo dos sistemas para fechar el inicio de un reinado: tomando en cuenta el año de la entronización del rey (en tal caso un mismo año fue contado como el último del antiguo rey y el primero del nuevo rey), o anotando el año que seguía a la entronización. Se cree que Israel y Judá usaron diferentes sistemas, por lo menos en algunas épocas.

Aunque todavía algunas fechas son discutibles, el cuadro siguiente (del reino dividido), con pocos ajustes, utiliza las conclusiones de Thiele, ya que este armoniza mejor los datos bíblicos y toma en cuenta los datos y la metodología del Cercano Oriente Antiguo.

DESPUÉS DEL CAUTIVERIO

Las fechas de los reyes babilonios y persas mencionadas en esta época se pueden fijar con certeza, aunque el Antiguo Testamento da pocos datos cronológicos después del cautiverio. Se ha discutido la fecha de Esdras en relación con la de Nehemías. Existe cierta prueba (pero no conclusiva) de que Esdras no precedió a Nehemías en Jerusalén.

Por tanto, algunos creen que Esdras llegó en el séptimo año de Artajerjes II (397) o en el año 37 de Artajerjes I (428) en vez de la fecha tradicional de 458 que es el séptimo año de Artajerjes I (Esdras 7.7).


CRONOLOGÍA DEL PERÍODO INTERTESTAMENTARIO

Desde el punto de vista de la historia bíblica, son pocos los acontecimientos importantes después de las conquistas de Alejandro. Los escritores judíos no conservaron documentos referentes a esta época comparables con las narraciones del Antiguo Testamento, sino hasta principios del siglo II a.C., cuando comienza la gesta de los Macabeos. Los libros → APÓCRIFOS que pertenecen a este período son de fecha incierta. Por esta razón nuestra cronología será más detallada a partir del año 167 a.C., cuando comienza el período de los Macabeos. Sin embargo, es imposible dar fechas exactas para muchos acontecimientos, y quizás otras cronologías muestren una variación de uno o dos años.

En cuanto al cómputo del tiempo, los judíos (y todos los territorios circundantes) lo contaban a partir de la era Seléucida, que corresponde al año 312 a.C. Durante el período de los Macabeos, contaban los años a partir del comienzo de cada gobernante nacional.

Puesto que durante este período, como en siglos anteriores, la historia de Palestina se desenvolvió entre Egipto y un gran poder asiático, en la correspondiente cronología colocamos los acontecimientos de Palestina entre los de Egipto y Siria, hasta que Roma aparece en el ámbito de las tierras veterotestamentarias.

CRONOLOGÍA DEL NUEVO TESTAMENTO

Tarea difícil es la de fechar los acontecimientos narrados en el Nuevo Testamento debido a la escasez de datos y a la complejidad del calendario del siglo I. Los historiadores seculares prestaron poca atención al movimiento cristiano, y puesto que los escritores cristianos tuvieron otros fines además de los historiográficos, solo podemos inferir una cronología aproximada, lo cual trae como resultado toda una gama de opiniones. En la tabla adjunta se sobreentiende para casi todos los casos una fecha aproximada. (Para la cronología de la vida de Jesús JESUCRISTO; HERODES; CIRENIO; CENA DEL SEÑOR.)

Para la época apostólica, los pocos datos cronológicos provenientes de las epístolas ubican ciertos hechos únicamente en relación con otros también difíciles de fechar. Para una cronología absoluta hay que recurrir a Hechos. De los acontecimientos allí mencionados, solo a cinco se les puede asignar fechas más o menos fijas, gracias a las fuentes judías o romanas (indicados en la tabla con un): la muerte de Herodes AGRIPA I, el hambre en Judea durante la procuraduría de Tiberio Alejandro y el gobierno de Claudio (Hch 11.28), el edicto de CLAUDIO que ordenaba salir de Roma a los judíos, el proconsulado de GALIÓN y la procuraduría de FESTO.

Las demás fechas tenemos que inferirlas de estas. Para el período 30–50, los puntos de referencia de la cronología son las visitas de Pablo a Jerusalén, de las cuales Hechos menciona cinco (9.26–30; 11.30 con 12.25; cap. 15 CONCILIO DE JERUSALÉN; 18.22; 21.17ss) y GÁLATAS

menciona dos (1.18–24; 2.1–10). De la correlación que se haga de estas dos listas dependerá nuestra teoría. La tabla adjunta identifica la visita de Hch 11.30 y 12.25 con la de Gl 2.1–10. Para el período 50–70, nos servimos de las fechas de Galión y Festo, y acomodamos los datos de Hechos convencionalmente. Es curioso, pero así sabemos el mes exacto cuando ocurrieron ciertos acontecimientos sin poder precisar el año (PABLO).

Consúltense los artículos sobre cada libro del Nuevo Testamento para ver los problemas que presenta la determinación de las fechas.

CRUZ, CRUCIFIXIÓN

Instrumento de muerte en que murió Jesucristo, inspirado quizás en la antigua costumbre de empalamiento, ya que la palabra griega stauros (cruz), significa palo o estaca vertical. Inventada posiblemente por los persas o fenicios, la usaron los griegos y cartagineses, y sobre todo los romanos.

Además de la crux simplex o palo vertical, se empleaban otras formas. La crux commissa (o de San Antonio) que tenía la forma de una T mayúscula, y la crux immisa, en que el palo vertical sobresalía sobre el horizontal. Según la tradición, esta última fue la cruz en que murió Jesús. La referencia en los Evangelios al título sobre la cabeza de Jesús (por ejemplo, Mt 27.37) respalda esta idea. El uso de la crux decussata (de San Andrés), en forma de X, no se ha podido comprobar definitivamente.

La cruz consistía en un palo vertical de unos 2, 5 m de largo (que muchas veces se dejaba permanentemente en el lugar de ejecución), el palo transversal o patibulum, y una saliente de madera o sedile, que servía de asiento para sostener el cuerpo del crucificado y prolongar así su martirio.

Para los escritores romanos, la crucifixión era «el suplicio más cruel y horroroso de todos». Se aplicaba generalmente a esclavos y a libres no romanos, por crímenes de robo, homicidio, traición o sedición. Después de condenado, el reo sufría los → AZOTES prescritos, lo que a veces producía la muerte. Luego se le imponía el patibulum y se le llevaba por las calles principales hacia un lugar fuera de la ciudad. Iba custodiado por cuatro soldados, y llevaba un «título» o tablilla blanca con su nombre y delito escrito.

Cuando los evangelistas escuetamente dicen de Cristo que «le crucificaron», se refieren a un proceso bien conocido. En el lugar de ejecución, los soldados desnudaban al reo y tomaban sus vestidos como botín. Luego de atarle o clavarle las manos al patibulum, levantaban este con la víctima y lo colocaban en su lugar, de manera que los pies quedaban a poca distancia de la tierra. Los pies y las manos podían atarse o, como en el caso de Cristo, clavarse a la cruz (Lc 24.39). Los restos recién descubiertos de un crucificado en Palestina indican que un solo clavo atravesó lateralmente ambos tobillos.

Por último se aseguraba el título, dejando a la víctima en agonía.

Lo horrible de la muerte por crucifixión se debía en parte al intenso dolor causado por la flagelación, los clavos y la incómoda posición del cuerpo que dificultaba la respiración. Además, la deshidratación por la pérdida de sangre y la calentura producían una sed intolerable. A esto hay que agregar la vergüenza que sufría el condenado al verse desnudo ante los curiosos que pasaban insultándole. Los judíos acostumbraban ofrecer al crucificado una bebida narcótica para aliviar el sufrimiento, bebida que Jesucristo rechazó (Mt 27.34).

El crucificado moría lentamente, casi siempre el segundo día, pero a veces hasta el octavo. El exceso de sangre en el corazón, debido a la obstrucción de la circulación, combinado con la fiebre traumática, el tétano y el agotamiento, mataba a la víctima. Para acelerar  la muerte de un crucificado, se le quebraban las piernas con un martillo (costumbre llamada crurifragium, cf. Jn 19.32s), antes de traspasarle con espada o lanza, o bien se le ahogaba con humo.

Cuando los escritores del Nuevo Testamento hablan de la crucifixión no se refieren al sufrimiento que causaba, sino a su significado. La crucifixión en varios pasajes representa todo el mensaje de salvación por la muerte de Cristo (por ejemplo, 1 Co 1.18). A los griegos les parecía locura que el Mesías hubiera muerto en la forma más ignominiosa (1 Co 1.23), y para los judíos esta afirmación era un tropiezo (Gl 5.11). Para estos, un crucificado caía bajo la maldición aplicada a cadáveres colgados en un lugar público (Dt 21.22, 23; cf. 2 S 4.12). Rechazaban hasta violentamente la idea de salvación mediante una cruz (Gl 6.12; Flp 3.18).

Los cristianos, sin embargo, veían en la cruz su salvación (1 Co 2.2). Cristo, al llevar nuestros pecados en la cruz (1 P 2.24), sufrió la maldición que a nosotros nos tocaba (Gl 3.13). Su muerte en la cruz efectuó la reconciliación con Dios (Col 1.20), como también la reconciliación entre judíos y gentiles (Ef 2.16).

La cruz también simboliza separación de la vieja vida. Por su unión con Cristo, el creyente participó en la muerte sobre la cruz (Ro 6.6). Como resultado, está libre del dominio del  pecado (Ro 6.11), del yo egoísta (Gl 2.20; 5.24) y del mundo (Gl 6.14).

Al decir que el discípulo debe «tomar su cruz» (Mc 8.34; Lc 9.23; 14.27), Jesús recordaba la escena de un condenado llevando su patibulum por las calles. De igual manera, el seguidor de Jesús tiene que aceptar el desprecio y renunciar a sus derechos propios.

CUADRANTE

Moneda de cobre más barata del sistema romano, aunque equivalía a dos lepta o «blancas» en el sistema judío del siglo I (Mc 12.42). Su poco valor (ca. ¼ centavo de dólar) se presta para ilustrar la cancelación completa de una deuda «hasta el último cuadrante» (Mt 5.26).

CUARTO

(NOMBRE LATINO TRANSCRITO AL GRIEGO).

Amigo y posible colaborador de Pablo en la iglesia de Corinto, que envía saludos a los cristianos de Roma (Ro 16.23). Según la tradición, después de ser uno de los setenta discípulos de Jesús (Lc 10.1, 17), lo nombraron obispo en Berea.

CUARTO

Moneda de cobre llamada «as» en el sistema romano. Equivalía a la cuarta parte del sestercio de cobre, o sea la decimosexta parte de un DENARIO (aunque en un principio el denario valía 10 cuartos). Mateo 10.29 la identifica como el precio de dos pajarillos (cf. Lc 12.6), aproximadamente un centavo de dólar.

CUCHILLO

Instrumento cortante fabricado de piedra, acero, hierro o bronce (Éx 4.25; Jos 5.2, 3). Este instrumento casero, según lo revelan excavaciones modernas, era relativamente escaso en comparación con otros utensilios antiguos. No obstante, las Sagradas Escrituras revelan que el cuchillo se utilizó en ocasiones dramáticas, como la circuncisión de los hijos de Moisés (Éx 4.25) y el sacrificio frustrado de Isaac (Gn 22.10).

En forma figurada la palabra «cuchillo» se emplea para aconsejar moderación (Pr 23.2).

CUELLO

Ver. CERVIZ.

CUERNO

En sentido simple y literal, rara vez se mencionan los cuernos en la Biblia (Gn 22.13; Sal 22.21; 69.31), pero a menudo se alude a ellos en sentido figurado o en leyes relacionadas con animales que poseen cuernos. La legislación hebrea fijaba la responsabilidad que tenía el dueño de un buey acorneador (Éx 21.28–36). Pulidos y decorados, los cuernos se usaban como recipientes para líquidos valiosos (1 S 16.1, 13; 1 R 1.39) como lo prueba, además, el nombre de una de las hijas de Job, Keren-hapuc (cuerno de tinte para los ojos; Job 42.14).

Los cuernos del ALTAR ( Éx 27.2 ; 30.2 ) eran prominencias en sus cuatro ángulos; se ungían con la sangre de los sacrificios ( Éx 29.12 ; Lv 4.7 , 18 , 30 , 34 ) y a ellos se podían aferrar los reos en demanda de clemencia ( 1 R 2.28 ).

En la versión RV se ha conservado la mención de cuernos para referirse a reyes y reinas (Dn 7.20–24; 8.3–9; Zac 1.18–21; Ap 17.7–12). La idea de poder y triunfo simbolizada por los cuernos se ve en la acción simbólica de Sedequías (1 R 22.11).

CUERPO

En el Antiguo Testamento no hay una palabra específica para cuerpo, aunque la idea está incluido en la palabra hebrea basar, que equivale más bien a CARNE. El concepto bíblico del HOMBRE es monista (se le considera como una unidad) y no dualista como el griego; en el cual el hombre tiene dos elementos: cuerpo y alma.

La ausencia de un término preciso para cuerpo como algo separado del alma, hace necesario considerar brevemente la palabra hebrea nefes, a menudo traducida como → ALMA. Sin embargo, en numerosos pasajes nefes se refiere concretamente al cuerpo y a sus sensaciones físicas: hambre, sed, sueño (Nm 11.6; Is 29.8; 55.2; Jer 50.19). Es evidente que se refiere a la persona, sin precisar sus diferentes elementos, e involucra al ser visible e invisible que es a un tiempo cuerpo, intelecto, voluntad, afecto, etc.

La esperanza del hebreo no reside entonces en la inmortalidad de un alma incorpórea, sino en la RESURRECCIÓN del hombre (Dn 12.2).

En el Nuevo Testamento también encontramos este mismo concepto unitario del hombre, pero aparece la palabra griega soma, que significa precisamente cuerpo, y para carne se reserva sarx. En Mateo 10.28 se habla del cuerpo y del alma en una clara referencia a lo corruptible y a lo eterno del ser humano (cf. 1 Ts 5.23), sin que necesariamente tenga relación con el concepto griego de que el cuerpo es el recinto malo que alberga el alma pura.

Por el contrario, en la teología paulina hay una notable valoración del cuerpo, que aunque corruptible, es bueno porque Dios lo hizo (1 Co 12.12–24). Y para Pablo cuerpo y personalidad llegan a ser sinónimos, pues dice: «vosotros sois templos de Dios» (1 Co 3.17) o «vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo» (1 Co 6.19). Y en Romanos 12.1 exhorta a presentar nuestros cuerpos a Dios como ofrenda agradable.

Pablo no establece una tensión entre el cuerpo malo y el espíritu bueno. El malo es el hombre, en quien cuerpo y alma son indivisibles. El hombre redimido (Pablo lo llama nuevo hombre) está habilitado para hacer lo bueno porque tiene el Espíritu y la vida de Dios; el apóstol reserva la palabra «carne» para designar la inclinación pecadora del hombre natural. Pero Dios espera que el creyente íntegro le sirva a plenitud por el Espíritu Santo (Ro 6.12s, 19; 2 Co 5.10).

En toda la Biblia el cuerpo está incluido en la redención (por ejemplo, Ro 8.18–23), simplemente porque el cuerpo es el hombre así como el alma lo es también. Y la esperanza del creyente es la resurrección del cuerpo (1 Co 15; Flp 3.20s) que es sinónimo de la resurrección del hombre (1 Ts 4.13–17).

CUERPO DE CRISTO

En la Biblia se usa esta expresión en tres sentidos:

EL CUERPO FÍSICO

El «tabernáculo» de su encarnación, como reza en Heb 10.5: «Por lo cual, entrando en el mundo dice: me preparaste cuerpo». Este cuerpo era humano: sentía sed, hambre y cansancio. Así que Cristo no solo tuvo solamente forma o apariencia de la humanidad, sino que era completa y perfectamente hombre (Flp 2.6–8; Col 2.9), pero sin pecado (Heb 4.15). En este cuerpo Cristo padeció, lo crucificaron y sepultaron (Mt 27.58). (JESUCRISTO; ENCARNACIÓN)

Resucitado, el mismo cuerpo (Lc 24.3) sufrió, según parece, cierta modificación. No dejó de ser físico, humano, pues Cristo comió y bebió para comprobarlo, y mostró sus heridas a sus discípulos (Lc 24.39, 43). Sin embargo, parece que ya no necesitaba de la comida física para sostenerse ni estaba sujeto a las leyes naturales del espacio: se apareció en cuartos cerrados (Jn 20.19), a la orilla del mar de Galilea (21.1ss), etc.

Tal parece que este cuerpo resucitado y glorificado fue la forma que tomó Cristo en su transfiguración (Mt 17.2). Por cuanto Pablo se refiere a la resurrección de Cristo como «las primicias» de la resurrección de los fieles (1 Co 15.20), se supone que el cuerpo de Cristo resucitado revela la naturaleza del «cuerpo celestial» (1 Co 15.40; Flp 3.21) que ha de tener el cristiano. (RESURRECCIÓN)

EL CUERPO SIMBÓLICO

Al instituir la Santa Cena, Jesucristo ofreció pan a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado» (Lc 22.19). Desde entonces, el pan de la eucaristía o comunión ha simbolizado el cuerpo y la vida que Jesucristo ofreció en el Calvario para justificar y liberar a los que por la fe se identifican con su sacrificio (CENA DEL SEÑOR).

EL CUERPO MÍSTICO

Se refiere a la Iglesia, o sea, el conjunto de cristianos que representan la «encarnación» actual de Cristo en el mundo. Él prometió estar con ellos mediante su Espíritu Santo, «todos los días, hasta el fin» (Mt 28.20). Pablo emplea esta figura a menudo para ilustrar la naturaleza vital y dinámica de la Iglesia (Ef 1.23), su expansión y crecimiento (3.6), y sobre todo su unidad en medio de una profusión y diversidad de dones (Ro 12.5; 1 Co 12; Ef 4.3–16). Apela a la figura del cuerpo para que cada cristiano comprenda la relación de facto y funcional que goza con los demás cristianos, sujetos todos a la cabeza directriz que es el Señor Jesucristo. (IGLESIA.)

CUERVO

Pájaro omnívoro, más grande que la paloma, de plumaje negro (Cnt 5.11) y pico cónico. En Palestina se enumeran hasta seis especies. En los monumentos asirios se representan en bandadas, en los campos de batalla, devorando cadáveres. Esto lo hacen comenzando por los ojos (Pr 30.17). Por el hábito de comer carroña, se consideran inmundos en Lv 11.15 y Dt 14.14.

El cuervo habita en lugares desiertos, en ruinas (Is 34.11) y en cañadas (Pr 30.17). Se suponía que abandonaba tempranamente su cría, cuya alimentación debía ser objeto de la providencia divina (Job 38.41; Sal 147.9; Lc 12.24). Noé envió un cuervo desde el arca (Gn 8.7) y en 1 R 17.4–6 se menciona como instrumento de la providencia divina para alimentar al profeta ELÍAS (JUDEA, ilustración).

CUEVA

Cavidad subterránea formada natural o artificialmente. Se hallan en gran cantidad en el área central montañosa de Palestina, debido a la abundancia de rocas calíferas que con facilidad se disuelven en las corrientes de aguas subterráneas. Algunas de estas cuevas son de gran extensión.

Los aborígenes de la actual Tierra Santa fueron trogloditas, y Lot y sus hijas se establecieron en una cueva después de la destrucción de Sodoma (Gn 19.30). Sobre todo, servían de refugio en tiempos de guerra o de opresión (Jue 6.2). David hizo de la cueva de ADULAM su primer cuartel general al huir de Saúl, y luego también utilizó otras. Se utilizaban también como tumbas y es notable la de MACPELA (Gn 23). (QUMRÁN; SEPULCRO)

CULANTRO

Es el coriandrum sativum, hierba anual de las umbelíferas, de medio metro de alto y de olor penetrante y desagradable. Se usa como condimento y como medicina estomacal. Los árabes la siembran, pero en Siria y Palestina se considera un hierbajo. Éxodo 16.31 y Números 11.7 comparan el maná con la pequeña semilla, gris y elipsoidal del culantro.

CURTIDOR

Artesano que convierte las pieles de animales como ovejas, cerdos, camellos, toros, etc., en resistentes cueros para diferentes usos. Los curtidores eran comunes en las tierras bíblicas. Confeccionaban bolsas y odres para transportar agua, leche, aceite. En el Nuevo Testamento se habla de un Simón, el curtidor (Hch 9.43; 10.6, 32).

CUS

(NEGRO).

Transcripción de cush, nombre hebreo y asirio, derivado del egipcio, que en la RV suele traducirse por «Etiopía».

  1. Hijo mayor de Cam y padre de Seba, Havila, Sabta, Raama, Sabteca y del poderoso Nimrod (Gn 10.6–8; 1 Cr 1.8–10).
  2. Región circundada por el río Gihón, el segundo de los cuatro brazos del río del Edén (Gn 2.13), tal vez situada al oeste de Asia que comprendía mayormente a
  3. Hijo de Benjamín, al que David dedica un sigaión suplicando vindicación (Sal 7, título).
  4. Región situada al sur de Egipto, quizás Nubia o el norte del Sudán.

Tradicionalmente se identifica con Etiopía, pero para algunos es la moderna Abisinia.

Al principio solo designaba un reducido territorio vinculado con las cataratas del Nilo, cerca de Syene (actualmente Aswan). Rápidamente, entre los propios egipcios y después entre los hebreos y asirios, la denominación se hizo más extensiva. Comprendía por el este hasta el mar Rojo. De allí, precisamente, se dice que salió Nimrod para establecerse en Mesopotamia después de iniciar su reino con Babel (Gn 10.8). Puede reforzarse esta opinión con el relato bíblico que coloca a los árabes «junto» a los etíopes cuando el Señor los levantó contra Joram (2 Cr 21.16).

En las profecías contra Egipto, se pone como límite para la desolación a SEVENE (Syene) en la frontera con Etiopía (Ez 29.10; 30.6).

CUTA

Antigua ciudad babilónica y centro del culto al dios NERGAL. Después de llevar al cautiverio  a los israelitas, Sargón II, rey de Asiria, trasladó a Samaria habitantes de Cuta (2 R 17.24, 30). Los cutitas se mezclaron con los israelitas que quedaron en la tierra, con lo que se produjo la raza mestiza de los SAMARITANOS. Los cutitas siguieron adorando a Nergal, por lo que también se formó una religión híbrida (2 R 17.29–33, 41).

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